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Palabra de Dios para Todos (PDT)
Version
1 Samuel 28-31

28 Después los filisteos alistaron sus tropas para pelear contra Israel, y Aquis le dijo a David:

—Quiero que sepas que tú y tus hombres irán conmigo a pelear contra Israel.

David respondió:

—¡Seguro! Entonces verá usted lo que puede hacer este siervo suyo.

Aquis dijo:

—En ese caso, serás mi guardaespaldas. Tú me protegerás de ahora en adelante.

Saúl y la espiritista de Endor

Después de la muerte de Samuel, todo Israel había hecho duelo por él, y lo habían enterrado en su pueblo de Ramá. (Saúl había expulsado de Israel a los espiritistas y a los hechiceros).

Los filisteos se prepararon para la guerra, acampando en Sunén. Saúl reunió a los israelitas y acamparon en Guilboa. Al ver el ejército filisteo, Saúl se atemorizó. Oró al SEÑOR, pero el SEÑOR no le respondió ni en sueños, ni por el urim ni por medio de los profetas. Al final, Saúl le dijo a sus oficiales:

—Búsquenme a una espiritista para que yo vaya a consultarla.

Sus oficiales le respondieron:

—Hay una espiritista en Endor.

Saúl se disfrazó con otra ropa para que nadie lo reconociera, y esa noche él y sus hombres fueron a consultar a la espiritista. Saúl le dijo:

—Quiero que invoques a un espíritu que me pueda predecir el futuro. Haz que aparezca el que yo te diga.

Pero la adivina le dijo a Saúl:

—¿Es qué no sabe usted lo que hizo Saúl? Expulsó del país a todos los espiritistas y a los hechiceros. Usted está tratando de ponerme una trampa y exponerme a la muerte.

10 Saúl le hizo esta promesa a ella en el nombre del SEÑOR:

—Tan cierto como que el SEÑOR vive, que no serás castigada por hacer lo que te digo.

11 La mujer preguntó:

—¿A quién quieres que invoque?

Saúl respondió:

—A Samuel.

12 Cuando la espiritista vio a Samuel, pegó un gritó, y dijo:

—¡Me tendió una trampa! ¡Usted es Saúl!

13 El rey le dijo a la adivina:

—No temas. ¿Qué es lo que ves?

La adivina dijo:

—Veo un espíritu que está saliendo de la tierra[a].

14 Saúl preguntó:

—¿Cómo se ve?

La mujer respondió:

—Como un anciano que lleva un manto.

Saúl se postró rostro en tierra al darse cuenta de que era Samuel. 15 Samuel le dijo a Saúl:

—¿Por qué me molestas haciéndome subir?

Saúl respondió:

—¡Me encuentro en problemas! Los filisteos me están atacando y Dios se ha apartado de mí. Ya no me responde, ni por medio de profetas ni por sueños. Por eso te llamé. Necesito que me digas qué hacer.

16 Samuel dijo:

—El SEÑOR te ha abandonado, y ahora está de parte de tu enemigo, ¿por qué me llamas a mí? 17 El SEÑOR está haciendo lo que te advirtió por medio de mí. El SEÑOR está por arrebatarte el reino de las manos, y se lo va a entregar a David. 18 No obedeciste al SEÑOR, no destruiste a los amalecitas ni les mostraste la ira de Dios. Por eso el SEÑOR te está haciendo esto ahora. 19 El SEÑOR te entregará a ti y a Israel contigo en manos de los filisteos. Mañana tú y tus hijos estarán aquí conmigo. El SEÑOR entregará también al ejército de Israel en manos de los filisteos.

20 Al instante Saúl, por muy alto que fuera, se desplomó muy asustado por lo que Samuel había dicho. Saúl también estaba débil porque no había comido nada en todo el día y toda la noche. 21 Al darse cuenta del miedo que Saúl tenía, la mujer se le acercó, y le dijo:

—Yo, su sierva, le hice caso arriesgando mi vida con lo que me pidió que hiciera. 22 Ahora le ruego que me escuche. Deje que le traiga algo de comida. Usted necesita comer para recobrar energía y emprender el camino.

23 Pero Saúl se negó a comer diciendo:

—No quiero comer.

Los oficiales de Saúl se unieron a la mujer y le insistieron que comiera. Por fin, Saúl les hizo caso, se levantó y se sentó en la cama. 24 La mujer mató un ternero gordo que tenía en su casa y amasó harina para hornear pan sin levadura. 25 Luego les sirvió a Saúl y a sus oficiales. Esa misma noche, después de comer, emprendieron el camino.

Los filisteos desconfían de David

29 Los filisteos reunieron a sus soldados en Afec, mientras los israelitas acampaban junto al manantial que está en Jezrel. Los jefes filisteos avanzaban en compañías de 100 y de 1000 hombres, seguidos de Aquis y David y sus hombres.

Los generales filisteos preguntaron:

—¿Qué están haciendo aquí estos hebreos?

Aquis les dijo a los generales:

—Es David. Él antes era uno de los oficiales de Saúl, pero ha estado conmigo por mucho tiempo, y nunca he visto nada que me haga desconfiar de él.

Pero los generales filisteos se enojaron con Aquis y le dijeron:

—Ordénale que regrese a la ciudad que le diste. No puede acompañarnos en batalla. ¿Es que no ves que tendríamos un enemigo en nuestro propio bando? Podría congraciarse con su rey llevándole las cabezas de nuestros hombres. Ese es el David por el que los israelitas danzaban y cantaban:

“Saúl mató a miles,
    pero David mató a diez miles”.

Entonces Aquis llamó a David y le dijo:

—Tan cierto como que el SEÑOR vive, que tú me eres leal, me gustaría que sirvieras en mi ejército. No he tenido nada por qué desconfiar de ti desde el primer día que llegaste, y también los jefes filisteos piensan bien de ti.[b] Vuelve a tu casa y no hagas nada que desagrade a los jefes filisteos.

David preguntó:

—Pero ¿qué mal he hecho? ¿Tiene algo, Su Majestad, por qué desconfiar desde que llegué? ¿Por qué no se me permite pelear contra los enemigos de Su Majestad?

Aquis contestó:

—Yo sé que eres un buen hombre, como un ángel de Dios, pero los generales filisteos insisten que no debes acompañarlos en la batalla. 10 Mañana temprano, tú y tus hombres deben regresar a la ciudad que te di, y no hagas caso de lo que los generales digan de ti. Tú eres un buen hombre, así que devuélvete tan pronto amanezca.

11 A la mañana siguiente, David y sus hombres partieron rumbo al territorio filisteo, mientras los filisteos avanzaban hacia Jezrel.

David vence a los amalecitas

30 Después de tres días, David y sus hombres llegaron a Siclag, y se encontraron con que los amalecitas habían invadido la región del Néguev, y que después de atacar y quemar la ciudad de Siclag, habían tomado cautivo a todo el pueblo, mujeres, jóvenes y ancianos por igual. Pero no habían matado a nadie.

Cuando David y sus hombres llegaron a Siclag, encontraron la ciudad en llamas. Los amalecitas habían tomado cautivos a sus esposas, hijos e hijas. David y los demás hombres de su ejército lloraron y gritaron hasta que se quedaron sin fuerzas. Los amalecitas también habían tomado cautivas a las dos esposas de David: Ajinoán de Jezrel y a Abigail, la que había sido la esposa de Nabal de Carmel.

Todo el ejército estaba tan triste y furioso porque habían tomado a sus hijos e hijas cautivos que querían apedrear a muerte a David. Él se alarmó, pero recobró fuerza en el SEÑOR su Dios, y le dijo al sacerdote Abiatar, el hijo de Ajimélec, que trajera el efod.

Entonces David consultó al SEÑOR:

—¿Persigo a los que tomaron cautivos a nuestras familias? ¿Podré alcanzarlos?

Él le contestó:

—Persíguelos, que los alcanzarás y rescatarás a las familias.

David se dirigió al arroyo de Besor acompañado de 600 hombres. Allí se quedaron 10 200 hombres porque estaban muy débiles y cansados para continuar. Así que David continuó persiguiendo a los amalecitas con 400 hombres.

11 Los hombres de David encontraron a un egipcio en el campo y lo llevaron a David. Le dieron de comer y de beber, 12 y además un pedazo de masa de higos y dos racimos de uvas pasas, pues tenía tres días y tres noches de no probar bocado. En cuanto comió, recobró las fuerzas.

13 David le preguntó al egipcio:

—¿A quién perteneces? ¿De dónde vienes?

El egipcio contestó:

—Soy egipcio, esclavo de un amalecita. Hace tres días me enfermé, y mi amo me abandonó. 14 Habíamos invadido la región del Néguev, donde viven los quereteos[c]. Atacamos el territorio de Judá y de Caleb, y también incendiamos Siclag.

15 David le dijo al egipcio:

—Guíanos hasta encontrar a esos bandidos.

El egipcio le contestó:

—Lo llevaré, pero jure por Dios que no me matará ni me entregará de nuevo a mi amo.

16 El egipcio los guió hasta donde estaban los amalecitas. Los encontraron dispersos por el suelo, comiendo y bebiendo, festejando el gran botín que habían tomado del territorio filisteo y de Judá. 17 David los atacó y los mató. Pelearon desde el amanecer hasta el anochecer del siguiente día. Ninguno de los amalecitas logró escapar, excepto por 400 hombres que se montaron en sus camellos y huyeron. 18 David recuperó el botín que habían tomado los amalecitas, inclusive a sus dos esposas. 19 No faltaba nada. Encontraron a todos los niños y ancianos, y también a todos sus hijos e hijas, y todas sus pertenencias valiosas. 20 David se apoderó de las ovejas y el ganado. La gente llevaba todo al frente y decía: «¡Este es el botín de David!»

21 David regresó al arroyo de Besor, donde se habían quedado los 200 hombres que estaban débiles y cansados para seguirlo. Los hombres salieron al encuentro de David y los soldados que lo habían acompañado. 22 Entre los hombres que habían acompañado a David, había algunos que eran malos y problemáticos, y reclamaron:

—Estos hombres no fueron con nosotros, así que no tenemos por qué compartir el botín con ellos. Que tomen sólo a sus esposas e hijos.

23 David les dijo:

—No, hermanos míos, no hagan eso. Piensen en lo que el SEÑOR les dio. Él nos permitió derrotar al enemigo que nos atacó. 24 Nadie les hará caso. Todo se repartirá en partes iguales entre los hombres que se quedaron a cuidar de las provisiones y los que fueron a la batalla. 25 David estableció esa norma y reglamento en Israel, y así continúa hasta el día de hoy.

26 Después de llegar a Siclag, David les envió algunas de las cosas que tomó de los amalecitas a sus amigos, los líderes de Judá, diciendo:

—Aquí les envío un regalo de lo que tomamos de los enemigos del SEÑOR.

27 También les envió algunas de las cosas a los líderes de Betel, Ramot del Néguev, Jatir, 28 Aroer, Sifmot, Estemoa, 29 Racal, las ciudades de Jeramel, las ciudades quenitas 30 de Jormá, Corasán, Atac, 31 y Hebrón, y a los líderes de todos los lugares donde David y sus hombres habían vivido.

Muerte de Saúl y sus hijos

(1 Cr 10:1-12)

31 Los filisteos pelearon contra Israel, y los israelitas salieron huyendo. Muchos israelitas murieron en el monte Guilboa. Entonces los filisteos se dedicaron a perseguir a Saúl y a sus hijos, logrando matar a Jonatán, a Abinadab y a Malquisúa. La batalla se puso cada vez peor para Saúl, y los arqueros lo alcanzaron a herir gravemente con sus flechas. Entonces Saúl le dijo a su escudero:

—Toma la espada y mátame para que esos paganos[d] no vengan a hacer burla de mí.

Pero el escudero de Saúl tuvo miedo y se negó a matarlo. Así que Saúl tomó su propia espada y se mató él mismo. Al ver que Saúl estaba muerto, su escudero se atravesó con su propia espada y murió junto con Saúl. Así fue como ese día murieron Saúl, sus tres hijos y su escudero.

Al ver que el ejército israelita huía y que Saúl y sus hijos habían muerto, los israelitas que vivían del otro lado del valle abandonaron sus ciudades y también huyeron. Entonces los filisteos pasaron a ocupar esas ciudades.

Al día siguiente, cuando los filisteos regresaron para despojar a los cadáveres, encontraron a Saúl y a sus hijos muertos en el monte Guilboa. Entonces decapitaron a Saúl, le quitaron todas las armas y enviaron mensajeros para que esparcieran la noticia a los filisteos y a todos los templos de sus ídolos. 10 Pusieron sus armas en el templo de la diosa Astarté. Después colgaron su cadáver en el muro de Betsán. 11 Cuando la gente de Jabés de Galaad se enteró de lo que los filisteos habían hecho, 12 los soldados de Jabés caminaron toda la noche a Betsán para recuperar los cuerpos de Saúl y de sus hijos. Después de bajarlos del muro, regresaron a Jabés, donde los incineraron. 13 Luego tomaron los huesos y los enterraron bajo la sombra del tamarisco de Jabés. Después ayunaron por siete días.

Palabra de Dios para Todos (PDT)

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