Beginning
El altar del incienso (Ex 37,25-28)
30 Harás con madera de acacia un altar para quemar incienso. 2 Su forma será cuadrada y medirá medio metro de largo, por medio metro de ancho, y un metro de alto. Sus salientes en forma de cuernos formarán una pieza con él. 3 Recubrirás de oro puro su parte superior, todos sus lados y sus salientes en forma de cuernos, y le pondrás una moldura de oro alrededor. 4 Fijarás unas argollas de oro debajo de la moldura, dos en un lado y dos en el otro; por ellas pasarás los dos varales que servirán para transportarlo. 5 Los varales los harás de madera de acacia y los recubrirás de oro. 6 Colocarás el altar delante del velo que oculta el Arca del testimonio, frente a la cubierta que lo recubre, allí donde yo me encontraré contigo. 7 Cada mañana, al preparar las lámparas, Aarón quemará incienso aromático sobre él; 8 y a la caída de la tarde, cuando Aarón vuelva a preparar las lámparas, quemará incienso de nuevo. Las generaciones venideras deberán ofrecer perpetuamente esta ofrenda perfumada delante del Señor. 9 Sobre este altar no se debe quemar otro incienso, ni holocaustos, ni ofrendas, ni derramar libación alguna. 10 Una vez al año, Aarón realizará el ritual de la expiación. Lo hará derramando sobre los salientes en forma de cuernos del altar la sangre del sacrificio expiatorio. Este rito será repetido cada año, generación tras generación. El altar será considerado santísimo, porque está consagrado al Señor.
El impuesto para la Tienda del encuentro (Ex 38,25-26)
11 El Señor dijo a Moisés:
12 — Cuando hagas el recuento de los israelitas, con el fin de censarlos, cada uno deberá dar una contribución al Señor a modo de rescate de su vida; así no recaerá sobre ellos ninguna calamidad al ser empadronados. 13 Cada uno de los censados dará como contribución al Señor seis gramos de plata, según la tasación oficial del santuario: la ofrenda al Señor será de seis gramos de plata. 14 Todos los censados, siempre que tengan veinte años o más, entregarán esta contribución al Señor. 15 Al entregar cada uno al Señor su contribución para rescatar su vida, ni el rico dará más de seis gramos de plata, ni el pobre menos de seis. 16 Tú recibirás el dinero del rescate de los israelitas y lo destinarás al servicio de la Tienda del encuentro. Así el Señor tendrá siempre presente que los israelitas han pagado por el rescate de sus vidas.
La pila de bronce (Ex 38,8)
17 El Señor dijo a Moisés:
18 — Harás una pila de bronce, con su base del mismo metal, para realizar las purificaciones. La colocarás entre la Tienda del encuentro y el altar, y la llenarás de agua 19 para que en ella se laven las manos y los pies Aarón y sus hijos. 20 Si no quieren morir, se lavarán con esta agua antes de entrar en la Tienda del encuentro y también antes de acercarse al altar para oficiar y presentar la ofrenda que se quema para el Señor. 21 Se lavarán las manos y los pies; de no hacerlo así, morirán. Esta es una norma que Aarón y sus descendientes deberán observar perpetuamente.
El aceite de la unción (Ex 37,29; 40,9-15)
22 El Señor dijo a Moisés:
23 — Provéete de las plantas aromáticas más preciadas: seis kilos de mirra en grano, la mitad, o sea tres kilos, de cinamomo oloroso, tres kilos de caña aromática, 24 seis kilos de casia —pesados según el peso oficial del santuario— y siete litros de aceite de oliva. 25 Estos son los ingredientes para elaborar el aceite sagrado de la unción. Usando el arte de los perfumistas prepararás con ellos el ungüento aromático, 26 con el cual ungirás la Tienda del encuentro, el Arca del testimonio, 27 la mesa con todos sus utensilios, el candelabro con sus accesorios, el altar del incienso, 28 el altar de los holocaustos con todos sus utensilios y la pila con su base. 29 Así los consagrarás y quedarán tan santificados que, todo cuanto entre en contacto con ellos, quedará consagrado. 30 También ungirás a Aarón y a sus hijos y los consagrarás como sacerdotes a mi servicio. 31 A los israelitas dirás: “Este es el aceite que deben usar para la unción sagrada de ahora en adelante”. 32 Pero que nadie lo use para perfumarse, ni imite su receta. Es un aceite sagrado, y como tal deben considerarlo. 33 Si alguien prepara un ungüento semejante o lo usa con una persona no adecuada, será expulsado de la comunidad.
34 El Señor dijo a Moisés:
— Toma en cantidades iguales las siguientes especias olorosas: resina, uña aromática, incienso puro y gálbano aromático; 35 con el arte de los perfumistas, elabora un incienso aromático y añádele sal para que sea puro y santo. 36 Una parte del incienso muélelo muy fino y espolvoréalo ante el Arca del testimonio, en la Tienda del encuentro, es decir, en el lugar donde yo me encontraré contigo. Consideren este incienso como una cosa santísima; 37 por tanto, que nadie imite la receta para uso personal. Considérenlo como algo sagrado y exclusivo del Señor. 38 Si alguno prepara una mezcla semejante para disfrutar de su fragancia, será expulsado de la comunidad.
31 El Señor dijo a Moisés:
2 — Mira, he elegido a Besalel, hijo de Urí, hijo de Jur, de la tribu de Judá, 3 y lo he dotado de habilidades extraordinarias, de destreza, talento y pericia en toda clase de trabajos; 4 podrá así idear proyectos y realizarlos en oro, plata y bronce, 5 tallar y engastar piedras preciosas, trabajar la madera y realizar cualquier otra labor. 6 Le he asignado como ayudante a Oholiab, hijo de Ajisamac, de la tribu de Dan. También he dotado de una habilidad especial a todos los artesanos competentes para que puedan realizar todo lo que he mandado construir, 7 a saber, la Tienda del encuentro, el Arca del testimonio, la cubierta que va sobre el Arca y todos los utensilios de la Tienda: 8 la mesa y sus utensilios, el candelabro de oro puro y todos sus accesorios, el altar del incienso, 9 el altar de los holocaustos y todos sus utensilios, la pila de bronce con su base; 10 las vestiduras de ceremonia, tanto las vestiduras sagradas del sacerdote Aarón como las de sus hijos para cuando oficien como sacerdotes; 11 el aceite de la unción y el incienso aromático para el santuario. Todo lo harán según las instrucciones que te he dado.
Descanso sabático
12 El Señor dijo a Moisés:
13 — Di a los israelitas: Pero sobre todo, observarán mis sábados, pues esta es la señal de la alianza sellada entre ustedes y yo durante todas sus generaciones. Así se conocerá que he sido yo, el Señor, quien los ha consagrado. 14 El sábado será para ustedes un día sagrado; obsérvenlo. Quien lo profane, morirá sin remedio. Todo aquel que realice cualquier trabajo en ese día será expulsado de su pueblo. 15 Durante seis días pueden trabajar, pero el séptimo día es sábado, día de descanso solemne consagrado a mí. Si alguien trabaja, morirá sin remedio. 16 Los israelitas y sus descendientes observarán el sábado como señal de alianza eterna. 17 Para siempre este día será una señal de la alianza sellada entre los israelitas y yo, porque el Señor hizo el cielo y la tierra en seis días y el séptimo dejó de trabajar y descansó.
Ruptura y renovación de la Alianza (31,18—34,35)
El becerro de oro
18 Cuando el Señor terminó de hablar con Moisés en el monte Sinaí, le dio las dos losas del testimonio: losas de piedra escritas por el dedo de Dios.
32 Viendo el pueblo que Moisés tardaba en bajar del monte, se presentaron en masa ante Aarón y le dijeron:
— Anda, haznos un dios que nos guíe pues no sabemos qué le habrá pasado a ese Moisés, el hombre que nos sacó de Egipto.
2 Aarón les respondió:
— Quítenles los pendientes de oro que llevan en las orejas sus mujeres, hijos e hijas, y tráiganmelos.
3 Todos se quitaron los pendientes de oro de las orejas y se los llevaron a Aarón; 4 este los recibió de sus manos e hizo con el oro fundido un becerro modelado a cincel. Entonces ellos exclamaron:
— ¡Israel, este es tu dios, el que te sacó de Egipto!
5 Cuando Aarón vio esto, construyó un altar delante del becerro y proclamó:
— Mañana será un día de fiesta en honor del Señor.
6 Al día siguiente madrugaron y ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión. Después se sentaron a comer y beber y, al finalizar, se levantaron a divertirse. 7 El Señor dijo a Moisés:
— Desciende del monte, porque tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto, se ha pervertido. 8 Muy pronto se han apartado del camino que yo les había indicado. Se han fabricado un becerro de metal al que adoran y ofrecen sacrificios al tiempo que proclaman: “¡Israel, este es tu dios, el que te sacó de Egipto!”.
9 El Señor continuó diciendo:
— Me estoy dando cuenta de que este pueblo es muy testarudo. 10 Déjame, pues, que descargue mi ira contra ellos y los aniquile. Y tú serás el que dé origen a una gran nación.
11 Entonces Moisés intentó aplacar el furor del Señor, su Dios, diciendo:
— Señor, ¿por qué vas a descargar tu ira contra tu pueblo, el mismo en favor del que hiciste uso de tu gran fuerza y poder para sacarlo de Egipto? 12 ¿Acaso vas a permitir que los egipcios digan: “Con malos fines los sacó Dios; lo hizo para matarlos en las montañas y borrarlos de la faz de la tierra”? No te dejes llevar por la ira y renuncia al castigo que pensabas para tu pueblo. 13 Acuérdate de tus siervos Abrahán, Isaac e Israel, a quienes hiciste solemne promesa diciendo: “Multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo y daré a sus descendientes como herencia perpetua la tierra de la que les he hablado”.
14 Entonces el Señor renunció a aplicar el castigo con que había amenazado a su pueblo.
15 Moisés se volvió y descendió del monte trayendo en sus manos las dos losas del testimonio. Estaban escritas por ambos lados, por delante y por detrás. 16 Las losas y la escritura que había grabada en ellas eran obra de Dios.
17 Cuando Josué escuchó el griterío del pueblo, dijo a Moisés:
— Se escuchan gritos de guerra en el campamento.
18 Y Moisés respondió:
— No son gritos de victoria ni de derrota; lo que estoy oyendo son cantos festivos.
19 Cuando llegó Moisés al campamento y vio el becerro y las danzas, se enfureció y arrojó al pie del monte las losas que llevaba en sus manos, haciéndolas añicos. 20 Agarró el becerro que habían fabricado, lo arrojó al fuego y, una vez convertido en ceniza, lo disolvió en agua y obligó a los israelitas a que bebieran esa agua.
21 Y dijo a Aarón:
— ¿Se puede saber qué te hizo este pueblo para que le indujeras a cometer un acto tan aberrante?
22 Aarón respondió:
— Señor mío, no te enfades contra mí; tú sabes que este pueblo es proclive al mal. 23 Me dijeron: “Haznos un dios que nos guíe, pues no sabemos qué le habrá pasado a ese Moisés, el hombre que nos sacó de Egipto”. 24 Yo les contesté: “El que tenga oro, que se desprenda de él”. Ellos me lo entregaron, yo lo eché al fuego ¡y salió este becerro!
25 Se percató Moisés de que el pueblo estaba descontrolado, pues Aarón no le había puesto freno, y ahora el pueblo estaba expuesto a las burlas de sus enemigos. 26 Entonces Moisés se plantó en la puerta del campamento y gritó:
— ¡Que se pongan a mi lado los que están de parte del Señor!
Y todos los levitas se le unieron.
27 Él les dijo:
— Así ha dicho el Señor, el Dios de Israel: Que cada uno se ciña su espada al muslo, recorra el campamento y vaya de puerta en puerta matando a los culpables sin tener en cuenta si es su hermano, su amigo o su vecino.
28 Los levitas cumplieron la orden de Moisés y aquel día murieron unos tres mil hombres del pueblo. 29 Moisés les dijo:
— Hoy el Señor los bendice y los constituye sus sacerdotes, pues lo han preferido a sus propios hijos y hermanos.
Intercesión de Moisés
30 Al día siguiente Moisés dijo al pueblo:
— Han cometido un pecado gravísimo; no obstante voy a subir adonde está el Señor, a ver si logro que los perdone.
31 Volvió Moisés adonde estaba el Señor, y le dijo:
— Sin duda que este pueblo ha cometido un gran pecado al hacerse un dios de oro. 32 Pero te ruego que les perdones su pecado; si no lo haces, bórrame del libro donde nos tienes inscritos.
33 Pero el Señor le contestó:
— Al que haya pecado contra mí, lo borraré del libro. 34 Tú lleva al pueblo al lugar que te dije. Mi ángel te irá guiando. Y llegado el momento les pediré cuentas por su pecado.
35 Y el Señor castigó al pueblo por haber adorado al becerro de oro fabricado por Aarón.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España