Bible in 90 Days
Ay de la Ciudad de David
29 ¡Ay, Ariel, Ariel,
ciudad donde acampó David!
Añadid a un año otro año más,
y que prosiga el ciclo de las fiestas.
2 Pero a Ariel la sitiaré;
habrá llanto y lamento,
y será para mí como un brasero del altar.[a]
3 Acamparé contra ti, y te rodearé;
te cercaré con empalizadas,
y levantaré contra ti torres de asalto.
4 Humillada, desde el suelo elevarás tu voz;
tu palabra apenas se levantará del polvo.
Saldrá tu voz de la tierra
como si fuera la de un fantasma;
tu palabra, desde el polvo,
apenas será un susurro.
5 Pero la multitud de tus enemigos
quedará hecha polvo fino,
y la multitud de despiadados
será como la paja que se lleva el viento.
De repente, en un instante,
6 vendrá contra ti el Señor Todopoderoso;
vendrá con truenos, terremotos
y gran estruendo,
vendrá con una violenta tormenta
y con devoradoras llamas de fuego.
7 La multitud de todas las naciones
que batallan contra Ariel,
todos los que luchan contra ella
y contra su fortaleza,
aquellos que la asedian,
serán como un sueño,
como una visión nocturna.
8 Como el hambriento que sueña que está comiendo,
pero despierta y aún tiene hambre;
como el sediento que sueña que está bebiendo,
pero despierta y la sed le reseca la garganta.
Así sucederá con la multitud de todas las naciones
que luchan contra el monte Sión.
9 Perded el juicio, quedaos pasmados,
perded la vista, quedaos ciegos;
embriagaos, pero no con vino;
tambaleaos, pero no por el licor.
10 El Señor ha derramado sobre vosotros
un espíritu de profundo sueño;
a los profetas les cubrió los ojos,
a los videntes les tapó la cara.
11 Para vosotros, toda esta visión no es otra cosa que palabras en un rollo de pergamino sellado. Si le dan el rollo a alguien que sepa leer, y le dicen: «Lee esto, por favor», este responderá: «No puedo hacerlo; está sellado». 12 Y, si le dan el rollo a alguien que no sepa leer, y le dicen: «Lee esto, por favor», este responderá: «No sé leer».
13 El Señor dice:
«Este pueblo me alaba con la boca
y me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí.
Su adoración no es más que un mandato
enseñado por hombres.
14 Por eso, una vez más asombraré a este pueblo
con prodigios maravillosos;
perecerá la sabiduría de sus sabios,
y se esfumará la inteligencia de sus inteligentes».
15 ¡Ay de los que, para esconder sus planes,
se ocultan del Señor en las profundidades;
cometen sus fechorías en la oscuridad, y piensan:
«¿Quién nos ve? ¿Quién nos conoce?»!
16 ¡Qué manera de falsear las cosas!
¿Acaso el alfarero es igual al barro?
¿Puede un objeto decir del que lo modeló:
«Él no me hizo»?
¿Puede una vasija decir de su alfarero:
«Él no entiende nada»?
17 Muy pronto el Líbano
se convertirá en campo fértil,
y el campo fértil se convertirá en bosque.
18 En aquel día podrán los sordos
oír la lectura del rollo,
y los ojos de los ciegos podrán ver
desde la oscuridad y la penumbra.
19 Los pobres volverán a alegrarse en el Señor,
los más necesitados se regocijarán en el Santo de Israel.
20 Se desvanecerán los despiadados,
desaparecerán los insolentes,
y todos los que no duermen para hacer el mal
serán exterminados;
21 los que con una palabra hacen culpable a una persona,
los que en el tribunal ponen trampas al defensor
y con engaños perjudican al indefenso.
22 Por eso, el Señor, el redentor de Abraham, dice así a los descendientes de Jacob:
«Jacob ya no será avergonzado,
ni palidecerá su rostro.
23 Cuando él vea a sus hijos,
y la obra de mis manos en medio de él,
todos ellos santificarán mi nombre;
santificarán al Santo de Jacob,
y temerán al Dios de Israel.
24 Los de espíritu extraviado recibirán entendimiento;
y los murmuradores aceptarán ser instruidos».
Ay de la nación obstinada
30 El Señor ha dictado esta sentencia:
«Ay de los hijos rebeldes
que ejecutan planes que no son míos,
que hacen alianzas contrarias a mi Espíritu,
que amontonan pecado sobre pecado,
2 que bajan a Egipto sin consultarme,
que se acogen a la protección de Faraón,
y se refugian bajo la sombra de Egipto.
3 ¡La protección de Faraón será su vergüenza!
¡El refugiarse bajo la sombra de Egipto, su humillación!
4 Aunque en Zoán tengan funcionarios,
y a Janés hayan llegado sus mensajeros,
5 todos quedarán avergonzados
por culpa de un pueblo que les resulta inútil,
que no les brinda ninguna ayuda ni provecho,
sino solo vergüenza y frustración».
6 Esta es la sentencia que se ha dictado contra los animales del Néguev:
Por tierra de dificultades y angustias,
de leones y leonas,
de víboras y serpientes voladoras,
llevan ellos a lomos de burro
las riquezas de esa nación inútil,
y sus tesoros, sobre jorobas de camellos.
7 La ayuda de Egipto no sirve para nada;
por eso la llamo: «Rahab, la inmóvil».
8 Ve, pues, delante de ellos,
y grábalo en una tablilla.
Escríbelo en un rollo de cuero,
para que en los días venideros
quede como un testimonio eterno.
9 Porque este es un pueblo rebelde;
son hijos engañosos,
hijos que no quieren escuchar
la ley del Señor.
10 A los videntes les dicen:
«¡No tengáis más visiones!»,
y a los profetas:
«¡No nos sigáis profetizando la verdad!
Decidnos cosas agradables,
profetizad ilusiones.
11 ¡Apartaos del camino,
retiraos de esta senda,
y dejad de enfrentarnos
con el Santo de Israel!»
12 Así dice el Santo de Israel:
«Vosotros habéis rechazado esta palabra;
habéis confiado en la opresión y en la perversidad,
y os habéis apoyado en ellas.
13 Por eso vuestra iniquidad se alzará frente a vosotros
como un muro alto y agrietado,
a punto de derrumbarse:
¡de repente, en un instante, se desplomará!
14 Vuestra iniquidad quedará hecha pedazos,
hecha añicos sin piedad, como vasija de barro:
ni uno solo de sus pedazos servirá
para sacar brasas del fuego
ni agua de una cisterna».
15 Porque así dice el Señor omnipotente, el Santo de Israel:
«En el arrepentimiento y la calma está vuestra salvación,
en la serenidad y la confianza está vuestra fuerza,
¡pero vosotros no lo queréis reconocer!
16 Os resistís y decís: “Huiremos a caballo”.
¡Por eso, así tendréis que huir!
Decís: “Cabalgaremos sobre caballos veloces”.
¡Por eso, veloces serán vuestros perseguidores!
17 Ante la amenaza de uno solo,
mil de vosotros saldrán huyendo;
ante la amenaza de cinco,
huiréis todos vosotros.
Quedaréis abandonados
como un mástil en la cima de una montaña,
como una señal sobre una colina».
18 Por eso el Señor os espera, para tener piedad de vosotros;
por eso se levanta para mostraros compasión.
Porque el Señor es un Dios de justicia.
¡Dichosos todos los que en él esperan!
19 Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, ya no llorarás más. ¡El Dios de piedad se apiadará de ti cuando clames pidiendo ayuda! Tan pronto como te oiga, te responderá. 20 Aunque el Señor te dé pan de adversidad y agua de aflicción, tu maestro no se esconderá más; con tus propios ojos lo verás. 21 Ya sea que te desvíes a la derecha o a la izquierda, tus oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: «Este es el camino; síguelo». 22 Entonces profanarás tus ídolos enchapados en plata y tus imágenes revestidas de oro; los arrojarás como cosa impura, y les dirás: «¡Fuera de aquí!»
23 El Señor te enviará lluvia para la semilla que siembres en la tierra, y el alimento que produzca la tierra será suculento y abundante. En aquel día tu ganado pacerá en extensas praderas. 24 Los bueyes y los burros que trabajan la tierra comerán el mejor forraje, aventado con bieldo y horquilla. 25 En el día de la gran masacre, cuando caigan las torres, habrá arroyos y corrientes de agua en toda montaña alta y en toda colina elevada. 26 Cuando el Señor ponga una venda en la fractura de su pueblo y sane las heridas que le causó, brillará la luna como el sol, y será la luz del sol siete veces más intensa, como la luz de siete días enteros.
27 ¡Mirad! El nombre del Señor viene de lejos,
con ardiente ira y densa humareda.
Sus labios están llenos de furor;
su lengua es como un fuego consumidor.
28 Su aliento es cual torrente desbordado
que llega hasta el cuello,
para zarandear a las naciones
en la zaranda destructora.
Pone en las quijadas de los pueblos
un freno que los desvía.
29 Vosotros cantaréis como en noche de fiesta solemne;
vuestro corazón se alegrará,
como cuando uno sube con flautas
a la montaña del Señor,
a la Roca de Israel.
30 El Señor hará oír su majestuosa voz,
y descargará su brazo:
con rugiente ira y llama de fuego consumidor,
con aguacero, tormenta y granizo.
31 La voz del Señor quebrantará a Asiria;
la golpeará con su bastón.
32 Cada golpe que el Señor descargue sobre ella
con su vara de castigo
será al son de panderos y de arpas;
agitando su brazo, peleará contra ellos.
33 Porque Tofet[b] está preparada desde hace tiempo;
está dispuesta incluso para el rey.
Se ha hecho una pira de fuego profunda y ancha,
con abundancia de fuego y leña;
el soplo del Señor la encenderá
como un torrente de azufre ardiente.
Ay de los que confían en Egipto
31 ¡Ay de los que descienden a Egipto en busca de ayuda,
de los que se apoyan en la caballería,
de los que confían en la multitud de sus carros de guerra
y en la gran fuerza de sus jinetes,
pero no tienen en cuenta al Santo de Israel,
ni buscan al Señor!
2 Sin embargo, el Señor es también sabio,
y traerá calamidad,
y no se retractará de sus palabras.
Se levantará contra la dinastía de los malvados,
contra los que ayudan a los malhechores.
3 Los egipcios, en cambio, son hombres y no dioses;
sus caballos son carne y no espíritu.
Cuando el Señor extienda su mano,
tropezará el que presta ayuda
y caerá el que la recibe.
¡Todos juntos perecerán!
4 Porque así me dice el Señor:
«Como león que gruñe sobre la presa
cuando contra él se reúne
toda una cuadrilla de pastores;
como cachorro de león
que no se asusta por sus gritos
ni se inquieta por su tumulto,
así también el Señor Todopoderoso
descenderá para combatir
sobre el monte Sión, sobre su cumbre.
5 Como aves que revolotean sobre el nido,
así también el Señor Todopoderoso
protegerá a Jerusalén;
la protegerá y la librará,
la defenderá y la rescatará».
6 Israelitas, ¡volveos a aquel contra quien os habéis rebelado tan abiertamente! 7 Porque en aquel día cada uno de vosotros rechazará los ídolos de plata y oro que vuestras propias manos pecadoras fabricaron.
8 «Asiria caerá a espada, pero no de hombre;
una espada, pero no de hombre, la consumirá.
Huirá para escapar de la espada,
y sus jóvenes serán sometidos a trabajos forzados.
9 A causa del terror caerá su fortaleza;
¡sus jefes dejarán abandonada su bandera!»
Lo afirma el Señor,
cuyo fuego está en Sión,
y cuyo horno está en Jerusalén.
El reino de justicia
32 Mirad, un rey reinará con rectitud
y los gobernantes gobernarán con justicia.
2 Cada uno será como un refugio contra el viento,
como un resguardo contra la tormenta;
como arroyos de agua en tierra seca,
como la sombra de un peñasco en el desierto.
3 No se nublarán los ojos de los que ven;
prestarán atención los oídos de los que oyen.
4 La mente impulsiva comprenderá y entenderá,
la lengua tartamuda hablará con fluidez y claridad.
5 Ya no se llamará noble al necio
ni será respetado el canalla.
6 Porque el necio profiere necedades,
y su mente maquina iniquidad;
practica la impiedad,
y habla falsedades contra el Señor;
deja con hambre al hambriento,
y le niega el agua al sediento.
7 El canalla recurre a artimañas malignas,
y trama designios infames;
destruye a los pobres con mentiras,
aunque el necesitado reclama justicia.
8 El noble, por el contrario,
concibe nobles planes,
y en sus nobles acciones se afirma.
Las mujeres de Jerusalén
9 Mujeres despreocupadas,
¡levantaos y escuchadme!
Hijas que os sentís tan confiadas,
¡prestad atención a lo que voy a deciros!
10 Vosotras, que os sentís tan confiadas,
en poco más de un año temblaréis;
porque fallará la vendimia,
y no llegará la cosecha.
11 Mujeres despreocupadas, ¡estremeceos!
Vosotras, que os sentís tan confiadas,
¡poneos a temblar!
Desvestíos, desnudaos;
poneos ropa de luto.
12 Golpeaos el pecho,
por los campos agradables,
por los viñedos fértiles,
13 por el suelo de mi pueblo
cubierto de espinos y de zarzas,
por todas las casas donde hay alegría
y por esta ciudad donde hay diversión.
14 La fortaleza será abandonada,
y desamparada la ciudad populosa;
para siempre convertidas en cuevas
quedarán la ciudadela y la atalaya;
convertidas en deleite de asnos,
en pastizal de rebaños,
15 hasta que desde lo alto
el Espíritu sea derramado sobre nosotros.
Entonces el desierto se volverá un campo fértil,
y el campo fértil se convertirá en bosque.
16 La justicia morará en el desierto,
y en el campo fértil habitará la rectitud.
17 El producto de la justicia será la paz;
tranquilidad y seguridad perpetuas serán su fruto.
18 Mi pueblo habitará en un lugar de paz,
en moradas seguras,
en serenos lugares de reposo.
19 Aunque el granizo arrase el bosque
y la ciudad sea completamente allanada,
20 ¡dichosos vosotros,
los que sembráis junto al agua,
y dejáis sueltos al buey y al asno!
Angustia y auxilio
33 ¡Ay de ti, destructor, que no has sido destruido!
¡Ay de ti, traidor, que no has sido traicionado!
Cuando dejes de destruir, te destruirán;
cuando dejes de traicionar, te traicionarán.
2 Señor, ten compasión de nosotros;
pues en ti esperamos.
Sé nuestra fortaleza[c] cada mañana,
nuestra salvación en tiempo de angustia.
3 Al estruendo de tu voz, huyen los pueblos;
cuando te levantas, se dispersan las naciones.
4 Vuestros despojos se recogen
como si fueran devorados por orugas;
sobre ellos se lanza el enemigo
como una nube de langostas.
5 Exaltado es el Señor porque mora en las alturas,
y llena a Sión de justicia y rectitud.
6 Él será la seguridad de tus tiempos,
te dará en abundancia salvación, sabiduría y conocimiento;
el temor del Señor será tu tesoro.
7 ¡Mirad cómo gritan sus valientes en las calles!
¡amargamente lloran los mensajeros de paz!
8 Los caminos están desolados,
nadie transita por los senderos.
El pacto se ha quebrantado,
se desprecia a los testigos,[d]
¡a nadie se respeta!
9 La tierra está de luto y languidece;
el Líbano se avergüenza y se marchita;
Sarón es como un desierto;
Basán y el Carmelo pierden su follaje.
10 «Ahora me levantaré —dice el Señor—.
Ahora seré exaltado,
ahora seré ensalzado.
11 Vosotros concebís cizaña
y dais a luz paja;
¡pero el fuego de mi aliento os consumirá!
12 Los pueblos serán calcinados,
como espinos cortados arderán en el fuego».
13 Vosotros, que estáis lejos,
oíd lo que he hecho;
y vosotros, que estáis cerca,
reconoced mi poder.
14 Los pecadores están aterrados en Sión;
el temblor atrapa a los impíos:
«¿Quién de nosotros puede habitar
en el fuego consumidor?
¿Quién de nosotros puede habitar
en la hoguera eterna?»
15 Solo el que procede con justicia
y habla con rectitud,
el que rechaza la ganancia de la extorsión
y se sacude las manos para no aceptar soborno,
el que no presta oído a las conjuras de asesinato
y cierra los ojos para no contemplar el mal.
16 Este tal morará en las alturas;
tendrá como refugio una fortaleza de rocas,
se le proveerá de pan,
y no le faltará el agua.
17 Tus ojos verán al rey en su esplendor
y contemplarán una tierra que se extiende hasta muy lejos.
18 Dentro de ti meditarás acerca del terror, y dirás:
«¿Dónde está el contable?
¿Dónde el recaudador de impuestos?
¿Dónde el que lleva el registro de las torres?»
19 No verás más a ese pueblo insolente,
a ese pueblo de idioma confuso,
de lengua extraña e incomprensible.
20 Mira a Sión, la ciudad de nuestras fiestas;
tus ojos verán a Jerusalén,
morada apacible, campamento bien plantado;
sus estacas jamás se arrancarán,
ni se romperá ninguna de sus sogas.
21 Allí el Señor nos mostrará su poder.
Será como un lugar de anchos ríos y canales.
Ningún barco de remos surcará sus aguas,
ni barcos poderosos navegarán por ellas.
22 Porque el Señor es nuestro guía;
el Señor es nuestro gobernante.
El Señor es nuestro rey:
¡Él nos salvará!
23 Tus cuerdas se han aflojado:
No sostienen el mástil con firmeza
ni se despliegan las velas.
Abundante botín habrá de repartirse,
y aun los cojos se dedicarán al saqueo.
24 Ningún habitante dirá: «Estoy enfermo»;
y se perdonará la iniquidad del pueblo que allí habita.
Juicio contra las naciones
34 Naciones, ¡acercaos a escuchar!
Pueblos, ¡prestad atención!
¡Que lo oiga la tierra, y todo lo que hay en ella;
el mundo, y todo lo que él produce!
2 El Señor está enojado con todas las naciones,
airado con todos sus ejércitos.
Él los ha destruido por completo,
los ha entregado a la matanza.
3 Serán arrojados sus muertos,
hedor despedirán sus cadáveres,
su sangre derretirá las montañas.
4 Se desintegrarán todos los astros del cielo
y se enrollará el cielo como un pergamino;
toda la multitud de astros perderá su brillo,
como lo pierde la hoja marchita de la vid,
o los higos secos de la higuera.
5 Mi espada se ha embriagado en el cielo;
mirad cómo desciende en juicio sobre Edom,
pueblo que he condenado a la destrucción total.
6 La espada del Señor está bañada en sangre,
en la sangre de cabras y corderos;
cubierta está de grasa,
de la grasa de los riñones de carneros.
Porque el Señor celebra un sacrificio en Bosra
y una gran matanza en tierra de Edom.
7 Y con ellos caerán los búfalos,
los terneros y los toros.
Su tierra quedará empapada en sangre,
y su polvo se llenará de grasa.
8 Porque el Señor celebra un día de venganza,
un año de desagravio
para defender la causa de Sión.
9 Los arroyos de Edom se volverán ríos de brea,
su polvo se convertirá en azufre
y ardiente brea se volverá su tierra.
10 Ni de día ni de noche se extinguirá,
y su humo subirá por siempre.
Quedará desolada por todas las generaciones;
nunca más transitará nadie por ella.
11 Se adueñarán de ella el pelícano y el erizo;
anidarán allí el búho y el cuervo.
Dios extenderá sobre Edom
el cordel del caos
y la plomada de la desolación.
12 Sus nobles no tendrán allí
nada que pueda llamarse reino;
todos sus príncipes desaparecerán.
13 Los espinos invadirán sus palacios;
las ortigas y las zarzas, sus fortalezas.
Se volverá guarida de chacales
y nido de avestruces.
14 Las fieras del desierto se juntarán con las hienas,
y las cabras monteses se llamarán unas a otras;
allí también reposarán las aves nocturnas
y encontrarán un lugar de descanso.
15 Allí el búho anidará y pondrá sus huevos;
bajo sus alas incubará y cuidará a sus crías.
También allí se reunirán los buitres,
cada cual con su pareja.
16 Consultad el libro del Señor y leed:
Ninguno de estos animales faltará;
cada cual tendrá su pareja.
El Señor mismo ha dado la orden,
y su Espíritu los ha de reunir.
17 Él les ha asignado sus lugares;
su mano les señaló su territorio.
Ellos los poseerán para siempre,
y morarán allí por todas las generaciones.
La alegría de los redimidos
35 Se alegrarán el desierto y el sequedal;
se regocijará el desierto
y florecerá como el azafrán.
2 Florecerá y se regocijará:
¡gritará de alegría!
Se le dará la gloria del Líbano,
y el esplendor del Carmelo y de Sarón.
Ellos verán la gloria del Señor,
el esplendor de nuestro Dios.
3 Fortaleced las manos débiles,
afirmad las rodillas temblorosas;
4 decid a los de corazón temeroso:
«Sed fuertes, no tengáis miedo.
Vuestro Dios vendrá,
vendrá con venganza;
con retribución divina
vendrá a salvaros».
5 Se abrirán entonces los ojos de los ciegos
y se destaparán los oídos de los sordos;
6 saltará el cojo como un ciervo,
y gritará de alegría la lengua del mudo.
Porque aguas brotarán en el desierto,
y torrentes en el sequedal.
7 La arena ardiente se convertirá en estanque,
la tierra sedienta, en manantiales burbujeantes.
Las guaridas donde se tendían los chacales
serán morada de juncos y papiros.
8 Habrá allí una calzada
que será llamada Camino de santidad.
No viajarán por ella los impuros,
ni transitarán por ella los necios;
será solo para los que siguen el camino.
9 No habrá allí ningún león,
ni bestia feroz que por él pase;
¡Allí no se los encontrará!
¡Por allí pasarán solamente los redimidos!
10 Y volverán los rescatados por el Señor,
y entrarán en Sión con cantos de alegría,
coronados de una alegría eterna.
Los alcanzarán la alegría y el regocijo,
y se alejarán la tristeza y el gemido.
Senaquerib amenaza a Jerusalén(A)
36 En el año catorce del reinado de Ezequías, Senaquerib, rey de Asiria, atacó y tomó todas las ciudades fortificadas de Judá. 2 Desde Laquis, el rey de Asiria envió a su comandante en jefe,[e] al frente de un gran ejército, para hablar con el rey Ezequías en Jerusalén. Cuando el comandante se detuvo en el acueducto del estanque superior, en el camino que lleva al Campo del Lavandero, 3 salió a recibirlo Eliaquín hijo de Jilquías, que era el administrador del palacio, junto con el cronista Sebna y el secretario Joa hijo de Asaf.
4 El comandante en jefe les dijo:
―Decid a Ezequías que así dice el gran rey, el rey de Asiria: “¿En qué se basa tu confianza? 5 Tú dices[f] que tienes estrategia y fuerza militar, pero estas no son más que palabras sin fundamento. ¿En quién confías, que te rebelas contra mí? 6 Mira, tú confías en Egipto, ¡ese bastón de caña astillada, que traspasa la mano y hiere al que se apoya en él! Porque eso es el faraón, el rey de Egipto, para todos los que en él confían. 7 Y, si tú me dices: ‘Nosotros confiamos en el Señor, nuestro Dios’, ¿no se trata acaso, Ezequías, del Dios cuyos altares y santuarios paganos tú mismo quitaste, diciendo a Judá y a Jerusalén: ‘Debéis adorar solamente ante este altar’?”
8 »Ahora bien, Ezequías, haz este trato con mi señor, el rey de Asiria: Yo te doy dos mil caballos si tú consigues otros tantos jinetes para montarlos. 9 ¿Cómo podrás rechazar el ataque de uno solo de los funcionarios más insignificantes de mi señor, si confías en obtener de Egipto carros de combate y jinetes? 10 ¿Acaso he venido a atacar y a destruir esta tierra sin el apoyo del Señor? ¡Si fue él mismo quien me ordenó: “Marcha contra este país y destrúyelo”!»
11 Eliaquín, Sebna y Joa le dijeron al comandante en jefe:
―Por favor, habla a tus siervos en arameo, ya que lo entendemos. No nos hables en hebreo, que el pueblo que está sobre el muro nos escucha.
12 Pero el comandante en jefe respondió:
―¿Acaso mi señor me envió a deciros estas cosas solo a ti y a tu señor, y no a los que están sentados en el muro? ¡Si tanto ellos como vosotros tendréis que comer vuestro excremento y beber vuestra orina!
13 Dicho esto, el comandante en jefe se puso de pie y a voz alta gritó en hebreo:
―¡Oíd las palabras del gran rey, el rey de Asiria! 14 Así dice el rey: “No os dejéis engañar por Ezequías. ¡Él no puede libraros! 15 No dejéis que Ezequías os persuada a confiar en el Señor, diciendo: ‘Sin duda el Señor nos librará; ¡esta ciudad no caerá en manos del rey de Asiria!’ ”
16 »No hagáis caso a Ezequías. Así dice el rey de Asiria: “Haced las paces conmigo, y rendíos. De este modo cada uno podrá comer de su vid y de su higuera, y beber agua de su propio pozo, 17 hasta que yo venga y os lleve a un país como el vuestro, país de grano y de mosto, de pan y de viñedos”.
18 »No os dejéis seducir por Ezequías cuando dice: “El Señor nos librará”. ¿Acaso alguno de los dioses de las naciones pudo librar a su país de las manos del rey de Asiria? 19 ¿Dónde están los dioses de Jamat y de Arfad? ¿Dónde están los dioses de Sefarvayin? ¿Acaso libraron a Samaria de mis manos? 20 ¿Cuál de todos los dioses de estos países ha podido salvar de mis manos a su país? ¿Cómo entonces podrá el Señor librar de mis manos a Jerusalén?»
21 Pero el pueblo permaneció en silencio y no respondió ni una sola palabra, porque el rey había ordenado: «No le respondáis».
22 Entonces Eliaquín hijo de Jilquías, administrador del palacio, el cronista Sebna y el secretario Joa hijo de Asaf, con las vestiduras rasgadas en señal de duelo, fueron a ver a Ezequías y le contaron lo que había dicho el comandante en jefe.
Se profetiza la liberación de Jerusalén(B)
37 Cuando el rey Ezequías escuchó esto, se rasgó las vestiduras, se vistió de luto y fue al templo del Señor. 2 Además, envió a Eliaquín, administrador del palacio, al cronista Sebna y a los sacerdotes más ancianos, todos vestidos de luto, para hablar con el profeta Isaías hijo de Amoz. 3 Y le dijeron: «Así dice Ezequías: “Hoy es un día de angustia, castigo y deshonra, como cuando los hijos están a punto de nacer y no se tienen fuerzas para darlos a luz. 4 Tal vez el Señor tu Dios oiga las palabras del comandante en jefe, a quien su señor, el rey de Asiria, envió para insultar al Dios viviente. ¡Que el Señor tu Dios lo castigue por las palabras que ha oído! Eleva, pues, una oración por el remanente del pueblo que aún sobrevive”».
5 Cuando los funcionarios del rey Ezequías fueron a ver a Isaías, 6 este les dijo: «Decid a vuestro señor que así dice el Señor: “No temas por las blasfemias que has oído, y que han pronunciado contra mí los siervos del rey de Asiria. 7 ¡Mira! Voy a poner un espíritu en él, de manera que cuando oiga cierto rumor regrese a su propio país. ¡Allí haré que lo maten a filo de espada!”»
8 Cuando el comandante en jefe se enteró de que el rey de Asiria había salido de Laquis, se retiró y encontró al rey luchando contra Libná.
9 Luego Senaquerib recibió el informe de que Tiracá, rey de Cus, había salido para luchar contra él. Al enterarse de esto, envió mensajeros a Ezequías 10 para que le dijeran: «Tú, Ezequías, rey de Judá: No dejes que tu Dios, en quien confías, te engañe cuando dice: “No caerá Jerusalén en manos del rey de Asiria”. 11 Sin duda te habrás enterado de lo que han hecho los reyes de Asiria en todos los países, destruyéndolos por completo. ¿Y acaso vas tú a librarte? 12 ¿Libraron sus dioses a las naciones que mis antepasados han destruido: Gozán, Jarán, Résef y la gente de Edén que vivía en Telasar? 13 ¿Dónde están el rey de Jamat, el rey de Arfad, el rey de la ciudad de Sefarvayin, o de Hená o Ivá?»
Oración de Ezequías(C)
14 Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros, y la leyó. Luego subió al templo del Señor, la desplegó delante del Señor, 15 y oró así: 16 «Señor Todopoderoso, Dios de Israel, entronizado sobre los querubines: solo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra. Tú has hecho los cielos y la tierra. 17 Presta atención, Señor, y escucha; abre tus ojos, Señor, y mira; escucha todas las palabras que Senaquerib ha mandado a decir para insultar al Dios viviente.
18 »Es verdad, Señor, que los reyes asirios han asolado todas estas naciones y sus tierras. 19 Han arrojado al fuego sus dioses, y los han destruido, porque no eran dioses, sino solo madera y piedra, obra de manos humanas. 20 Ahora, pues, Señor y Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que todos los reinos de la tierra sepan que solo tú, Señor, eres Dios».[g]
Muerte de Senaquerib(D)
21 Entonces Isaías hijo de Amoz envió este mensaje a Ezequías: «Así dice el Señor, Dios de Israel: “Por cuanto me has rogado respecto a Senaquerib, rey de Asiria, 22 esta es la palabra que yo, el Señor, he pronunciado contra él:
»”La virginal hija de Sión
te desprecia y se burla de ti.
La hija de Jerusalén
menea la cabeza al verte huir.
23 ¿A quién has insultado?
¿Contra quién has blasfemado?
¿Contra quién has alzado la voz
y levantado los ojos con orgullo?
¡Contra el Santo de Israel!
24 Has enviado a tus siervos
a insultar al Señor, diciendo:
‘Con mis numerosos carros de combate
escalé las cumbres de las montañas,
¡las laderas del Líbano!
Talé sus cedros más altos,
sus cipreses más selectos.
Alcancé sus cumbres más lejanas,
y sus bosques más frondosos.
25 Cavé pozos en tierras extranjeras,[h]
y en esas aguas apagué mi sed.
Con las plantas de mis pies
sequé todos los ríos de Egipto’.
26 »”¿No te has dado cuenta?
¡Hace mucho tiempo que lo he preparado!
Desde tiempo atrás lo vengo planeando,
y ahora lo he llevado a cabo;
por eso tú has dejado en ruinas
a las ciudades fortificadas.
27 Sus habitantes, impotentes,
están desalentados y avergonzados.
Son como plantas en el campo,
como tiernos pastos verdes,
como hierba que brota sobre el techo
y que se quema[i] antes de crecer.
28 »”Yo sé bien cuándo te sientas,
cuándo sales, cuándo entras,
y cuánto ruges contra mí.
29 Porque has rugido contra mí
y tu insolencia ha llegado a mis oídos,
te pondré una argolla en la nariz
y un freno en la boca,
y por el mismo camino por donde viniste
te haré regresar.
30 »”Esta será la señal para ti, Ezequías:
»”Este año comeréis lo que crezca por sí solo,
y el segundo año lo que de allí brote.
Pero al tercer año sembraréis y cosecharéis,
plantaréis viñas y comeréis su fruto.
31 Una vez más los sobrevivientes de la tribu de Judá
echarán raíces abajo, y arriba darán fruto.
32 Porque de Jerusalén saldrá un remanente,
del monte Sión un grupo de sobrevivientes.
Esto lo hará mi celo,
celo del Señor Todopoderoso.
33 »”Yo, el Señor, declaro esto acerca del rey de Asiria:
»”No entrará en esta ciudad,
ni lanzará contra ella una sola flecha.
No se enfrentará a ella con escudos,
ni construirá contra ella una rampa de asalto.
34 Volverá por el mismo camino que vino;
¡en esta ciudad no entrará!
Yo, el Señor, lo afirmo.
35 Por mi causa, y por consideración a David mi siervo,
defenderé esta ciudad y la salvaré”».
36 Entonces el ángel del Señor salió y mató a ciento ochenta y cinco mil hombres del campamento asirio. A la mañana siguiente, cuando los demás se levantaron, ¡allí estaban tendidos todos los cadáveres! 37 Así que Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento y se retiró. Volvió a Nínive y permaneció allí. 38 Pero un día, mientras adoraba en el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adramélec y Sarézer lo mataron a espada y escaparon a la tierra de Ararat. Y su hijo Esarjadón lo sucedió en el trono.
Enfermedad de Ezequías(E)
38 Por aquellos días, Ezequías enfermó gravemente y estuvo a punto de morir. El profeta Isaías hijo de Amoz fue a verlo y le dijo: «Así dice el Señor: “Pon tu casa en orden, porque vas a morir; no te recuperarás”».
2 Ezequías volvió el rostro hacia la pared y le rogó al Señor: 3 «Recuerda, Señor, que yo me he conducido delante de ti con lealtad y con un corazón íntegro, y que he hecho lo que te agrada». Y Ezequías lloró amargamente.
4 Entonces la palabra del Señor vino a Isaías: 5 «Ve y dile a Ezequías que así dice el Señor, Dios de su antepasado David: “He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas; voy a darte quince años más de vida. 6 Y a ti y a esta ciudad os libraré de caer en manos del rey de Asiria. Yo defenderé esta ciudad. 7 Y esta es la señal que te daré para confirmar lo que te he prometido: 8 Haré que en la escalera de Acaz la sombra del sol retroceda las diez gradas que ya ha bajado”». ¡Y la luz del sol retrocedió las diez gradas que ya había bajado!
Escrito de Ezequías
9 Después de su enfermedad y recuperación, Ezequías, rey de Judá, escribió:
10 «Yo decía: “¿Debo, en la plenitud de mi vida,
pasar por las puertas del sepulcro
y ser privado del resto de mis días?”
11 Yo decía: “Ya no veré más al Señor
en esta tierra de los vivientes;
ya no contemplaré más a los seres humanos,
a los que habitan este mundo”.[j]
12 Me quitaron mi casa, me la arrebataron,
como si fuera la tienda de un pastor.
Como un tejedor, enrollé mi vida,
y él me la arrancó del telar.
¡De la noche a la mañana acabó conmigo!
13 Pacientemente esperé hasta la aurora,
pero él, como león, me quebró todos los huesos.
¡De la noche a la mañana acabó conmigo!
14 Chillé como golondrina, como grulla;
¡me quejé como paloma!
Mis ojos se cansaron de mirar al cielo.
¡Angustiado estoy, Señor!
¡Acude en mi ayuda!
15 »Pero ¿qué puedo decir?
Él mismo me lo anunció, y así lo ha hecho.
La amargura de mi alma
me ha quitado el sueño.
16 Señor, por tales cosas viven los hombres,
y también mi espíritu encuentra vida en ellas.
Tú me devolviste la salud
y me diste vida.
17 Sin duda, fue para mi bien
pasar por tal angustia.
Con tu amor me guardaste
de la fosa destructora,
y les diste la espalda a mis pecados.
18 El sepulcro nada te agradece;
la muerte no te alaba.
Los que descienden a la fosa
nada esperan de tu fidelidad.
19 Los que viven, y solo los que viven,
son los que te alaban,
como hoy te alabo yo.
Todo padre hablará a sus hijos
acerca de tu fidelidad.
20 »El Señor me salvará,
y en el templo del Señor
todos los días de nuestra vida
cantaremos con instrumentos de cuerda».
21 Isaías había dicho: «Preparad una pasta de higos, aplicádsela en la llaga, y él se recuperará».
22 Y Ezequías había preguntado: «¿Qué señal recibiré de que se me permitirá subir al templo del Señor?»
Mensajeros de Babilonia(F)
39 En aquel tiempo Merodac Baladán hijo de Baladán, rey de Babilonia, envió cartas y un regalo a Ezequías, porque supo que había estado enfermo y que se había recuperado. 2 Ezequías se alegró al recibir esto, y mostró a los mensajeros todos sus tesoros: la plata, el oro, las especias, el aceite fino, todo su arsenal y todo lo que había en ellos. No hubo nada en su palacio ni en todo su reino que Ezequías no les mostrara.
3 Entonces el profeta Isaías fue a ver al rey Ezequías y le preguntó:
―¿Qué querían esos hombres? ¿De dónde vinieron?
―De un país lejano —respondió Ezequías—. Vinieron a verme desde Babilonia.
4 ―¿Y qué vieron en tu palacio? —preguntó el profeta.
―Vieron todo lo que hay en él —contestó Ezequías—. No hay nada en mis tesoros que yo no les haya mostrado.
5 Entonces Isaías le dijo:
―Oye la palabra del Señor Todopoderoso: 6 “Sin duda vendrán días en que todo lo que hay en tu palacio, y todo lo que tus antepasados atesoraron hasta el día de hoy, será llevado a Babilonia. No quedará nada —dice el Señor—. 7 Y algunos de tus hijos y de tus descendientes serán llevados para servir como eunucos en el palacio del rey de Babilonia”.
8 ―El mensaje del Señor que tú me has traído es bueno —respondió Ezequías.
Y es que pensaba: «Al menos, mientras yo viva habrá paz y seguridad».
Consuelo para el pueblo de Dios
40 ¡Consolad, consolad a mi pueblo!
—dice vuestro Dios—.
2 Hablad con cariño a Jerusalén,
y anunciadle
que ya ha cumplido su tiempo de servicio,
que ya ha pagado por su iniquidad,
que ya ha recibido de la mano del Señor
el doble por todos sus pecados.
3 Una voz proclama:
«Preparad en el desierto
un camino para el Señor;
enderezad en la estepa
un sendero para nuestro Dios.
4 Que se levanten todos los valles,
y se allanen todos los montes y colinas;
que el terreno escabroso se nivele
y se alisen las quebradas.
5 Entonces se revelará la gloria del Señor,
y la verá toda la humanidad.
El Señor mismo lo ha dicho».
6 Una voz dice: «Proclama».
«¿Y qué voy a proclamar?», respondo yo.[k]
«Que todo mortal es como la hierba,
y toda su gloria como la flor del campo.
7 La hierba se seca y la flor se marchita,
porque el aliento del Señor sopla sobre ellas.
Sin duda, el pueblo es hierba.
8 La hierba se seca y la flor se marchita,
pero la palabra de nuestro Dios
permanece para siempre».
9 Sión, portadora de buenas noticias,
¡súbete a una alta montaña!
Jerusalén, portadora de buenas noticias,
¡alza con fuerza tu voz!
Álzala, no temas;
di a las ciudades de Judá:
«¡Aquí está vuestro Dios!»
10 Mirad, el Señor omnipotente llega con poder,
y con su brazo gobierna.
Su galardón lo acompaña;
su recompensa lo precede.
11 Como un pastor que cuida su rebaño,
recoge los corderos en sus brazos;
los lleva junto a su pecho,
y guía con cuidado a las recién paridas.
12 ¿Quién ha medido las aguas con la palma de su mano,
y abarcado entre sus dedos la extensión de los cielos?
¿Quién metió en una medida el polvo de la tierra?
¿Quién pesó en una balanza las montañas y los cerros?
13 ¿Quién puede medir el alcance del espíritu del Señor,
o quién puede servirle de consejero?
14 ¿A quién consultó el Señor para ilustrarse,
y quién le enseñó el camino de la justicia?
¿Quién le impartió conocimiento
o le hizo conocer la senda de la inteligencia?
15 A los ojos de Dios, las naciones son
como una gota de agua en un balde,
como una mota de polvo en una balanza.
El Señor pesa las islas
como si fueran polvo fino.
16 El Líbano no alcanza para el fuego de su altar,
ni todos sus animales para los holocaustos.
17 Todas las naciones no son nada en su presencia;
no tienen para él valor alguno.
18 ¿Con quién compararéis a Dios?
¿Con qué imagen lo representaréis?
19 Al ídolo, un escultor lo funde;
un joyero lo enchapa en oro
y le labra cadenas de plata.
20 El que es muy pobre para ofrendar
escoge madera que no se pudra,
y busca un hábil artesano
para erigir un ídolo que no se caiga.
21 ¿Acaso vosotros no lo sabíais?
¿No os habíais enterado?
¿No se os dijo desde el principio?
¿No lo entendisteis desde la fundación del mundo?
22 Él reina sobre la bóveda de la tierra,
cuyos habitantes son como langostas.
Él extiende los cielos como un toldo,
y los despliega como una tienda para ser habitada.
23 Él anula a los poderosos,
y a nada reduce a los gobernantes de este mundo.
24 Escasamente han sido plantados,
apenas han sido sembrados,
apenas echan raíces en la tierra,
cuando él sopla sobre ellos y se marchitan;
¡y el huracán los arrasa como paja!
25 «¿Con quién, entonces, me compararéis?
¿Quién es como yo?», dice el Santo.
26 Alzad los ojos y mirad a los cielos:
¿Quién ha creado todo esto?
El que ordena la multitud de estrellas una por una,
y llama a cada una por su nombre.
¡Es tan grande su poder, y tan poderosa su fuerza,
que no falta ninguna de ellas!
27 ¿Por qué murmuras, Jacob?
¿Por qué refunfuñas, Israel:
«Mi camino está escondido del Señor;
mi Dios ignora mi derecho»?
28 ¿Acaso no lo sabes?
¿Acaso no te has enterado?
El Señor es el Dios eterno,
creador de los confines de la tierra.
No se cansa ni se fatiga,
y su inteligencia es insondable.
29 Él fortalece al cansado
y acrecienta las fuerzas del débil.
30 Aun los jóvenes se cansan, se fatigan,
y los muchachos tropiezan y caen;
31 pero los que confían en el Señor
renovarán sus fuerzas;
volarán como las águilas:
correrán y no se fatigarán,
caminarán y no se cansarán.
El amparo de Israel
41 «¡Callad en mi presencia, costas lejanas!
¡Naciones, renovad vuestras fuerzas!
Acercaos y hablad;
reunámonos para juicio.
2 »¿Quién ha hecho venir desde el oriente
a aquel que siempre sale victorioso?
Pone a las naciones en sus manos;
ante él los reyes se rinden.
Con su espada los vuelve polvo,
con su arco los dispersa como paja.
3 Con paso firme los persigue
por una senda que nunca antes pisó.
4 ¿Quién realizó esto? ¿Quién lo hizo posible?
¿Quién llamó a las generaciones desde el principio?
Yo, el Señor, soy el primero,
y seré el mismo hasta el fin».
5 Lo han visto las costas lejanas, y temen;
tiemblan los confines de la tierra.
¡Ya se acercan, ya vienen!
6 Cada uno ayuda a su compañero,
e infunde aliento a su hermano.
7 El artesano anima al joyero;
y el que martilla
le dice al que golpea el yunque:
«¡Es buena la soldadura!»;
luego asegura el ídolo con clavos
para que no se tambalee.
8 «Pero tú, Israel, mi siervo,
tú, Jacob, a quien he escogido,
simiente de Abraham, mi amigo:
9 Te tomé de los confines de la tierra,
te llamé de los rincones más remotos,
y te dije: “Tú eres mi siervo”.
Yo te escogí; no te rechacé.
10 Así que no temas, porque yo estoy contigo;
no te angusties, porque yo soy tu Dios.
Te fortaleceré y te ayudaré;
te sostendré con mi diestra victoriosa.
11 »Todos los que se enardecen contra ti
sin duda serán avergonzados y humillados;
los que se te oponen serán como nada,
como si no existieran.
12 Aunque busques a tus enemigos,
no los encontrarás.
Los que te hacen la guerra serán como nada,
como si no existieran.
13 Porque yo soy el Señor, tu Dios,
que sostiene tu mano derecha;
yo soy quien te dice:
“No temas, yo te ayudaré”.
14 No temas, gusano Jacob, pequeño Israel
—afirma el Señor—,
porque yo mismo te ayudaré;
¡el Santo de Israel es tu redentor!
15 »Te convertiré en una trilladora
nueva y afilada, de doble filo.
Trillarás las montañas y las harás polvo;
convertirás en paja las colinas.
16 Las aventarás y se las llevará el viento;
¡un vendaval las dispersará!
Pero tú te alegrarás en el Señor,
te gloriarás en el Santo de Israel.
17 »Los pobres y los necesitados buscan agua,
pero no la encuentran;
la sed les ha resecado la lengua.
Pero yo, el Señor, les responderé;
yo, el Dios de Israel, no los abandonaré.
18 Haré brotar ríos en las áridas cumbres,
y manantiales entre los valles.
Transformaré el desierto en estanques de agua,
y el sequedal en manantiales.
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