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La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
1 Reyes 12-14

II.— HISTORIA DE ISRAEL Y DE JUDÁ (1 Re 12—2 Re 17)

División política y religiosa (12—13)

Asamblea en Siquén (2 Cr 2,1-17a)

12 Roboán fue a Siquén, adonde había acudido todo Israel para proclamarlo rey. Cuando se enteró de ello Jeroboán, el hijo de Nabat, que se había refugiado en Egipto huyendo del rey Salomón, regresó de Egipto. Lo mandaron llamar y Jeroboán llegó con toda la asamblea de Israel para decir a Roboán:

— Tu padre nos impuso un yugo insoportable. Si tú aligeras ahora la dura servidumbre y el yugo insoportable que tu padre nos impuso, nosotros te serviremos.

Él les respondió:

— Márchense y vuelvan a verme dentro de tres días.

La gente se marchó y el rey Roboán pidió consejo a los ancianos que habían asistido a su padre Salomón, mientras vivió:

— ¿Qué me aconsejan responder a esta gente?

Ellos le dijeron:

— Si hoy te conviertes en servidor de esta gente, si los atiendes y les respondes con buenas palabras, ellos te servirán de por vida.

Pero Roboán desoyó el consejo que le dieron los ancianos y consultó a los jóvenes que se habían criado con él y que ahora estaban a su servicio. Él les preguntó:

— ¿Qué me aconsejan ustedes responder a esta gente que me ha pedido que les suavice el yugo que les impuso mi padre?

10 Los jóvenes que se habían criado con él le respondieron:

— Esa gente te ha dicho: “Tu padre nos impuso un yugo insoportable, aligéranoslo tú”. Diles tú lo siguiente: “Mi dedo meñique es más gordo que la cintura de mi padre: 11 si mi padre los cargó con un yugo insoportable, yo aumentaré su carga; si mi padre los castigaba con azotes, yo los castigaré a latigazos”.

12 Al tercer día, Jeroboán y todo el pueblo fueron a ver a Roboán, tal y como el rey les había dicho. 13 Pero el rey respondió al pueblo con dureza, desoyendo el consejo que le habían dado los ancianos, 14 y les habló siguiendo el consejo de los jóvenes:

— Mi padre les impuso un yugo insoportable, pero yo aumentaré su carga. Mi padre los castigó con azotes, pero yo los castigaré a latigazos.

15 Y el rey no quiso escuchar al pueblo, según la decisión del Señor, para cumplir así la promesa que había hecho a Jeroboán, hijo de Nabat, por medio de Ajías de Siló.

16 Cuando todos los israelitas vieron que el rey no les hacía caso, le replicaron diciendo:

— ¡No tenemos nada que ver con David, ni repartimos herencia con el hijo de Jesé! ¡A tus tiendas, Israel! Y que ahora David se preocupe de su casa.

Y los israelitas marcharon a sus casas.

La división política (2 Cr 10,17b—11,4)

17 Roboán siguió reinando sobre los israelitas que residían en las ciudades de Judá. 18 El rey Roboán envió a Adonirán, jefe de los trabajos forzados, pero los israelitas lo apedrearon hasta matarlo; entonces el rey Roboán tuvo que apresurarse a subir en su carro para huir a Jerusalén. 19 Así fue como Israel se rebeló contra la dinastía de David hasta el día de hoy.

20 Cuando los israelitas se enteraron del regreso de Jeroboán, mandaron a llamarlo ante la asamblea y lo proclamaron rey sobre todo Israel. Y sólo la tribu de Judá siguió fiel a la dinastía de David.

21 Cuando Roboán llegó a Jerusalén, reunió a ciento ochenta mil guerreros escogidos de toda la casa de Judá y de la tribu de Benjamín, para atacar a la casa de Israel y devolver el reino a Roboán, hijo de Salomón. 22 Pero Dios dirigió este mensaje al profeta Semaías:

23 — Di a Roboán, hijo de Salomón y rey de Judá, a toda la casa de Judá y Benjamín y al resto del pueblo: 24 “Esto dice el Señor: No vayan a luchar contra sus hermanos, los israelitas; que todos vuelvan a sus casas, pues esto ha sucedido por voluntad mía”.

Ellos obedecieron la palabra del Señor y suspendieron el ataque, como el Señor les había ordenado.

25 Jeroboán fortificó Siquén, en la montaña de Efraín, y se estableció allí. Luego salió de Siquén y fortificó Penuel.

El cisma religioso

26 Entonces Jeroboán pensó: “El reino podría volver a la dinastía de Judá. 27 Si esta gente sube a Jerusalén a ofrecer sacrificios en el Templo del Señor, su corazón se volverá hacia su señor Roboán, el rey de Judá; luego me matarán a mí y regresarán con Roboán, el rey de Judá”. 28 Así que el rey pidió consejo y mandó hacer dos becerros de oro. Después dijo a los israelitas:

— Ya no tienen que ir más a Jerusalén. ¡Israel, aquí tienes a tu Dios, el que te sacó de Egipto!

29 Y colocó un becerro en Betel y otro en Dan. 30 Esto se convirtió en ocasión de pecado, pues la gente iba hasta Betel y Dan para adorarlos.

31 Construyó también santuarios en los montes y nombró sacerdotes a gentes del pueblo que no eran de la tribu de Leví. 32 Declaró festivo el día quince del mes octavo, imitando la fiesta que se celebraba en Judá, y subió al altar que había erigido en Betel a ofrecer sacrificios a los ídolos que había mandado hacer. Estableció en Betel a los sacerdotes de los santuarios que había construido. 33 Subió al altar que había erigido en Betel el día quince del mes octavo, un mes elegido a su gusto. Instituyó una fiesta para los israelitas y subió al altar a quemar incienso.

Condena del altar de Betel

13 Mientras Jeroboán estaba junto al altar quemando incienso, llegó a Betel desde Judá un hombre de Dios enviado por el Señor, que se puso a gritar contra el altar, por orden del Señor:

— ¡Altar, altar! Esto dice el Señor: “Nacerá un descendiente de David, llamado Josías, que sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los santuarios que ofrecen incienso sobre ti y quemará sobre ti huesos humanos”.

E inmediatamente el profeta ofreció una señal, diciendo:

— He aquí la prueba de lo que el Señor ha dicho: el altar va a romperse en pedazos y se esparcirán las cenizas que hay en él.

Cuando el rey escuchó las palabras que el profeta gritaba contra el altar de Betel, extendió su mano desde el altar y ordenó:

— Apresadlo.

Pero la mano que había levantado contra él se le quedó rígida y no podía bajarla. El altar se rompió en pedazos y se esparcieron sus cenizas, de acuerdo con la señal que el hombre de Dios había anunciado por orden del Señor. Entonces el rey suplicó al hombre de Dios:

— Por favor, aplaca al Señor, tu Dios, e intercede por mí para que pueda mover mi mano.

El hombre de Dios aplacó al Señor y el rey volvió a mover su mano, que se le quedó como antes. Luego el rey le dijo:

— Acompáñame a palacio a comer algo, que quiero hacerte un regalo.

Pero el hombre de Dios respondió al rey:

— No iré contigo, ni aunque me dieses la mitad de tu palacio. No puedo comer ni beber nada en este lugar, pues el Señor me ha ordenado que no coma ni beba nada, ni regrese por el mismo camino que he venido.

10 Así que se fue por otro camino y no regresó por el camino que había traído hasta Betel.

11 Vivía entonces en Betel un profeta anciano. Sus hijos llegaron a contarle lo que aquel hombre de Dios había hecho ese día en Betel y lo que le había dicho al rey. 12 El padre les preguntó:

— ¿Qué camino ha tomado?

Sus hijos le indicaron el camino que había tomado el hombre de Dios venido de Judá, 13 y él les ordenó:

— Aparéjenme el burro.

Ellos se lo aparejaron. Entonces él se subió al burro, 14 marchó tras el hombre de Dios y lo encontró sentado debajo de una encina. Entonces le preguntó:

— ¿Eres tú el hombre de Dios que ha venido de Judá?

El otro respondió:

— Yo soy.

15 El primero le dijo:

— Acompáñame a casa a comer algo.

16 El otro le contestó:

— No puedo volver contigo ni acompañarte. No comeré ni beberé nada contigo en este lugar, 17 pues el Señor me ha ordenado que no coma ni beba nada aquí y que no regrese por el mismo camino por el que he venido.

18 Pero el anciano insistió:

— Yo también soy profeta, como tú, y un ángel me ha ordenado, de parte del Señor, que te lleve conmigo a mi casa para que comas y bebas algo.

Así lo engañó 19 y el otro fue con él a comer y beber en su casa. 20 Mientras estaban sentados a la mesa, el Señor habló al profeta que lo había hecho volver 21 y este gritó al hombre de Dios venido de Judá:

— Esto dice el Señor: Por haber desobedecido las órdenes del Señor y no haber cumplido el mandato que te dio, 22 regresando a comer y beber a este lugar donde él te lo había prohibido, tu cadáver no será enterrado en la sepultura de tus padres.

23 Cuando terminó de comer y beber, aparejó el burro del profeta al que había hecho volver. 24 Este se marchó, pero en el camino un león le salió al encuentro y lo mató. Su cadáver quedó tendido en el camino, mientras el burro y el león se quedaban de pie junto a él. 25 Pasaron unos hombres que vieron el cadáver tendido en el camino y al león de pie junto a él y fueron a dar la noticia a la ciudad donde vivía el profeta anciano. 26 Cuando este se enteró, comentó:

— Ese es el profeta que desobedeció el mandato del Señor; por eso el Señor lo ha entregado al león, que lo ha despedazado y matado, tal y como le anunció el Señor.

27 Entonces ordenó a sus hijos:

— Aparéjenme el burro.

Cuando se lo aparejaron, 28 él partió y encontró el cadáver tendido en el camino y al burro y al león de pie junto al cadáver. El león no había devorado el cadáver ni despedazado al burro. 29 El profeta recogió el cadáver del hombre de Dios, lo cargó en el burro y regresó con él a su ciudad para hacerle duelo y enterrarlo. 30 Lo enterró en su propia sepultura y le cantaron la elegía “¡Ay, hermano mío!”. 31 Después de enterrarlo, dijo a sus hijos:

— Cuando yo muera, entiérrenme en la sepultura donde está enterrado el hombre de Dios y pongan mis huesos junto a los suyos; 32 porque inexorablemente se cumplirá la amenaza que lanzó, por orden del Señor, contra el altar de Betel y contra todos los santuarios de los montes que hay en las ciudades de Samaría.

33 Después de todo esto, Jeroboán no abandonó su mala conducta; al contrario, volvió a nombrar sacerdotes de los santuarios a gente del pueblo. A todo el que lo deseaba, lo consagraba sacerdote de los santuarios. 34 Este fue el pecado de la dinastía de Jeroboán, por lo que fue exterminada y borrada del mapa.

Los dos reinos hasta Elías (14—16)

Jeroboán I de Israel (931-910)

14 En aquellos días cayó enfermo Abías, el hijo de Jeroboán, y este dijo a su mujer:

— Anda, disfrázate, para que nadie sepa que eres mi mujer, y vete a Siló, donde vive el profeta Ajías, el que me anunció que sería rey de este pueblo. Llévale diez panes, unas tortas y un tarro de miel, y preséntate a él, pues él te dirá lo que le sucederá al niño.

La mujer de Jeroboán lo hizo así; se preparó, marchó a Siló y llegó a la casa de Ajías. Aunque Ajías no podía ver, pues estaba casi ciego a causa de la vejez, el Señor le había advertido:

— Va a venir la mujer de Jeroboán a consultarte sobre su hijo, que está enfermo. Ella vendrá disfrazada y tú le dirás esto y esto.

Cuando Ajías escuchó el ruido de sus pasos al entrar por la puerta, dijo:

— Pasa, mujer de Jeroboán. ¿Por qué te haces pasar por otra? Tengo que darte malas noticias. Ve y di a Jeroboán: “Esto dice el Señor: Yo te saqué de en medio del pueblo y te convertí en jefe de mi pueblo Israel. Yo le quité el reino a la dinastía de David para dártelo a ti. Pero tú no te has parecido a mi siervo David, que guardó mis mandamientos y me siguió de corazón actuando correctamente ante mí. Al contrario, te has portado peor que todos tus antecesores, pues has llegado a fabricarte dioses distintos e ídolos para ofenderme, mientras a mí me volvías la espalda. 10 Por eso, yo voy a traer la desgracia a la familia de Jeroboán: exterminaré a todos sus varones, esclavos o libres, y barreré su descendencia por completo, como se barre la basura. 11 Al que de los suyos muera en la ciudad lo devorarán los perros; al que muera en el campo lo devorarán las aves del cielo. ¡Lo ha dicho el Señor! 12 En cuanto a ti, prepárate a volver a casa, pues cuando entres en la ciudad, el niño morirá. 13 Todo Israel lo llorará y lo enterrará. Será el único de la familia de Jeroboán que descansará en una sepultura, pues sólo en él, entre toda su familia, ha encontrado algo bueno el Señor, Dios de Israel. 14 El Señor se elegirá un rey en Israel que acabará ese día con la dinastía de Jeroboán. 15 El Señor golpeará a Israel como un junco sacudido por el agua; arrancará a Israel de esta buena tierra que dio a sus antepasados y lo dispersará al otro lado del Éufrates, porque se fabricaron columnas sagradas, ofendiendo con ello al Señor. 16 El Señor castigará a Israel por los pecados que Jeroboán ha cometido y los que ha hecho cometer a Israel”.

17 La mujer de Jeroboán emprendió el regreso, llegó a Tirsá y, al cruzar el umbral de su casa, el niño murió. 18 Lo enterraron y todo Israel hizo duelo por él, como el Señor había anunciado por medio de su siervo, el profeta Ajías.

19 El resto de la historia de Jeroboán, sus batallas y su reinado, están escritos en el libro de los Anales de los Reyes de Israel. 20 Jeroboán reinó veintidós años. Cuando murió, su hijo Nadab le sucedió como rey.

Roboán de Judá (931-914) (2 Cr 12,2.9-16)

21 Roboán, hijo de Salomón, tenía cuarenta y un años cuando comenzó a reinar sobre Judá. Reinó durante diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que el Señor había elegido entre todas las tribus de Israel como residencia de su nombre. Su madre se llamaba Naamá y era amonita.

22 Judá ofendió al Señor provocando su ira más que sus antepasados con los pecados que cometieron. 23 También ellos se construyeron santuarios en los montes, columnas y postes sagrados sobre todas las colinas prominentes y debajo de todos los árboles frondosos. 24 Incluso se permitió la prostitución sagrada en el país e imitaron todas las infamias de las naciones que el Señor había expulsado ante los israelitas.

25 El quinto año del reinado de Roboán, Sisac el rey de Egipto atacó Jerusalén. 26 Saqueó los tesoros del Templo y los del palacio real y se lo llevó todo. También se llevó todos los escudos de oro que Salomón había mandado hacer. 27 El rey Roboán los sustituyó con escudos de bronce y los puso al cuidado de los jefes de la escolta que custodiaban la entrada del palacio real. 28 Cada vez que el rey entraba al Templo del Señor, la escolta los llevaba y luego los devolvía a la sala de guardia.

29 El resto de la historia de Roboán y todo lo que hizo está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Judá. 30 Roboán y Jeroboán estuvieron siempre en guerra. 31 Cuando murió Roboán, fue enterrado con sus antepasados en la ciudad de David. Su hijo Abías le sucedió como rey.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España