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Read the Bible from start to finish, from Genesis to Revelation.
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Traducción en lenguaje actual (TLA)
Version
Juan 1-2

La Palabra, luz y vida

Antes de que todo comenzara
ya existía aquel que es la Palabra.

La Palabra estaba con Dios,
y la Palabra era Dios.

Cuando Dios creó todas las cosas,
allí estaba la Palabra.

Todo fue creado por la Palabra,
y sin la Palabra nada se hizo.

De la Palabra nace la vida,
y la Palabra, que es la vida,
es también nuestra luz.
La luz alumbra en la oscuridad,
¡y nada puede destruirla!

Dios envió a un hombre llamado Juan, para que hablara con la gente y la convenciera de creer en la luz. Juan no era la luz; él sólo vino para mostrar quién era la luz. Y la luz verdadera pronto llegaría a este mundo.

10 Aquel que es la Palabra estaba en el mundo.
Dios creó el mundo
por medio de aquel que es la Palabra,
pero la gente no lo reconoció.
11 La Palabra vino a vivir a este mundo,
pero su pueblo no la aceptó.

12 Pero aquellos que la aceptaron
y creyeron en ella,
llegaron a ser hijos de Dios.

13 Son hijos de Dios
por voluntad divina,
no por voluntad humana.

14 Aquel que es la Palabra
habitó entre nosotros
y fue como uno de nosotros.

Vimos el poder que le pertenece
como Hijo único de Dios,
pues nos ha mostrado
todo el amor y toda la verdad.

15 Juan habló de aquel que era la Palabra, y anunció: «Ya les había dicho que él estaba por llegar. Él es más importante que yo, porque existe desde antes de que yo existiera.»

16-18 Dios nos dio a conocer sus leyes por medio de Moisés, pero por medio de Jesucristo nos hizo conocer el amor y la verdad. Nadie ha visto a Dios jamás; pero el Hijo único, que está más cerca del Padre, y que es Dios mismo, nos ha enseñado cómo es él. Gracias a lo que el Hijo de Dios es, hemos recibido muchas bendiciones.

Juan el Bautista habla de Jesús

19-20 Los jefes de los judíos que vivían en Jerusalén enviaron a algunos sacerdotes, y a otros ayudantes del templo, para que le preguntaran a Juan quién era él. Juan les respondió claramente:

—Yo no soy el Mesías.

21 Y ellos volvieron a preguntarle:

—¿Eres Elías?

Juan les respondió:

—No; no soy Elías.

Pero los sacerdotes y sus acompañantes insistieron:

—¿Eres tú el profeta[a] que Dios iba a enviar?

—No —dijo Juan.

22 Finalmente, le dijeron:

—Tenemos que llevar una respuesta a los que nos enviaron. Dinos, ¿quién eres tú?

23 Juan les hizo recordar:

—Yo soy el que grita en el desierto: “Prepárenle el camino al Señor”.[b]

24-25 Entonces los mensajeros de los fariseos le dijeron a Juan:

—Si tú no eres el Mesías, ni Elías ni el profeta, ¿por qué bautizas?

26 Juan contestó:

—Yo bautizo con agua. Pero hay entre ustedes uno a quien todavía no conocen. 27 Aunque yo he llegado antes, él es más importante que yo, y ni siquiera merezco ser su esclavo.

28 Todo esto pasó en el pueblo de Betania, al otro lado del río Jordán, donde Juan bautizaba.

El Cordero de Dios

29 Al día siguiente, Juan vio que Jesús se acercaba. Entonces le dijo a toda la gente:

«¡Aquí viene el Cordero de Dios[c] que quita el pecado de la gente del mundo! Por medio de él, Dios les perdonará a ustedes todos sus pecados. 30 Yo me refería a él cuando dije: “Después de mí viene uno que es más importante que yo, porque existe desde antes de que yo naciera.” 31 Yo no sabía quién era, pero Dios me mandó a bautizar con agua para que todos puedan conocerlo.

32 »Yo vi cuando el Espíritu de Dios bajaba del cielo en forma de paloma y se colocaba sobre él. 33 No sabía yo quién era él, pero Dios me dijo: “Conocerás al que bautiza con el Espíritu Santo cuando veas que mi Espíritu baja y se coloca sobre él.” 34 Ahora lo he visto, y les aseguro que él es el Hijo de Dios.»

Los primeros discípulos de Jesús

35 Al día siguiente, Juan estaba en el mismo lugar con dos de sus discípulos. 36 Cuando vio que Jesús pasaba por allí, les dijo: «¡Miren, aquí viene el Cordero de Dios!»[d] 37 Al oír eso, los dos discípulos lo siguieron.

38 Jesús se dio vuelta y, al ver que lo seguían, les preguntó qué querían. Ellos le preguntaron:

—¿Dónde vives, Maestro?

39 —Síganme y lo verán —contestó Jesús.

Ellos fueron y vieron dónde vivía Jesús; y como eran casi las cuatro de la tarde, se quedaron con él por el resto del día.

40 Uno de ellos era Andrés, el hermano de Simón Pedro. 41 Lo primero que hizo Andrés fue buscar a su hermano Simón. Cuando lo encontró, le dijo: «¡Hemos encontrado al Mesías, es decir, al Cristo!»

42 Entonces Andrés llevó a Simón a donde estaba Jesús. Cuando Jesús vio a Simón, le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan, pero ahora te vas a llamar Cefas, es decir, Pedro».[e]

Jesús llama a Felipe y a Natanael

43-44 Al día siguiente, Jesús decidió ir a la región de Galilea. Allí encontró a Felipe, que era de Betsaida, el pueblo donde vivían Andrés y Pedro. Jesús le dijo a Felipe: «Sígueme».

45 Luego Felipe fue a buscar a Natanael, y le dijo:

—Hemos encontrado a aquel de quien Moisés escribió en la Biblia, y del que también hablan los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José.

46 Natanael preguntó:

—¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?

—Ven y lo verás —contestó Felipe.

47 Cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo:

—Aquí viene un verdadero israelita, un hombre realmente sincero.

48 Natanael le preguntó:

—¿Cómo es que me conoces?

Jesús le respondió:

—Me fijé en ti cuando estabas bajo la higuera, antes que Felipe te llamara.

49 Entonces Natanael respondió:

—Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios y el Rey de Israel!

50 Jesús le dijo:

—¿Crees esto sólo porque dije que te vi debajo de la higuera? Pues todavía verás cosas más sorprendentes que éstas.

51 Y luego les dijo a todos: «Les aseguro que ustedes verán el cielo abierto, y verán también a los ángeles de Dios subir y bajar sobre mí, que soy el Hijo del hombre.»

Jesús convierte agua en vino

Tres días después María, la madre de Jesús, fue a una boda en un pueblo llamado Caná, en la región de Galilea. Jesús y sus discípulos también habían sido invitados.

Durante la fiesta de bodas se acabó el vino. Entonces María le dijo a Jesús:

—Ya no tienen vino.

Jesús le respondió:

—Madre,[f] ese no es asunto nuestro. Aún no ha llegado el momento de que yo les diga quién soy.

Entonces María les dijo a los sirvientes: «Hagan todo lo que Jesús les diga.» Allí había seis grandes tinajas para agua, de las que usan los judíos en sus ceremonias religiosas. En cada tinaja cabían unos cien litros. Jesús les dijo a los sirvientes: «Llenen de agua esas tinajas.»

Los sirvientes llenaron las tinajas hasta el borde. Luego Jesús les dijo: «Ahora, saquen un poco y llévenselo al encargado de la fiesta, para que lo pruebe.»

Así lo hicieron. El encargado de la fiesta probó el agua que había sido convertida en vino, y se sorprendió, porque no sabía de dónde había salido ese vino. Pero los sirvientes sí lo sabían.

Enseguida el encargado de la fiesta llamó al novio 10 y le dijo: «Siempre se sirve primero el mejor vino, y luego, cuando ya los invitados han bebido bastante, se sirve el vino corriente. Tú, en cambio, has dejado el mejor vino para el final.»

11 Jesús hizo esta primera señal en Caná de Galilea. Así empezó a mostrar el gran poder que tenía, y sus discípulos creyeron en él.

12 Después de esto, Jesús fue con su madre, sus hermanos y sus discípulos al pueblo de Cafarnaúm, y allí se quedaron unos días.

Jesús va al templo

13 Como ya se acercaba la fiesta de los judíos llamada la Pascua, Jesús fue a la ciudad de Jerusalén. 14 Allí, en el templo, encontró a algunos hombres vendiendo bueyes, ovejas y palomas; otros estaban sentados a sus mesas, cambiando monedas extranjeras por monedas judías. 15 Al ver esto, Jesús tomó unas cuerdas, hizo un látigo con ellas, y echó a todos fuera del templo, junto con sus ovejas y bueyes. También arrojó al piso las monedas de los que cambiaban dinero, y volcó sus mesas. 16 Y a los que vendían palomas les ordenó: «Saquen esto de aquí. ¡La casa de Dios, mi Padre, no es un mercado!»

17 Al ver esto, los discípulos recordaron el pasaje de la Biblia que dice: «El amor que siento por tu templo me quema como un fuego.»

18 Luego, los jefes de los judíos le preguntaron a Jesús:

—¿Con qué autoridad haces esto?

19 Jesús les contestó:

—Destruyan este templo, y en sólo tres días volveré a construirlo.

20 Los jefes respondieron:

—Para construir este templo fueron necesarios cuarenta y seis años, ¿y tú crees poder construirlo en tres días?

21 Pero Jesús estaba hablando de su propio cuerpo. 22 Por eso, cuando Jesús resucitó, los discípulos recordaron que él había dicho esto. Entonces creyeron lo que dice la Biblia y lo que Jesús había dicho.

Jesús conoce a todos

23 Mientras Jesús estaba en la ciudad de Jerusalén, durante la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en él porque vieron los milagros que hacía. 24-25 Pero Jesús no confiaba en ellos, ni necesitaba que le dijeran nada de nadie, porque los conocía a todos y sabía lo que pensaban.