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Palabra de Dios para Todos (PDT)
Version
2 Reyes 6-8

Eliseo y el hacha

Los discípulos de los profetas le dijeron a Eliseo:

—El lugar donde nos estamos quedando aquí es demasiado pequeño. Vamos al río Jordán y que cada uno traiga madera. Construiremos ahí un lugar donde vivir.

Eliseo contestó:

—Vayan pues.

Uno de ellos le dijo:

—Por favor, ven con nosotros.

Eliseo le dijo:

—Muy bien, iré.

Entonces Eliseo fue con ellos. Al llegar al río Jordán, comenzaron a cortar la madera. Pero mientras un hombre daba hachazos a un árbol, se le cayó el hacha de la manga y gritó:

—¡Ay, señor! Era un hacha prestada.

El hombre de Dios le dijo:

—¿Por dónde cayó?

El hombre le indicó a Eliseo el lugar donde se le había caído el hacha. Entonces Eliseo cortó un palo y lo tiró al agua. El palo hizo que el hacha de hierro flotara. Eliseo le dijo:

—Agárrala.

El hombre extendió la mano y la agarró.

Israel captura la tropa de Siria

El rey de Siria estaba en guerra contra Israel. En una reunión con su consejo dijo: «En tal y tal lugar tendré mi campamento». Pero el hombre de Dios le mandó un mensaje al rey de Israel. Eliseo le dijo: «Ten cuidado. No pasen por ese lugar porque los sirios están escondidos ahí». 10 El rey de Israel advirtió a los hombres del lugar lo que el hombre de Dios le había indicado y así algunas veces salvó a varios hombres. 11 Debido a esto, el rey de Siria se enojó mucho. Convocó a sus siervos y les dijo:

—Díganme quién de entre los nuestros está a favor del rey de Israel.

12 Uno de los oficiales del rey de Siria le respondió:

—Mi señor y rey, ninguno de nosotros es un espía. Eliseo, el profeta de Israel, le declara al rey de Israel muchas cosas secretas, hasta lo que usted dice en su dormitorio.

13 El rey de Siria ordenó:

—Vayan y busquen a Eliseo.

Los siervos le dijeron al rey de Siria:

—Eliseo está en Dotán.

14 Entonces el rey de Siria mandó caballos, carros y una tropa numerosa a Dotán. Llegaron en la noche y rodearon la ciudad. 15 El siervo de Eliseo se levantó esa mañana. Al salir de la casa, vio un ejército rodeando la ciudad con caballos y carros.

El siervo le dijo a Eliseo:

—¿Qué vamos a hacer ahora, señor mío?

16 Eliseo le dijo:

—No tengas miedo. El ejército que lucha por nosotros es más grande que el que lucha por ellos.

17 Entonces Eliseo oró y dijo:

—SEÑOR, abre los ojos de mi siervo para que pueda ver.

El SEÑOR abrió los ojos del joven y el siervo vio que la montaña estaba llena de carros de fuego y caballos que rodeaban a Eliseo.

18 Ya los sirios se acercaban hasta donde estaba Eliseo, entonces él oró al SEÑOR y dijo:

—Te pido que dejes ciega a esta gente.

Así que él hizo lo que Eliseo le había pedido. Dejó ciego al ejército sirio. 19 Eliseo le dijo al ejército: «Van por el camino equivocado, esta no es la ciudad correcta. Síganme, que yo los llevaré al hombre que están buscando». Entonces Eliseo los llevó a Samaria.

20 Cuando llegaron a Samaria, Eliseo dijo: «SEÑOR, abre los ojos de estos hombres para que vean».

El SEÑOR entonces abrió sus ojos y el ejército Sirio vio que estaban en la ciudad de Samaria. 21 El rey de Israel vio al ejército sirio y le dijo a Eliseo:

—¿Los mato, padre mío, los mato?

22 Eliseo respondió:

—No, no los mates. ¿Acaso vas a matarlos con tu espada y con tu arco como si fueran prisioneros que tú mismo capturaste? Dales pan y agua. Que coman y beban y regresen a casa al que los mandó.

23 El rey de Israel preparó mucha comida para el ejército sirio. Después de comer y beber, los mandaron de nuevo a su amo. Los sirios no mandaron más soldados a atacar a Israel.

La hambruna en Samaria

24 Después de esto, Ben Adad, rey de Siria, reunió a todo su ejército y rodeó y atacó la ciudad de Samaria. 25 Los soldados no permitían que nadie entrara a la ciudad con alimentos, por eso hubo una gran escasez de alimentos en la ciudad. Fue tanta el hambre que la cabeza de un burro se vendía por 80 monedas[a] de plata y un cuarto de litro de estiércol por cinco monedas de plata.

26 El rey de Israel estaba caminando por el muro de la ciudad y escuchó una mujer que gritó:

—Mi señor y rey, por favor, ayúdame.

27 El rey de Israel le dijo:

—Si el SEÑOR no te ayuda, ¿cómo puedo ayudarte? No te puedo dar grano del lugar donde se trilla ni vino del lugar donde se pisa la uva.

28 En seguida el rey le preguntó:

—¿Pero qué te pasa?

Ella dijo:

—Esta mujer me dijo: “Dame a tu hijo y nos lo comeremos hoy, y mañana comeremos el mío”. 29 Así que hervimos a mi hijo y nos lo comimos. Al otro día le dije: “Dame a tu hijo para que lo comamos, pero ella lo escondió”.

30 Cuando el rey escuchó lo que le dijo la mujer, rompió su vestido. Mientras caminaba por el muro, la gente vio que llevaba como ropa interior la ropa áspera que significaba que estaba triste. 31 El rey dijo: «¡Que Dios me castigue si no le corto la cabeza a Eliseo hijo de Safat antes de que se acabe este día!»

32 El rey mandó un mensajero a Eliseo, quien se encontraba sentado en su casa junto con los ancianos. Antes de que llegara el mensajero, Eliseo les dijo a los ancianos: «Miren, aquel hijo de asesino me manda alguien para cortarme la cabeza. Cuando llegue el mensajero, cierren la puerta y asegúrenla contra él, no lo dejen entrar. Ya oigo los pasos de su amo detrás de él».

33 Mientras Eliseo estaba con los ancianos, llegó el mensajero[b] con este mensaje:

—Los problemas que tenemos vienen del SEÑOR. ¿Qué más puedo esperar del SEÑOR?

Eliseo respondió:

—¡Escuchen el mensaje del SEÑOR! El SEÑOR dice: “Mañana a estas horas, a la entrada de la ciudad, se podrán comprar 3 kilos[c] de harina fina por tan solo una moneda de plata[d], y 6 kilos de cebada por el mismo precio”.

Entonces el oficial ayudante del rey le contestó al hombre de Dios:

—Eso no ocurriría ni aunque el SEÑOR abriera las ventanas del cielo.

Eliseo le dijo:

—Lo verás con tus propios ojos, pero no podrás comer nada.

Cuatro leprosos que estaban en la puerta de la ciudad se dijeron unos a otros:

—¿De qué nos sirve estar aquí sentados esperando la muerte? No hay comida en Samaria y si entramos a la ciudad, allí moriremos. Si nos quedamos aquí también nos moriremos. Mejor vayamos al campamento sirio. Si nos dejan vivir, bien. Si nos matan, pues que nos maten.

Así que esa tarde los cuatro leprosos fueron al campamento de los sirios. Cuando llegaron al borde del campamento, no había nadie. El Señor había hecho que los sirios escucharan el sonido de carros, caballos y un gran ejército. Por eso los sirios se dijeron: «El rey de Israel contrató a los hititas y a los egipcios para atacarnos» y salieron huyendo esa tarde dejando todo atrás. Abandonaron sus carpas, caballos y asnos, y escaparon.

Los leprosos se acercaron al borde del campamento y entraron a una carpa. Después de haber comido y bebido, se llevaron de ahí plata, oro y ropa. Entonces fueron y escondieron algunas cosas. Luego entraron a otra carpa y se llevaron cosas de ahí y las escondieron. Entonces se dijeron unos a otros: «No estamos actuando bien. Hoy es un día de buenas noticias y nosotros guardamos silencio. Si esperamos hasta el amanecer, se descubrirá que somos culpables. Entremos ahora al palacio y demos aviso».

10 Así que los hombres se acercaron a los porteros de la ciudad y les dijeron: «Nosotros fuimos al campamento de los sirios y, mira, no hay nadie. No se escucha nada, sólo el ruido de los caballos y de los asnos que están atados. Las carpas las dejaron tal como estaban».

11 Los porteros, gritando la noticia, avisaron al palacio. 12 Como era de noche, el rey se levantó y dijo a sus siervos:

—Déjenme decirles lo que los soldados sirios intentan hacer. Saben que estamos pasando hambre, así que han salido del campamento y se han escondido en el campo, pensando: “Cuando los israelitas salgan de la ciudad, los atraparemos y entraremos en la ciudad”.

13 Uno de los oficiales del rey dijo:

—Que envíen hombres en cinco de los caballos que queden. Después de todo, van a morir como toda la gente de Israel. Mandémoslos para que podamos averiguar.

14 Así que los hombres tomaron dos carros con caballos. El rey mandó a los hombres tras el ejército de los sirios, diciéndoles:

—Vayan a ver qué fue lo que pasó.

15 Los hombres buscaron el ejército sirio hasta el río Jordán. Por todo el camino había ropa y armas abandonadas. Los sirios habían tirado todo mientras se apuraban por el camino. Los mensajeros regresaron a Samaria y le informaron al rey.

16 Entonces la gente salió al campamento de los sirios. El resultado fue que 3 kilos de harina fina se vendían por una sola moneda de plata y 6 kilos de cebada se vendían por una sola moneda de plata también, tal como el SEÑOR había dicho.

17 El rey mandó a uno de sus oficiales ayudantes a la puerta de la ciudad, pero la gente lo pisoteó y murió. Todo ocurrió tal como el hombre de Dios había dicho cuando el rey había ido a la casa de Eliseo. 18 Eliseo había dicho: «Se podrán comprar 3 kilos de harina fina por tan solo una moneda de plata y 6 kilos de cebada se podrán comprar también por el mismo precio en el mercado que está en la puerta de Samaria». 19 Pero ese oficial le había dicho al hombre de Dios: «Eso no ocurriría ni aunque el SEÑOR abriera las ventanas del cielo». Y Eliseo le dijo al oficial: «Lo verás con tus propios ojos, pero no podrás comer nada». 20 Y eso le sucedió, pues murió cuando el pueblo lo pisoteó en la puerta de la ciudad.

El rey y la sunamita

Eliseo habló con la mujer a cuyo hijo él había revivido. Le dijo:

—Tú y tu familia deben mudarse a otro país, porque el SEÑOR ha decidido que va a haber una hambruna aquí. Durará unos siete años.

Así que la mujer hizo lo que el hombre de Dios le había dicho. Se fue a vivir con su familia a la tierra de los filisteos por unos siete años. Después de ese tiempo regresó a su tierra y fue a hablar con el rey para averiguar cómo recuperar su casa y tierras.

El rey estaba conversando con Guiezi, el siervo del hombre de Dios. El rey le decía a Guiezi:

—Por favor, cuéntame todas las cosas maravillosas que Eliseo ha hecho.

Guiezi habló acerca de aquella vez que Eliseo resucitó a un muerto. En eso, la mujer a cuyo hijo Eliseo había revivido se acercó al rey, pues quería recuperar su casa y tierra. Guiezi la vio y dijo:

—¡Mi señor y rey, esta es la mujer y este es el hijo que Eliseo volvió a la vida!

El rey le preguntó lo que ella quería y luego le asignó un funcionario para que se encargara de que se le devolviera todo lo que le pertenecía. Inclusive, todas las cosechas producidas desde que se fue de Israel hasta el día que regresó.

Ben Adad y Jazael

Después Eliseo se fue a Damasco. Ben Adad, rey de Siria, estaba enfermo y se le informó que había llegado el hombre de Dios. Entonces el rey Ben Adad le dijo a Jazael:

—Lleva un regalo y ve al encuentro del hombre de Dios. Pídele que le pregunte al SEÑOR si me voy a recuperar de esta enfermedad o no.

Entonces Jazael salió al encuentro de Eliseo llevándole un regalo de todo lo bueno que hay en Damasco. Se necesitaron 40 camellos para cargar todo. Al acercarse a Eliseo, Jazael le dijo:

—Tu seguidor[e], Ben Adad, rey de Siria, me mandó preguntarte si se va a recuperar de su enfermedad.

10 Entonces Eliseo le dijo a Jazael:

—Anda y dile a Ben Adad que se va a recuperar, pero la verdad es que el SEÑOR me dijo que de todos modos va a morir.

11 Eliseo miró fijamente a Jazael hasta que le dio vergüenza a Jazael. El hombre de Dios comenzó a llorar. 12 Jazael le preguntó:

—Señor, ¿por qué lloras?

Eliseo le contestó:

—Lloro porque yo sé el mal que le vas a hacer a los israelitas. Incendiarás sus ciudades fortificadas. Matarás a filo de espada a sus jóvenes y a sus bebés y abrirás los vientres de las mujeres embarazadas.

13 Jazael le dijo:

—Yo no soy más que un perro, ¿cómo puedo yo hacer tales cosas?

Eliseo le contestó:

—El SEÑOR me mostró que serás rey de Siria.

14 Entonces Jazael se retiró de donde estaba Eliseo y se fue a ver al rey.[f] Ben Adad le preguntó a Jazael:

—¿Qué te dijo Eliseo?

Jazael le contestó:

—Eliseo me dijo que vivirás.

15 Pero al día siguiente Jazael tomó un trapo mojado, cubrió la cara de Ben Adad y lo asfixió. Al morir Ben Adad, Jazael reinó en su lugar.

Reinado de Jorán en Judá

(2 Cr 21:1-20)

16 Jorán hijo de Josafat comenzó a reinar en Judá en el quinto año del reinado de Jorán hijo de Acab, rey de Israel.[g] 17 Jorán tenía 32 años cuando comenzó su reinado y gobernó ocho años en Jerusalén. 18 Pero Jorán se comportó como los reyes de Israel e hizo lo que no le agradaba al SEÑOR. Jorán se comportó como la familia de Acab porque su esposa era hija de Acab. 19 Pero el SEÑOR no destruyó a Judá por la promesa que le había hecho a su siervo David. Pues le había dicho que alguien de la familia de David reinaría siempre en su lugar.

20 En la época de Jorán, el país de Edom se rebeló contra Judá y nombró a su propio rey. 21 Entonces Jorán fue a Zaír con todos sus carros de combate, pero el ejército edomita lo rodeó. Jorán y sus oficiales lograron abrirse paso durante la noche, pero los soldados de Jorán huyeron cada uno a su casa. 22 Así Edom se rebeló contra Judá y hasta el día de hoy mantiene su independencia. Por la misma época, Libná también se rebeló contra Judá.

23 Todo lo que hizo Jorán está escrito en Las crónicas de los reyes de Judá. 24 Jorán murió y fue sepultado con sus antepasados en la Ciudad de David. Ocozías hijo de Jorán reinó en su lugar.

Reinado de Ocozías en Judá

(2 Cr 22:1-6)

25 Ocozías hijo de Jorán comenzó a reinar en Judá en el año doce del reinado de Jorán[h] hijo de Acab, rey de Israel. 26 Ocozías tenía 22 años cuando comenzó a reinar, y gobernó un año en Jerusalén. Su mamá se llamaba Atalía, la cual era la hija de Omrí, rey de Israel. 27 Ocozías hizo lo que no le agradaba al SEÑOR. Hizo muchas maldades al estilo de lo que hacía la familia de Acab porque su esposa era de la familia de Acab.

28 Ocozías se alió con Jorán hijo de Acab para luchar en Ramot de Galaad contra Jazael, rey de Siria, pero los sirios hirieron a Jorán. 29 Por eso el rey Jorán tuvo que regresar a Jezrel, para recuperarse de sus heridas. Ocozías hijo de Jorán, rey de Judá, fue a visitarlo.

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