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La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
Jueces 16-18

El episodio de las puertas de Gaza

16 De allí Sansón fue a Gaza donde vio una prostituta en cuya casa entró. Alguien avisó a los de Gaza:

— Sansón está aquí.

Rodearon la casa y lo esperaron apostados a la puerta de la ciudad. Pasaron la noche sin mayor preocupación diciéndose:

— Esperemos hasta que despunte el día; entonces lo mataremos.

Sansón estuvo durmiendo hasta media noche. A media noche se levantó, agarró las dos hojas de la puerta de la ciudad con sus jambas y su barra, las arrancó, se las cargó a la espalda, y las subió hasta la cima del monte que está frente a Hebrón.

Sansón traicionado por Dalila

Después de esto, se enamoró de una mujer de la vaguada de Sórec, que se llamaba Dalila. Los jefes de los filisteos acudieron a Dalila y le dijeron:

— Engáñalo y averigua de dónde le viene esa fuerza tan enorme, y cómo podríamos amarrarlo bien fuerte y de esta manera dominarlo. Te daremos cada uno de nosotros mil cien siclos de plata.

Dalila dijo a Sansón:

— Dime, por favor, ¿de dónde te viene esa fuerza tan enorme y con qué habría que amarrarte para que no puedas desatarte?

Sansón le respondió:

— Si me amarraran con siete cuerdas de arco todavía frescas y sin secar, perdería la fuerza y sería como un hombre cualquiera.

Los jefes de los filisteos le llevaron a Dalila siete cuerdas de arco frescas, sin secar aún, y ella lo amarró con ellas. Tenía ella hombres escondidos en la alcoba y le gritó:

— ¡Sansón! ¡Los filisteos!

Rompió Sansón las cuerdas de arco como se rompe el hilo de estopa en cuanto lo toca el fuego. Y no se descubrió el secreto de su fuerza.

10 Entonces Dalila dijo a Sansón:

— Te has reído de mí contándome una patraña; dime, por favor, con qué habría que amarrarte.

11 Respondió Sansón:

— Si me amarraran fuertemente con cordeles nuevos sin usar, perdería la fuerza y sería como un hombre cualquiera.

12 Tomó Dalila unos cordeles nuevos, lo amarró con ellos y le gritó:

— ¡Sansón! ¡Los filisteos!

Tenía ella hombres escondidos en la alcoba, pero él rompió los cordeles de sus brazos como si fueran un hilo. 13 Entonces Dalila dijo a Sansón:

— Hasta ahora te has estado burlando de mí y sólo me has contado patrañas. Dime de una vez con qué habría que amarrarte.

Él le respondió:

— Si entretejieras las siete trenzas de mi cabellera con cordel de tejer y las clavaras con la clavija del tejedor, perdería la fuerza y sería como un hombre cualquiera.

14 Esperó, pues, que Sansón se durmiera, le entretejió las siete trenzas de su cabellera con el cordel de tejer, las clavó con la clavija y le gritó:

— ¡Sansón! ¡Los filisteos!

Él se despertó de su sueño y arrancó el cordel y la clavija. Y no se descubrió el secreto de su fuerza.

15 Dalila le dijo:

— ¿Cómo puedes decir: “Te amo”, si tu corazón no es mío? Por tres veces te has reído de mí y no me has dicho en qué consiste esa fuerza tan enorme que tienes.

16 Como todos los días lo importunaba con sus palabras y lo tenía ya aburrido, 17 le abrió todo su corazón y le dijo:

— La navaja no ha pasado nunca por mi cabeza, porque soy un consagrado a Dios desde el vientre de mi madre. Si me cortaran el pelo, mi fuerza se retiraría de mí, me debilitaría y sería como un hombre cualquiera.

18 Dalila comprendió que le había abierto todo su corazón, mandó llamar a los jefes de los filisteos y les dijo:

— Vengan, que esta vez me ha abierto todo su corazón.

Vinieron los jefes de los filisteos con el dinero para la mujer, 19 y esta adormeció a Sansón sobre sus rodillas y llamó a un hombre que le cortó las siete trenzas de su cabellera. Inmediatamente Sansón comenzó a debilitarse, y perdió su fuerza. 20 Dalila entonces gritó:

— ¡Sansón! ¡Los filisteos!

Se despertó Sansón de su sueño pensando:

— Saldré airoso como las otras veces y me los sacudiré de encima.

No sabía que el Señor ya no estaba con él. 21 Los filisteos se apoderaron de él, le sacaron los ojos, y lo llevaron a Gaza. Allí lo ataron con una doble cadena de bronce y lo encerraron en la cárcel donde daba vueltas a la rueda de molino.

Venganza y muerte de Sansón

22 Pero, apenas cortado, el pelo de su cabeza empezó a crecer de nuevo. 23 Los jefes de los filisteos se reunieron para ofrecer un gran sacrificio a su dios Dagón. En medio de la grandiosa fiesta proclamaban:

Nuestro dios nos ha entregado
a Sansón, nuestro enemigo.

24 Al verlo, la gente alababa a su dios repitiendo:

Nuestro dios ha puesto en nuestras manos
a Sansón nuestro enemigo,
al que asolaba nuestra tierra
y multiplicaba nuestros muertos.

25 Y como estaban alegres, dijeron:

— Llamen a Sansón para que nos divierta.

Trajeron, pues, a Sansón de la cárcel y se divertían a costa de él. Luego lo dejaron de pie entre las columnas. 26 Sansón entonces dijo al muchacho que lo llevaba de la mano:

— Ponme donde pueda tocar las columnas sobre las que descansa el edificio, para que me pueda apoyar en ellas.

27 El edificio estaba abarrotado de hombres y mujeres. Estaban dentro todos los jefes de los filisteos y, en el terrado, unos tres mil hombres y mujeres que se divertían a costa de Sansón. 28 Entonces Sansón invocó al Señor exclamando:

— Mi Dios y Señor, acuérdate de mí; dame fuerzas, aunque sólo sea esta vez, oh Dios, para que de un solo golpe me vengue de los filisteos que me sacaron los ojos.

29 Sansón tanteó las dos columnas centrales sobre las que descansaba el edificio, las abrazó, una con el brazo derecho, la otra con el izquierdo, 30 y gritó:

— ¡Muera yo con los filisteos!

Sacudió las columnas con todas sus fuerzas y el edificio se derrumbó sobre los jefes de los filisteos y sobre toda la gente allí reunida. Y los que mató al morir fueron más que los que había matado en vida. 31 Sus hermanos y toda la familia de su padre vinieron y se lo llevaron, sepultándolo entre Sorá y Estaol, en el sepulcro de su padre Manóaj. Había juzgado a Israel durante veinte años.

III.— APÉNDICES (17—21)

El santuario de Micá y el santuario de Dan (17—18)

El santuario privado de Micá

17 Había en la montaña de Efraín un hombre llamado Micaías. Dijo a su madre:

— Aquellos mil cien siclos de plata que te quitaron, por lo que tú lanzaste una maldición que yo oí con mis oídos…, esa plata la tengo yo; yo te la robé. Pues ahora te la devuelvo.

Su madre le respondió:

— Que mi hijo sea bendito del Señor.

Y él le devolvió los mil cien siclos de plata. Y su madre dijo:

— Consagro solemnemente, en favor de mi hijo, esta plata mía al Señor, para hacer con ella una imagen de madera y un ídolo de fundición.

Tomó su madre doscientos siclos de plata y se los entregó al fundidor. Este le hizo una imagen de madera y un ídolo de metal fundido, que quedó en casa de Micaías. Este Micá tenía un santuario en su casa; hizo un efod y unos terafín y consagró sacerdote a uno de sus hijos. En aquel tiempo no había rey en Israel y hacía cada uno lo que le venía en gana.

Un joven de Belén de Judá, de la familia de Judá, que era levita, residía allí como inmigrante. Este hombre dejó la ciudad de Belén de Judá para ir a residir donde pudiera. Puesto en camino, llegó a la montaña de Efraín, a la casa de Micá. Micá le preguntó:

— ¿De dónde vienes?

Le respondió:

— Soy un levita de Belén de Judá. Vengo de paso para residir donde pueda.

10 Micá le dijo:

— Quédate en mi casa, y serás mi padre y mi sacerdote; yo te daré diez siclos de plata al año, vestido y comida.

11 El levita accedió a quedarse en casa de aquel hombre y el joven fue para él como uno de sus hijos. 12 Micá consagró al joven levita para que fuera su sacerdote. Y se quedó el joven en casa de Micá 13 que dijo:

— Ahora estoy seguro de que el Señor me favorecerá, porque tengo a este levita como sacerdote.

Los danitas en busca de territorio

18 Era un tiempo en que no había rey en Israel. La tribu de Dan andaba buscando un territorio donde establecerse, pues hasta entonces no le había correspondido ninguna heredad entre las tribus de Israel. Los danitas enviaron desde Sorá y Estaol a cinco hombres valientes de su tribu para que recorrieran el país y lo exploraran. Les encargaron:

— Vayan a explorar esa tierra.

Llegaron a la montaña de Efraín, cerca de la casa de Micá, y pasaron allí la noche. Como estaban junto a la casa de Micá, reconocieron la voz del joven levita, se le acercaron y le preguntaron:

— ¿Con quién has venido aquí? ¿Qué haces por estos pagos? ¿Qué se te ha perdido en este lugar?

El levita les respondió:

— Esto y esto ha hecho Micá por mí. Me ha tomado a sueldo y soy su sacerdote.

Ellos le dijeron:

— Consulta, entonces, a Dios a ver si tendrá éxito el viaje que hemos emprendido.

Les respondió el sacerdote:

— Vayan en paz; el Señor mira con buenos ojos su viaje.

Los cinco hombres partieron y llegaron a Lais. Vieron que las gentes de allí vivían seguras, tranquilas y confiadas, al estilo de los sidonios y vieron también que no faltaba allí ningún producto de la tierra; por otra parte, estaban lejos de los sidonios y no tenían relaciones con los arameos. Regresaron a Sorá y Estaol donde residían sus hermanos, y estos les preguntaron:

— ¿Qué noticias traen?

Ellos respondieron:

— ¡Ánimo! Vayamos contra ellos, porque hemos visto el país y es excelente. No se queden ahí quietos, sino pónganse en camino hacia aquella tierra para conquistarla. 10 Cuando lleguen, se encontrarán con un pueblo pacífico y un país espacioso: Dios se lo ha entregado a ustedes; es un lugar que no carece de nada de cuanto puede haber sobre la tierra.

Migración de los danitas

11 Así pues, el clan de los danitas —unos seiscientos hombres bien armados— partió de Sorá y Estaol. 12 Subieron y acamparon en Quiriat Jearín, en Judá. Por eso, todavía hoy, se llama aquel lugar el Campamento de Dan. Está detrás de Quiriat Jearín. 13 De allí se dirigieron a la montaña de Efraín y llegaron a la casa de Micá.

14 Los cinco hombres que habían estado previamente explorando la tierra, tomaron la palabra y dijeron a sus hermanos:

— ¿No saben que en esta casa hay un efod, unos terafín, una imagen y un ídolo de metal fundido? Piensen, pues, lo que han de hacer.

15 Fueron allá y entraron en la casa de Micá, donde estaba el joven levita, y le dieron el saludo de paz. 16 Mientras los seiscientos hombres danitas con sus armas de guerra permanecían en el umbral de la puerta, 17 los cinco hombres que habían ido a explorar la tierra entraron en la casa y se apropiaron de la imagen, el efod, los terafín y el ídolo de fundición. Entretanto, el sacerdote estaba en el umbral de la puerta con los seiscientos hombres armados. 18 Aquellos, pues, que habían entrado en la casa de Micá, se apropiaron de la imagen, el efod, los terafín y el ídolo de fundición. El sacerdote les dijo:

— Pero ¿qué están haciendo?

Le contestaron:

19 — Calla, cierra la boca y ven con nosotros. Serás nuestro padre y nuestro sacerdote. ¿O prefieres ser sacerdote de la casa de un particular a ser sacerdote de una tribu y de un clan de Israel?

20 Se alegró con ello el corazón del sacerdote, tomó el efod, los terafín y la imagen y se fue en medio de la tropa. 21 Reemprendieron el camino, colocando en cabeza a las mujeres, los niños, los rebaños y los objetos de valor. 22 Estaban ya lejos de la casa de Micá, cuando los de las casas vecinas a la casa de Micá dieron la alarma y salieron en persecución de los danitas. 23 Al oír los gritos de los perseguidores, los danitas miraron hacia atrás y dijeron a Micá:

— ¿Qué te sucede? ¿Por qué gritas así?

24 Respondió:

— Me han quitado mi dios, el que yo me había hecho, y me han arrebatado a mi sacerdote. Se marchan sin dejarme nada y encima me dicen: “¿Qué te sucede?”.

25 Los danitas le contestaron:

— Calla de una vez, no sea que algunos de los nuestros pierdan la paciencia y arremetan contra ustedes, con lo que tú y tu familia perderían la vida.

26 Los danitas siguieron su camino. Micá, por su parte, viendo que eran más fuertes, se volvió a su casa.

Toma de Lais. Fundación de Dan y de su santuario

27 Los danitas tomaron el dios que Micá se había fabricado, junto con su sacerdote, y marcharon contra Lais, pueblo pacífico y confiado. Pasaron a cuchillo a la población e incendiaron la ciudad. 28 Nadie vino en su ayuda, porque estaba lejos de Sidón y no tenía relaciones con los arameos. Lais estaba situada en el valle que se extiende hacia Bet Rejob. Los danitas reconstruyeron la ciudad, se establecieron en ella, 29 y le pusieron el nombre de Dan, en recuerdo de su antepasado Dan, hijo de Israel. Antiguamente la ciudad se llamaba Lais. 30 Construyeron también un altar en honor de la imagen, y Jonatán, hijo de Guersón, hijo de Moisés, y después de él sus descendientes actuaron como sacerdotes en la tribu de Dan hasta el tiempo de la deportación del país. 31 Rindieron culto a la imagen que se había fabricado Micá y que permaneció allí mientras estuvo en Siló la casa de Dios.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España