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Read the Bible from start to finish, from Genesis to Revelation.
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Traducción en lenguaje actual (TLA)
Version
Lucas 6-7

Los discípulos arrancan espigas de trigo

Un sábado, Jesús y sus discípulos caminaban por un campo sembrado de trigo. Los discípulos comenzaron a arrancar espigas y a frotarlas entre las manos, para sacar el trigo y comérselo.[a]

Los fariseos vieron a los discípulos hacer esto, y dijeron:

—¿Por qué desobedecen la ley? ¡Está prohibido hacer eso en el día de descanso!

Jesús les respondió:

—¿No han leído ustedes en la Biblia lo que hizo el rey David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre? David entró en la casa de Dios, tomó el pan sagrado, que sólo los sacerdotes tenían permiso de comer, y se lo comieron él y sus compañeros. Yo, el Hijo del hombre, soy quien decide lo que puede hacerse, y lo que no puede hacerse, en el día de descanso.

Jesús sana a un hombre en sábado

Otro sábado, Jesús fue a la sinagoga para enseñar. Allí estaba un hombre que tenía tullida la mano derecha.

Los fariseos y los maestros de la Ley estaban vigilando a Jesús, para ver si sanaba la mano de aquel hombre. Si lo hacía, podrían acusarlo de trabajar en el día de descanso.

Jesús se dio cuenta de lo que ellos estaban pensando, así que llamó al hombre que no podía mover la mano y le dijo: «Levántate, y párate en medio de todos.»

El hombre se levantó y se paró en el centro.

Luego Jesús dijo a todos los que estaban allí: «Voy a hacerles una pregunta: “¿Qué es correcto hacer en día de descanso? ¿Hacer el bien, o hacer el mal? ¿Salvar una vida o destruirla?”»

10 Y después de mirar a todos, Jesús le dijo al hombre: «Extiende la mano».

El hombre la extendió, y la mano le quedó sana.

11 Pero aquellos hombres se enojaron muchísimo y comenzaron a hacer planes contra Jesús.

Jesús elige a doce apóstoles

12 En aquellos días, Jesús subió a una montaña para orar. Allí pasó toda la noche hablando con Dios. 13 Al día siguiente, llamó a sus seguidores y eligió a doce de ellos. A estos doce Jesús los llamó apóstoles. 14 Ellos eran Simón, a quien llamó Pedro, y su hermano Andrés; Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, 15 Mateo y Tomás; Santiago hijo de Alfeo, y Simón, que era miembro del partido de los patriotas; 16 Judas hijo de Santiago, y Judas Iscariote, el que después traicionó a Jesús.

Jesús enseña y sana

17 Jesús y los doce apóstoles bajaron de la montaña y se fueron a una llanura. Allí se habían reunido muchos de sus seguidores. También estaban allí muchas personas de la región de Judea, de Jerusalén y de las ciudades de Tiro y Sidón.[b] 18 Habían llegado para que Jesús los escuchara y los sanara de sus enfermedades. Los que tenían espíritus malos también quedaron sanos. 19 Todos querían tocar a Jesús, porque sabían que el poder que salía de él los sanaría.

Bendiciones

20 Jesús miró fijamente a sus discípulos y les dijo:

«Dios los bendecirá a ustedes,
los que son pobres,
porque el reino de Dios
les pertenece.

21 »Dios los bendecirá a ustedes,
los que ahora pasan hambre,
porque tendrán comida suficiente.

»Dios los bendecirá a ustedes,
los que ahora están tristes,
porque después vivirán alegres.

22 »Dios los bendecirá a ustedes cuando la gente los odie o los insulte, o cuando sean rechazados y nadie quiera convivir con ustedes. La gente los tratará así sólo porque me obedecen a mí, el Hijo del hombre. 23 Siéntanse felices, salten de alegría, porque Dios ya les tiene preparado un premio muy grande. Hace mucho tiempo, su propia gente también trató muy mal a los profetas.»

Maldiciones

24 Jesús miró a los otros y les dijo:

«¡Qué mal les va a ir a ustedes,
los que son ricos,
pues ahora viven cómodos y tranquilos!

25 »¡Qué mal les va a ir a ustedes,
los que tienen mucho que comer,
porque pasarán hambre!

»¡Qué mal les va a ir a ustedes,
los que ahora ríen,
porque sabrán lo que es llorar
y estar tristes!

26 »¡Qué mal les va a ir a ustedes, los que siempre reciben halagos! Hace mucho tiempo, su propia gente también halagó a los profetas mentirosos.

Amar a los enemigos

27 »Escuchen bien lo que tengo que decirles: Amen a sus enemigos, y traten bien a quienes los maltraten. 28 A quienes los insulten, respóndanles con buenas palabras. Si alguien los rechaza, oren por esa persona. 29 Si alguien les da una bofetada en una mejilla, pídanle que les pegue en la otra. Si alguien quiere quitarles el abrigo, dejen que también se lleve la camisa. 30 Si alguien les pide algo, dénselo. Si alguien les quita algo, no le pidan que lo devuelva. 31 Traten a los demás como les gustaría que los demás los trataran a ustedes.

32 »Si sólo aman a la gente que los ama, no hacen nada extraordinario. ¡Hasta los pecadores hacen eso! 33 Y si sólo tratan bien a la gente que los trata bien, tampoco hacen nada extraordinario. ¡Hasta los pecadores hacen eso! 34 Si ustedes les prestan algo sólo a los que pueden darles también algo, no hacen nada que merezca ser premiado. Los pecadores también se prestan unos a otros, esperando recibir muchas ganancias.

35 »Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio. Si lo hacen, el Dios altísimo les dará un gran premio, y serán sus hijos. Dios es bueno hasta con la gente mala y desagradecida. 36 Ustedes deben ser compasivos con todas las personas, así como Dios, su Padre, es compasivo con todos.»

No juzguen a los demás

37 Jesús también les dijo:

«No se conviertan en jueces de los demás, y Dios no los juzgará a ustedes. No sean duros con los demás, y Dios no será duro con ustedes. Perdonen a los demás y Dios los perdonará a ustedes. 38 Denles a otros lo necesario, y Dios les dará a ustedes lo que necesiten. En verdad, Dios les dará la misma medida que ustedes den a los demás. Si dan trigo, recibirán una bolsa llena de trigo, bien apretada y repleta, sin que tengan que ir a buscarla.»

39 Jesús también les puso esta comparación:

«Un ciego no puede guiar a otro ciego, porque los dos caerían en el mismo hueco. 40 El alumno no sabe más que su maestro; pero, cuando termine sus estudios, sabrá lo mismo que él.

41 »¿Por qué te fijas en lo malo que hacen otros, y no te das cuenta de las muchas cosas malas que haces tú? Es como si te fijaras que en el ojo de alguien hay una basurita, y no te dieras cuenta de que en el tuyo hay una rama. 42 ¿Cómo te atreves a decirle al otro: “Déjame sacarte la basurita que tienes en el ojo”, si en el tuyo tienes una rama? ¡Hipócrita! Saca primero la rama que tienes en tu ojo, y así podrás ver bien para sacar la basurita que está en el ojo del otro.»

El árbol y su fruto

43 Jesús también les dijo:

«Ningún árbol bueno produce frutos malos, y ningún árbol malo produce frutos buenos. 44 Cada árbol se conoce por los frutos que produce. De una planta de espinos no se pueden recoger higos ni uvas. 45 La gente buena siempre hace el bien, porque el bien habita en su corazón. La gente mala siempre hace el mal, porque en su corazón está el mal. Las palabras que salen de tu boca muestran lo que hay en tu corazón.»

Dos clases de personas

46 Jesús continuó diciendo:

«Ustedes dicen que yo soy su Señor y su dueño, pero no hacen lo que yo les ordeno. 47 Si alguien se acerca a mí, y escucha lo que yo enseño y me obedece, 48 es como el que construyó su casa sobre la roca. Hizo un hoyo profundo, hasta encontrar la roca, y allí puso las bases. Cuando vino una inundación, la corriente de agua pegó muy fuerte contra la casa. Pero la casa no se movió, porque estaba bien construida.

49 »En cambio, el que escucha lo que yo enseño y no me obedece, es como el que construyó su casa sobre terreno blando. Vino la corriente de agua y pegó muy fuerte contra la casa; la casa enseguida se vino abajo y se hizo pedazos.»

Un capitán romano

Cuando Jesús terminó de enseñar a la gente, se fue al pueblo de Cafarnaúm. Allí vivía un capitán del ejército romano, que tenía un sirviente a quien apreciaba mucho. Ese sirviente estaba muy enfermo y a punto de morir.

Cuando el capitán oyó hablar de Jesús, mandó a unos jefes de los judíos para que lo buscaran y le dijeran: «Por favor, venga usted a mi casa y sane a mi sirviente.»

Ellos fueron a ver a Jesús y le dieron el mensaje. Además, le rogaron: «Por favor, haz lo que te pide este capitán romano. Merece que lo ayudes, porque es un hombre bueno. A los judíos nos trata bien, ¡y hasta mandó construir una sinagoga para nosotros!»

Jesús fue con ellos, y cuando estaban cerca de la casa, el capitán romano mandó a unos amigos para que le dijeran a Jesús: «Señor, no se moleste usted por mí, yo no merezco que entre en mi casa. Tampoco me siento digno de ir a verlo yo mismo. Solamente le ruego que ordene que mi sirviente se sane; yo sé que él quedará completamente sano. Yo estoy acostumbrado a dar órdenes y a obedecerlas. Cuando le digo a uno de mis soldados: “¡Ve!”, me obedece y va. Si le digo a otro: “¡Ven!”, me obedece y viene. Y si le digo a uno de mis sirvientes: “¡Haz esto!”, lo hace.»

Al escuchar las palabras del capitán, Jesús se quedó admirado y les dijo a quienes lo seguían: «En todo Israel no he encontrado a nadie que confíe tanto en mí, como este capitán romano.»

10 Cuando los mensajeros regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano.

El hijo de una viuda

11 Poco después, Jesús y sus discípulos fueron al pueblo de Naín. Mucha gente iba con ellos. 12 Cuando llegaron a la entrada del pueblo, vieron a unos hombres que llevaban a enterrar a un muchacho. El muerto era el único hijo de una viuda. Mucha gente del pueblo la acompañaba.

13 Cuando Jesús la vio, sintió compasión por ella y le dijo: «No llores.» 14 Entonces se acercó y tocó la camilla. Los hombres dejaron de caminar, y Jesús le dijo al muerto: «¡Joven, te ordeno que te levantes!» 15 El muchacho se levantó y empezó a hablar. Entonces Jesús llevó al muchacho a donde estaba su madre.

16 Al ver eso, la gente tuvo mucho miedo y comenzó a alabar a Dios. Todos decían: «¡Hay un profeta entre nosotros! ¡Ahora Dios va a ayudarnos!»

17 Y muy pronto la gente de la región de Judea y de sus alrededores supo lo que Jesús había hecho.

Juan el Bautista

18 Los discípulos de Juan el Bautista fueron a contarle todo lo que Jesús hacía. Por eso, Juan envió a dos de sus discípulos 19 para que le preguntaran a Jesús si él era el Mesías, o si debían esperar a otro.

20 Cuando llegaron a donde estaba Jesús, le dijeron:

—Juan el Bautista nos envió a preguntarte si eres el Mesías, o si debemos esperar a otro.

21 En ese momento, Jesús sanó a muchos que estaban enfermos y que sufrían mucho. También sanó a los que tenían espíritus malos, y a muchos ciegos les devolvió la vista. 22 Luego les respondió a los dos hombres:

—Vayan y díganle a Juan todo lo que ustedes han visto y oído:

Ahora los ciegos pueden ver
y los cojos caminan bien.

Los leprosos quedan sanos,
y los sordos ya pueden oír.

Los que estaban muertos
han vuelto a la vida,
y a los pobres se les anuncia
la buena noticia de salvación.

23 »¡Dios bendecirá a los que no me abandonan porque hago todo esto!

24 Cuando los discípulos de Juan se fueron, Jesús comenzó a hablar con la gente acerca de Juan, y dijo:

«¿A quién fueron a ver al desierto? ¿Era acaso un hombre doblado como las cañas que dobla el viento? 25 ¿Se trataba de alguien vestido con ropa muy lujosa? Recuerden que los que se visten así viven en el palacio de los reyes. 26 ¿A quién fueron a ver entonces? ¿Fueron a ver a un profeta? Por supuesto que sí. En realidad, Juan era más que profeta; 27 era el mensajero de quien Dios había hablado cuando dijo:

“Yo envío a mi mensajero
delante de ti,
a preparar todo
para tu llegada.”

28 »Les aseguro que en este mundo no ha nacido un hombre más importante que Juan el Bautista. Sin embargo, el menos importante en el reino de Dios es superior a Juan.»

29 Los que habían escuchado a Juan le pidieron que los bautizara, y hasta los cobradores de impuestos hicieron lo mismo. Así obedecieron lo que Dios había mandado. 30 Pero los fariseos y los maestros de la Ley no quisieron obedecer a Dios, ni tampoco quisieron que Juan los bautizara.

31-32 Jesús siguió diciendo:

«Ustedes, los que viven en esta época, son como los niños que se sientan a jugar en las plazas, y gritan a otros niños:

        “Tocamos la flauta,
        pero ustedes no bailaron.
        Cantamos canciones tristes,
        pero ustedes no lloraron.”

33 »Porque Juan el Bautista ayunaba y no bebía vino, y ustedes decían que tenía un demonio. 34 Luego, vine yo, el Hijo del hombre, que como y bebo, y ustedes dicen que soy un glotón y un borracho; que soy amigo de gente de mala fama y de los que cobran impuestos para Roma.[c] 35 Pero recuerden que la sabiduría de Dios se prueba por sus resultados.»

Simón el fariseo

36 Un fariseo llamado Simón invitó a Jesús a comer en su casa. Jesús aceptó y se sentó a la mesa.[d]

37 Una mujer de mala fama,[e] que vivía en aquel pueblo, supo que Jesús estaba comiendo en casa de Simón. Tomó entonces un frasco de perfume muy fino, y fue a ver a Jesús.

38 La mujer entró y se arrodilló detrás[f] de Jesús, y tanto lloraba que sus lágrimas caían sobre los pies de Jesús. Después le secó los pies con sus propios cabellos, se los besó y les puso el perfume que llevaba.

39 Al ver esto, Simón pensó: «Si de veras este hombre fuera profeta, sabría que lo está tocando una mujer de mala fama.»

40 Jesús dijo:

—Simón, tengo algo que decirte.

—Te escucho, Maestro —dijo él.

41 Jesús le puso este ejemplo:

—Dos hombres le debían dinero a alguien. Uno de ellos le debía quinientas monedas de plata, y el otro sólo cincuenta. 42 Como ninguno de los dos tenía con qué pagar, ese hombre les perdonó a los dos la deuda. ¿Qué opinas tú? ¿Cuál de los dos estará más agradecido con ese hombre?

43 Simón contestó:

—El que le debía más.

—¡Muy bien! —dijo Jesús.

44 Luego Jesús miró a la mujer y le dijo a Simón:

—¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, tú no me diste agua para lavarme los pies. Ella, en cambio, me los ha lavado con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos. 45 Tú no me saludaste con un beso. Ella, en cambio, desde que llegué a tu casa no ha dejado de besarme los pies. 46 Tú no me pusiste aceite sobre la cabeza. Ella, en cambio, me ha perfumado los pies. 47 Me ama mucho porque sabe que sus muchos pecados ya están perdonados. En cambio, al que se le perdonan pocos pecados, ama poco.

48 Después Jesús le dijo a la mujer: «Tus pecados están perdonados.»

49 Los otros invitados comenzaron a preguntarse: «¿Cómo se atreve éste a perdonar pecados?»

50 Pero Jesús le dijo a la mujer: «Tú confías en mí, y por eso te has salvado. Vete tranquila.»