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Reina Valera Contemporánea (RVC)
Version
Jueces 8-9

Gedeón captura a los reyes de Madián

Las familias de la tribu de Efraín hablaron con Gedeón y duramente le reprocharon:

«¿Por qué no nos llamaste cuando fuiste a pelear contra Madián?»

Gedeón les respondió:

«Lo que yo hice no tiene comparación, si se compara con lo que hicieron ustedes. Lo que aún queda en sus campos es mejor que la cosecha de Abiezer. Dios les entregó a Oreb y a Zeeb, príncipes de Madián; por eso, lo que yo hice no es comparable con lo que ustedes hicieron.»

En cuanto Gedeón dijo esto, el enojo de los efraimitas se aplacó. Entonces Gedeón y sus trescientos hombres regresaron y cruzaron el Jordán; y como estaban muy cansados por perseguir a sus enemigos, les dijo a los habitantes de Sucot:

«Yo les ruego que den a mi gente algo de comer, porque están muy cansados. Estamos persiguiendo a Zebaj y Salmuná, los reyes de Madián.»

Pero los jefes de Sucot le respondieron:

«¿Y acaso ya venciste a Zebaj y a Salmuná, para que alimentemos a tu ejército?»

Gedeón respondió:

«Aún no, pero cuando el Señor nos los entregue, vendré y trituraré los cuerpos de ustedes con espinos y abrojos del desierto.»

De Sucot, Gedeón fue a Peniel, y allí también pidió comida para su ejército. Pero la gente de Peniel le respondió lo mismo que la de Sucot. Gedeón entonces les dijo:

»Cuando regrese victorioso, derribaré esta torre.»

10 Zebaj y Salmuná estaban en Carcor, con un ejército como de quince mil hombres, que eran todos los que habían quedado del numeroso ejército de los pueblos del oriente, pues en la batalla habían caído ciento veinte mil guerreros. 11 Gedeón avanzó por el camino de los que vivían al oriente de Nobaj y de Yogbeá, y atacó el campamento cuando el ejército estaba desprevenido. 12 Entonces Zebaj y Salmuná huyeron, y Gedeón los persiguió hasta echarles mano. Ante esto, su ejército se llenó de espanto.

13 Al amanecer, Gedeón regresó de la batalla 14 y capturó a un joven de Sucot, al que le hizo algunas preguntas. El joven le dio por escrito los nombres de los jefes y de los setenta y siete ancianos de Sucot, 15 y con eso Gedeón se presentó ante los jefes de Sucot y les dijo:

«Aquí tienen a Zebaj y a Salmuná. Ustedes me preguntaron: “¿Ya venciste a Zebaj y a Salmuná para que alimentemos a tu ejército?” ¡Eso es una ofensa!»

16 Entonces Gedeón tomó espinos y abrojos del desierto, y con ellos castigó a los ancianos de Sucot. 17 Además, derribó la torre de Peniel y mató a sus habitantes. 18 A Zebaj y a Salmuná les preguntó:

«¿Cómo eran los hombres que ustedes mataron en Tabor?»

Ellos le respondieron:

«Se parecían a ti. Cada uno de ellos parecía ser hijo de un rey.»

19 Y Gedeón les dijo:

«¡Eran mis hermanos, hijos de mi propia madre! ¡El Señor me es testigo de que, si los hubieran dejado vivir, yo les hubiera perdonado la vida a ustedes!»

20 A Jéter, su primogénito, le dijo:

«¡Levántate, y mátalos!»

Pero el joven, aún de corta edad, tuvo miedo y no desenvainó su espada. 21 Entonces Zebaj y Salmuná le dijeron a Gedeón:

«¡Pues mátanos tú, ya que eres tan valiente!»

Y Gedeón se levantó y mató a Zebaj y a Salmuná, y se adueñó de los adornos de lunetas que pendían del cuello de sus camellos.

22 Luego, los israelitas le dijeron a Gedeón:

«Queremos que tú y tu familia sean nuestros jefes, puesto que nos libraste de los madianitas.»

23 Pero Gedeón les respondió:

«Ni yo ni mi familia seremos los jefes de ustedes. Será el Señor quien los gobierne.»

24 Y como ellos traían aretes de oro, pues eran ismaelitas, Gedeón les dijo:

«Quiero pedirles algo. Déme cada uno de ustedes los aretes de su botín.»

25 Y ellos, tendiendo un manto, echaron sobre él los aretes del botín y dijeron:

«Con mucho gusto te los daremos.»

26 Y el oro de los aretes llegó casi a diecinueve kilos, sin contar las placas, las joyas pequeñas y los vestidos de púrpura que traían los reyes de Madián, ni los collares que traían colgados los camellos. 27 Con todo ese oro Gedeón hizo un efod y lo guardó en Ofrá, que era su ciudad. Pero cuando los israelitas vieron el efod, se corrompieron y le rindieron culto en ese lugar. Esto fue como una trampa para Gedeón y su familia. 28 Así fue como Madián fue sometido por los israelitas, y nunca más levantó cabeza. Y mientras vivió Gedeón, hubo paz en la tierra durante cuarenta años.

29 Después de eso Gedeón hijo de Joás, también llamado Yerubaal, se regresó a su casa. 30 Los descendientes de Gedeón fueron setenta hijos, porque tuvo muchas mujeres. 31 Con la concubina que tenía en Siquén, tuvo un hijo al que llamó Abimelec. 32 Y murió Gedeón hijo de Joás siendo ya muy anciano, y lo sepultaron en Ofrá de los abiezeritas, en el sepulcro de Joás, su padre.

33 Pero a la muerte de Gedeón los israelitas volvieron a corromperse, y adoraron a Baal Berit. 34 Se olvidaron del Señor, su Dios, que los había librado de todos los enemigos que los rodeaban, 35 y tampoco se mostraron agradecidos con la tribu de Gedeón, es decir, Yerubaal, a pesar de todo el bien que éste había hecho a Israel.

Reinado de Abimelec

Abimelec hijo de Yerubaal fue a Siquén, donde vivían los hermanos de su madre, y les dijo:

«Yo les ruego que pregunten a los habitantes de Siquén si les parece mejor ser gobernados por los setenta hijos de Yerubaal, que ser gobernados por un solo hombre. No se olviden que yo soy de su misma sangre.»

Sus tíos maternos preguntaron entonces a los habitantes de Siquén lo que Abimelec les había sugerido, y a ellos les pareció bien la idea de Abimelec, pues dijeron: «Es pariente nuestro.» También le dieron setenta monedas de plata del templo de Baal Berit, y con ese dinero Abimelec contrató unos mercenarios y vagabundos, para que anduvieran con él. Luego se dirigió a Ofrá, a la casa de su padre, y sobre una misma piedra mató a sus setenta hermanos, hijos de Yerubaal.

Pero Yotán, el hermano menor, se escondió y logró escapar. Después de esto, los habitantes de Siquén y de Milo se reunieron cerca de la llanura del pilar de Siquén, y eligieron a Abimelec como su rey, y cuando Yotán lo supo, subió a la cumbre del monte Guerizín, y a grito abierto les dijo:

«Varones de Siquén, escuchen lo que voy a decirles, y pongo a Dios como testigo. Cierta vez, los árboles quisieron elegir un rey que los gobernara, y le dijeron al olivo: “Queremos que seas nuestro rey.” Pero el olivo respondió: “¿Quieren que deje de producir mi aceite, con el que se honra a Dios y a los hombres, para hacerme grande entre los árboles?” 10 Entonces los árboles fueron a hablar con la higuera, y le dijeron: “Ven y reina sobre nosotros.” 11 Pero la higuera les respondió: “¿Y debo abandonar la dulzura de mis frutos, para ir y hacerme grande entre los árboles?” 12 Los árboles siguieron insistiendo, y llamaron a la vid y le dijeron: “Ven tú, entonces, y reina sobre nosotros.” 13 Pero la vid les respondió: “¿Y voy a dejar de producir mi vino, que es la alegría de Dios y de los hombres, sólo para hacerme grande entre los árboles?” 14 Al final, todos los árboles le dijeron a la zarza: “Anímate, y ven a reinar sobre nosotros.” 15 Pero la zarza respondió: “Si en verdad quieren que yo reine sobre ustedes, vengan y busquen refugio bajo mi sombra. Pero si no me obedecen, saldrá fuego de mí y quemará los cedros del Líbano.”

16 »Ahora bien, ¿creen ustedes haber hecho bien al nombrar a Abimelec como rey? ¿Han sido honestos y agradecidos con la familia de Yerubaal, que tanto hizo por ustedes? 17 Mi padre luchó a favor de ustedes, y se jugó la vida para librarlos de los madianitas; 18 ustedes, en cambio, se han puesto en contra de su casa, y han matado a sus setenta hijos varones contra una piedra, sólo para nombrar rey a Abimelec, ese hijo de la criada de mi padre, al que han puesto sobre los habitantes de Siquén, y sólo porque es su pariente. 19 Si creen que hoy han actuado correctamente con Yerubaal y su casa, alégrense con Abimelec, y que él se alegre de ser su rey. 20 Pero si no, que la ira de Abimelec consuma a los de Siquén y a los de Milo; y que la ira de los de Siquén y los de Milo consuma a Abimelec.»

21 Dicho esto, Yotán huyó y se fue a Ber, y allí se quedó a vivir por miedo a su hermano Abimelec.

22 Abimelec se impuso sobre Israel durante tres años, 23 pero Dios hizo que brotara un sentimiento de inconformidad entre Abimelec y los hombres de Siquén, y éstos se pusieron en su contra. 24 Así, Abimelec cargó con la culpa de haber matado a los setenta hijos de Yerubaal, junto con los de Siquén, que lo ayudaron a matarlos. 25 Los habitantes de Siquén tenían hombres en las cumbres de los montes, los cuales asaltaban a todos los que pasaban por el camino. Esto Abimelec llegó a saberlo.

26 Gaal hijo de Ebed fue con sus hermanos a vivir a Siquén, y se ganó la confianza de los jefes de Siquén. 27 Salieron al campo, vendimiaron sus viñedos, pisaron la uva e hicieron fiesta; luego entraron en el templo de sus dioses, y allí comieron y bebieron, y maldijeron a Abimelec. 28 Entonces Gaal hijo de Ebed dijo:

«¿Y quién es Abimelec, y qué tan importante es Siquén, para que seamos sus sirvientes? ¿Acaso no es hijo de Yerubaal? ¿Y acaso no es Zebul su ayudante? Sirvan, si quieren, a los varones de Jamor, el padre de Siquén; pero ¿por qué vamos a servir a Abimelec? 29 ¡Cómo quisiera que este pueblo estuviera bajo mi mando! Si así fuera, yo me lanzaría contra Abimelec y le diría: “¡Reúne a tus ejércitos, y vete de aquí!”»

30 Cuando Zebul, que era el gobernador de la ciudad, oyó lo que dijo Gaal hijo de Ebed, se llenó de ira, 31 y en secreto envió mensajeros a Abimelec, para decirle:

«Gaal hijo de Ebed y sus hermanos están en Siquén. Han venido a sublevar a la ciudad contra ti. 32 Aprovecha la noche y, con los hombres que te siguen, prepara emboscadas en el campo. 33 Muy de mañana, al salir el sol, ataca la ciudad; y cuando Gaal y los suyos salgan a pelear contra ti, haz con él lo que creas más conveniente.»

34 Abimelec se preparó durante la noche y, con el pueblo que lo seguía, emboscó a Siquén con cuatro compañías. 35 Cuando Gaal hijo de Ebed salió y se puso a la entrada de la ciudad, Abimelec y su gente salieron de su escondite. 36 Al ver Gaal tanta gente, le dijo a Zebul:

«¡Mira cuánta gente baja de los montes!»

Y Zebul le respondió:

«Tu imaginación te hace ver hombres, pero sólo son las sombras de los montes.»

37 Gaal le volvió a decir:

«Mira toda esa gente que sale como de en medio de la tierra, ¡y por el camino de la encina de los adivinos viene otra tropa!»

38 Pero Zebul le respondió:

«¿Y dónde quedó lo que nos decías, de que Abimelec no era nadie para que fuéramos sus sirvientes? ¿No es ése el pueblo que tanto despreciabas? ¡Sal, pues, y pelea contra él!»

39 Entonces Gaal salió al frente de los hombres de Siquén, y se enfrentó a Abimelec. 40 Pero Abimelec lo persiguió y lo hizo huir, y muchos hombres cayeron heridos de muerte a la entrada de la ciudad. 41 Y Abimelec se quedó en Aruma, mientras Zebul arrojaba de Siquén a Gaal y a sus hermanos.

42 Al día siguiente, Abimelec supo que el pueblo había salido al campo. 43 Entonces tomó a su gente, la repartió en tres compañías, y puso emboscadas en el campo; y cuando vio que el pueblo salía de la ciudad, lo atacó con violencia. 44 Lucharon con mucho valor, pero se detuvieron a la entrada de la ciudad, mientras las otras dos compañías arremetían contra los que estaban en el campo, hasta matarlos. 45 Todo ese día Abimelec luchó contra los habitantes de la ciudad, hasta que la tomó y mató a los que aún quedaban; después de eso, asoló la ciudad y la sembró con sal.

46 Cuando los que estaban en la torre de Siquén oyeron esto, corrieron a esconderse en la fortaleza del templo del dios Berit. 47 Pero Abimelec sabía dónde estaban, 48 así que con toda su gente se dirigió al monte Salmón y, con un hacha, cortó la rama de un árbol, la levantó y la puso sobre sus hombros, y le pidió a su gente que hiciera lo mismo. 49 Entonces todos cortaron ramas y siguieron a Abimelec, y las pusieron junto a la fortaleza, luego les prendieron fuego, y la fortaleza ardió, y los que estaban en la torre de Siquén, que eran como mil hombres y mujeres, murieron quemados.

50 Después de eso, Abimelec se fue a la ciudad de Tebés, y la sitió y la tomó. 51 En el centro de la ciudad había una torre fortificada, en la que se escondieron los hombres, las mujeres y todos los jefes de la ciudad. Se subieron al techo de la torre, y cerraron las puertas. 52 Abimelec fue y atacó la torre, y al llegar a la puerta quiso prenderle fuego, 53 pero una mujer dejó caer sobre la cabeza de Abimelec parte de una rueda de molino, y lo descalabró. 54 Cuando Abimelec se sintió perdido, llamó a su escudero y le dijo:

«¡Mátame con tu espada! ¡Que no se diga que una mujer me mató!»

Y su escudero le clavó la espada, y murió.

55 Cuando los israelitas vieron que Abimelec estaba muerto, cada uno regresó a su casa. 56 Así castigó Dios a Abimelec por el mal que le hizo a la casa de su padre, al matar a sus setenta hermanos. 57 Y Dios castigó también a los habitantes de Siquén por la maldad que cometieron. Así se cumplió la maldición que les lanzó Yotán hijo de Yerubaal.

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