Bible in 90 Days
19 »Les daré una señal, y a algunos de sus sobrevivientes los enviaré a las naciones: a Tarsis, Pul, Lidia (famosa por sus arqueros), Tubal y Grecia, y a las costas lejanas que no han oído hablar de mi fama ni han visto mi gloria. Ellos anunciarán mi gloria entre las naciones. 20 Y a todos los hermanos que tenéis entre las naciones los traerán a mi monte santo en Jerusalén, como una ofrenda al Señor; los traerán en caballos, en carros de combate y en literas, y en mulas y camellos —dice el Señor—. Los traerán como traen los israelitas, en recipientes limpios, sus ofrendas de grano al templo del Señor. 21 Y de ellos escogeré también a algunos, para que sean sacerdotes y levitas —dice el Señor—.
22 »Porque, así como permanecerán en mi presencia el cielo nuevo y la tierra nueva que yo haré, así también perdurarán vuestro nombre y vuestros descendientes —afirma el Señor—. 23 Sucederá que de una luna nueva a otra, y de un sábado a otro, toda la humanidad vendrá a postrarse ante mí —dice el Señor—. 24 Entonces saldrán y contemplarán los cadáveres de los que se rebelaron contra mí.
»Porque no morirá el gusano que los devora,
ni se apagará el fuego que los consume:
¡repulsivos serán para toda la humanidad!»
1 Estas son las palabras de Jeremías hijo de Jilquías. Jeremías provenía de una familia sacerdotal de Anatot, ciudad del territorio de Benjamín. 2 La palabra del Señor vino a Jeremías en el año trece del reinado de Josías hijo de Amón, rey de Judá. 3 También vino a él durante el reinado de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, y hasta el fin del reinado de Sedequías hijo de Josías, rey de Judá; es decir, hasta el quinto mes del año undécimo de su reinado, cuando la población de Jerusalén fue deportada.
Llamamiento de Jeremías
4 La palabra del Señor vino a mí:
5 «Antes de formarte en el vientre,
ya te había elegido;
antes de que nacieras,
ya te había apartado;
te había nombrado profeta para las naciones».
6 Yo le respondí:
«¡Ah, Señor mi Dios! ¡Soy muy joven, y no sé hablar!»
7 Pero el Señor me dijo:
«No digas: “Soy muy joven”, porque vas a ir adondequiera que yo te envíe, y vas a decir todo lo que yo te ordene. 8 No temas a nadie, que yo estoy contigo para librarte». Lo afirma el Señor.
9 Luego extendió el Señor la mano y, tocándome la boca, me dijo:
«He puesto en tu boca mis palabras. 10 Mira, hoy te doy autoridad sobre naciones y reinos,
»para arrancar y derribar,
para destruir y demoler,
para construir y plantar».
11 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
«¿Qué es lo que ves, Jeremías?»
«Veo una rama de almendro», respondí.
12 «Has visto bien —dijo el Señor—, porque yo estoy alerta[a] para que se cumpla mi palabra».
13 La palabra del Señor vino a mí por segunda vez, y me dijo:
«¿Qué es lo que ves?»
«Veo una olla que hierve y se vierte desde el norte», respondí.
14 Entonces el Señor me dijo:
«Desde el norte se derramará la calamidad sobre todos los habitantes del país. 15 Porque voy a convocar a todas las tribus de los reinos del norte —afirma el Señor—.
»Vendrán, y cada uno pondrá su trono
a la entrada misma de Jerusalén;
vendrán contra todos los muros que la rodean,
y contra todas las ciudades de Judá.
16 Yo dictaré sentencia contra mi pueblo,
por toda su maldad,
porque me han abandonado;
han quemado incienso a otros dioses,
y han adorado las obras de sus manos.
17 »Pero tú, ¡prepárate! Ve y diles todo lo que yo te ordene. No temas ante ellos, pues de lo contrario yo haré que sí los temas. 18 Hoy te he puesto como ciudad fortificada, como columna de hierro y muro de bronce, contra todo el país, contra los reyes de Judá, contra sus autoridades y sus sacerdotes, y contra la gente del país. 19 Pelearán contra ti, pero no podrán vencerte, porque yo estoy contigo para librarte», afirma el Señor.
Israel abandona a Dios
2 La palabra del Señor vino a mí: 2 «Ve y proclama a oídos de Jerusalén que así dice el Señor:
»“Recuerdo el amor de tu juventud,
tu cariño de novia,
cuando me seguías por el desierto,
por tierras no cultivadas.
3 Israel estaba consagrada al Señor,
era las primicias de su cosecha;
todo el que comía de ella sufría las consecuencias,
les sobrevenía la calamidad”»,
afirma el Señor.
4 ¡Escuchad la palabra del Señor, descendientes de Jacob,
tribus todas del pueblo de Israel!
5 Así dice el Señor:
«¿Qué injusticia vieron en mí vuestros antepasados,
que se alejaron tanto de mí?
Se fueron tras lo que nada vale,
y en nada se convirtieron.
6 Nunca preguntaron:
“¿Dónde está el Señor
que nos hizo subir de Egipto,
que nos guio por el desierto,
por tierra árida y accidentada,
por tierra reseca y tenebrosa,
por tierra que nadie transita
y en la que nadie vive?”
7 Yo os traje a una tierra fértil,
para que comierais de sus frutos
y de su abundancia.
Pero vinisteis y contaminasteis mi tierra;
hicisteis de mi heredad algo abominable.
8 Nunca preguntaron los sacerdotes:
“¿Dónde está el Señor?”
Los expertos en la ley jamás me conocieron;
los pastores se rebelaron contra mí,
los profetas hablaron en nombre de Baal
y se fueron tras dioses que para nada sirven.
9 Por eso, aún voy a litigar contra vosotros,
y también litigaré contra los hijos de vuestros hijos
—afirma el Señor—.
10 »Cruzad a las costas de Chipre, y mirad;
enviad mensajeros a Cedar,[b] e informaos bien;
fijaos si ha sucedido algo semejante:
11 ¿Hay alguna nación que haya cambiado de dioses,
a pesar de que no son dioses?
¡Pues mi pueblo ha cambiado al que es su gloria,
por lo que no sirve para nada!
12 ¡Espantaos, cielos, ante esto!
¡Temblad y quedad horrorizados!
—afirma el Señor—.
13 »Dos son los pecados
que ha cometido mi pueblo:
Me han abandonado a mí,
fuente de agua viva,
y han cavado sus propias cisternas,
cisternas rotas que no retienen agua.
14 ¿Acaso es Israel un esclavo?
¿Nació en la esclavitud?
¿Por qué entonces lo saquean?
15 Los leones rugieron contra él,
lanzaron fuertes gruñidos.
Dejaron desolado su país,
sus ciudades fueron incendiadas,
y ya nadie las habita.
16 »Para colmo de males,
los de Menfis[c] y los de Tafnes
te raparon la cabeza.
17 ¿No te ha pasado todo esto
por haber abandonado al Señor tu Dios,
mientras él te guiaba por el camino?
18 Y ahora, ¿qué sacas con ir a Egipto
a beber agua del Nilo?
¿Qué sacas con ir a Asiria
a beber agua del Éufrates?
19 Tu maldad te castigará,
tu infidelidad te recriminará.
Ponte a pensar cuán malo y amargo
es abandonar al Señor tu Dios
y no sentir temor de mí
—afirma el Señor, el Señor Todopoderoso—.
20 »Desde hace mucho quebraste el yugo;
te quitaste las ataduras
y dijiste: “¡No quiero servirte!”
Sobre toda colina alta,
y bajo todo árbol frondoso,
te entregaste a la prostitución.
21 Yo te planté, como vid selecta,
con semilla genuina.
¿Cómo es que te has convertido
en una vid degenerada y extraña?
22 Aunque te laves con lejía,
y te frotes con mucho jabón,
ante mí seguirá presente
la mancha de tu iniquidad
—afirma el Señor omnipotente—.
23 »¿Cómo puedes decir:
“No me he contaminado,
ni me he ido tras los baales”?
¡Considera tu conducta en el valle!
¡Reconoce lo que has hecho!
¡Camella ligera de cascos,
que no puedes quedarte quieta!
24 ¡Asna salvaje que tiras al monte!
Cuando ardes en deseos, olfateas el viento;
cuando estás en celo, no hay quien te detenga.
Ningún macho que te busque tiene que fatigarse:
cuando estás en celo, fácilmente te encuentra.
25 »No andes con pies descalzos, que te lastimas,
ni dejes que la garganta se te reseque.
Pero tú insistes: “¡No tengo remedio!
Amo a dioses extraños, y tras ellos me iré”.
26 »El pueblo de Israel se avergonzará,
junto con sus reyes y autoridades,
sacerdotes y profetas,
como se avergüenza el ladrón cuando lo descubren.
27 A un trozo de madera le dicen:
“Tú eres mi padre”,
y a una piedra le repiten:
“Tú me has dado a luz”.
Me han vuelto la espalda;
no quieren darme la cara.
Pero les llega la desgracia y me dicen:
“¡Levántate y sálvanos!”
28 ¿Dónde están, Judá, los dioses que te fabricaste?
¡Tienes tantos dioses como ciudades!
¡Diles que se levanten!
¡A ver si te salvan cuando caigas en desgracia!
29 »¿Por qué litigáis conmigo?
Todos vosotros os habéis rebelado contra mí
—afirma el Señor—.
30 »En vano castigo a mi pueblo,
pues rechaza mi corrección.
Cual si fuera un león feroz,
vuestra espada devoró a vuestros profetas.
31 »Pero vosotros, los de esta generación,
prestad atención a la palabra del Señor:
¿Acaso he sido para Israel
un desierto o una tierra tenebrosa?
¿Por qué dice mi pueblo:
“Somos libres, nunca más volveremos a ti”?
32 ¿Acaso una joven se olvida de sus joyas,
o una novia de su atavío?
¡Pues hace muchísimo tiempo
que mi pueblo se olvidó de mí!
33 ¡Qué mañosa eres
para conseguir amantes!
¡Hasta las malas mujeres
han aprendido de ti!
34 Tienes la ropa manchada de sangre,
de sangre de gente pobre e inocente,
a los que nunca sorprendiste robando.
Por todo esto 35 te voy a juzgar:
por alegar que no has pecado,
por insistir en tu inocencia,
por afirmar: “¡Dios ya no está enojado conmigo!”
36 ¡Con qué ligereza cambias de parecer![d]
Pues también Egipto te defraudará,
como te defraudó Asiria.
37 Saldrás de allí con las manos en la nuca,
porque el Señor ha rechazado
a aquellos en quienes confías,
y no prosperarás con ellos.
3 »Supongamos que un hombre se divorcia de su mujer, y que ella lo deja para casarse con otro. ¿Volvería el primero a casarse con ella? ¡Claro que no! Semejante acción contaminaría por completo la tierra. Pues bien, tú te has prostituido con muchos amantes, y ya no podrás volver a mí —afirma el Señor—.
2 »Fíjate bien en esas lomas estériles:
¡Dónde no se han acostado contigo!
Como un beduino en el desierto,
te sentabas junto al camino,
a la espera de tus amantes.
Has contaminado la tierra
con tus infames prostituciones.
3 Por eso se demoraron las lluvias,
y no llegaron los aguaceros de primavera.
Tienes el descaro de una prostituta;
¡no conoces la vergüenza!
4 No hace mucho me llamabas:
“Padre mío, amigo de mi juventud,
5 ¿vas a estar siempre enojado?
¿Guardarás rencor eternamente?”
Y mientras hablabas,
hacías todo el mal posible».
La infidelidad de Israel
6 Durante el reinado del rey Josías el Señor me dijo: «¿Has visto lo que ha hecho Israel, la infiel? Se fue a todo monte alto, y allí, bajo todo árbol frondoso, se prostituyó. 7 Yo pensaba que después de hacer todo esto ella volvería a mí. Pero no lo hizo. Esto lo vio su hermana, la infiel Judá, 8 y vio[e] también que yo había repudiado a la apóstata Israel, y que le había dado carta de divorcio por todos los adulterios que había cometido. No obstante, su hermana, la infiel Judá, no tuvo ningún temor, sino que también ella se prostituyó.
9 »Como Israel no tuvo ningún reparo en prostituirse, contaminó la tierra y cometió adulterio al adorar ídolos de piedra y de madera. 10 A pesar de todo esto, su hermana, la infiel Judá, no se volvió a mí de todo corazón, sino que solo fingió volverse», afirma el Señor.
11 El Señor me dijo: «La apóstata Israel ha resultado ser más justa que la infiel Judá. 12 Ve al norte y proclama este mensaje:
»“¡Vuelve, apóstata Israel!
No te miraré con ira
—afirma el Señor—.
No te guardaré rencor para siempre,
porque soy misericordioso
—afirma el Señor—.
13 Tan solo reconoce tu culpa,
y que te rebelaste contra el Señor tu Dios.
Bajo todo árbol frondoso
has brindado a dioses extraños tus favores,
y no has querido obedecerme”
—afirma el Señor—.
14 »¡Volveos a mí, apóstatas —afirma el Señor—, porque yo soy vuestro esposo! De vosotros tomaré uno de cada ciudad y dos de cada familia, y os traeré a Sión. 15 Os daré pastores que cumplan mi voluntad, para que os guíen con sabiduría y entendimiento.
16 »En aquellos días, cuando os hayáis multiplicado y seáis numerosos en el país, ya no se dirá más: “Arca del pacto del Señor”. Nadie pensará más en ella ni la recordará; nadie la echará de menos ni volverá a fabricarla —afirma el Señor—.
17 »En aquel tiempo llamarán a Jerusalén: “Trono del Señor”. Todas las naciones se reunirán en Jerusalén para honrar el nombre del Señor, y ya no volverán a obedecer ciegamente a su malvado corazón.
18 »En aquellos días la tribu de Judá se unirá al pueblo de Israel, y juntos vendrán del país del norte, a la tierra que di como herencia a sus antepasados.
19 »Yo mismo dije:
»“¡Cómo quisiera tratarte como a un hijo,
y darte una tierra codiciable,
la heredad más hermosa de las naciones!”
Yo creía que me llamarías “Padre mío”,
y que nunca dejarías de seguirme.
20 Pero tú, pueblo de Israel,
me has sido infiel
como una mujer infiel a su esposo»,
afirma el Señor.
21 Se escucha un grito en las lomas estériles,
la súplica angustiosa del pueblo de Israel,
porque han pervertido su conducta,
se han olvidado del Señor su Dios.
22 «¡Volveos, apóstatas,
y os curaré de vuestra infidelidad!»
«Aquí estamos, a ti venimos,
porque tú eres el Señor nuestro Dios.
23 Ciertamente son un engaño las colinas,
y una mentira el estruendo sobre las montañas.
Ciertamente en el Señor nuestro Dios
está la salvación de Israel.
24 Desde nuestra juventud, la vergonzosa idolatría
ha engullido el esfuerzo de nuestros antepasados:
sus rebaños y su ganado,
sus hijos y sus hijas.
25 ¡Acostémonos en nuestra vergüenza,
y que nos cubra nuestra desgracia!
¡Nosotros y nuestros antepasados
hemos pecado contra el Señor nuestro Dios!
Desde nuestra juventud y hasta el día de hoy,
no hemos obedecido al Señor nuestro Dios».
4 «Israel, si piensas volver,
vuélvete a mí
—afirma el Señor—.
Si quitas de mi vista tus ídolos abominables
y no te alejas de mí,
2 si con fidelidad, justicia y rectitud
juras: “Por la vida del Señor”,
entonces “en él serán benditas las naciones,
y en él se gloriarán”».
3 Así dice el Señor
a los habitantes de Judá y de Jerusalén:
«Abrid surcos en terrenos no labrados,
y no sembréis entre espinos.
4 Habitantes de Judá y de Jerusalén,
marcad vuestro corazón con la señal del pacto:
circuncidaos para honrar al Señor,
no sea que por la maldad de vuestras obras
mi furor se encienda como el fuego
y arda sin que nadie pueda apagarlo.
La amenaza del norte
5 »¡Anunciadlo en Judá,
proclamadlo en Jerusalén!
¡Tocad la trompeta por todo el país!
Gritad en voz alta:
“¡Reuníos y entremos
en las ciudades fortificadas!”
6 Señalad a Sión con la bandera;
¡Buscad refugio, no os detengáis!
Porque yo traigo del norte
calamidad y gran destrucción.
7 Un león ha salido del matorral,
un destructor de naciones se ha puesto en marcha;
ha salido de su lugar de origen
para desolar tu tierra;
tus ciudades quedarán en ruinas
y totalmente despobladas.
8 Por esto, vestíos de luto,
lamentaos y gemid,
porque la ardiente ira del Señor
no se ha apartado de nosotros.
9 »En aquel día desfallecerá
el corazón del rey y de los jefes;
los sacerdotes se llenarán de pánico
y los profetas quedarán atónitos»,
afirma el Señor.
10 Yo dije: «¡Ah, Señor mi Dios,
cómo has engañado a este pueblo y a Jerusalén!
Dijiste: “Tendrán paz”,
pero tienen la espada en el cuello».
11 En aquel tiempo se les dirá
a este pueblo y a Jerusalén:
«Desde las estériles lomas del desierto
sopla un viento abrasador
en dirección a la capital de mi pueblo.
No es el viento que sirve para aventar
ni para limpiar el trigo;
12 el viento que haré venir
es demasiado fuerte para eso,
porque yo mismo
dictaré sentencia contra ellos».
13 ¡Miradlo avanzar como las nubes!
¡Sus carros de guerra parecen un huracán!
¡Sus caballos son más veloces que las águilas!
¡Ay de nosotros! ¡Estamos perdidos!
14 Jerusalén, limpia de maldad tu corazón
para que seas salvada.
¿Hasta cuándo hallarán lugar en ti
los pensamientos perversos?
15 Una voz anuncia desgracia
desde Dan y desde las colinas de Efraín.
16 «Advertid a las naciones,
proclamadlo contra Jerusalén:
“De lejanas tierras vienen sitiadores
lanzando gritos de guerra
contra las ciudades de Judá”.
17 La rodean como quien cuida un campo,
porque ella se rebeló contra mí
—afirma el Señor—.
18 Tu conducta y tus acciones
te han causado todo esto.
Esta es tu desgracia. ¡Qué amarga es!
¡Cómo te ha calado en el propio corazón!»
19 ¡Qué angustia, qué angustia!
¡Me retuerzo de dolor!
Mi corazón se agita. ¡Ay, corazón mío!
¡No puedo callarme!
Puedo escuchar el toque de trompeta
y el grito de guerra.
20 Un desastre llama a otro desastre;
todo el país está devastado.
De repente fueron destruidos
los pabellones y las tiendas donde habito.
21 ¿Hasta cuándo tendré que ver la bandera
y escuchar el toque de la trompeta?
22 «Mi pueblo es necio,
no me conoce;
son hijos insensatos
que no tienen entendimiento.
Son hábiles para hacer el mal;
no saben hacer el bien».
23 Miré a la tierra, y era un caos total;
miré a los cielos, y todo era tinieblas.
24 Miré a las montañas, y estaban temblando;
¡se sacudían todas las colinas!
25 Miré, y no quedaba nadie;
habían huido todas las aves del cielo.
26 Miré, y la tierra fértil era un desierto;
yacían en ruinas todas las ciudades,
por la acción del Señor,
por causa de su ardiente ira.
27 Así dice el Señor:
«Todo el país quedará desolado,
pero no lo destruiré por completo.
28 Por eso el país estará de luto,
y los altos cielos se oscurecerán,
pues ya lo dije, y no me retractaré;
lo he decidido, y no me volveré atrás».
29 Ante el ruido de arqueros y jinetes
huye toda la ciudad.
Algunos se meten en los matorrales,
otros trepan por los peñascos.
Toda la ciudad queda abandonada;
¡no queda un solo habitante!
30 ¿Qué piensas hacer, ciudad devastada?
¿Para qué te vistes de púrpura?
¿Para qué te pones joyas de oro?
¿Para qué te maquillas los ojos?
En vano te embelleces,
pues tus amantes te desprecian;
solo buscan tu muerte.
31 Oigo gritos como de parturienta,
gemidos como de primeriza.
Son los gemidos de la bella Sión,
que respira con dificultad;
que extiende los brazos y dice:
«¡Ay de mí, que desfallezco!
¡Estoy en manos de asesinos!»
La corrupción de Jerusalén y de Judá
5 «Recorred las calles de Jerusalén,
observad con cuidado,
buscad por las plazas.
Si encontráis una sola persona
que practique la justicia y busque la verdad,
yo perdonaré a esta ciudad.
2 Aunque juran: “Por la vida del Señor”,
de hecho juran en falso».
3 Señor, ¿acaso no buscan tus ojos la verdad?
Golpeaste a esa gente, y no les dolió,
acabaste con ellos, y no quisieron ser corregidos.
Endurecieron su rostro más que una roca,
y no quisieron arrepentirse.
4 Entonces pensé: «Así es la plebe;
siempre actúan como necios,
porque no conocen el camino del Señor
ni las demandas de su Dios.
5 Me dirigiré a los líderes
y les hablaré;
porque ellos sí conocen el camino del Señor
y las demandas de su Dios».
Pero ellos también quebrantaron el yugo
y rompieron las ataduras.
6 Por eso los herirá el león de la selva
y los despedazará el lobo del desierto;
frente a sus ciudades está el leopardo al acecho,
y todo el que salga de ellas será despedazado,
pues son muchas sus rebeliones
y numerosas sus infidelidades.
7 «¿Por qué habré de perdonarte?
Tus hijos me han abandonado,
han jurado por los que no son dioses.
Cuando suplí sus necesidades,
ellos cometieron adulterio
y en tropel se volcaron a los prostíbulos.
8 Son como caballos bien cebados y fogosos;
todos relinchan por la mujer ajena.
9 ¿Y no los he de castigar por esto?
—afirma el Señor—.
¿Acaso no he de vengarme de semejante nación?
10 »Subid por los surcos de esta viña
y arrasadla, pero no acabéis con ella.
Arrancadle sus sarmientos,
porque no son del Señor.
11 Pues las casas de Israel y de Judá
me han sido más que infieles»,
afirma el Señor.
12 Ellas han negado al Señor,
y hasta dicen: «¡Dios no existe!
Ningún mal vendrá sobre nosotros,
no sufriremos guerras ni hambre».
13 Los profetas son como el viento:
la palabra del Señor[f] no está en ellos.
¡Que así les suceda!
14 Por eso, así dice el Señor,
el Dios Todopoderoso:
«Por cuanto el pueblo ha hablado así,
mis palabras serán como fuego en tu boca,
y este pueblo, como un montón de leña.
Ese fuego los consumirá.
15 »Pueblo de Israel,
voy a traer contra vosotros una nación lejana,
una nación fuerte y antigua,
una nación cuyo idioma no conocéis,
cuyo lenguaje no entendéis
—afirma el Señor—.
16 Todos ellos son guerreros valientes;
sus flechas presagian la muerte.
17 Acabarán con tu cosecha y tu alimento,
devorarán a tus hijos e hijas,
matarán a tus rebaños y ganados,
y destruirán tus viñas y tus higueras.
Tus ciudades fortificadas,
en las que pusiste tu confianza,
serán pasadas a filo de espada.
18 »Sin embargo, aun en aquellos días no os destruiré por completo —afirma el Señor—. 19 Y, cuando te pregunten: “¿Por qué el Señor, nuestro Dios, nos ha hecho todo esto?”, tú les responderás: “Así como vosotros me habéis abandonado y en vuestra propia tierra habéis servido a dioses extranjeros, así también en tierra extraña serviréis a gente extranjera”.
20 »Anunciad esto entre los descendientes de Jacob
y proclamadlo en Judá:
21 Escucha esto, pueblo necio e insensato,
que tiene ojos, pero no ve,
que tiene oídos, pero no oye.
22 ¿Acaso has dejado de temerme?
—afirma el Señor—.
¿No debieras temblar ante mí?
Yo puse la arena como límite del mar,
como frontera perpetua e infranqueable.
Aunque se agiten sus olas,
no podrán prevalecer;
aunque bramen,
no franquearán esa frontera.
23 Pero este pueblo tiene un corazón terco y rebelde;
se ha descarriado, ha sido infiel.
24 No reflexionan ni dicen:
“Temamos al Señor, nuestro Dios,
quien a su debido tiempo nos da lluvia,
las lluvias de otoño y primavera,
y nos asegura las semanas señaladas
para la cosecha”.
25 Vuestras iniquidades
os han quitado estos beneficios;
vuestros pecados os han privado
de estas bendiciones.
26 Sin duda, en mi pueblo hay malvados,
que están al acecho como cazadores de aves,
que ponen trampas para atrapar a la gente.
27 Como jaulas llenas de pájaros,
llenas de engaño están sus casas;
por eso se han vuelto poderosos y ricos,
28 gordos y pedantes.
Sus obras de maldad no tienen límite:
no hacen justicia al huérfano,
para que su causa prospere;
ni defienden tampoco
el derecho de los menesterosos.
29 ¿Y no los he de castigar por esto?
¿No he de vengarme de semejante nación?
—afirma el Señor—.
30 »Algo espantoso y terrible
ha ocurrido en este país.
31 Los profetas profieren mentiras,
los sacerdotes gobiernan a su antojo,
¡y mi pueblo tan campante!
Pero ¿qué vais a hacer vosotros
cuando todo haya terminado?
Jerusalén es sitiada
6 »¡Huid de Jerusalén, benjaminitas!
¡Tocad la trompeta en Tecoa!
¡Levantad señal en Bet Haqueren!
Una desgracia, una gran destrucción,
nos amenaza desde el norte.
2 Voy a destruir a Sión,
tan hermosa y delicada.
3 Los pastores y sus rebaños vienen contra ella:
acampan a su alrededor,
y cada uno escoge su pastizal».
4 «¡Preparaos para pelear contra ella!
¡Ataquémosla a plena luz del día!
Pero ¡ay de nosotros, que el día se acaba
y se alargan las sombras de la noche!
5 ¡Vamos, ataquémosla de noche,
y destruyamos sus fortalezas!»
6 Así dice el Señor Todopoderoso:
«¡Talad árboles
y levantad una rampa contra Jerusalén!
Esta ciudad debe ser castigada,
pues en ella no hay más que opresión.
7 Como agua que brota de un pozo,
así brota de Jerusalén la maldad.
En ella se oye de violencia y destrucción;
no veo otra cosa que enfermedades y heridas.
8 ¡Escarmienta, Jerusalén,
para que no me aparte de ti!
De lo contrario, te convertiré en desolación,
en una tierra inhabitable».
9 Así dice el Señor Todopoderoso:
«Buscad al remanente de Israel.
Rebuscad, como en una viña;
repasad los sarmientos,
como lo hace el vendimiador».
10 ¿A quién hablaré?
¿A quién advertiré?
¿Quién podrá escucharme?
Tienen tapados[g] los oídos
y no pueden comprender.
La palabra del Señor los ofende;
detestan escucharla.
11 Pero yo estoy lleno de la ira del Señor,
y ya no puedo contenerme.
«Derrama tu ira sobre los niños de la calle,
sobre los grupos de jóvenes,
porque serán apresados el marido y la mujer,
la gente madura y la entrada en años.
12 Sus casas, sus campos y sus mujeres
caerán en manos extrañas,
porque yo voy a extender mi mano
contra los habitantes del país
—afirma el Señor—.
13 »Desde el más pequeño hasta el más grande,
todos codician ganancias injustas;
desde el profeta hasta el sacerdote,
todos practican el engaño.
14 Curan por encima la herida de mi pueblo,
y les desean: “¡Paz, paz!”,
cuando en realidad no hay paz.
15 ¿Acaso se han avergonzado
de la abominación que han cometido?
¡No, no se han avergonzado de nada,
ni saben siquiera lo que es la vergüenza!
Por eso, caerán con los que caigan;
cuando los castigue, serán derribados»,
dice el Señor.
16 Así dice el Señor:
«Deteneos en los caminos y mirad;
preguntad por los senderos antiguos.
Preguntad por el buen camino,
y no os apartéis de él.
Así hallaréis el descanso anhelado.
Pero ellos dijeron:
“No lo seguiremos”.
17 Yo aposté centinelas para vosotros, y dije:
“Prestad atención al toque de trompeta”.
Pero ellos dijeron:
“No prestaremos atención”.
18 Por eso, ¡escuchad, naciones!
¡Sepa la congregación lo que le espera!
19 Escucha, tierra:
Traigo sobre este pueblo una desgracia,
fruto de sus maquinaciones,
porque no prestaron atención a mis palabras,
sino que rechazaron mi enseñanza.
20 ¿De qué me sirve este incienso que llega de Sabá,
o la caña dulce de un país lejano?
Vuestros holocaustos no me gustan;
vuestros sacrificios no me agradan».
21 Por eso, así dice el Señor:
«Voy a poner obstáculos a este pueblo.
Padres e hijos tropezarán contra ellos,
vecinos y amigos perecerán».
22 Así dice el Señor:
«¡Mirad! Del norte viene un ejército;
una gran nación se moviliza
desde los confines de la tierra.
23 Empuñan el arco y la lanza;
son crueles y no tienen compasión.
Lanzan gritos como bramidos del mar,
y cabalgan sobre sus corceles.
¡Vienen contra ti, hija de Sión,
listos para la batalla!»
24 Nos ha llegado la noticia,
y nuestras manos flaquean;
la angustia nos domina,
como si tuviéramos dolores de parto.
25 ¡Viene el enemigo armado con espada!
No salgáis al campo,
ni andéis por los caminos.
¡Hay terror por todas partes!
26 Vístete de luto, pueblo mío;
revuélcate en las cenizas.
Llora amargamente,
como lo harías por tu primogénito,
porque nos cae por sorpresa
el que viene a destruirnos.
27 «Te he puesto entre mi pueblo
como vigía y atalaya,
para que escudriñes
y examines su conducta.
28 Todos ellos son muy rebeldes,
y andan sembrando calumnias;
sean de bronce o de hierro,
todos son unos corruptos.
29 Los fuelles soplan con furor,
y el plomo se derrite en el fuego,
pero los malvados no se purifican;
¡de nada sirve que se les refine!
30 Por eso se les llama “Escoria de la plata”:
¡para el Señor son un desecho!»
La religión falsa e inútil
7 Esta es la palabra que vino a Jeremías de parte del Señor: 2 «Párate a la entrada de la casa del Señor, y desde allí proclama este mensaje: ¡Escuchad la palabra del Señor, todos vosotros, habitantes de Judá que entráis por estas puertas para adorar al Señor! 3 Así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: “Enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, y yo os dejaré seguir viviendo en este país. 4 No confiéis en esas palabras engañosas que repiten: ‘¡Este es el templo del Señor, el templo del Señor, el templo del Señor!’ 5 Si en verdad enmendáis vuestra conducta y vuestras acciones, si en verdad practicáis la justicia los unos con los otros, 6 si no oprimís al extranjero ni al huérfano ni a la viuda, si no derramáis sangre inocente en este lugar, ni seguís a otros dioses para vuestro propio mal, 7 entonces os dejaré seguir viviendo en este país, en la tierra que di a vuestros antepasados para siempre.
8 »”¡Pero vosotros confiáis en palabras engañosas, que no tienen validez alguna! 9 Robáis, matáis, cometéis adulterio, juráis en falso, quemáis incienso a Baal, seguís a otros dioses que jamás conocisteis, 10 ¡y venís y os presentáis ante mí en esta casa que lleva mi nombre, y decís: ‘Estamos a salvo’, para luego seguir cometiendo todas estas abominaciones! 11 ¿Creéis acaso que esta casa que lleva mi nombre es una cueva de ladrones? ¡Pero si yo mismo lo he visto! —afirma el Señor—.
12 »”Id ahora a mi santuario en Siló, donde al principio hice habitar mi nombre, y ved lo que hice con él por culpa de la maldad de mi pueblo Israel. 13 Y ahora, puesto que vosotros habéis hecho todas estas cosas —afirma el Señor—, y puesto que una y otra vez os he hablado y no me habéis querido escuchar, y puesto que os he llamado y no me habéis respondido, 14 lo mismo que hice con Siló haré con esta casa que lleva mi nombre y en la que vosotros confiáis, y con el lugar que os di a vosotros y a vuestros antepasados. 15 Os echaré de mi presencia, así como eché a todos vuestros hermanos, a toda la descendencia de Efraín”.
16 »Pero en cuanto a ti, Jeremías, no intercedas por este pueblo. No me ruegues ni me supliques por ellos. No me insistas, porque no te escucharé. 17 ¿Acaso no ves lo que hacen en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén? 18 Los niños juntan la leña, los padres encienden el fuego, y las mujeres hacen la masa para cocer tortas y ofrecérselas a la “reina del cielo”. Además, para ofenderme derraman libaciones a otros dioses. 19 Pero no es a mí al que ofenden —afirma el Señor—. Más bien se ofenden a sí mismos, para su propia vergüenza.
20 »Por eso, así dice el Señor omnipotente: “Descargaré mi enojo y mi furor sobre este lugar: sobre los hombres y los animales, sobre los árboles del campo y los frutos de la tierra, ¡y arderá mi enojo y no se apagará!”
21 »Así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: “¡Juntad vuestros holocaustos con vuestros sacrificios, y comeos la carne! 22 En verdad, cuando yo saqué de Egipto a vuestros antepasados, no les dije nada ni les ordené nada acerca de holocaustos y sacrificios. 23 Lo que sí les ordené fue lo siguiente: ‘Obedecedme. Así yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo. Conducíos conforme a todo lo que yo os ordene, para que os vaya bien’. 24 Pero ellos no me obedecieron ni me prestaron atención, sino que siguieron los consejos de su terco y malvado corazón. Fue así como, en vez de avanzar, retrocedieron. 25 Desde el día en que vuestros antepasados salieron de Egipto hasta ahora, no he dejado de enviaros, día tras día, a mis servidores los profetas. 26 Con todo, no me obedecieron ni me prestaron atención, sino que se obstinaron y fueron peores que sus antepasados”.
27 »Tú les dirás todas estas cosas, pero no te escucharán. Los llamarás, pero no te responderán. 28 Entonces les dirás: “Esta es la nación que no ha obedecido la voz del Señor su Dios, ni ha aceptado su corrección. La verdad ha muerto, ha sido arrancada de su boca.
29 »”Córtate la cabellera, y tírala;
eleva tu lamento en las lomas desoladas,
porque el Señor ha rechazado y abandonado
a la generación que provocó su ira.
El Valle de la Matanza
30 »”La gente de Judá ha hecho el mal que yo detesto —afirma el Señor—. Han profanado la casa que lleva mi nombre al instalar allí sus ídolos abominables. 31 Además, construyeron el santuario pagano de Tofet, en el valle de Ben Hinón, para quemar a sus hijos y a sus hijas en el fuego, cosa que jamás ordené ni me pasó siquiera por la mente. 32 Por eso llegarán días —afirma el Señor— cuando ya no lo llamarán más Tofet ni Valle de Ben Hinón, sino Valle de la Matanza; y, a falta de otro lugar, en Tofet enterrarán a sus muertos. 33 Los cadáveres de este pueblo servirán de comida a las aves del cielo y a los animales de la tierra, y no habrá quien los espante. 34 Haré que en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén se apaguen los gritos de alegría, las voces de júbilo y los cánticos del novio y de la novia, porque el país se convertirá en desolación.
8 »”En aquel tiempo —afirma el Señor—, se exhumarán los huesos de los reyes y de los jefes de Judá, de los sacerdotes y de los profetas, y de los habitantes de Jerusalén. 2 Quedarán expuestos al sol y a la luna, y a todas las estrellas del cielo, cuerpos celestes a los que ellos amaron, sirvieron, consultaron y adoraron. No se les recogerá ni se les enterrará; ¡como estiércol quedarán sobre la faz de la tierra! 3 En todos los lugares por donde yo disperse a los sobrevivientes de esta nación malvada, los que hayan quedado preferirán la muerte a la vida. Lo afirma el Señor Todopoderoso”.
Pecado y castigo
4 »Pero tú les advertirás que así dice el Señor:
»“Cuando los hombres caen,
¿acaso no se levantan?
Cuando uno se desvía,
¿acaso no vuelve al camino?
5 ¿Por qué entonces este pueblo se ha desviado?
¿Por qué persiste Jerusalén en su apostasía?
Se aferran al engaño,
y no quieren volver a mí.
6 He escuchado con suma atención,
para ver si alguien habla con rectitud,
pero nadie se arrepiente de su maldad;
nadie reconoce el mal que ha hecho.
Todos siguen su loca carrera,
como caballos desbocados en combate.
7 Aun la cigüeña en el cielo
conoce sus estaciones;
la tórtola, la golondrina y la grulla
saben cuándo deben emigrar.
Pero mi pueblo no conoce
las leyes del Señor.
8 »”¿Cómo os atrevéis a decir:
‘Somos sabios; la ley del Señor nos apoya’,
si la pluma engañosa de los escribas
la ha falsificado?
9 Los sabios serán avergonzados,
serán atrapados y abatidos.
Si han rechazado la palabra del Señor,
¿qué sabiduría pueden tener?
10 Por eso entregaré sus mujeres a otros hombres,
y sus campos a otros dueños.
Porque, desde el más pequeño hasta el más grande,
todos codician ganancias injustas;
desde el profeta hasta el sacerdote,
todos practican el engaño.
11 Curan por encima la herida de mi pueblo,
y les desean: ‘¡Paz, paz!’,
cuando en realidad no hay paz.
12 ¿Acaso se han avergonzado
de la abominación que han cometido?
¡No, no se han avergonzado de nada,
y ni siquiera saben lo que es la vergüenza!
Por eso, caerán con los que caigan;
cuando los castigue, serán derribados
—dice el Señor—.
13 »”Cuando quiero cosechar
—afirma el Señor—,
no encuentro uvas en la viña,
ni hay higos en la higuera;
sus hojas están marchitas.
¡Voy, pues, a quitarles
lo que les he dado!”»[h]
14 «¿Qué hacemos aquí sentados?
¡Venid, y vayámonos juntos a las ciudades fortificadas
para morir allí!
El Señor nuestro Dios nos está destruyendo.
Nos ha dado a beber agua envenenada,
porque hemos pecado contra él.
15 Esperábamos paz,
pero no llegó nada bueno.
Esperábamos un tiempo de salud,
pero solo nos llegó el terror.
16 Desde Dan se escucha
el resoplar de sus caballos;
cuando relinchan sus corceles,
tiembla toda la tierra.
Vienen a devorar el país,
y todo lo que hay en él,
la ciudad y todos sus habitantes».
17 «¡Mirad! Estoy lanzando contra vosotros
serpientes venenosas que os morderán,
y contra ellas no hay encantamiento»,
afirma el Señor.
18 La aflicción me abruma;[i]
mi corazón desfallece.
19 El clamor de mi pueblo se levanta
desde todos los rincones del país:
«¿Acaso no está el Señor en Sión?
¿No está allí su rey?»
«¿Por qué me provocan con sus ídolos,
con sus dioses inútiles y extraños?»
20 «Pasó la cosecha, se acabó el verano,
y nosotros no hemos sido salvados».
21 Por la herida de mi pueblo estoy herido;
estoy de luto, el terror se apoderó de mí.
22 ¿No queda bálsamo en Galaad?
¿No queda allí médico alguno?
¿Por qué no se ha restaurado
la salud de mi pueblo?
9 ¡Ojalá mi cabeza fuera un manantial,
y mis ojos una fuente de lágrimas,
para llorar de día y de noche
por los muertos de mi pueblo!
2 ¡Ojalá tuviera yo en el desierto
una posada junto al camino!
Abandonaría a mi pueblo,
y me alejaría de ellos.
Porque todos ellos son adúlteros,
son una banda de traidores.
3 «Tensan su lengua como un arco;
en el país prevalece la mentira, no la verdad,
porque van de mal en peor,
y a mí no me conocen
—afirma el Señor—.
4 Cuídese cada uno de su amigo,
no confíe ni siquiera en el hermano,
porque todo hermano engaña,
y todo amigo difama.
5 Se engañan unos a otros;
no se hablan con la verdad.
Han enseñado a sus lenguas a mentir,
y pecan hasta el cansancio.
6 »Tú, Jeremías, vives en medio de engañadores,
que por su engaño no quieren reconocerme»,
afirma el Señor.
7 Por eso, así dice el Señor Todopoderoso:
«Voy a refinarlos, a ponerlos a prueba.
¿Qué más puedo hacer con mi pueblo?
8 Su lengua es una flecha mortífera,
su boca solo sabe engañar;
hablan cordialmente con su amigo,
mientras en su interior le tienden una trampa.
9 ¿Y no los he de castigar por esto?
—afirma el Señor—.
¿Acaso no he de vengarme de semejante nación?»
10 Lloraré y gemiré por las montañas,
haré lamentos por las praderas del desierto,
porque están desoladas:
ya nadie las transita
ni se escuchan los mugidos del ganado.
Desde las aves del cielo hasta los animales del campo,
todos han huido.
11 «Convertiré a Jerusalén en un montón de ruinas,
en una guarida de chacales.
Convertiré en desolación las ciudades de Judá;
¡las dejaré sin habitantes!»
12 ¿Quién es tan sabio como para entender esto? ¿A quién habló el Señor para que lo anuncie? ¿Por qué está arruinado el país, desolado como un desierto por el que nadie pasa?
13 El Señor dice: «Ellos abandonaron la ley que yo les entregué; no me obedecieron ni vivieron conforme a ella. 14 Siguieron la terquedad de su corazón; se fueron tras los baales, como les habían enseñado sus antepasados». 15 Por eso, así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: «A este pueblo le daré a comer ajenjo y a beber agua envenenada. 16 Los dispersaré entre naciones que ni ellos ni sus antepasados conocieron; los perseguiré con espada hasta aniquilarlos».
17 Así dice el Señor Todopoderoso:
«¡Atención! Llamad a las plañideras.
Que vengan las más expertas.
18 Que se den prisa,
que hagan lamentación por nosotros.
Nuestros ojos se inundarán de lágrimas,
y brotará de nuestros párpados el llanto.
19 Desde Sión se escuchan gemidos y lamentos:
“Hemos sido devastados;
nos han avergonzado por completo.
Tenemos que abandonar el país,
porque han derribado nuestros hogares”».
20 Escuchad, mujeres, la palabra del Señor;
reciban vuestros oídos la palabra de su boca.
Enseñad a vuestras hijas a entonar endechas;
que unas a otras se enseñen este lamento:
21 «La muerte se ha metido por nuestras ventanas,
ha entrado en nuestros palacios;
ha eliminado en las calles a los niños,
y en las plazas a los jóvenes.
22 Yacen tendidos los cadáveres
como estiércol sobre los campos,
como gavillas que caen tras el segador,
sin que nadie las recoja»,
afirma el Señor.
23 Así dice el Señor:
«Que no se gloríe el sabio de su sabiduría,
ni el poderoso de su poder,
ni el rico de su riqueza.
24 Si alguien ha de gloriarse,
que se gloríe de conocerme
y de comprender que yo soy el Señor,
que actúo en la tierra con amor,
con derecho y justicia,
pues es lo que a mí me agrada
—afirma el Señor—.
25 »Vienen días —afirma el Señor— en que castigaré al que haya sido circuncidado solo del prepucio: 26 castigaré a Egipto, Judá, Edom, Amón, Moab, y a todos los que viven en el desierto y se rapan las sienes. Todas las naciones son incircuncisas, pero el pueblo de Israel es incircunciso de corazón».
Dios y los ídolos(A)
10 Escucha, pueblo de Israel, la palabra del Señor. 2 Dice así:
«No aprendáis la conducta de las naciones,
ni os aterroricéis ante las señales del cielo,
aunque las naciones les tengan miedo.
3 Las costumbres de los pueblos
no tienen valor alguno.
Cortan un tronco en el bosque,
y un artífice lo labra con un cincel.
4 Lo adornan con oro y plata,
y lo afirman con clavos y martillo
para que no se tambalee.
5 »Sus ídolos no pueden hablar;
¡parecen espantapájaros
en un campo sembrado de melones!
Tienen que ser transportados,
porque no pueden caminar.
No les tengáis miedo,
que ningún mal pueden haceros,
pero tampoco ningún bien».
6 ¡No hay nadie como tú, Señor!
¡Grande eres tú,
y grande y poderoso es tu nombre!
7 ¿Quién no te temerá, Rey de las naciones?
¡Es lo que te corresponde!
Entre todos los sabios de las naciones,
y entre todos los reinos,
no hay nadie como tú.
8 Todos son necios e insensatos,
educados por inútiles ídolos de palo.
9 De Tarsis se trae plata laminada,
y de Ufaz se importa oro.
Los ídolos, vestidos de púrpura y carmesí,
son obra de artífices y orfebres;
¡todos ellos son obra de artesanos!
10 Pero el Señor es el Dios verdadero,
el Dios viviente, el Rey eterno.
Cuando se enoja, tiembla la tierra;
las naciones no pueden soportar su ira.
11 «Así les dirás: “Los dioses que no hicieron los cielos ni la tierra desaparecerán de la tierra y de debajo del cielo”».[j]
12 Dios hizo la tierra con su poder,
afirmó el mundo con su sabiduría,
¡extendió los cielos con su inteligencia!
13 Cuando él deja oír su voz,
rugen las aguas en los cielos;
hace que vengan las nubes
desde los confines de la tierra.
Entre relámpagos hace llover,
y saca de sus depósitos al viento.
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