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Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
Lucas 23-24

23 En ese momento, toda la asamblea se levantó y lo llevaron ante Pilato.

Comenzaron a acusarlo, diciendo:

―Encontramos a este hombre alborotando a nuestra nación. Está en contra de que se paguen impuestos al emperador y asegura que él es el Cristo, el rey.

Pilato le preguntó a Jesús:

―¿Eres tú el rey de los judíos?

Él respondió:

―Tú mismo lo dices.

Entonces Pilato le dijo a los jefes de los sacerdotes y a la gente:

―No encuentro nada que haga culpable a este hombre.

Pero ellos seguían insistiendo:

―Con sus enseñanzas alborota al pueblo por toda Judea. Comenzó en Galilea y ya llegó hasta aquí.

Cuando Pilato oyó esto, preguntó si el hombre era de Galilea.

Al enterarse de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo mandó a él, pues en aquellos días también Herodes estaba en Jerusalén.

Cuando Herodes vio a Jesús, se puso muy contento, porque ya hacía tiempo que quería verlo. Había oído hablar de él y esperaba verlo hacer algún milagro. Le hizo muchas preguntas pero Jesús no le contestó nada. 10 También estaban allí los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley y lo acusaban con insistencia. 11 Entonces Herodes y sus soldados lo trataron con desprecio y, para burlarse de él, le pusieron un manto lujoso. Después lo mandaron de vuelta a Pilato. 12 Herodes y Pilato antes no se llevaban bien, pero desde ese mismo día se hicieron amigos.

13 Pilato reunió a los jefes de los sacerdotes, a los gobernantes y al pueblo, 14 y les dijo:

―Ustedes me trajeron a este hombre acusado de incitar al pueblo a la rebelión. Pero ya lo he interrogado delante de ustedes y no lo encuentro culpable de lo que ustedes lo acusan. 15 Herodes tampoco lo encontró culpable, y por eso nos lo devolvió. Este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte. 16 Por lo tanto, ordenaré que lo azoten y después lo dejaré libre. 17 Ahora bien, durante la fiesta tenía la obligación de soltarles un preso. 18 Pero todos gritaban a una voz:

―¡Llévate a ese! ¡Deja libre a Barrabás!

19 Barrabás estaba preso por una rebelión ocurrida en la ciudad y por haber matado a alguien. 20 Pilato quería dejar libre a Jesús y por eso habló con el pueblo otra vez. 21 Pero la gente gritaba:

―¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!

22 Entonces él les dijo por tercera vez:

―Pero, ¿qué delito ha cometido este hombre? No lo encuentro culpable de nada que merezca la pena de muerte. Voy a ordenar que lo azoten y después lo dejaré libre.

23 Pero ellos siguieron insistiendo a gritos que lo crucificara, y por fin lo consiguieron. 24 Pilato les concedió lo que pedían. 25 Ordenó que dejaran libre al hombre que estaba preso por rebelde y asesino, y les entregó a Jesús para que hicieran con él lo que quisieran.

La crucifixión

26 Cuando se lo llevaban, obligaron a un hombre de Cirene, llamado Simón, a que fuera detrás de Jesús cargando la cruz. Este hombre volvía en ese momento del campo. 27 Mucha gente del pueblo y muchas mujeres lo seguían. Ellas lloraban por él y se golpeaban el pecho. 28 Jesús se volvió hacía ellas y les dijo:

―Hijas de Jerusalén, no lloren por mí. Lloren más bien por ustedes y por sus hijos. 29 Porque se acerca el día en que dirán: “¡Dichosas las mujeres estériles, que nunca dieron a luz ni tuvieron que amamantar hijos!”. 30 Entonces comenzarán a decir a las montañas: “¡Caigan sobre nosotros!”, y a las colinas: “¡Cúbrannos!”, 31 pues si cuando el árbol está verde hacen esto, ¿qué no harán cuando esté seco?

32 Llevaban también con él, para matarlos, a otros dos que eran criminales. 33 Cuando llegaron al lugar llamado la Calavera, lo crucificaron. También a los criminales, uno a la derecha de él y otro a su izquierda.

34 Jesús dijo:

―Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.

Mientras, echaban suertes para ver quién se quedaba con la ropa de Jesús. 35 La gente se quedó allí para mirar; y por su parte, los gobernantes se burlaban de él. Decían:

―Si es el Cristo de Dios, el Escogido, que se salve a sí mismo como salvó a otros.

36 Los soldados también se burlaban de él. Se acercaron para ofrecerle vinagre, 37 y le dijeron:

—Si eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

38 Sobre él había un letrero que decía: «este es el rey de los judíos».

39 Uno de los criminales que estaban allí colgados también empezó a insultarlo:

―¿Acaso, no eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros también!

40 Pero el otro criminal lo reprendió:

―¿Ni siquiera tienes temor de Dios aunque estés sufriendo el mismo castigo?

41 Nosotros merecemos este castigo y sufrimos a causa de nuestros delitos; pero este no ha hecho nada malo.

42 Luego le dijo:

―Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.

43 Jesús le contestó:

―Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Muerte de Jesús

44 Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde, toda la tierra quedó a oscuras, 45 pues el sol se ocultó. Y la cortina del templo se partió en dos. 46 Entonces Jesús gritó con fuerza:

―¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!

Y después de decir esto, murió.

47 El capitán romano, al ver lo que había sucedido, alabó a Dios y dijo:

―En verdad, este hombre era justo.

48 Los que estaban allí reunidos para presenciar ese espectáculo, al ver lo que pasaba, se fueron de allí golpeándose el pecho. 49 Pero todos los conocidos de Jesús y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, se quedaron mirando desde lejos.

Sepultura de Jesús

50 Había un hombre llamado José que era bueno y justo. Era miembro del Consejo, 51 pero no había estado de acuerdo con la decisión y la conducta de los demás. Procedía del pueblo de Arimatea, en la región de Judea, y esperaba el reino de Dios. 52 Este fue ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. 53 Después de bajarlo, lo envolvió en una sábana de lino y lo puso en un sepulcro cavado en una roca. Ese sepulcro nunca antes lo habían usado.

54 Era el día en que se preparaban para el descanso del sábado, que ya estaba a punto de comenzar. 55 Las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea acompañaron a José hasta el sepulcro y vieron cómo colocaba el cuerpo. 56 Luego regresaron a su casa y prepararon especias aromáticas y perfumes. Después descansaron el sábado, como lo manda la ley.

La resurrección

24 El primer día de la semana, muy de mañana, las mujeres fueron al sepulcro llevando las especias aromáticas que habían preparado.

Encontraron que la piedra que cubría el sepulcro no estaba en su lugar, y cuando entraron no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Estaban confundidas, pues no sabían qué había pasado. Mientras tanto, vieron a dos hombres vestidos con ropas brillantes, de pie junto a ellas. Estaban tan asustadas que se inclinaron hasta tocar el suelo con su rostro. Pero ellos les dijeron:

―¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí; ha resucitado. Recuerden lo que él les dijo cuando todavía estaba con ustedes en la región de Galilea: “El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres malvados, y lo crucificarán, pero al tercer día va a resucitar”.

Entonces ellas recordaron las palabras de Jesús. Cuando regresaron del sepulcro, les contaron a los once y a todos los demás lo que había pasado. 10 Las mujeres que contaron estas cosas eran María Magdalena, Juana, María la madre de Jacobo, y las demás que las acompañaban.

11 Pero los discípulos pensaron que lo que ellas decían era una locura y no les creyeron. 12 Sin embargo, Pedro salió corriendo al sepulcro. Al asomarse, sólo vio las vendas de lino. Luego regresó a su casa sorprendido de lo que había sucedido.

De camino a Emaús

13 Ese mismo día, dos de ellos se dirigían a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén. 14 Iban conversando de todo lo que había pasado. 15 Mientras hablaban y discutían, Jesús mismo se acercó y empezó a caminar con ellos; 16 pero no lo reconocieron, pues sus ojos estaban velados.

17 Él les preguntó:

―¿De qué vienen hablando por el camino?

Se detuvieron; tenían los rostros embargados de tristeza. 18 Uno de ellos, llamado Cleofas, le dijo:

―¿Eres tú el único que ha estado en Jerusalén y no se ha enterado de lo que ha pasado en estos días?

19 Él les preguntó:

―¿Qué ha pasado?

Ellos le respondieron:

―Lo de Jesús de Nazaret. Era un profeta poderoso en lo que hacía y decía ante Dios y ante la gente. 20 Los jefes de los sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo crucificaran. 21 Sin embargo, nosotros teníamos la esperanza de que él sería el libertador de Israel. Pero ya hace tres días que sucedió todo esto. 22 Esta mañana, algunas de las mujeres de entre nosotros nos dejaron asombrados. Muy temprano, fueron al sepulcro, 23 pero no encontraron su cuerpo. Cuando volvieron, nos contaron que unos ángeles se les habían aparecido y les habían dicho que él está vivo. 24 Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y lo encontraron tal como las mujeres habían explicado. Pero a él, no lo vieron.

25 Él les dijo:

―¡Qué torpes son ustedes! ¡Qué corazón tan lento tienen para creer todo lo que los profetas dijeron! 26 ¿Acaso no saben que el Cristo tenía que sufrir estas cosas antes de entrar en su gloria?

27 Entonces les explicó todo lo que las Escrituras decían acerca de él, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas.

28 Cuando ya estaban cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo como que seguía su camino; 29 pero ellos le dijeron con insistencia:

―Quédate con nosotros. Es muy tarde, ya es casi de noche.

Así lo hizo, y entró para quedarse con ellos.

30 Mientras estaban sentados a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. 31 Entonces se les abrieron los ojos y pudieron reconocerlo; pero él desapareció.

32 Y ellos se decían uno al otro:

―¿No sentíamos como si nuestro corazón ardiera mientras él hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?

33 En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los once y a los otros que estaban con ellos. 34 Estos decían:

―¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se le apareció a Pedro!

35 Los dos también contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo reconocieron a Jesús cuando partió el pan.

Jesús se aparece a los discípulos

36 Ellos todavía estaban hablando cuando Jesús mismo se puso en medio de ellos y les dijo:

―Paz a ustedes.

37 Todos se llenaron de terror pues creyeron que lo que veían era un espíritu.

38 Él les preguntó:

―¿Por qué están tan asustados? ¿Por qué tienen tantas dudas? 39 Miren mis manos y mis pies. ¡Soy yo! Tóquenme y comprueben, pues un espíritu no tiene carne ni huesos como ven que yo los tengo.

40 Después de decir esto les mostró las manos y los pies. 41 Como ellos estaban alegres y asustados, no lo podían creer. Entonces les preguntó:

―¿Tienen algo de comer?

42 Le dieron un pedazo de pescado asado, 43 y él lo tomó y se lo comió mientras todos lo veían. Luego les dijo:

44 ―Recuerden que cuando todavía estaba yo con ustedes, les decía que tenía que cumplirse todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.

45 Entonces les abrió el entendimiento para que pudieran comprender las Escrituras. 46 Les explicó:

―Está escrito que el Cristo padecerá y resucitará al tercer día. 47 Y también que en su nombre, comenzando en Jerusalén, se predicará a todas las naciones que hay perdón de pecados para el que se arrepiente. 48 Ustedes son testigos de estas cosas. 49 Pronto enviaré lo que prometió mi Padre. Pero ustedes quédense en Jerusalén hasta que los llene con poder de lo alto.

La ascensión

50 Tras aquellas palabras, los llevó hasta Betania. Una vez allí, alzó las manos y los bendijo. 51 Y mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo.

52 Los discípulos, después de adorarlo, regresaron a Jerusalén llenos de alegría. 53 Desde ese día estaban siempre en el templo alabando a Dios.

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