Bible in 90 Days
16 Luego Joyadá hizo un pacto con toda la gente y con el rey, para que fueran el pueblo del Señor. 17 Entonces toda la gente fue al templo de Baal y lo derribó. Destruyeron los altares y los ídolos, y en frente de los altares degollaron a Matán, sacerdote de Baal.
18 Después Joyadá apostó guardias en el templo del Señor, bajo las órdenes de los sacerdotes y levitas. A estos David les había asignado sus turnos para que ofrecieran al Señor los holocaustos, como está escrito en la ley de Moisés, y para que cantaran con gozo, como lo había ordenado David. 19 También colocó porteros junto a la entrada del templo del Señor, para que le impidieran el paso a todo el que estuviera impuro.
20 Acto seguido, Joyadá, acompañado de los capitanes, los nobles, los gobernadores y todo el pueblo, llevó al rey desde el templo del Señor hasta el palacio real, pasando por la puerta superior, y sentaron a Joás en el trono real. 21 Todo el pueblo estaba alegre, y tranquila la ciudad, pues habían matado a Atalía a filo de espada.
Joás, rey de Judá(A)(B)
24 Joás tenía siete años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén cuarenta años. Su madre era Sibia, oriunda de Berseba. 2 Mientras el sacerdote Joyadá vivió, Joás hizo lo que agradaba al Señor. 3 Joyadá eligió dos esposas para Joás, y con ellas Joás tuvo hijos e hijas.
4 Algún tiempo después, Joás decidió reparar el templo del Señor. 5 Reunió a los sacerdotes y a los levitas, y les dijo: «Id por las ciudades de Judá y recoged dinero de todos los israelitas, para reparar cada año el templo de vuestro Dios. Hacedlo inmediatamente».
Sin embargo, los levitas fueron negligentes. 6 Entonces el rey llamó al sumo sacerdote Joyadá y le dijo: «¿Por qué no has presionado a los levitas para que vayan y recojan en Judá y en Jerusalén la contribución que Moisés, siervo del Señor, y la asamblea de Israel impusieron para la Tienda del pacto?»
7 Resulta que la malvada Atalía y sus hijos habían destrozado el templo de Dios, y hasta habían ofrecido a los baales los objetos sagrados del templo del Señor. 8 Por eso el rey ordenó que se hiciera un cofre y se colocara fuera, junto a la puerta del templo del Señor. 9 Luego mandó que se pregonara por Judá y Jerusalén que trajeran al Señor la contribución que Moisés, siervo de Dios, había ordenado a Israel en el desierto.
10 Todos los jefes y todo el pueblo llevaron alegremente sus contribuciones, y las depositaron en el cofre hasta llenarlo. 11 Los levitas llevaban el cofre a los funcionarios del rey, para que lo examinaran. Cuando veían que había mucho dinero, se presentaban el secretario real y un oficial nombrado por el sumo sacerdote y, después de vaciar el cofre, volvían a colocarlo en su lugar. Esto lo hacían todos los días, y así recogieron mucho dinero. 12 El rey y Joyadá entregaban el dinero a los que supervisaban la restauración del templo del Señor, y estos contrataban canteros, carpinteros y expertos en el manejo del hierro y del bronce, para repararlo.
13 Los supervisores de la restauración trabajaron diligentemente hasta terminar la obra. Repararon el templo de Dios y lo dejaron en buen estado y conforme al diseño original. 14 Cuando terminaron, le llevaron al rey y a Joyadá el dinero que sobró, y estos lo utilizaron para hacer utensilios para el templo del Señor: utensilios para el culto y para los holocaustos, y cucharones y vasos de oro y de plata.
Todos los días, mientras Joyadá vivió, se ofrecieron holocaustos en el templo del Señor. 15 Pero Joyadá envejeció, y murió muy anciano. Cuando murió, tenía ciento treinta años. 16 Fue sepultado junto con los reyes en la Ciudad de David, porque había servido bien a Israel y a Dios y su templo.
Depravación de Joás
17 Después de que Joyadá murió, los jefes de Judá se presentaron ante el rey para rendirle homenaje, y él escuchó sus consejos. 18 Abandonaron el templo del Señor, Dios de sus antepasados, y adoraron las imágenes de Aserá y de los ídolos. Debido a este pecado, la ira de Dios cayó sobre Judá y Jerusalén. 19 El Señor les envió profetas para que los exhortaran a volver a él, pero no les hicieron caso.
20 El Espíritu de Dios vino sobre Zacarías, hijo del sacerdote Joyadá, y este, presentándose ante el pueblo, declaró: «Así dice Dios el Señor: ¿Por qué desobedecéis mis mandamientos? De ese modo no prosperaréis. Como me habéis abandonado, yo también os abandonaré».
21-22 Pero ellos conspiraron contra Zacarías hijo de Joyadá y, por orden del rey, lo mataron a pedradas en el atrio del templo del Señor. Así fue como el rey Joás no tomó en cuenta la bondad de Joyadá y mató a Zacarías, quien al morir dijo: «¡Que el Señor vea esto y te juzgue!»
23 Al cabo de un año, las tropas sirias marcharon contra Joás, invadieron Judá y Jerusalén y, después de matar a los jefes del pueblo, enviaron todo el botín al rey de Damasco. 24 Aunque el ejército sirio era pequeño, el Señor permitió que derrotara a un ejército muy numeroso, porque los habitantes de Judá habían abandonado al Señor, Dios de sus antepasados. De esta manera, Joás recibió el castigo que merecía.
25 Cuando los sirios se retiraron, dejando a Joás gravemente herido, sus siervos conspiraron contra él y lo mataron en su propia cama, vengando así la muerte del hijo del sacerdote Joyadá. Luego lo sepultaron en la Ciudad de David, pero no en el panteón de los reyes. 26 Los que conspiraron contra Joás fueron Zabad, hijo de Simat el amonita, y Jozabad, hijo de Simrit el moabita.
27 Todo lo relacionado con los hijos de Joás, con las muchas profecías en su contra y con la restauración del templo de Dios, está escrito en el comentario sobre el libro de los reyes. Su hijo Amasías le sucedió en el trono.
Amasías, rey de Judá(C)(D)(E)
25 Amasías tenía veinticinco años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén veintinueve años. Su madre era Joadán, oriunda de Jerusalén. 2 Amasías hizo lo que agrada al Señor, aunque no de todo corazón. 3 Después de afianzarse en el poder, Amasías mató a los ministros que habían asesinado a su padre el rey. 4 Sin embargo, según lo que ordenó el Señor, no mató a los hijos de los asesinos, pues está escrito en el libro de la ley de Moisés: «A los padres no se les dará muerte por la culpa de sus hijos, ni a los hijos se les dará muerte por la culpa de sus padres, sino que cada uno morirá por su propio pecado».[a]
5 Amasías reunió a los de Judá, y puso al frente de todo Judá y Benjamín jefes de mil y de cien soldados, agrupados según sus familias patriarcales. Censó a los hombres mayores de veinte años, y resultó que había trescientos mil hombres aptos para ir a la guerra y capaces de manejar la lanza y el escudo. 6 Además, por la suma de tres mil trescientos kilos[b] de plata, contrató a cien mil guerreros valientes de Israel.
7 Pero un hombre de Dios fue a verlo y le dijo:
―Oh rey, no permitas que el ejército de Israel vaya contigo, porque el Señor no está con esos efraimitas. 8 Si tú vas con ellos, Dios te derribará delante de tus enemigos aunque luches valerosamente, porque Dios tiene poder para ayudar y poder para derribar.
9 Amasías le preguntó al hombre de Dios:
―¿Qué va a pasar con los tres mil trescientos kilos de plata que pagué al ejército de Israel?
―El Señor puede darte mucho más que eso —respondió.
10 Entonces Amasías dio de baja a las tropas israelitas que habían llegado de Efraín, y las hizo regresar a su país. A raíz de eso, las tropas se enojaron mucho con Judá y regresaron furiosas a sus casas.
11 Armándose de valor, Amasías guio al ejército hasta el valle de la Sal, donde mató a diez mil hombres de Seír. 12 El ejército de Judá capturó vivos a otros diez mil. A estos los hicieron subir a la cima de una roca, y desde allí los despeñaron. Todos murieron destrozados.
13 Mientras esto sucedía, las tropas que Amasías había dado de baja se lanzaron contra las ciudades de Judá, y desde Samaria hasta Bet Jorón mataron a tres mil personas y se llevaron un enorme botín.
14 Cuando Amasías regresó de derrotar a los edomitas, se llevó consigo los dioses de los habitantes de Seír y los adoptó como sus dioses, adorándolos y quemándoles incienso. 15 Por eso el Señor se encendió en ira contra Amasías y le envió un profeta con este mensaje:
―¿Por qué sigues a unos dioses que no pudieron librar de tus manos a su propio pueblo?
16 El rey interrumpió al profeta y le replicó:
―¿Y quién te ha nombrado consejero del rey? Si no quieres que te maten, ¡no sigas fastidiándome!
El profeta se limitó a añadir:
―Solo sé que, por haber hecho esto y por no seguir mi consejo, Dios ha resuelto destruirte.
17 Sin embargo, Amasías, rey de Judá, siguiendo el consejo de otros, envió mensajeros a Joás, hijo de Joacaz y nieto de Jehú, rey de Israel, con este reto: «¡Ven acá, para que nos enfrentemos!»
18 Pero Joás, rey de Israel, le respondió a Amasías, rey de Judá: «El cardo del Líbano le mandó este mensaje al cedro: “¡Entrega tu hija como esposa a mi hijo!” Pero luego pasaron por allí las fieras del Líbano, y aplastaron el cardo. 19 Tú te jactas de haber derrotado a los edomitas; ¡el éxito se te ha subido a la cabeza! Está bien, jáctate si quieres, pero quédate en casa. ¿Para qué provocas una desgracia que significará tu perdición y la de Judá?»
20 Como estaba en los planes de Dios entregar a Amasías en poder del enemigo por haber seguido a los dioses de Edom, Amasías no le hizo caso a Joás. 21 Entonces Joás, rey de Israel, marchó a Bet Semes, que está en Judá, para enfrentarse con él. 22 Los israelitas batieron a los de Judá, y estos huyeron a sus hogares. 23 En Bet Semes, Joás, rey de Israel, capturó a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás y nieto de Joacaz.[c] Luego fue a Jerusalén y derribó ciento ochenta metros[d] de la muralla, desde la puerta de Efraín hasta la puerta de la Esquina. 24 Además, se apoderó de todo el oro, la plata y los utensilios que estaban en el templo de Dios bajo el cuidado de Obed Edom. También se llevó los tesoros del palacio real, tomó rehenes y regresó a Samaria.
25 Amasías hijo de Joás, rey de Judá, sobrevivió quince años a Joás hijo de Joacaz, rey de Israel. 26 Los demás acontecimientos del reinado de Amasías, desde el primero hasta el último, están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel. 27 Desde el momento en que Amasías abandonó al Señor, se tramó una conspiración contra él en Jerusalén. Entonces Amasías huyó a Laquis, pero lo persiguieron y allí lo mataron. 28 Luego lo llevaron a caballo hasta la capital de Judá, donde fue sepultado con sus antepasados.
Uzías, rey de Judá(F)(G)
26 Todo el pueblo de Judá tomó entonces a Uzías, que tenía dieciséis años, y lo proclamó rey en lugar de su padre Amasías. 2 Y fue Uzías quien, después de la muerte del rey Amasías, reconstruyó la ciudad de Elat y la reintegró a Judá.
3 Uzías tenía dieciséis años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén cincuenta y dos años. Su madre era Jecolías, oriunda de Jerusalén. 4 Uzías hizo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el buen ejemplo de su padre Amasías 5 y, mientras vivió Zacarías, quien lo instruyó en el temor de Dios, se empeñó en buscar al Señor. Mientras Uzías buscó a Dios, Dios le dio prosperidad.
6 Uzías marchó contra los filisteos, y destruyó los muros de Gat, Jabnia y Asdod. Además, construyó ciudades en la región de Asdod, entre los filisteos. 7 Dios lo ayudó en su guerra contra los filisteos, contra los árabes que vivían en Gur Baal, y contra los meunitas. 8 Los amonitas fueron tributarios de Uzías, y este llegó a tener tanto poder que su fama se difundió hasta la frontera de Egipto.
9 Uzías también construyó y fortificó torres en Jerusalén, sobre las puertas de la Esquina y del Valle, y en el ángulo del muro. 10 Así mismo, construyó torres en el desierto y cavó un gran número de pozos, pues tenía mucho ganado en la llanura y en la meseta. Tenía también labradores y viñadores que trabajaban en las montañas y en los valles, pues era un amante de la agricultura.
11 Uzías contaba con un ejército que salía a la guerra por escuadrones, de acuerdo con el censo hecho por el cronista Jeyel y por el oficial Maseías, bajo la dirección de Jananías, funcionario del rey. 12 El total de los jefes de familia era de dos mil seiscientos, todos ellos guerreros valientes. 13 Bajo el mando de estos había un ejército bien entrenado, compuesto por trescientos siete mil quinientos soldados, que combatían con mucho valor para apoyar al rey en su lucha contra los enemigos. 14 A ese ejército Uzías lo dotó de escudos, lanzas, cascos, corazas, arcos y hondas. 15 Construyó en Jerusalén unas máquinas diseñadas por hombres ingeniosos, y las colocó en las torres y en las esquinas de la ciudad para disparar flechas y piedras de gran tamaño. Con la poderosa ayuda de Dios, Uzías llegó a ser muy poderoso y su fama se extendió hasta muy lejos.
16 Sin embargo, cuando aumentó su poder, Uzías se volvió arrogante, lo cual lo llevó a la desgracia. Se rebeló contra el Señor, Dios de sus antepasados, y se atrevió a entrar en el templo del Señor para quemar incienso en el altar. 17 Detrás de él entró el sumo sacerdote Azarías, junto con ochenta sacerdotes del Señor, todos ellos hombres valientes, 18 quienes se le enfrentaron y le dijeron: «No te corresponde a ti quemar el incienso al Señor. Esta es función de los sacerdotes descendientes de Aarón, pues son ellos los que están consagrados para quemar el incienso. Sal ahora mismo del santuario, pues has pecado, y así Dios el Señor no va a honrarte».
19 Esto enfureció a Uzías, quien tenía en la mano un incensario listo para ofrecer el incienso. Pero en ese mismo instante, allí en el templo del Señor, junto al altar del incienso y delante de los sacerdotes, la frente se le cubrió de lepra. 20 Al ver que Uzías estaba leproso, el sumo sacerdote Azarías y los demás sacerdotes lo expulsaron de allí a toda prisa. Es más, él mismo se apresuró a salir, pues el Señor lo había castigado.
21 El rey Uzías se quedó leproso hasta el día de su muerte. Tuvo que vivir aislado en su casa,[e] y le prohibieron entrar en el templo del Señor. Su hijo Jotán quedó a cargo del palacio y del gobierno del país.
22 Los demás acontecimientos del reinado de Uzías, desde el primero hasta el último, los escribió el profeta Isaías hijo de Amoz. 23 Cuando Uzías murió, fue sepultado con sus antepasados en un campo cercano al panteón de los reyes, pues padecía de lepra. Y su hijo Jotán le sucedió en el trono.
Jotán, rey de Judá(H)
27 Jotán tenía veinticinco años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén dieciséis años. Su madre era Jerusa hija de Sadoc. 2 Jotán hizo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el buen ejemplo de su padre Uzías, pero no iba al templo del Señor. El pueblo, por su parte, continuó con sus prácticas corruptas. 3 Jotán fue quien reconstruyó la puerta superior del templo del Señor. Hizo también muchas obras en el muro de Ofel, 4 construyó ciudades en las montañas de Judá, y fortalezas y torres en los bosques.
5 Jotán le declaró la guerra al rey de los amonitas y lo venció. Durante tres años consecutivos, los amonitas tuvieron que pagarle un tributo anual de cien barras[f] de plata, diez mil cargas de trigo y diez mil cargas[g] de cebada.
6 Jotán llegó a ser poderoso porque se propuso obedecer al Señor su Dios.
7 Los demás acontecimientos del reinado de Jotán, y sus guerras y su conducta, están escritos en el libro de los reyes de Israel y de Judá. 8 Tenía Jotán veinticinco años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén dieciséis años. 9 Cuando murió, fue sepultado en la Ciudad de David, y su hijo Acaz le sucedió en el trono.
Acaz, rey de Judá(I)
28 Acaz tenía veinte años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén dieciséis años. Pero, a diferencia de su antepasado David, Acaz no hizo lo que agrada al Señor. 2 Al contrario, siguió el mal ejemplo de los reyes de Israel, y también hizo imágenes fundidas de los baales. 3 Así mismo, quemó incienso en el valle de Ben Hinón y sacrificó en el fuego a sus hijos, según las repugnantes ceremonias de las naciones que el Señor había expulsado al paso de los israelitas. 4 También ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los santuarios paganos, en las colinas y bajo todo árbol frondoso.
5 Por eso el Señor su Dios lo entregó al poder del rey de Siria. Los sirios lo derrotaron, y capturaron una gran cantidad de prisioneros que se llevaron a Damasco.
Acaz también cayó en poder del rey de Israel, quien le infligió una gran derrota. 6 En un solo día, Pécaj hijo de Remalías mató en Judá a ciento veinte mil hombres, todos ellos soldados valientes, porque los habitantes de Judá habían abandonado al Señor, Dios de sus antepasados. 7 Zicrí, un guerrero de Efraín, mató a Maseías, hijo del rey, a Azricán, oficial encargado del palacio, y a Elcaná, que era el oficial más importante después del rey. 8 De entre sus hermanos de Judá, los israelitas capturaron a doscientas mil personas, incluyendo a mujeres, niños y niñas. Además, se apoderaron de un enorme botín, que se llevaron a Samaria.
9 Había allí un hombre llamado Oded, que era profeta del Señor. Cuando el ejército regresaba a Samaria, este profeta salió a su encuentro y les dijo:
―El Señor, Dios de vuestros antepasados, entregó a los de Judá en vuestras manos, porque estaba enojado con ellos. Pero vosotros los matasteis con tal furia que repercutió en el cielo. 10 Y, por si fuera poco, ¡ahora pretendéis convertir a los habitantes de Judá y de Jerusalén en vuestros esclavos! ¿Acaso no sois también vosotros culpables de haber pecado contra el Señor vuestro Dios? 11 Por tanto, hacedme caso: dejad libres a los prisioneros. ¿Acaso no son vuestros propios hermanos? ¡La ira del Señor se ha encendido contra vosotros!
12 Entonces Azarías hijo de Johanán, Berequías hijo de Mesilemot, Ezequías hijo de Salún y Amasá hijo de Hadlay, que eran jefes de los efraimitas, se enfrentaron a los que regresaban de la guerra 13 y les dijeron:
―No traigáis aquí a los prisioneros, porque eso nos haría culpables ante el Señor. ¿Acaso pretendéis aumentar nuestros pecados y nuestras faltas? ¡Ya es muy grande nuestra culpa, y la ira del Señor se ha encendido contra Israel!
14 Así que los soldados dejaron libres a los prisioneros, y pusieron el botín a los pies de los jefes y de toda la asamblea. 15 Algunos fueron nombrados para que se hicieran cargo de los prisioneros, y con la ropa y el calzado del botín vistieron a todos los que estaban desnudos. Luego les dieron de comer y de beber, y les untaron aceite. Finalmente, a los que estaban débiles los montaron en asnos y los llevaron a Jericó, la ciudad de las palmeras, para reunirlos con sus hermanos. Después, aquellos hombres volvieron a Samaria.
16 En aquel tiempo, el rey Acaz solicitó la ayuda de los reyes de Asiria, 17 porque los edomitas habían atacado nuevamente a Judá y se habían llevado algunos prisioneros. 18 Por su parte, los filisteos saquearon las ciudades de Judá que estaban en la llanura y en el Néguev, se apoderaron de Bet Semes, Ayalón, Guederot, Soco, Timná y Guimzó, junto con sus respectivas aldeas, y se establecieron en ellas. 19 Así fue como el Señor humilló a Judá, por culpa de Acaz su rey,[h] quien permitió el desenfreno en Judá y se rebeló totalmente contra el Señor.
20 Tiglat Piléser, rey de Asiria, en vez de apoyar a Acaz, marchó contra él y empeoró su situación. 21 Entonces Acaz le entregó al rey de Asiria todo lo que había de valor en el templo del Señor, en el palacio real y en las casas de sus oficiales; pero eso de nada le sirvió. 22 Y, a pesar de encontrarse tan presionado, el rey Acaz se empecinó en su rebelión contra el Señor. 23 Incluso ofreció sacrificios a los dioses de Damasco que lo habían derrotado, pues pensó: «Como los dioses de Siria ayudan a sus reyes, también me ayudarán a mí si les ofrezco sacrificios». Pero esos dioses fueron su ruina y la de todo Israel. 24 Acaz también juntó y despedazó los utensilios del templo del Señor, cerró sus puertas e hizo construir altares en cada esquina de Jerusalén. 25 Y en todas las ciudades de Judá hizo construir santuarios paganos para quemar incienso a otros dioses, ofendiendo así al Señor, Dios de sus antepasados.
26 Los demás acontecimientos de su reinado, desde el primero hasta el último, lo mismo que su conducta, están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel. 27 Acaz murió y fue sepultado en la ciudad de Jerusalén, pero no en el panteón de los reyes de Israel. Su hijo Ezequías le sucedió en el trono.
Ezequías, rey de Judá(J)
29 Ezequías tenía veinticinco años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén veintinueve años. Su madre era Abías hija de Zacarías. 2 Ezequías hizo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el buen ejemplo de su antepasado David.
3 En el mes primero del primer año de su reinado, Ezequías mandó que se abrieran las puertas del templo del Señor, y las reparó. 4 En la plaza oriental convocó a los sacerdotes y a los levitas, 5 y les dijo:
«¡Levitas, escuchadme! Purificaos vosotros, y purificad también el templo del Señor, Dios de vuestros antepasados, y sacad las cosas profanas que hay en el santuario. 6 Es un hecho que nuestros antepasados se rebelaron e hicieron lo que ofende al Señor nuestro Dios, y que lo abandonaron. Es también un hecho que le dieron la espalda al Señor, y que despreciaron el lugar donde él habita. 7 Así mismo, cerraron las puertas del atrio, apagaron las lámparas, y dejaron de quemar incienso y de ofrecer holocaustos en el santuario al Dios de Israel.
8 »¡Por eso la ira del Señor cayó sobre Judá y Jerusalén y los convirtió en objeto de horror, de desolación y de burla, tal como vosotros podéis ver ahora con vuestros propios ojos! 9 ¡Por eso nuestros antepasados murieron a filo de espada, y nuestros hijos, nuestras hijas y nuestras mujeres fueron llevados al cautiverio!
10 »Yo me propongo ahora hacer un pacto con el Señor, Dios de Israel, para que retire de nosotros su ardiente ira. 11 Así que, hijos míos, no seáis negligentes, pues el Señor os ha escogido a vosotros para que estéis en su presencia, y le sirváis, y seáis sus ministros y le queméis incienso».
12 Estos son los levitas que se dispusieron a trabajar:
De los descendientes de Coat:
Mahat hijo de Amasay y Joel hijo de Azarías.
De los descendientes de Merari:
Quis hijo de Abdí y Azarías hijo de Yalelel.
De los descendientes de Guersón:
Joa hijo de Zimá y Edén hijo de Joa.
13 De los descendientes de Elizafán:
Simri y Jeyel.
De los descendientes de Asaf:
Zacarías y Matanías.
14 De los descendientes de Hemán:
Jehiel y Simí.
De los descendientes de Jedutún:
Semaías y Uziel.
15 Estos reunieron a sus parientes, se purificaron y entraron en el templo del Señor para purificarlo, cumpliendo así la orden del rey, según las palabras del Señor. 16 Después los sacerdotes entraron en el interior del templo del Señor para purificarlo. Sacaron al atrio del templo todos los objetos paganos[i] que encontraron allí, y los levitas los recogieron y los arrojaron al arroyo de Cedrón. 17 Comenzaron a purificar el templo el primer día del mes primero, y al octavo día ya habían llegado al pórtico del templo. Para completar la purificación emplearon otros ocho días, de modo que terminaron el día dieciséis del mes primero.
18 Más tarde, se presentaron ante el rey Ezequías y le dijeron: «Ya hemos purificado el templo del Señor, el altar de los holocaustos con sus utensilios, y la mesa para el pan de la Presencia con sus utensilios. 19 Además, hemos reparado y purificado todos los utensilios que, en su rebeldía, el rey Acaz profanó durante su reinado, y los hemos puesto ante el altar del Señor».
20 El rey Ezequías se levantó muy de mañana, reunió a los jefes de la ciudad y se fue con ellos al templo del Señor. 21 Llevaron siete bueyes, siete carneros y siete corderos; además, como ofrenda por el pecado del reino, del santuario y de Judá, llevaron siete machos cabríos. El rey ordenó a los sacerdotes descendientes de Aarón que los ofrecieran en holocausto sobre el altar del Señor. 22 Los sacerdotes mataron los toros, recogieron la sangre y la rociaron sobre el altar; luego mataron los carneros y rociaron la sangre sobre el altar; después mataron los corderos y rociaron la sangre sobre el altar. 23 Finalmente, a los machos cabríos de la ofrenda por el pecado los llevaron y los colocaron delante del rey y de la asamblea para que pusieran las manos sobre ellos; 24 luego los mataron y rociaron la sangre sobre el altar como una ofrenda por el pecado de todo Israel, pues el rey había ordenado que el holocausto y el sacrificio por el pecado se ofrecieran por todo Israel.
25 Ezequías instaló también a los levitas en el templo del Señor, con música de címbalos, arpas y liras, tal como lo habían ordenado David, Natán el profeta y Gad, el vidente del rey. Este mandato lo dio el Señor por medio de sus profetas.
26 Los levitas estaban de pie con los instrumentos musicales de David, y los sacerdotes, con las trompetas. 27 Entonces Ezequías ordenó que se ofreciera el holocausto sobre el altar. En cuanto comenzó el holocausto, comenzaron también los cantos al Señor y el toque de trompetas, acompañados de los instrumentos musicales de David, rey de Israel. 28 Toda la asamblea permaneció postrada hasta que terminó el holocausto, mientras los cantores entonaban los cantos y los trompetistas hacían resonar sus instrumentos.
29 Cuando terminaron de ofrecer el holocausto, el rey y todos los que estaban con él se postraron para adorar al Señor. 30 El rey Ezequías y los jefes les ordenaron a los levitas que cantaran al Señor las alabanzas que David y Asaf el vidente habían compuesto. Los levitas lo hicieron con alegría, y se postraron en adoración.
31 Luego Ezequías dijo: «Ahora que os habéis consagrado al Señor, acercaos y presentadle en su templo los sacrificios y las ofrendas de acción de gracias». 32 Así que la asamblea llevó setenta bueyes, cien carneros y doscientos corderos, para ofrecerlos en holocausto al Señor. 33 También se consagraron seiscientos bueyes y tres mil ovejas. 34 Pero, como los sacerdotes eran pocos y no podían desollar tantos animales, sus parientes levitas tuvieron que ayudarlos para terminar el trabajo, a fin de que los otros sacerdotes pudieran purificarse, pues los levitas habían sido más diligentes en purificarse que los sacerdotes. 35 Se ofrecieron muchos holocaustos, además de la grasa de los sacrificios de comunión y de las libaciones para cada holocausto.
Así fue como se restableció el culto en el templo del Señor. 36 Y Ezequías y todo el pueblo se regocijaron de que Dios hubiera preparado al pueblo para hacerlo todo con rapidez.
Celebración de la Pascua
30 Ezequías escribió cartas a todo Israel y Judá, incluyendo a las tribus de Efraín y Manasés, y se las envió, para que acudieran al templo del Señor en Jerusalén a celebrar la Pascua del Señor, Dios de Israel. 2 El rey, los jefes y toda la asamblea habían decidido celebrar la Pascua en el mes segundo. 3 No pudieron hacerlo en la fecha correspondiente porque muchos de los sacerdotes aún no se habían purificado, y el pueblo no se había reunido en Jerusalén. 4 Como la propuesta les agradó al rey y a la asamblea, 5 acordaron pregonar por todo Israel, desde Dan hasta Berseba, que todos debían acudir a Jerusalén para celebrar la Pascua del Señor, Dios de Israel, pues muchos no la celebraban como está prescrito.
6 Los mensajeros salieron por todo Israel y Judá con las cartas del rey y de sus oficiales, y de acuerdo con la orden del rey iban proclamando:
«Israelitas, volveos al Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, para que él se vuelva al remanente de vosotros, que escapó del poder de los reyes de Asiria. 7 No seáis como vuestros antepasados, ni como vuestros hermanos, que se rebelaron contra el Señor, Dios de vuestros antepasados. Por eso él los convirtió en objeto de burla, como ahora lo podéis ver. 8 No seáis tercos, como vuestros antepasados. Someteos al Señor, y entrad en su santuario, que él consagró para siempre. Servid al Señor vuestro Dios, para que él retire su ardiente ira. 9 Si os volvéis al Señor, vuestros hermanos y vuestros hijos serán tratados con benevolencia por aquellos que los tienen cautivos, y podrán regresar a esta tierra. El Señor vuestro Dios es compasivo y misericordioso. Si os volvéis a él, jamás os abandonará».
10 Los mensajeros recorrieron toda la región de Efraín y Manasés de ciudad en ciudad, hasta llegar a la región de Zabulón, pero todos se reían y se burlaban de ellos. 11 No obstante, algunos de las tribus de Aser, Manasés y Zabulón se humillaron y fueron a Jerusalén. 12 También los habitantes de Judá, movidos por Dios, cumplieron unánimes la orden del rey y de los jefes, conforme a la palabra del Señor.
13 En el mes segundo, una inmensa muchedumbre se reunió en Jerusalén para celebrar la fiesta de los Panes sin levadura. 14 Quitaron los altares que había en Jerusalén y los altares donde se quemaba incienso, y los arrojaron al arroyo de Cedrón.
15 El día catorce del mes segundo celebraron[j] la Pascua. Los sacerdotes y los levitas, compungidos, se purificaron y llevaron holocaustos al templo del Señor, 16 después de lo cual ocuparon sus respectivos puestos, conforme a la ley de Moisés, hombre de Dios. Los levitas entregaban la sangre a los sacerdotes, y estos la rociaban. 17 Como muchos de la asamblea no se habían purificado, para consagrarlos al Señor los levitas tuvieron que matar por ellos los corderos de la Pascua. 18 En efecto, mucha gente de Efraín, de Manasés, de Isacar y de Zabulón participó de la comida pascual sin haberse purificado, con lo que transgredieron lo prescrito. Pero Ezequías oró así a favor de ellos: «Perdona, buen Señor, 19 a todo el que se ha empeñado de todo corazón en buscarte a ti, Señor, Dios de sus antepasados, aunque no se haya purificado según las normas de santidad». 20 Y el Señor escuchó a Ezequías y perdonó[k] al pueblo.
21 Los israelitas que se encontraban en Jerusalén celebraron con mucho gozo, y durante siete días, la fiesta de los Panes sin levadura. Los levitas y los sacerdotes alababan al Señor todos los días, y le entonaban cantos al son de sus instrumentos musicales.[l] 22 Y Ezequías felicitó a los levitas que habían tenido una buena disposición para servir al Señor.
Durante siete días celebraron la fiesta y participaron de la comida pascual, ofreciendo sacrificios de comunión y alabando al Señor, Dios de sus antepasados. 23 Pero toda la asamblea acordó prolongar la fiesta siete días más, y llenos de gozo celebraron esos siete días. 24 Ezequías, rey de Judá, le obsequió a la asamblea mil bueyes y siete mil ovejas, y también los jefes regalaron mil bueyes y diez mil ovejas. Y muchos más sacerdotes se purificaron. 25 Toda la asamblea de Judá estaba alegre, lo mismo que todos los sacerdotes, levitas y extranjeros que habían llegado de Israel, así como los que vivían en Judá. 26 Desde la época de Salomón hijo de David, rey de Israel, no se había celebrado en Jerusalén una fiesta tan alegre. 27 Después los sacerdotes y los levitas se pusieron de pie y bendijeron al pueblo, y el Señor los escuchó; su oración llegó hasta el cielo, el santo lugar donde Dios habita.
31 Cuando terminó la fiesta, todos los israelitas que estaban allí recorrieron las ciudades de Judá para derribar las piedras sagradas y las imágenes de la diosa Aserá. También derribaron por completo los altares y los santuarios paganos que había en los territorios de Judá, Benjamín, Efraín y Manasés. Después de eso, todos ellos regresaron a sus ciudades, cada uno a su propiedad.
Reorganización del culto(K)
2 Ezequías les asignó turnos a los sacerdotes y levitas, para que cada uno sirviera según su oficio, y así ofreciera los holocaustos y los sacrificios de comunión, oficiara en el culto, cantara las alabanzas al Señor o sirviera en las puertas del templo[m] del Señor. 3 El rey destinó parte de sus bienes para los holocaustos matutinos y vespertinos, y para los holocaustos de los sábados, de luna nueva y de las fiestas solemnes, como está escrito en la ley del Señor. 4 También ordenó que los habitantes de Jerusalén entregaran a los sacerdotes y a los levitas la parte que les correspondía, para que pudieran dedicarse a la ley del Señor. 5 Tan pronto como se dio la orden, los israelitas entregaron en abundancia las primicias del trigo, del vino, del aceite, de la miel y de todos los productos del campo. También dieron en abundancia el diezmo de todo. 6 De igual manera, los habitantes de Israel y los que vivían en las ciudades de Judá entregaron el diezmo de bueyes y ovejas, y de todas aquellas cosas que eran consagradas al Señor su Dios, y todo lo colocaron en montones. 7 Comenzaron a formar los montones en el mes tercero, y terminaron en el séptimo. 8 Cuando Ezequías y sus oficiales fueron y vieron los montones, bendijeron al Señor y a su pueblo Israel.
9 Entonces Ezequías pidió a los sacerdotes y a los levitas que le informaran acerca de esos montones, 10 y el sumo sacerdote Azarías, descendiente de Sadoc, le contestó: «Desde que el pueblo comenzó a traer sus ofrendas al templo del Señor, hemos tenido suficiente comida y nos ha sobrado mucho, porque el Señor ha bendecido a su pueblo. En esos montones está lo que ha sobrado».
11 Ezequías ordenó entonces que prepararan unos depósitos en el templo del Señor, y así lo hicieron. 12 Y todos llevaron fielmente las ofrendas, los diezmos y los dones consagrados. El encargado de administrar todo esto era el levita Conanías, y su hermano Simí le ayudaba. 13 El rey Ezequías y Azarías, que administraba el templo de Dios, nombraron como inspectores a Jehiel, Azazías, Najat, Asael, Jerimot, Jozabad, Eliel, Ismaquías, Mahat y Benaías, y los pusieron bajo las órdenes de Conanías y su hermano Simí. 14 El levita Coré hijo de Imná, guardián de la puerta oriental, estaba encargado de las ofrendas voluntarias que se hacían a Dios, y de distribuir las ofrendas del Señor y los dones consagrados. 15 Bajo sus órdenes estaban Edén, Minjamín, Jesúa, Semaías, Amarías y Secanías. Estos se hallaban en las ciudades de los sacerdotes y, según sus turnos, distribuían fielmente las ofrendas entre sus compañeros, grandes y pequeños. 16 Se distribuían entre los varones de tres años para arriba que estuvieran inscritos en el registro genealógico y que prestaran diariamente sus servicios en el templo del Señor, según sus respectivos turnos y oficios. 17 A los sacerdotes se les registraba de acuerdo con sus familias patriarcales, y a los levitas mayores de veinte años, de acuerdo con sus oficios y turnos. 18 En el registro se incluían los niños pequeños, las mujeres, los hijos y las hijas, es decir, todo el grupo, ya que se mantenían fielmente consagrados. 19 Además, en todas las ciudades había personas encargadas de repartir las porciones entre los sacerdotes descendientes de Aarón, y entre los levitas que estaban inscritos en el registro y que vivían en las aldeas de sus ciudades.
20 Eso mismo hizo Ezequías en todo Judá, actuando con bondad, rectitud y fidelidad ante el Señor su Dios. 21 Todo lo que emprendió para el servicio del templo de Dios, lo hizo de todo corazón, de acuerdo con la ley y el mandamiento de buscar a Dios, y tuvo éxito.
Senaquerib invade Judá(L)(M)
32 Después de semejante muestra de fidelidad por parte de Ezequías, Senaquerib, rey de Asiria, marchó contra Judá y sitió las ciudades fortificadas, dispuesto a conquistarlas. 2 Cuando Ezequías se enteró de que Senaquerib se dirigía también hacia Jerusalén con el propósito de atacarla, 3 se reunió con sus jefes civiles y militares y les propuso cegar los manantiales que había fuera de la ciudad, y ellos lo apoyaron. 4 Entonces se juntó mucha gente, y entre todos cegaron los manantiales y el arroyo que atravesaba la región, pues no querían que al llegar los reyes de Asiria encontraran agua en abundancia.
5 Armándose de valor, Ezequías reconstruyó toda la muralla que había sido derribada y levantó torres sobre ella; también construyó un muro exterior, fortificó los terraplenes[n] de la Ciudad de David y mandó fabricar muchas lanzas y escudos. 6 Luego puso jefes militares al frente del ejército y, después de reunirlos en la plaza frente a la puerta de la ciudad, los arengó con estas palabras: 7 «¡Cobrad ánimo y armaos de valor! No os asustéis ni os acobardéis ante el rey de Asiria y su numeroso ejército, porque nosotros contamos con alguien que es más poderoso. 8 Él se apoya en la fuerza humana, mientras que nosotros contamos con el Señor nuestro Dios, quien nos brinda su ayuda y pelea nuestras batallas». Al oír las palabras de Ezequías, rey de Judá, el pueblo se tranquilizó.
9 Senaquerib, que en ese momento se hallaba en Laquis con todo su ejército, envió a sus oficiales para que les dijeran a Ezequías, rey de Judá, y a todos los de Judá que estaban en Jerusalén:
10 «Así dice Senaquerib, rey de Asiria: “¿En qué basáis vuestra confianza para permanecer dentro de Jerusalén, que ya es una ciudad sitiada? 11 ¿No os dais cuenta de que Ezequías os va a hacer morir de hambre y de sed? Él os está engañando cuando os dice que el Señor vuestro Dios os librará de mis manos. 12 ¿No fue acaso Ezequías mismo quien eliminó los santuarios y los altares paganos, y luego ordenó a Judá y Jerusalén adorar en un solo altar, y solo en él quemar incienso? 13 ¿Es que no os habéis dado cuenta de lo que yo y mis antepasados les hemos hecho a todas las naciones de la tierra? ¿Acaso los dioses de esas naciones pudieron librarlas de mi mano? 14 Pues así como ninguno de los dioses de esas naciones que mis antepasados destruyeron por completo pudo librarlas de mi mano, tampoco vuestro dios podrá libraros de mí. 15 ¡No os dejéis engañar ni seducir por Ezequías! ¡No le creáis! Si ningún dios de esas naciones y reinos pudo librarlos de mi poder y del poder de mis antepasados, ¡mucho menos vuestro dios podrá libraros a vosotros de mi mano!”»
16 Los oficiales de Senaquerib siguieron hablando contra Dios el Señor y contra su siervo Ezequías. 17 Además, Senaquerib escribió una carta en la que insultaba al Señor, Dios de Israel, en estos términos: «Así como los dioses de otras naciones no han podido librarlas de mi mano, tampoco ese dios de Ezequías podrá librar de mi mano a su pueblo».
18 Los oficiales de Senaquerib les gritaban en alta voz a los habitantes de Jerusalén que estaban en la muralla. Lo hacían en lengua hebrea, para infundirles miedo y así poder conquistar la ciudad. 19 Y se referían al Dios de Jerusalén como si fuera igual a los dioses de las otras naciones de la tierra, fabricados por manos humanas.
20 Por ese motivo, el rey Ezequías y el profeta Isaías hijo de Amoz clamaron al cielo en oración. 21 Entonces el Señor envió un ángel para que exterminara a todos los soldados y a los jefes y capitanes del campamento del rey de Asiria, y este tuvo que volver avergonzado a su país. Al entrar en el templo de su dios, sus propios hijos lo asesinaron.
22 Así salvó el Señor a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén de la mano de Senaquerib, rey de Asiria, y de todos sus enemigos, y les dio paz en todas sus fronteras. 23 Entonces muchos fueron a Jerusalén con ofrendas para el Señor y regalos para Ezequías, rey de Judá. De este modo aumentó el prestigio de Ezequías entre todas las naciones.
Enfermedad y curación de Ezequías(N)
24 Por aquellos días, Ezequías enfermó gravemente y estuvo a punto de morir. Entonces oró al Señor, quien le respondió y le dio una señal extraordinaria. 25 Pero Ezequías no correspondió al favor recibido, sino que se llenó de orgullo. Eso hizo que el Señor se encendiera en ira contra él, y contra Judá y Jerusalén. 26 Luego Ezequías, junto con los habitantes de Jerusalén, se arrepintió de su orgullo, y mientras él vivió, el Señor no volvió a derramar su ira contra ellos.
Prosperidad y muerte de Ezequías
27 Ezequías llegó a tener muchas riquezas y a gozar de gran prestigio. Acumuló grandes cantidades de plata, oro, piedras preciosas, perfumes, escudos y toda clase de objetos valiosos. 28 Tenía depósitos para almacenar trigo, vino y aceite, establos para toda clase de ganado y rediles para los rebaños. 29 También edificó ciudades, y era dueño de inmensos rebaños de ganado mayor y menor, pues Dios le concedió muchísimos bienes.
30 Ezequías fue también quien cegó la salida superior de las aguas de Guijón y las desvió por un canal subterráneo hacia la parte occidental de la Ciudad de David. En fin, Ezequías tuvo éxito en todas las obras que emprendió. 31 Sin embargo, cuando los príncipes de Babilonia enviaron una embajada para investigar acerca de la señal extraordinaria que había tenido lugar en el país, Dios se retiró de Ezequías para probarlo y descubrir todo lo que había en su corazón.
32 Los demás acontecimientos del reinado de Ezequías, incluyendo sus hazañas, están escritos en la visión del profeta Isaías hijo de Amoz y en el libro de los reyes de Judá e Israel. 33 Ezequías murió y fue sepultado con sus antepasados en la parte superior del panteón de los descendientes de David. Todos los habitantes de Judá y de Jerusalén le rindieron honores. Y su hijo Manasés le sucedió en el trono.
Manasés, rey de Judá(O)(P)
33 Manasés tenía doce años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén cincuenta y cinco años. 2 Pero hizo lo que ofende al Señor, pues practicó las repugnantes ceremonias de las naciones que el Señor había expulsado al paso de los israelitas. 3 Reconstruyó los santuarios paganos que su padre Ezequías había derribado; además, erigió altares en honor de los baales e hizo imágenes de la diosa Aserá. Se postró ante todos los astros del cielo y los adoró. 4 Construyó altares en el templo del Señor, lugar del cual el Señor había dicho: «En Jerusalén habitaré para siempre». 5 En ambos atrios del templo del Señor construyó altares en honor de los astros del cielo. 6 Sacrificó en el fuego a sus hijos en el valle de Ben Hinón, practicó la magia, la hechicería y la adivinación, y consultó a nigromantes y a espiritistas. Hizo continuamente lo que ofende al Señor, provocando así su ira.
7 Tomó la imagen del ídolo que había hecho y la puso en el templo de Dios, lugar del cual Dios había dicho a David y a su hijo Salomón: «En este templo en Jerusalén, la ciudad que he escogido de entre todas las tribus de Israel, habitaré[o] para siempre. 8 Nunca más arrojaré a los israelitas de la tierra en que establecí a sus antepasados, siempre y cuando tengan cuidado de cumplir todo lo que les he ordenado, es decir, toda la ley, los estatutos y los mandamientos que les di por medio de Moisés». 9 Manasés descarrió a los habitantes de Judá y de Jerusalén, de modo que se condujeron peor que las naciones que el Señor destruyó al paso de los israelitas.
10 El Señor le habló a Manasés y a su pueblo, pero no le hicieron caso. 11 Por eso el Señor envió contra ellos a los jefes del ejército del rey de Asiria, los cuales capturaron a Manasés y lo llevaron a Babilonia sujeto con garfios y cadenas de bronce. 12 Estando en tal aflicción, imploró al Señor, Dios de sus antepasados, y se humilló profundamente ante él. 13 Oró al Señor, y él escuchó sus súplicas y le permitió regresar a Jerusalén y volver a reinar. Así Manasés reconoció que solo el Señor es Dios.
14 Después de esto, Manasés construyó la muralla exterior en la Ciudad de David, la cual iba desde el oeste de Guijón, en el valle, hasta la puerta del Pescado, y rodeaba Ofel. Además, colocó jefes militares en todas las ciudades fortificadas de Judá 15 y sacó del templo del Señor los dioses extranjeros y el ídolo, arrojando fuera de la ciudad todos los altares que había construido en el monte del templo del Señor y en Jerusalén. 16 Luego reconstruyó el altar del Señor, y en él ofreció sacrificios de comunión y de acción de gracias, y le ordenó a Judá que sirviera al Señor, Dios de Israel. 17 Sin embargo, el pueblo siguió ofreciendo sacrificios en los santuarios paganos, aunque se los ofrecían solo al Señor su Dios.
18 Los demás acontecimientos del reinado de Manasés, incluso su oración a Dios y las palabras de los profetas que le hablaban en nombre del Señor, Dios de Israel, están escritos en las crónicas de los reyes de Israel. 19 Su oración y la respuesta que recibió, como también todos sus pecados y rebeldías, los sitios donde erigió santuarios paganos y colocó las imágenes de la diosa Aserá y de otros ídolos, lo cual hizo antes de su humillación, todo esto está escrito en las crónicas de Jozay. 20 Manasés murió y fue sepultado en su palacio, y su hijo Amón le sucedió en el trono.
Amón, rey de Judá(Q)
21 Amón tenía veintidós años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén dos años. 22 Pero hizo lo que ofende al Señor, como lo había hecho su padre Manasés, y ofreció sacrificios a todos los ídolos que había hecho su padre, y los adoró. 23 Pero, a diferencia de su padre Manasés, no se humilló ante el Señor, sino que multiplicó sus pecados.
24 Los ministros de Amón conspiraron contra él y lo asesinaron en su palacio. 25 A su vez, la gente mató a todos los que habían conspirado contra él, y en su lugar proclamaron rey a su hijo Josías.
Josías, rey de Judá(R)(S)
34 Josías tenía ocho años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén treinta y un años. 2 Josías hizo lo que agrada al Señor, pues siguió el buen ejemplo de su antepasado David; no se desvió de él en el más mínimo detalle.
3 En el año octavo de su reinado, siendo aún muy joven, Josías comenzó a buscar al Dios de su antepasado David. En el año duodécimo empezó a purificar a Judá y a Jerusalén, quitando los santuarios paganos, las imágenes de la diosa Aserá, y los ídolos y las imágenes de metal fundido. 4 En su presencia fueron destruidos los altares de los baales y los altares sobre los que se quemaba incienso; también fueron despedazadas las imágenes para el culto a Aserá, y los ídolos y las imágenes de metal fundido fueron reducidos a polvo, el cual fue esparcido sobre las tumbas de los que les habían ofrecido sacrificios. 5 Quemó sobre los altares los huesos de los sacerdotes, purificando así a Judá y a Jerusalén. 6 Lo mismo hizo en las ciudades de Manasés, Efraín, Simeón y Neftalí, y en sus alrededores. 7 En toda la región de Israel destruyó los altares, redujo a polvo los ídolos y las imágenes de la diosa Aserá, y derribó los altares para quemar incienso. Luego regresó a Jerusalén.
8 En el año dieciocho de su reinado, después de haber purificado el país y el templo, Josías envió a Safán hijo de Asalías y a Maseías, gobernador de la ciudad, junto con el secretario Joa hijo de Joacaz, a que repararan el templo del Señor su Dios. 9 Estos se presentaron ante el sumo sacerdote Jilquías y le entregaron el dinero que había sido recaudado en el templo de Dios, y que los levitas porteros habían recibido de los habitantes de Manasés y Efraín, y de todo el resto de Israel, Judá y Benjamín, y de los habitantes de Jerusalén. 10 Luego entregaron el dinero a los que supervisaban la restauración del templo, y estos se lo dieron a los trabajadores que estaban reparando y restaurando el templo del Señor. 11 También les dieron dinero a los carpinteros y albañiles, a fin de que compraran piedras de cantera y madera para las vigas de los edificios que los reyes de Judá habían dejado deteriorar.
12 Estos hombres realizaban su trabajo con honradez. Los que estaban al frente de ellos eran los levitas Yajat y Abdías, descendientes de Merari, y Zacarías y Mesulán, descendientes de Coat. Los levitas, que eran hábiles en tocar instrumentos de música, 13 eran los jefes de los cargadores y de todos los que trabajaban en la obra, fuera cual fuera su tarea. Entre los levitas había cronistas, oficiales y porteros.
Hallazgo del libro de la ley(T)(U)
14 Al sacar el dinero recaudado en el templo del Señor, el sacerdote Jilquías encontró el libro de la ley del Señor, dada por medio de Moisés. 15 Jilquías le dijo al cronista Safán: «He encontrado el libro de la ley en el templo del Señor». Entonces se lo entregó, 16 y Safán se lo llevó al rey. Le dijo:
―Tus siervos están haciendo todo cuanto se les ha encargado. 17 Han recogido el dinero[p] que estaba en el templo del Señor, y se lo han entregado a los supervisores y a los trabajadores.
18 En sus funciones de cronista, Safán también informó al rey que el sumo sacerdote Jilquías le había entregado un libro, el cual leyó en presencia del rey.
19 Cuando el rey oyó las palabras de la ley, se rasgó las vestiduras en señal de duelo 20 y dio esta orden a Jilquías, a Ajicán hijo de Safán, a Abdón hijo de Micaías, al cronista Safán y a Asaías, su ministro personal:
21 ―Con respecto a lo que dice este libro que se ha encontrado, id a consultar al Señor por mí y por el remanente de Israel y de Judá. Sin duda que la gran ira del Señor se ha derramado contra nosotros porque nuestros antepasados no tuvieron en cuenta su palabra, ni actuaron según lo que está escrito en este libro.
22 Jilquías y los demás comisionados del rey fueron a consultar a la profetisa Huldá, que vivía en el barrio nuevo de Jerusalén. Huldá era la esposa de Salún, el encargado del vestuario, quien era hijo de Ticvá[q] y nieto de Jarjás.
23 Huldá les contestó: «Así dice el Señor, Dios de Israel: “Decidle al que os ha enviado 24 que yo, el Señor, les advierto: ‘Voy a enviar una desgracia sobre este lugar y sus habitantes, y haré que se cumplan todas las maldiciones que están escritas en el libro que se ha leído ante el rey de Judá. 25 Ellos me han abandonado; han quemado incienso a otros dioses, y con todos sus ídolos[r] han provocado mi furor. Por eso arde mi ira contra este lugar, y no se apagará’. 26 Pero al rey de Judá, que os envió para consultarme, decidle que yo, el Señor, Dios de Israel, digo en cuanto a las palabras que él ha oído: 27 ‘Como te has conmovido y humillado ante mí al escuchar lo que he anunciado contra este lugar y sus habitantes, y te has rasgado las vestiduras y has llorado en mi presencia, yo te he escuchado. Yo, el Señor, lo afirmo. 28 Por lo tanto, te reuniré con tus antepasados, y serás sepultado en paz. Tus ojos no verán la desgracia que voy a enviar sobre este lugar y sobre sus habitantes’ ”».
Así que ellos regresaron para informar al rey.
Renovación del pacto
29 Entonces el rey mandó convocar a todos los ancianos de Judá y Jerusalén. 30 Acompañado de todos los habitantes de Judá y de Jerusalén, de los sacerdotes, de los levitas y, en fin, de la nación entera, desde el más grande hasta el más pequeño, el rey subió al templo del Señor y, en presencia de ellos, leyó todo lo que dice el libro del pacto que fue hallado en el templo del Señor. 31 Después se puso de pie, junto a la columna del rey, y ante el Señor renovó el pacto. Se comprometió a seguir al Señor y a poner en práctica, de todo corazón y con toda el alma, sus mandamientos, preceptos y decretos, cumpliendo así las palabras del pacto escritas en este libro. 32 Después hizo que todos los que se encontraban en Jerusalén y en Benjamín confirmaran el pacto. Y así los habitantes de Jerusalén actuaron según el pacto del Dios de sus antepasados.
33 Josías suprimió todas las costumbres detestables que había en todo el territorio de los israelitas, e hizo que todos los que se hallaban en Israel adoraran al Señor su Dios. Mientras Josías vivió, no abandonaron al Señor, Dios de sus antepasados.
Celebración de la Pascua(V)
35 Josías celebró en Jerusalén la Pascua del Señor. El día catorce del mes primero celebraron la Pascua. 2 Josías asignó las funciones a los sacerdotes y los animó a dedicarse al servicio del templo del Señor. 3 A los levitas, que eran los encargados de enseñar a los israelitas y que estaban consagrados al Señor, les dijo: «Poned el arca sagrada en el templo que construyó Salomón hijo de David, rey de Israel, para que ya no tengáis que llevarla sobre los hombros. Servid al Señor vuestro Dios y a su pueblo Israel. 4 Organizaos en turnos, según vuestras familias patriarcales, de acuerdo con las instrucciones que dejaron por escrito David, rey de Israel, y su hijo Salomón. 5 Ocupad vuestros puestos en el santuario, conforme a las familias patriarcales de vuestros hermanos israelitas, de manera que a cada grupo de familias del pueblo corresponda un grupo de levitas. 6 Celebrad la Pascua, consagraos y preparadlo todo para vuestros hermanos, y cumplid con lo que el Señor ordenó por medio de Moisés».
7 De sus propios bienes, Josías obsequió a todo el pueblo allí presente unos treinta mil corderos y cabritos y tres mil bueyes, para que celebraran la Pascua. 8 También los jefes hicieron sus donativos para el pueblo y para los sacerdotes y levitas. Por su parte, Jilquías, Zacarías y Jehiel, oficiales del templo de Dios, entregaron a los sacerdotes dos mil seiscientos animales de ganado menor y trescientos bueyes, para celebrar la Pascua. 9 Conanías y sus hermanos Semaías y Natanael, y Jasabías, Jeyel y Josabad, jefes de los levitas, entregaron a los levitas cinco mil animales de ganado menor y quinientos bueyes.
10 Una vez preparada la ceremonia, los sacerdotes ocuparon sus puestos, y los levitas se organizaron según sus turnos, conforme a la orden del rey. 11 Al sacrificar los animales para la Pascua, los sacerdotes rociaban la sangre y los levitas desollaban los animales. 12 Luego entregaban a cada familia patriarcal del pueblo la porción que esta debía ofrecerle al Señor, como está escrito en el libro de Moisés. Lo mismo hicieron con los bueyes. 13 Después asaron los animales para la Pascua, conforme al mandamiento; además, cocieron las otras ofrendas en ollas, calderos y sartenes, y las repartieron rápidamente entre toda la gente. 14 Luego prepararon la Pascua para ellos mismos y para los sacerdotes descendientes de Aarón. Los levitas tuvieron que prepararla para ellos mismos y para los sacerdotes porque estos estuvieron ocupados hasta la noche ofreciendo los holocaustos y la grasa.
15 Los cantores descendientes de Asaf ocuparon sus puestos, de acuerdo con lo que habían dispuesto David, Asaf, Hemán y Jedutún, vidente del rey. También los porteros permanecieron en sus respectivas puertas, y no tuvieron que abandonar sus puestos de servicio, pues sus compañeros levitas les prepararon la Pascua.
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