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Read the Bible from start to finish, from Genesis to Revelation.
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Traducción en lenguaje actual (TLA)
Version
Abdías

Mensaje de Dios contra Edom

1-2 Dios le comunicó al profeta Abdías lo que pensaba hacer con el país de Edom. Le dijo:

«Yo soy el Dios de Israel,
y ya envié un mensajero
por todas las naciones.
Escuchen bien su mensaje:
“¡Tomen sus armas, naciones todas!
¡Vamos a la guerra contra Edom!”

»Y tú, Edom, escúchame bien:
Yo voy a hacer de ti
la más pequeña de las naciones.
¡Todo el mundo te despreciará!

»Tú te crees muy importante
porque vives entre las rocas;
piensas que estás muy seguro
por vivir en las altas montañas;
crees que nadie podrá derribarte,
¡pero estás muy equivocado!

»Yo soy el Dios todopoderoso,
y juro que te derribaré
aunque vueles como las águilas
y pongas tu nido entre las estrellas.

»Cuando un ladrón te asalta de noche,
no te quita todo lo que tienes,
sino lo que tengas de más valor;
y cuando los que cosechan uvas
entran a tus viñedos,
no se llevan todos los racimos.
¡Pero a ti te han quitado todo!
¡Se han llevado todos tus tesoros!
Los que estaban de tu parte
y decían que eran tus amigos
te pusieron trampas y te engañaron;
los que compartían tu mesa
se volvieron tus enemigos,
te echaron de tu propia tierra
¡y tú ni cuenta te diste!

»Pero escúchame, Edom:
yo soy el Dios todopoderoso,
y te juro que viene el día
en que no quedará en tus montañas
ni uno solo de tus sabios.
¡Yo acabaré con todos ellos!
En la ciudad de Temán
tus valientes temblarán de miedo,
y en las montañas de Edom
todos morirán en la batalla.

El pecado de Edom

10 »Tú, Edom, quedarás en vergüenza
y serás destruido por completo
por haber tratado con violencia
a tus parientes, los israelitas.
11 Cuando un ejército enemigo
atacó la ciudad de Jerusalén
y derribó sus portones,
tú te portaste igual que ellos;
viste cómo se repartían
las riquezas de la ciudad,
¡y no hiciste nada para impedirlo!

12 »No debiste haberte alegrado
cuando tus hermanos sufrían;
no debiste haberte reído
cuando Judá estaba en ruinas;
no debiste burlarte de ellos
cuando estaban angustiados;
13 no debiste entrar en Jerusalén
ni alegrarte de su desgracia
cuando mi ciudad era destruida;
no debiste robarle sus riquezas
cuando ya no podía defenderse.
14 No debiste quedarte
donde se cruzan los caminos
para matar allí a los que huían,
ni debiste haberlos entregado
en manos de sus enemigos
cuando ya no sabían qué hacer.

15 »¡Pero ya está cerca el día
en que juzgaré a todas las naciones!
¡Ese día te daré tu merecido!
¡Ese día te voy a dar
el mismo trato que diste a otros!

Dios juzgará a todas las naciones

16 »Mi pueblo sufrió mucho
en el monte donde está mi templo;
¡pero así sufrirán también
todas las naciones extranjeras,
y al fin desaparecerán!
¡Será como si no hubieran existido!

17 »Pero algunos de mi pueblo
buscarán refugio en mi templo
y allí se pondrán a salvo,
pues Sión es mi monte preferido.
Allí los descendientes de Jacob
recobrarán lo que les pertenece.

18 »Así como el fuego quema la estopa,
la gente de Edom será destruida
por las doce tribus de Israel.
¡Nadie en Edom quedará con vida!
Yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así será.

19 »Los israelitas del sur
recibirán las montañas de Edom;
los israelitas de la llanura
recibirán el territorio filisteo,
el territorio de Efraín
y el territorio de Samaria;
los de la tribu de Benjamín
recibirán el territorio de Galaad;
20 la gran multitud de israelitas
que fueron llevados a otros países
recibirá el territorio de los cananeos,
hasta la ciudad de Sarepta;
y los habitantes de Jerusalén
que fueron llevados a Sefarad,
recibirán las ciudades del sur.
21 Todos ellos vendrán a mi templo
como un pueblo victorioso;
gobernarán al orgulloso país de Edom,
¡y yo seré su rey!»

Jonás 1-4

Jonás desobedece a Dios

Cierto día, un hombre llamado Jonás hijo de Amitai recibió un mensaje de parte de Dios: «¡Levántate, ve a la gran ciudad de Nínive y diles que ya he visto lo malvados que son!»

Pero en vez de ir a Nínive, Jonás decidió irse lo más lejos posible, a un lugar donde Dios no pudiera encontrarlo. Llegó al puerto de Jope y encontró un barco que estaba a punto de salir. Pagó su pasaje y se embarcó, contento de irse lo más lejos posible de Dios.

Cuando ya estaban en alta mar, Dios mandó un viento muy fuerte que pronto se convirtió en una terrible tempestad. El barco estaba a punto de romperse en pedazos.

Cada uno de los marineros, temblando de miedo, llamaba a gritos a su dios. Ya desesperados, arrojaron al mar toda la carga del barco para quitarle peso. Mientras tanto, Jonás dormía plácidamente en la bodega del barco.

El capitán se le acercó y le dijo:

—¡Qué haces aquí, dormilón! ¡Levántate y pide ayuda a tu dios! ¡Tal vez nos salve al ver que estamos en peligro!

Al mismo tiempo, los marineros decían:

—Echemos suertes para saber quién tiene la culpa de nuestra desgracia.

Echaron suertes, y Jonás resultó culpable. Entonces, los marineros preguntaron a Jonás:

—¡Dinos ya por qué estamos sufriendo todo esto! ¿En qué trabajas? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿De qué nacionalidad eres?

Jonás respondió:

—Soy hebreo y adoro a nuestro Dios, soberano y creador de todas las cosas. Lo que está pasando es culpa mía, pues estoy huyendo de él.

10-11 Los marineros, llenos de terror, le dijeron:

—¿Por qué has hecho esto? ¿Qué podemos hacer contigo? ¡El agua se nos viene encima y la tormenta se está poniendo más violenta!

12 —Échenme al mar, y el mar se calmará —contestó Jonás—. Esta terrible tempestad cayó sobre ustedes por mi culpa.

13 Los marineros comenzaron a remar con todas sus fuerzas, tratando de acercar el barco a tierra; pero no pudieron. Las olas eran cada vez más altas, y la tormenta casi los destruía. 14 Desesperados, los marineros gritaron: «¡Dios! ¡Por favor, no nos dejes morir por matar a un hombre inocente! No nos culpes de su muerte, pues eres tú, Dios mío, quien ha querido hacer todo esto».

15 Entonces los marineros tomaron a Jonás y lo tiraron al mar. De inmediato el mar se calmó. 16 Al ver lo sucedido, los marineros reconocieron al Dios de Israel como su Dios, le presentaron una ofrenda y prometieron seguir adorándolo. 17 Entonces Dios mandó un pez enorme, que se tragó a Jonás. Y Jonás estuvo dentro del pez tres días y tres noches.

Jonás ora a Dios

Desde allí, Jonás oró a Dios:

«Cuando estaba sufriendo,
tú, mi Dios, me ayudaste.
Cuando estaba casi muerto,
pedí ayuda y me la diste.

»Me arrojaste a lo más hondo del mar.
Sólo agua veía yo por todos lados;
grandes olas cruzaban sobre mí.

»Llegué a pensar que ya no me querías,
que no volvería a entrar en tu templo.

»Me había hundido por completo.
El mar me cubría todo,
y las algas se enredaban en mi cabeza.

»Creí que ya nunca saldría del fondo del mar.
Pero tú, Dios mío, me salvaste la vida.

»Cuando ya estaba sin fuerzas,
me acordé de ti, y oré.
Mi oración llegó hasta tu santuario.

»Los que adoran a otros dioses,
a los ídolos sin vida,
no pueden decir que tú eres su Dios.

»Pero yo voy a adorarte
y a cantarte con alegría.
Cumpliré las promesas que te hice.
¡Porque sólo tú puedes salvar!»

10 Por fin, Dios le ordenó al pez: «¡Arroja a Jonás en la orilla del mar!»

Jonás obedece a Dios

Dios volvió a hablarle a Jonás, y le dio esta orden: «¡Levántate, ve a la gran ciudad de Nínive! Anúnciales el mensaje que voy a darte».

Esta vez Jonás sí obedeció a Dios: se levantó y se fue a Nínive. Aquella ciudad era tan grande que para recorrerla toda se necesitaban tres días completos.

Jonás entró en la ciudad, y durante todo un día estuvo anunciando: «¡Dentro de cuarenta días Dios va a destruir esta ciudad!»

Entonces toda la gente de Nínive dejó de hacer lo malo y decidió obedecer sólo a Dios. Y como querían demostrar que deseaban cambiar su manera de vivir, se pusieron ropa de tela áspera y ayunaron. Todos ellos, desde el más rico hasta el más pobre, no comieron nada ese día.

Cuando el rey de Nínive supo esto, se levantó de su trono. Luego se quitó sus ropas finas, se puso ropas ásperas, y se sentó en el suelo. Todo esto lo hizo en señal de humildad ante Dios. De inmediato el rey envió un anuncio a toda la gente de Nínive:

«Ésta es una orden del rey y de sus ministros: Que nadie coma nada. Se prohíbe que la gente, las vacas y las ovejas coman o beban. Todo el mundo está obligado a ponerse ropas ásperas, y deberán cubrir los animales con mantas ásperas.

»Además, les pedimos a todos ustedes que oren a Dios con todas sus fuerzas, que dejen de hacer lo malo, y que ya no se peleen ni maltraten a nadie. Si dejamos de hacer lo malo, tal vez a Dios se le pase el enojo, y no nos destruirá».

10 Y al ver que toda la gente de Nínive dejó de hacer lo malo, Dios decidió no destruirlos.

Jonás discute con Dios

Jonás se enojó muchísimo, pues no le gustó que Dios hubiera perdonado a la gente de Nínive. Muy molesto, le dijo a Dios:

—¡Ya lo decía yo, mi Dios, ya lo decía yo! Hiciste lo que pensé que harías cuando aún estaba en mi tierra. Por eso quise huir lejos de ti.

»Yo sé que eres un Dios muy bueno; te compadeces de todos y es difícil que te enojes. Eres tan cariñoso que, cuando dices que vas a castigar, después cambias de opinión y no lo haces. A mí me molesta eso; prefiero que me quites la vida. Si vas a ser así, mejor mátame.

Dios le preguntó a Jonás:

—¿Qué razón tienes para enojarte así?

Jonás salió de la ciudad y se fue a un lugar desde donde podía verlo todo. Luego cortó unas ramas y construyó un refugio para protegerse del sol. Se sentó bajo la sombra, y se puso a esperar lo que iba a pasarle a la ciudad.

Por su parte, Dios hizo brotar una planta; ésta creció y cubrió el refugio de Jonás. Así Dios le dio a Jonás una sombra mejor para que no sintiera tanto calor. ¡Jonás quedó muy contento con aquella planta!

Pero después, Dios hizo que un gusano viniera al otro día, y picara la planta. Ésta pronto se secó, y cuando salió el sol, Dios mandó un viento tan caliente que el pobre Jonás casi se desmayaba. Era tanto el calor que Jonás quería morirse; por eso gritó:

—¡Prefiero morir que seguir viviendo!

Entonces Dios le preguntó a Jonás:

—¿Crees que es justo que te enojes tanto porque se secó esa planta?

—Por supuesto que sí —dijo Jonás—. Sin ella, prefiero morirme.

10 Dios le respondió a Jonás:

—Estás preocupado por una planta que no sembraste ni hiciste crecer. En una noche creció, y en la otra se secó. 11 ¿No crees que yo debo preocuparme y tener compasión por la ciudad de Nínive? En esta gran ciudad viven ciento veinte mil personas que no saben qué hacer para salvarse, y hay muchos animales.