Bible in 90 Days
Jesús ante el Consejo(A)
57 Los que habían arrestado a Jesús lo llevaron ante Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los maestros de la ley y los ancianos. 58 Pero Pedro lo siguió de lejos hasta el patio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los guardias para ver en qué terminaba aquello.
59 Los jefes de los sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban alguna prueba falsa contra Jesús para poder condenarlo a muerte. 60 Pero no la encontraron, a pesar de que se presentaron muchos falsos testigos.
Por fin se presentaron dos, 61 que declararon:
―Este hombre dijo: “Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”.
62 Poniéndose en pie, el sumo sacerdote le dijo a Jesús:
―¿No vas a responder? ¿Qué significan estas denuncias en tu contra?
63 Pero Jesús se quedó callado. Así que el sumo sacerdote insistió:
―Te ordeno en el nombre del Dios viviente que nos digas si eres el Cristo, el Hijo de Dios.
64 ―Tú lo has dicho —respondió Jesús—. Pero yo os digo a todos: De ahora en adelante veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo.
65 ―¡Ha blasfemado! —exclamó el sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras—. ¿Para qué necesitamos más testigos? ¡Mirad, vosotros mismos habéis oído la blasfemia! 66 ¿Qué pensáis de esto?
―Merece la muerte —le contestaron.
67 Entonces algunos le escupieron en el rostro y le dieron puñetazos. Otros lo abofeteaban 68 y decían:
―A ver, Cristo, ¡adivina quién te pegó!
Pedro niega a Jesús(B)
69 Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio, y una criada se le acercó.
―Tú también estabas con Jesús de Galilea —le dijo.
70 Pero él lo negó delante de todos, diciendo:
―No sé de qué estás hablando.
71 Luego salió a la puerta, donde otra criada lo vio y dijo a los que estaban allí:
―Este estaba con Jesús de Nazaret.
72 Él lo volvió a negar, jurándoles:
―¡A ese hombre ni lo conozco!
73 Poco después se acercaron a Pedro los que estaban allí y le dijeron:
―Seguro que eres uno de ellos; se nota por tu acento.
74 Y comenzó a echar maldiciones, y les juró:
―¡A ese hombre ni lo conozco!
En ese instante cantó un gallo. 75 Entonces Pedro se acordó de lo que Jesús había dicho: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces». Y saliendo de allí, lloró amargamente.
Judas se ahorca
27 Muy de mañana, todos los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo tomaron la decisión de condenar a muerte a Jesús. 2 Lo ataron, se lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador.
3 Cuando Judas, el que lo había traicionado, vio que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos.
4 ―He pecado —les dijo— porque he entregado sangre inocente.
―¿Y eso a nosotros qué nos importa? —respondieron—. ¡Allá tú!
5 Entonces Judas arrojó el dinero en el santuario y salió de allí. Luego fue y se ahorcó.
6 Los jefes de los sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: «La ley no permite echar esto al tesoro, porque es precio de sangre». 7 Así que resolvieron comprar con ese dinero un terreno conocido como Campo del Alfarero, para sepultar allí a los extranjeros. 8 Por eso se le ha llamado Campo de Sangre hasta el día de hoy. 9 Así se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías: «Tomaron las treinta monedas de plata, el precio que el pueblo de Israel le había fijado, 10 y con ellas compraron el campo del alfarero, como me ordenó el Señor».[a]
Jesús ante Pilato(C)
11 Mientras tanto, Jesús compareció ante el gobernador, y este le preguntó:
―¿Eres tú el rey de los judíos?
―Tú lo dices —respondió Jesús.
12 Al ser acusado por los jefes de los sacerdotes y por los ancianos, Jesús no contestó nada.
13 ―¿No oyes lo que declaran contra ti? —le dijo Pilato.
14 Pero Jesús no respondió ni a una sola acusación, por lo que el gobernador se llenó de asombro.
15 Ahora bien, durante la fiesta el gobernador acostumbraba soltar un preso que la gente escogiera. 16 Tenían un preso famoso llamado Barrabás. 17-18 Así que, cuando se reunió la multitud, Pilato, que sabía que le habían entregado a Jesús por envidia, les preguntó:
―¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, al que llaman Cristo?
19 Mientras Pilato estaba sentado en el tribunal, su esposa le envió el siguiente recado: «No te metas con ese justo, pues, por causa de él, hoy he sufrido mucho en un sueño».
20 Pero los jefes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud a que le pidiera a Pilato soltar a Barrabás y ejecutar a Jesús.
21 ―¿A cuál de los dos queréis que os suelte? —preguntó el gobernador.
―A Barrabás.
22 ―¿Y qué voy a hacer con Jesús, al que llaman Cristo?
―¡Crucifícalo! —respondieron todos.
23 ―¿Por qué? ¿Qué crimen ha cometido?
Pero ellos gritaban aún más fuerte:
―¡Crucifícalo!
24 Cuando Pilato vio que no conseguía nada, sino que más bien se estaba formando un tumulto, pidió agua y se lavó las manos delante de la gente.
―Soy inocente de la sangre de este hombre —dijo—. ¡Allá vosotros!
25 ―¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos! —contestó todo el pueblo.
26 Entonces les soltó a Barrabás; pero a Jesús lo mandó azotar, y lo entregó para que lo crucificaran.
Los soldados se burlan de Jesús(D)
27 Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al palacio[b] y reunieron a toda la tropa alrededor de él. 28 Le quitaron la ropa y le pusieron un manto de color escarlata. 29 Luego trenzaron una corona de espinas y se la colocaron en la cabeza, y en la mano derecha le pusieron una caña. Arrodillándose delante de él, se burlaban diciendo:
―¡Salve, rey de los judíos!
30 Y le escupían, y con la caña le golpeaban la cabeza. 31 Después de burlarse de él, le quitaron el manto, le pusieron su propia ropa y se lo llevaron para crucificarlo.
La crucifixión(E)
32 Al salir encontraron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. 33 Llegaron a un lugar llamado Gólgota (que significa «Lugar de la Calavera»). 34 Allí dieron a Jesús vino mezclado con hiel; pero, después de probarlo, se negó a beberlo. 35 Lo crucificaron y repartieron su ropa echando suertes.[c] 36 Y se sentaron a vigilarlo. 37 Encima de su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: «Este es Jesús, el Rey de los judíos». 38 Con él crucificaron a dos bandidos,[d] uno a su derecha y otro a su izquierda. 39 Los que pasaban meneaban la cabeza y blasfemaban contra él:
40 ―Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reconstruyes, ¡sálvate a ti mismo! ¡Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz!
41 De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes, junto con los maestros de la ley y los ancianos.
42 ―Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo! ¡Y es el Rey de Israel! Que baje ahora de la cruz, y así creeremos en él. 43 Él confía en Dios; pues que lo libre Dios ahora, si de veras lo quiere. ¿Acaso no dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”?
44 Así también lo insultaban los bandidos que estaban crucificados con él.
Muerte de Jesús(F)
45 Desde el mediodía y hasta la media tarde[e] toda la tierra quedó en oscuridad. 46 Como a las tres de la tarde,[f] Jesús gritó con fuerza:
―Elí, Elí,[g] ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”).[h]
47 Cuando lo oyeron, algunos de los que estaban allí dijeron:
―Está llamando a Elías.
48 Al instante, uno de ellos corrió en busca de una esponja. La empapó en vinagre, la puso en una caña y se la ofreció a Jesús para que bebiera. 49 Los demás decían:
―Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.
50 Entonces Jesús volvió a gritar con fuerza, y entregó su espíritu.
51 En ese momento, la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló y se partieron las rocas. 52 Se abrieron los sepulcros, y muchos santos que habían muerto resucitaron. 53 Salieron de los sepulcros y, después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.
54 Cuando el centurión y los que con él estaban custodiando a Jesús vieron el terremoto y todo lo que había sucedido, quedaron aterrados y exclamaron:
―¡Verdaderamente este era el Hijo[i] de Dios!
55 Estaban allí, mirando de lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle. 56 Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
Sepultura de Jesús(G)
57 Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había convertido en discípulo de Jesús. 58 Se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús, y Pilato ordenó que se lo dieran. 59 José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia 60 y lo puso en un sepulcro nuevo de su propiedad que había cavado en la roca. Luego hizo rodar una piedra grande a la entrada del sepulcro, y se fue. 61 Allí estaban, sentadas frente al sepulcro, María Magdalena y la otra María.
La guardia ante el sepulcro
62 Al día siguiente, después del día de la preparación, los jefes de los sacerdotes y los fariseos se presentaron ante Pilato.
63 ―Señor —dijeron—, nosotros recordamos que mientras ese engañador aún vivía dijo: “A los tres días resucitaré”. 64 Por eso, ordena que se selle el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, roben el cuerpo y digan al pueblo que ha resucitado. Ese último engaño sería peor que el primero.
65 ―Llevaos una guardia de soldados —les ordenó Pilato—, e id a asegurar el sepulcro lo mejor que podáis.
66 Así que ellos fueron, cerraron el sepulcro con una piedra y lo sellaron; y dejaron puesta la guardia.
La resurrección(H)
28 Después del sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro.
2 Sucedió que hubo un terremoto violento, porque un ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose al sepulcro, quitó la piedra y se sentó sobre ella. 3 Su aspecto era como el de un relámpago, y su ropa era blanca como la nieve. 4 Los guardias tuvieron tanto miedo de él que se pusieron a temblar y quedaron como muertos.
5 El ángel dijo a las mujeres:
―No tengáis miedo; sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. 6 No está aquí, pues ha resucitado, tal como dijo. Venid a ver el lugar donde lo pusieron. 7 Por tanto, id pronto a decir a sus discípulos: “Él se ha levantado de entre los muertos y va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis”. Ahora ya lo sabéis.
8 Así que las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, asustadas pero muy alegres, y corrieron a dar la noticia a los discípulos. 9 En eso Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se acercaron, abrazaron sus pies y lo adoraron.
10 ―No tengáis miedo —les dijo Jesús—. Id a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea, y allí me verán.
El informe de los guardias
11 Mientras las mujeres iban de camino, algunos de los guardias entraron en la ciudad e informaron a los jefes de los sacerdotes de todo lo que había sucedido. 12 Después de reunirse estos jefes con los ancianos y de trazar un plan, les dieron a los soldados una fuerte suma de dinero 13 y les encargaron: «Decid que los discípulos de Jesús vinieron por la noche y que, mientras dormíais, robaron el cuerpo. 14 Y, si el gobernador llega a enterarse de esto, nosotros responderemos por vosotros y os evitaremos cualquier problema».
15 Así que los soldados tomaron el dinero e hicieron como se les había instruido. Esta es la versión de los sucesos que hasta el día de hoy ha circulado entre los judíos.
La gran comisión
16 Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña que Jesús les había indicado. 17 Cuando lo vieron, lo adoraron; pero algunos dudaban. 18 Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo:
―Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20 enseñándoles a obedecer todo lo que os he mandado. Y os aseguro que estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo.[j]
Juan el Bautista prepara el camino(I)
1 Comienzo del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.[k]
2 Sucedió como está escrito en el profeta Isaías:
«Yo enviaré a mi mensajero delante de ti,
el cual preparará tu camino».[l]
3 «Voz de uno que grita en el desierto:
“Preparad el camino del Señor,
haced derechas sus sendas”».[m]
4 Así se presentó Juan, bautizando en el desierto y predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados. 5 Toda la gente de la región de Judea y de la ciudad de Jerusalén acudía a él. Cuando confesaban sus pecados, él los bautizaba en el río Jordán. 6 Y Juan llevaba un vestido de pelo de camello. Llevaba puesto un cinturón de cuero, y comía langostas y miel silvestre. 7 Predicaba de esta manera: «Detrás de mí viene uno más poderoso que yo; ni siquiera merezco agacharme para desatar la correa de sus sandalias. 8 Yo os he bautizado con[n] agua, pero él os bautizará con el Espíritu Santo».
Bautismo y tentación de Jesús(J)(K)
9 En esos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. 10 En seguida, al subir del agua, Jesús vio que el cielo se abría y que el Espíritu bajaba sobre él como una paloma. 11 También se oyó una voz del cielo que decía: «Tú eres mi Hijo amado; estoy muy complacido contigo».
12 En seguida el Espíritu lo impulsó a ir al desierto, 13 y allí fue tentado por Satanás durante cuarenta días. Estaba entre las fieras, y los ángeles le servían.
Llamamiento de los primeros discípulos(L)
14 Después de que encarcelaran a Juan, Jesús se fue a Galilea a anunciar las buenas nuevas de Dios. 15 «Se ha cumplido el tiempo —decía—. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepentíos y creed las buenas nuevas!»
16 Pasando por la orilla del mar de Galilea, Jesús vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban la red al lago, pues eran pescadores. 17 «Venid, seguidme —les dijo Jesús—, y os haré pescadores de hombres». 18 Al momento dejaron las redes y lo siguieron.
19 Un poco más adelante vio a Jacobo y a su hermano Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en su barca remendando las redes. 20 En seguida los llamó, y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron con Jesús.
Jesús expulsa a un espíritu maligno(M)
21 Entraron en Capernaún y, tan pronto como llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y se puso a enseñar. 22 La gente se asombraba de su enseñanza, porque la impartía como quien tiene autoridad y no como los maestros de la ley. 23 De repente, en la sinagoga, un hombre que estaba poseído por un espíritu maligno gritó:
24 ―¿Por qué te entrometes, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres tú: ¡el Santo de Dios!
25 ―¡Cállate! —lo reprendió Jesús—. ¡Sal de ese hombre!
26 Entonces el espíritu maligno sacudió al hombre violentamente y salió de él dando un alarido. 27 Todos se quedaron tan asustados que se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Una enseñanza nueva, pues lo hace con autoridad! Ordena incluso a los espíritus malignos, y le obedecen». 28 Como resultado, su fama se extendió rápidamente por toda la región de Galilea.
Jesús sana a muchos enfermos(N)(O)
29 Tan pronto como salieron de la sinagoga, Jesús fue con Jacobo y Juan a casa de Simón y Andrés. 30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y en seguida se lo dijeron a Jesús. 31 Él se le acercó, la tomó de la mano y la ayudó a levantarse. Entonces se le fue la fiebre y se puso a servirles.
32 Al atardecer, cuando ya se ponía el sol, la gente le llevó a Jesús todos los enfermos y endemoniados, 33 de manera que la población entera se estaba congregando a la puerta. 34 Jesús sanó a muchos que padecían de diversas enfermedades. También expulsó a muchos demonios, pero no los dejaba hablar porque sabían quién era él.
Jesús ora en un lugar solitario(P)
35 Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. 36 Simón y sus compañeros salieron a buscarlo.
37 Por fin lo encontraron y le dijeron:
―Todo el mundo te busca.
38 Jesús respondió:
―Vámonos de aquí a otras aldeas cercanas donde también pueda predicar; para esto he venido.
39 Así que recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando demonios.
Jesús sana a un leproso(Q)
40 Un hombre que tenía lepra se le acercó y, de rodillas, le suplicó:
―Si quieres, puedes limpiarme.
41 Movido a compasión, Jesús extendió la mano y tocó al hombre, diciéndole:
―Sí, quiero. ¡Queda limpio!
42 Al instante se le quitó la lepra y quedó sano.[o] 43 Jesús lo despidió en seguida con una fuerte advertencia:
44 ―Mira, no se lo digas a nadie; solo ve, preséntate al sacerdote y lleva por tu purificación lo que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio.
45 Pero él salió y comenzó a hablar sin reserva, divulgando lo sucedido. Como resultado, Jesús ya no podía entrar en ningún pueblo abiertamente, sino que se quedaba afuera, en lugares solitarios. Aun así, gente de todas partes seguía acudiendo a él.
Jesús sana a un paralítico(R)
2 Unos días después, cuando Jesús entró de nuevo en Capernaún, corrió la voz de que estaba en casa. 2 Se aglomeraron tantos que ya no quedaba sitio ni siquiera frente a la puerta mientras él les predicaba la palabra. 3 Entonces llegaron cuatro hombres que le llevaban un paralítico. 4 Como no podían acercarlo a Jesús por causa de la multitud, quitaron parte del techo encima de donde estaba Jesús y, después de hacer una abertura, bajaron la camilla en la que estaba acostado el paralítico. 5 Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al paralítico:
―Hijo, tus pecados quedan perdonados.
6 Estaban sentados allí algunos maestros de la ley, que pensaban: 7 «¿Por qué habla este así? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?»
8 En ese mismo instante supo Jesús en su espíritu que esto era lo que estaban pensando.
―¿Por qué razonáis así? —les dijo—. 9 ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: “Tus pecados son perdonados”, o decirle: “Levántate, toma tu camilla y anda”? 10 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —se dirigió entonces al paralítico—: 11 A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
12 Él se levantó, tomó su camilla en seguida y salió caminando a la vista de todos. Ellos se quedaron asombrados y comenzaron a alabar a Dios.
―Jamás habíamos visto cosa igual —decían.
Llamamiento de Leví(S)
13 De nuevo salió Jesús a la orilla del lago. Toda la gente acudía a él, y él les enseñaba. 14 Al pasar vio a Leví hijo de Alfeo, donde este cobraba impuestos.
―Sígueme —le dijo Jesús.
Y Leví se levantó y lo siguió.
15 Sucedió que, estando Jesús a la mesa en casa de Leví, muchos recaudadores de impuestos y pecadores se sentaron con él y sus discípulos, pues ya eran muchos los que lo seguían. 16 Cuando los maestros de la ley que eran fariseos vieron con quién comía, les preguntaron a sus discípulos:
―¿Y este come con recaudadores de impuestos y con pecadores?
17 Al oírlos, Jesús les contestó:
―No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos. Y yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
Le preguntan a Jesús sobre el ayuno(T)
18 Al ver que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, algunos se acercaron a Jesús y le preguntaron:
―¿Cómo es que los discípulos de Juan y de los fariseos ayunan, pero los tuyos, no?
19 Jesús les contestó:
―¿Acaso pueden ayunar los invitados del novio mientras él está con ellos? No pueden hacerlo mientras lo tienen con ellos. 20 Pero llegará el día en que se les quitará el novio, y ese día sí ayunarán. 21 Nadie remienda un vestido viejo con un retazo de tela nueva. De hacerlo así, el remiendo fruncirá el vestido y la rotura se hará peor. 22 Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino hará reventar los odres y se echarán a perder tanto el vino como los odres. Más bien, el vino nuevo se echa en odres nuevos.
Señor del sábado(U)(V)
23 Un sábado, al cruzar Jesús los sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar a su paso unas espigas de trigo.
24 ―Mira —le preguntaron los fariseos—, ¿por qué hacen ellos lo que está prohibido hacer en sábado?
25 Él les contestó:
―¿Nunca habéis leído lo que hizo David en aquella ocasión, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre y pasaron necesidad? 26 Entró en la casa de Dios cuando Abiatar era el sumo sacerdote, y comió los panes consagrados a Dios, que solo a los sacerdotes les es permitido comer. Y dio también a sus compañeros.
27 »El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado —añadió—. 28 Así que el Hijo del hombre es Señor incluso del sábado».
3 En otra ocasión entró en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. 2 Algunos que buscaban un motivo para acusar a Jesús no le quitaban la vista de encima para ver si sanaba al enfermo en sábado. 3 Entonces Jesús le dijo al hombre de la mano paralizada:
―Ponte de pie frente a todos.
4 Luego dijo a los otros:
―¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el mal, salvar una vida o matar?
Pero ellos permanecieron callados. 5 Jesús se quedó mirándoles, enojado y entristecido por la dureza de su corazón, y dijo al hombre:
―Extiende la mano.
La extendió, y la mano quedó restablecida. 6 Tan pronto como salieron los fariseos, comenzaron a tramar con los herodianos cómo matar a Jesús.
La multitud sigue a Jesús(W)
7 Jesús se retiró al lago con sus discípulos, y mucha gente de Galilea lo siguió. 8 Cuando se enteraron de todo lo que hacía, acudieron también a él muchos de Judea y Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán y de las regiones de Tiro y Sidón. 9 Entonces, para evitar que la gente lo estrujara, encargó a sus discípulos que le tuvieran preparada una pequeña barca; 10 pues, como había sanado a muchos, todos los que sufrían dolencias se abalanzaban sobre él para tocarlo. 11 Además, los espíritus malignos, al verlo, se postraban ante él, gritando: «¡Tú eres el Hijo de Dios!» 12 Pero él les ordenó terminantemente que no dijeran quién era él.
Nombramiento de los doce apóstoles(X)
13 Subió Jesús a una montaña y llamó a los que quiso, los cuales se reunieron con él. 14 Designó a doce, a quienes nombró apóstoles,[p] para que lo acompañaran y para enviarlos a predicar 15 y ejercer autoridad para expulsar demonios. 16 Estos son los doce que él nombró: Simón (a quien llamó Pedro); 17 Jacobo y su hermano Juan, hijos de Zebedeo (a quienes llamó Boanerges, que significa: Hijos del trueno); 18 Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo, hijo de Alfeo; Tadeo, Simón el Zelote 19 y Judas Iscariote, el que lo traicionó.
Jesús y Beelzebú(Y)
20 Luego entró en una casa, y de nuevo se aglomeró tanta gente que ni siquiera podían comer él y sus discípulos. 21 Cuando se enteraron sus parientes, salieron a hacerse cargo de él, porque decían: «Está fuera de sí».
22 Los maestros de la ley que habían llegado de Jerusalén decían: «¡Está poseído por Beelzebú! Expulsa a los demonios por medio del príncipe de los demonios».
23 Entonces Jesús los llamó y les habló en parábolas: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? 24 Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede mantenerse en pie. 25 Y, si una familia está dividida contra sí misma, esa familia no puede mantenerse en pie. 26 Igualmente, si Satanás se levanta contra sí mismo y se divide, no puede mantenerse en pie, sino que ha llegado su fin. 27 Ahora bien, nadie puede entrar en la casa de alguien fuerte y arrebatarle sus bienes a menos que primero lo ate. Solo entonces podrá robar su casa. 28 Os aseguro que todos los pecados y blasfemias se les perdonarán a todos por igual, 29 excepto a quien blasfeme contra el Espíritu Santo. Este no tendrá perdón jamás; es culpable de un pecado eterno».
30 Es que ellos habían dicho: «Tiene un espíritu maligno».
La madre y los hermanos de Jesús(Z)
31 En eso llegaron la madre y los hermanos de Jesús. Se quedaron afuera y enviaron a alguien a llamarlo, 32 pues había mucha gente sentada alrededor de él.
―Mira, tu madre y tus hermanos[q] están afuera y te buscan —le dijeron.
33 ―¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? —replicó Jesús.
34 Luego echó una mirada a los que estaban sentados alrededor de él y añadió:
―Aquí tenéis a mi madre y a mis hermanos. 35 Cualquiera que hace la voluntad de Dios es mi hermano, mi hermana y mi madre.
Parábola del sembrador(AA)(AB)
4 De nuevo comenzó Jesús a enseñar a la orilla del lago. La multitud que se reunió para verlo era tan grande que él subió y se sentó en una barca que estaba en el lago, mientras toda la gente se quedaba en la playa. 2 Entonces se puso a enseñarles muchas cosas por medio de parábolas y, como parte de su instrucción, les dijo: 3 «¡Prestad atención! Un sembrador salió a sembrar. 4 Sucedió que, al esparcir él la semilla, una parte cayó junto al camino, y llegaron los pájaros y se la comieron. 5 Otra parte cayó en terreno pedregoso, sin mucha tierra. Esa semilla brotó pronto porque la tierra no era profunda; 6 pero, cuando salió el sol, las plantas se marchitaron y, por no tener raíz, se secaron. 7 Otra parte de la semilla cayó entre espinos que, al crecer, la ahogaron, de modo que no dio fruto. 8 Pero las otras semillas cayeron en buen terreno. Brotaron, crecieron y produjeron una cosecha que rindió el treinta, el sesenta y hasta el ciento por uno.
9 »El que tenga oídos para oír, que oiga», añadió Jesús.
10 Cuando se quedó solo, los doce y los que estaban alrededor de él le hicieron preguntas sobre las parábolas. 11 «A vosotros se os ha revelado el secreto del reino de Dios —les contestó—; pero a los de afuera todo les llega por medio de parábolas, 12 para que
»“por mucho que vean, no perciban;
y por mucho que oigan, no entiendan;
no sea que se conviertan y sean perdonados”.[r]
13 »¿No entendéis esta parábola? —continuó Jesús—. ¿Cómo podréis, entonces, entender las demás? 14 El sembrador siembra la palabra. 15 Algunos son como lo sembrado junto al camino, donde se siembra la palabra. Tan pronto como la oyen, viene Satanás y les quita la palabra sembrada en ellos. 16 Otros son como lo sembrado en terreno pedregoso: cuando oyen la palabra, en seguida la reciben con alegría, 17 pero, como no tienen raíz, duran poco tiempo. Cuando surgen problemas o persecución a causa de la palabra, en seguida se apartan de ella. 18 Otros son como lo sembrado entre espinos: oyen la palabra, 19 pero las preocupaciones de esta vida, el engaño de las riquezas y muchos otros malos deseos entran hasta ahogar la palabra, de modo que esta no llega a dar fruto. 20 Pero otros son como lo sembrado en buen terreno: oyen la palabra, la aceptan y producen una cosecha que rinde el treinta, el sesenta y hasta el ciento por uno».
Una lámpara en una repisa
21 También les dijo: «¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es, por el contrario, para ponerla en una repisa? 22 No hay nada escondido que no esté destinado a descubrirse; tampoco hay nada oculto que no esté destinado a ser revelado. 23 El que tenga oídos para oír, que oiga.
24 »Prestad mucha atención —añadió—. Con la medida que medís a otros, se os medirá a vosotros, y aún más se os añadirá. 25 Al que tiene, se le dará más; al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará».
Parábola de la semilla que crece
26 Jesús continuó: «El reino de Dios se parece a quien esparce semilla en la tierra. 27 Sin que este sepa cómo, y ya sea que duerma o esté despierto, día y noche brota y crece la semilla. 28 La tierra da fruto por sí sola; primero el tallo, luego la espiga, y después el grano lleno en la espiga. 29 Tan pronto como el grano está maduro, se le mete la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha».
Parábola del grano de mostaza(AC)
30 También dijo: «¿Con qué vamos a comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola podemos usar para describirlo? 31 Es como un grano de mostaza: cuando se siembra en la tierra, es la semilla más pequeña que hay, 32 pero una vez sembrada crece hasta convertirse en la más grande de las hortalizas, y echa ramas tan grandes que las aves pueden anidar bajo su sombra».
33 Y con muchas parábolas semejantes les enseñaba Jesús la palabra hasta donde podían entender. 34 No les decía nada sin emplear parábolas. Pero, cuando estaba a solas con sus discípulos, les explicaba todo.
Jesús calma la tormenta(AD)
35 Ese día al anochecer, les dijo a sus discípulos:
―Crucemos al otro lado.
36 Dejaron a la multitud y se fueron con él en la barca donde estaba. También lo acompañaban otras barcas. 37 Se desató entonces una fuerte tormenta, y las olas azotaban la barca, tanto que ya comenzaba a inundarse. 38 Jesús, mientras tanto, estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, así que los discípulos lo despertaron.
―¡Maestro! —dijeron—, ¿no te importa que nos ahoguemos?
39 Él se levantó, reprendió al viento y ordenó al mar:
―¡Silencio! ¡Cálmate!
El viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo.
40 ―¿Por qué tenéis tanto miedo? —dijo a sus discípulos—. ¿Aún[s] no tenéis fe?
41 Ellos estaban espantados y se decían unos a otros:
―¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?
Liberación de un endemoniado(AE)(AF)
5 Cruzaron el lago hasta llegar a la región de los gerasenos.[t] 2 Tan pronto como desembarcó Jesús, un hombre poseído por un espíritu maligno le salió al encuentro de entre los sepulcros. 3 Este hombre vivía en los sepulcros, y ya nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. 4 Muchas veces lo habían atado con cadenas y grilletes, pero él los destrozaba, y nadie tenía fuerza para dominarlo. 5 Noche y día andaba por los sepulcros y por las colinas, gritando y golpeándose con piedras.
6 Cuando vio a Jesús desde lejos, corrió y se postró delante de él.
7 ―¿Por qué te entrometes, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? —gritó con fuerza—. ¡Te ruego por Dios que no me atormentes!
8 Es que Jesús le había dicho: «¡Sal de este hombre, espíritu maligno!»
9 ―¿Cómo te llamas? —le preguntó Jesús.
―Me llamo Legión —respondió—, porque somos muchos.
10 Y con insistencia le suplicaba a Jesús que no los expulsara de aquella región.
11 Como en una colina estaba paciendo una gran piara de cerdos, los demonios le rogaron a Jesús:
12 ―Mándanos a los cerdos; déjanos entrar en ellos.
13 Así que él les dio permiso. Cuando los espíritus malignos salieron del hombre, entraron en los cerdos, que eran unos dos mil, y la piara se precipitó al lago por el despeñadero y allí se ahogó.
14 Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y dieron la noticia en el pueblo y por los campos, y la gente fue a ver lo que había pasado. 15 Llegaron adonde estaba Jesús y, cuando vieron al que había estado poseído por la legión de demonios, sentado, vestido y en su sano juicio, tuvieron miedo. 16 Los que habían presenciado estos hechos le contaron a la gente lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos. 17 Entonces la gente comenzó a suplicarle a Jesús que se fuera de la región.
18 Mientras subía Jesús a la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le permitiera acompañarlo. 19 Jesús no se lo permitió, sino que le dijo:
―Vete a tu casa, a los de tu familia, y diles todo lo que el Señor ha hecho por ti y cómo ha tenido compasión de ti.
20 Así que el hombre se fue y se puso a proclamar en Decápolis lo mucho que Jesús había hecho por él. Y toda la gente se quedó asombrada.
Una niña muerta y una mujer enferma(AG)
21 Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, y se reunió alrededor de él una gran multitud, por lo que él se quedó en la orilla. 22 Llegó entonces uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se arrojó a sus pies, 23 suplicándole con insistencia:
―Mi hijita se está muriendo. Ven y pon tus manos sobre ella para que sane y viva.
24 Jesús se fue con él, y lo seguía una gran multitud, que lo apretujaba. 25 Había entre la gente una mujer que hacía doce años que padecía de hemorragias. 26 Había sufrido mucho a manos de varios médicos, y se había gastado todo lo que tenía sin que le hubiera servido de nada, pues, en vez de mejorar, iba de mal en peor. 27 Cuando oyó hablar de Jesús, se le acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. 28 Pensaba: «Si logro tocar siquiera su ropa, quedaré sana». 29 Al instante cesó su hemorragia, y se dio cuenta de que su cuerpo había quedado libre de esa aflicción.
30 Al momento también Jesús se dio cuenta de que de él había salido poder, así que se volvió hacia la gente y preguntó:
―¿Quién me ha tocado la ropa?
31 ―Ves que te apretuja la gente —le contestaron sus discípulos—, y aun así preguntas: “¿Quién me ha tocado?”
32 Pero Jesús seguía mirando a su alrededor para ver quién lo había hecho. 33 La mujer, sabiendo lo que le había sucedido, se acercó temblando de miedo y, arrojándose a sus pies, le confesó toda la verdad.
34 ―¡Hija, tu fe te ha sanado! —le dijo Jesús—. Vete en paz y queda sana de tu aflicción.
35 Todavía estaba hablando Jesús cuando llegaron unos hombres de la casa de Jairo, jefe de la sinagoga, para decirle:
―Tu hija ha muerto. ¿Para qué sigues molestando al Maestro?
36 Sin hacer caso de la noticia, Jesús le dijo al jefe de la sinagoga:
―No tengas miedo; cree nada más.
37 No dejó que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Jacobo y Juan, el hermano de Jacobo. 38 Cuando llegaron a la casa del jefe de la sinagoga, Jesús notó el alboroto, y que la gente lloraba y daba grandes alaridos. 39 Entró y les dijo:
―¿Por qué tanto alboroto y llanto? La niña no está muerta, sino dormida.
40 Entonces empezaron a burlarse de él, pero él los sacó a todos, tomó consigo al padre y a la madre de la niña y a los discípulos que estaban con él, y entró adonde estaba la niña. 41 La tomó de la mano y le dijo:
―Talita cum[u] (que significa: Niña, a ti te digo, ¡levántate!).
42 La niña, que tenía doce años, se levantó en seguida y comenzó a andar. Ante este hecho, todos se llenaron de asombro. 43 Él dio órdenes estrictas de que nadie se enterara de lo ocurrido, y les mandó que dieran de comer a la niña.
Un profeta sin honra(AH)
6 Salió Jesús de allí y fue a su tierra, en compañía de sus discípulos. 2 Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga.
―¿De dónde sacó este tales cosas? —decían maravillados muchos de los que le oían—. ¿Qué sabiduría es esta que se le ha dado? ¿Cómo se explican estos milagros que vienen de sus manos? 3 ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María y hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están sus hermanas aquí con nosotros?
Y se escandalizaban a causa de él. Por tanto, Jesús les dijo:
4 ―En todas partes se honra a un profeta, menos en su tierra, entre sus familiares y en su propia casa.
5 En efecto, no pudo hacer allí ningún milagro, excepto sanar a unos pocos enfermos al imponerles las manos. 6 Y se quedó asombrado de su incredulidad.
Jesús envía a los doce(AI)
Jesús recorría los alrededores, enseñando de pueblo en pueblo. 7 Reunió a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus malignos.
8 Les ordenó que no llevaran nada para el camino, ni pan, ni bolsa, ni dinero en el cinturón, sino solo un bastón. 9 «Llevad sandalias —dijo—, pero no dos mudas de ropa». 10 Y añadió: «Cuando entréis en una casa, quedaos allí hasta que salgáis del pueblo. 11 Y, si en algún lugar no os reciben bien o no os escuchan, al salir de allí sacudíos el polvo de los pies, como un testimonio contra ellos».
12 Los doce salieron y exhortaban a la gente a que se arrepintiera. 13 También expulsaban a muchos demonios y sanaban a muchos enfermos, ungiéndolos con aceite.
Decapitación de Juan el Bautista(AJ)(AK)
14 El rey Herodes se enteró de esto, pues el nombre de Jesús se había hecho famoso. Algunos decían:[v] «Juan el Bautista ha resucitado, y por eso tiene poder para realizar milagros». 15 Otros decían: «Es Elías». Otros, en fin, afirmaban: «Es un profeta, como los de antes». 16 Pero, cuando Herodes oyó esto, exclamó: «¡Juan, al que yo mandé que le cortaran la cabeza, ha resucitado!»
17 En efecto, Herodes mismo había mandado que arrestaran a Juan y que lo encadenaran en la cárcel. Herodes se había casado con Herodías, esposa de Felipe su hermano, 18 y Juan le había estado diciendo a Herodes: «La ley te prohíbe tener a la esposa de tu hermano». 19 Por eso Herodías le guardaba rencor a Juan y deseaba matarlo. Pero no había logrado hacerlo, 20 ya que Herodes temía a Juan y lo protegía, pues sabía que era un hombre justo y santo. Cuando Herodes oía a Juan, se quedaba muy desconcertado, pero lo escuchaba con gusto.
21 Por fin se presentó la oportunidad. En su cumpleaños, Herodes dio un banquete a sus altos oficiales, a los comandantes militares y a los notables de Galilea. 22 La hija de Herodías entró en el banquete y bailó, y esto agradó a Herodes y a los invitados.
―Pídeme lo que quieras y te lo daré —le dijo el rey a la muchacha.
23 Y le prometió bajo juramento:
―Te daré cualquier cosa que me pidas, aun cuando sea la mitad de mi reino.
24 Ella salió a preguntarle a su madre:
―¿Qué debo pedir?
―La cabeza de Juan el Bautista —contestó.
25 En seguida se fue corriendo la muchacha a presentarle al rey su petición:
―Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista.
26 El rey se quedó angustiado, pero, a causa de sus juramentos y en atención a los invitados, no quiso desairarla. 27 Así que en seguida envió a un verdugo con la orden de llevarle la cabeza de Juan. El hombre fue, decapitó a Juan en la cárcel 28 y volvió con la cabeza en una bandeja. Se la entregó a la muchacha, y ella se la dio a su madre. 29 Al enterarse de esto, los discípulos de Juan fueron a recoger el cuerpo y le dieron sepultura.
Jesús alimenta a cinco mil(AL)
30 Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron lo que habían hecho y enseñado.
31 Y, como no tenían tiempo ni para comer, pues era tanta la gente que iba y venía, Jesús les dijo:
―Venid conmigo aparte vosotros solos, a un lugar tranquilo y descansad un poco.
32 Así que se fueron solos en la barca a un lugar solitario. 33 Pero muchos los vieron salir, los reconocieron y, desde todos los poblados, corrieron por tierra hasta allá y llegaron antes que ellos. 34 Cuando Jesús desembarcó y vio tanta gente, tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor. Así que comenzó a enseñarles muchas cosas.
35 Cuando ya se hizo tarde, se le acercaron sus discípulos y le dijeron:
―Este es un lugar apartado y ya es muy tarde. 36 Despide a la gente, para que vayan a los campos y pueblos cercanos y se compren algo de comer.
37 ―Dadles vosotros mismos de comer —contestó Jesús.
―¡Eso costaría casi un año de trabajo![w] —objetaron—. ¿Quieres que vayamos y gastemos todo ese dinero en pan para darles de comer?
38 ―¿Cuántos panes tenéis? —preguntó—. Id a ver.
Después de averiguarlo, le dijeron:
―Cinco, y dos pescados.
39 Entonces mandó que hicieran que la gente se sentara por grupos sobre la hierba verde. 40 Así que se acomodaron en grupos de cien y de cincuenta. 41 Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, mirando al cielo, los bendijo. Después partió los panes y se los dio a los discípulos para que se los repartieran a la gente. También repartió los dos pescados entre todos. 42 Comieron todos hasta quedar satisfechos, 43 y los discípulos recogieron doce canastas llenas de pedazos de pan y de pescado. 44 Los que comieron fueron cinco mil.
Jesús camina sobre el agua(AM)(AN)
45 En seguida Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se adelantaran al otro lado, a Betsaida, mientras él despedía a la multitud. 46 Cuando se despidió, fue a la montaña para orar.
47 Al anochecer, la barca se hallaba en medio del lago, y Jesús estaba en tierra solo. 48 En la madrugada,[x] vio que los discípulos hacían grandes esfuerzos para remar, pues tenían el viento en contra. Se acercó a ellos caminando sobre el lago, e iba a pasarlos de largo. 49 Los discípulos, al verlo caminar sobre el agua, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, 50 llenos de miedo por lo que veían. Pero él habló en seguida con ellos y les dijo: «¡Calmaos! Soy yo. No tengáis miedo».
51 Subió entonces a la barca con ellos, y el viento se calmó. Estaban sumamente asombrados, 52 porque tenían la mente embotada y no habían comprendido lo de los panes.
53 Después de cruzar el lago, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron allí. 54 Al bajar de la barca, la gente en seguida reconoció a Jesús. 55 Lo siguieron por toda aquella región y, adonde oían que él estaba, le llevaban en camillas a los que tenían enfermedades. 56 Y dondequiera que iba, en pueblos, ciudades o caseríos, colocaban a los enfermos en las plazas. Le suplicaban que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto, y quienes lo tocaban quedaban sanos.
Lo puro y lo impuro(AO)
7 Los fariseos y algunos de los maestros de la ley que habían llegado de Jerusalén se reunieron alrededor de Jesús, 2 y vieron a algunos de sus discípulos que comían con manos impuras, es decir, sin habérselas lavado. 3 (En efecto, los fariseos y los demás judíos no comen nada sin primero cumplir con el rito de lavarse las manos, ya que están aferrados a la tradición de los ancianos. 4 Al regresar del mercado, no comen nada antes de lavarse. Y siguen otras muchas tradiciones, tales como el rito de lavar copas, jarras y bandejas de cobre).[y] 5 Así que los fariseos y los maestros de la ley le preguntaron a Jesús:
―¿Por qué no siguen tus discípulos la tradición de los ancianos, sino que comen con manos impuras?
6 Les contestó:
―Tenía razón Isaías cuando profetizó acerca de vosotros, hipócritas, según está escrito:
»“Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí.
7 En vano me adoran;
sus enseñanzas no son más que reglas humanas”.[z]
8 Habéis desechado los mandamientos divinos y os aferráis a las tradiciones humanas».
9 Y añadió:
―¡De qué manera dejáis a un lado los mandamientos de Dios para mantener[aa] vuestras propias tradiciones! 10 Por ejemplo, Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madre”,[ab] y: “El que maldiga a su padre o a su madre será condenado a muerte”.[ac] 11 Vosotros, en cambio, enseñáis que un hijo puede decirle a su padre o a su madre: “Cualquier ayuda que pudiera haberte dado es corbán” (es decir, ofrenda dedicada a Dios). 12 En ese caso, el tal hijo ya no está obligado a hacer nada por su padre ni por su madre. 13 Así, por la tradición que transmitís entre vosotros, anuláis la palabra de Dios. Y hacéis muchas cosas parecidas.
14 De nuevo Jesús llamó a la multitud.
―Escuchadme todos —dijo— y entended esto: 15 Nada de lo que viene de afuera puede contaminar a una persona. Más bien, lo que sale de la persona es lo que la contamina.[ad]
17 Después que hubo dejado a la gente y entrado en la casa, sus discípulos le preguntaron sobre la comparación que había hecho.
18 ―¿Tampoco vosotros podéis entenderlo? —dijo—. ¿No os dais cuenta de que nada de lo que entra en una persona puede contaminarla? 19 Porque no entra en su corazón, sino en su estómago, y después va a dar a la letrina.
Con esto Jesús declaraba limpios todos los alimentos. 20 Luego añadió:
―Lo que sale de la persona es lo que la contamina. 21 Porque de dentro, del corazón humano, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, 22 la avaricia, la maldad, el engaño, el libertinaje, la envidia, la calumnia, la arrogancia y la necedad. 23 Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona.
La fe de una mujer sirofenicia(AP)
24 Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro.[ae] Entró en una casa y no quería que nadie lo supiera, pero no pudo pasar inadvertido. 25 De hecho, muy pronto se enteró de su llegada una mujer que tenía una niña poseída por un espíritu maligno, así que fue y se arrojó a sus pies. 26 Esta mujer era extranjera,[af] sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara al demonio que tenía su hija.
27 ―Deja que primero se sacien los hijos —replicó Jesús—, porque no está bien quitarles el pan a los hijos y echárselo a los perros.
28 ―Sí, Señor —respondió la mujer—, pero hasta los perros comen debajo de la mesa las migajas que dejan los hijos.
29 Jesús le dijo:
―Por haberme respondido así, puedes irte tranquila; el demonio ha salido de tu hija.
30 Cuando ella llegó a su casa, encontró a la niña acostada en la cama. El demonio ya había salido de ella.
Jesús sana a un sordomudo(AQ)
31 Luego regresó Jesús de la región de Tiro y se dirigió por Sidón al mar de Galilea, internándose en la región de Decápolis. 32 Allí le llevaron un sordo tartamudo, y le suplicaban que pusiera la mano sobre él.
33 Jesús lo apartó de la multitud para estar a solas con él, le puso los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva.[ag] 34 Luego, mirando al cielo, suspiró profundamente y le dijo: «¡Efatá!» (que significa: ¡Ábrete!). 35 Con esto, se le abrieron los oídos al hombre, se le destrabó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
36 Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie, pero cuanto más se lo prohibía, tanto más lo seguían propagando. 37 La gente estaba sumamente asombrada, y decía: «Todo lo hace bien. Hasta hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Jesús alimenta a cuatro mil(AR)(AS)
8 En aquellos días se reunió de nuevo mucha gente. Como no tenían nada que comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
2 ―Siento compasión de esta gente, porque ya llevan tres días conmigo y no tienen nada que comer. 3 Si los despido a sus casas sin haber comido, se van a desmayar por el camino, porque algunos de ellos han venido de lejos.
4 Los discípulos objetaron:
―¿Dónde se va a conseguir suficiente pan en este lugar despoblado para darles de comer?
5 ―¿Cuántos panes tenéis? —preguntó Jesús.
―Siete —respondieron.
6 Entonces mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomando los siete panes, dio gracias, los partió y se los fue dando a sus discípulos para que los repartieran a la gente, y así lo hicieron. 7 Tenían además unos cuantos pescaditos. Dio gracias por ellos también y les dijo a los discípulos que los repartieran. 8 La gente comió hasta quedar satisfecha. Después los discípulos recogieron siete cestas llenas de pedazos que sobraron. 9 Los que comieron eran unos cuatro mil. Tan pronto como los despidió, 10 Jesús se embarcó con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.
11 Llegaron los fariseos y comenzaron a discutir con Jesús. Para ponerlo a prueba, le pidieron una señal del cielo. 12 Él lanzó un profundo suspiro y dijo:[ah] «¿Por qué pide esta generación una señal milagrosa? Os aseguro que no se le dará ninguna señal». 13 Entonces los dejó, volvió a embarcarse y cruzó al otro lado.
La levadura de los fariseos y la de Herodes
14 A los discípulos se les había olvidado llevar comida, y solo tenían un pan en la barca.
15 ―Tened cuidado —les advirtió Jesús—; ¡ojo con la levadura de los fariseos y con la de Herodes!
16 Ellos comentaban entre sí: «Lo dice porque no tenemos pan». 17 Al darse cuenta de esto, Jesús les dijo:
―¿Por qué estáis hablando acerca de que no tenéis pan? ¿Aún no veis ni entendéis? ¿Tenéis la mente embotada? 18 ¿Es que teniendo ojos, no veis, y oídos, no oís? ¿Es que acaso no os acordáis? 19 Cuando partí los cinco panes para los cinco mil, ¿cuántas canastas llenas de pedazos recogisteis?
―Doce —respondieron.
20 ―Y, cuando partí los siete panes para los cuatro mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos recogisteis?
―Siete.
21 Entonces concluyó:
―¿Y todavía no entendéis?
Jesús sana a un ciego en Betsaida
22 Cuando llegaron a Betsaida, algunas personas llevaron un ciego a Jesús y le rogaron que lo tocase. 23 Tomando de la mano al ciego, lo sacó fuera del pueblo. Después de escupirle en los ojos y de poner las manos sobre él, le preguntó:
―¿Puedes ver ahora?
24 El hombre alzó los ojos y dijo:
―Veo gente; parecen árboles que caminan.
25 Entonces le puso de nuevo las manos sobre los ojos, y el ciego fue curado: recobró la vista y comenzó a ver todo con claridad. 26 Jesús lo mandó a su casa con esta advertencia:
―No vayas a entrar en el pueblo.[ai]
La confesión de Pedro(AT)
27 Jesús y sus discípulos salieron hacia las aldeas de Cesarea de Filipo. En el camino les preguntó:
―¿Quién dice la gente que soy yo?
28 ―Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que uno de los profetas —contestaron.
29 ―Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
―Tú eres el Cristo —afirmó Pedro.
30 Jesús les ordenó que no hablaran a nadie acerca de él.
Jesús predice su muerte(AU)
31 Luego comenzó a enseñarles:
―El Hijo del hombre tiene que sufrir muchas cosas y ser rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Es necesario que lo maten y que a los tres días resucite.
32 Habló de esto con toda claridad. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo. 33 Pero Jesús se dio la vuelta, miró a sus discípulos, y reprendió a Pedro.
―¡Aléjate de mí, Satanás! —le dijo—. Tú no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
34 Entonces llamó a la multitud y a sus discípulos.
―Si alguien quiere ser mi discípulo —les dijo—, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz y me siga. 35 Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa y por el evangelio la salvará. 36 ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida? 37 ¿O qué se puede dar a cambio de la vida? 38 Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en medio de esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
9 Y añadió:
―Os aseguro que algunos de los aquí presentes no sufrirán la muerte sin antes haber visto el reino de Dios llegar con poder.
La transfiguración(AV)(AW)
2 Seis días después Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó a una montaña alta, donde estaban solos. Allí se transfiguró en presencia de ellos. 3 Su ropa se volvió de un blanco resplandeciente como nadie en el mundo podría blanquearla. 4 Y se les aparecieron Elías y Moisés, los cuales conversaban con Jesús. 5 Tomando la palabra, Pedro le dijo a Jesús:
―Rabí, ¡qué bien que estemos aquí! Podemos levantar tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
6 No sabía qué decir, porque todos estaban asustados. 7 Entonces apareció una nube que los envolvió, de la cual salió una voz que dijo: «Este es mi Hijo amado. ¡Escuchadle!»
8 De repente, cuando miraron a su alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús.
9 Mientras bajaban de la montaña, Jesús les ordenó que no contaran a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre se levantara de entre los muertos. 10 Guardaron el secreto, pero discutían entre ellos qué significaría eso de «levantarse de entre los muertos».
11 ―¿Por qué dicen los maestros de la ley que Elías tiene que venir primero? —le preguntaron.
12 ―Sin duda, Elías ha de venir primero para restaurar todas las cosas —respondió Jesús—. Pero, entonces, ¿cómo es que está escrito que el Hijo del hombre tiene que sufrir mucho y ser rechazado? 13 Pues bien, os digo que Elías ya ha venido, y le hicieron todo lo que quisieron, tal como está escrito de él.
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