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Reina Valera Revisada (RVR1977)
Version
Apocalipsis 4-8

El trono celestial

Después de esto vi una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta que hablaba conmigo, decía: Sube acá, y te mostraré las cosas que deben suceder después de éstas.

Y al instante estuve en espíritu; y he aquí, un trono estaba colocado en el cielo, y uno sentado en el trono.

Y el que estaba sentado era semejante en aspecto a piedra de jaspe y de sardio; y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda.

Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, cubiertos de ropas blancas y con coronas de oro en sus cabezas.

Y del trono salen relámpagos y fragor de truenos, y hay siete lámparas de fuego ardiendo delante del trono, las cuales son los siete espíritus de Dios.

Y delante del trono hay como un mar de vidrio semejante al cristal; y en medio del trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos por delante y por detrás.

Y el primer ser viviente es semejante a un león; el segundo es semejante a un becerro; el tercero tiene el rostro como de hombre; y el cuarto es semejante a un águila volando.

Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro están llenos de ojos; y no cesan día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir.

Y cuando los seres vivientes dan gloria y honor y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos,

10 los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo:

11 Señor, eres digno de recibir la gloria y el honor y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.

El libro y el Cordero

Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos.

Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?

Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni mirarlo.

Y yo lloraba mucho, porque ninguno fue hallado digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo.

Y uno de los ancianos me dijo: No llores más. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.

Y vi en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, un Cordero en pie, como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.

Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono.

Y después que tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; teniendo cada uno una cítara, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;

y cantaban un cántico nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque fuiste inmolado, y con tu sangre nos compraste para Dios, de todo linaje, lengua, pueblo y nación;

10 y nos hiciste para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.

11 Y vi, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era miríadas de miríadas, y millares de millares,

12 que decían a gran voz: El Cordero que ha sido inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la alabanza.

13 Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que hay en ellos, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, el honor, la gloria y el dominio, por los siglos de los siglos.

14 Y los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos.

Los sellos

Y vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira.

Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer.

Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente, que decía: Ven y mira.

Y salió otro caballo, rojo; y al que lo montaba se le concedió quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada.

Y cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano.

Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino.

Y cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven y mira.

Miré, y he aquí un caballo verdoso pálido, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con pestilencia, y con las fieras de la tierra.

Y cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían.

10 Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre de manos de los que moran en la tierra?

11 Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también iban a ser muertos como ellos.

12 Miré cuando abrió el sexto sello, y se produjo un gran terremoto; y el sol se puso negro como un saco hecho de crin, y la luna se volvió toda como sangre;

13 y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento.

14 Y el cielo desapareció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla fueron removidos de su lugar.

15 Y los reyes de la tierra, los magnates, los ricos, los tribunos, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;

16 y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro del que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;

17 porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?

Los 144.000 sellados

Después de esto vi a cuatro ángeles en pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol.

Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había concedido el hacer daño a la tierra y al mar,

diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios.

Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel.

De la tribu de Judá, doce mil sellados. De la tribu de Rubén, doce mil sellados. De la tribu de Gad, doce mil sellados.

De la tribu de Aser, doce mil sellados. De la tribu de Neftalí, doce mil sellados. De la tribu de Manasés, doce mil sellados.

De la tribu de Simeón, doce mil sellados. De la tribu de Leví, doce mil sellados. De la tribu de Isacar, doce mil sellados.

De la tribu de Zabulón, doce mil sellados. De la tribu de José, doce mil sellados. De la tribu de Benjamín, doce mil sellados.

La multitud vestida de ropas blancas

Después de esto miré, y vi una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones, tribus, pueblos y lenguas, que estaban de pie delante del trono y en la presencia del Cordero, cubiertos de ropas blancas, y con palmas en las manos;

10 y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero.

11 Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios,

12 diciendo: Amén. La bendición, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el honor, el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.

13 Entonces uno de los ancianos tomó la palabra, diciéndome: Estos que están cubiertos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido?

14 Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Éstos son los que han venido procedentes de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.

15 Por eso están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su santuario; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos.

16 Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni ardor alguno;

17 porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.

El séptimo sello

Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora.

Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas.

Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono.

Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos.

Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y se produjeron truenos, y voces, y relámpagos, y terremotos.

Las trompetas

Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas.

El primer ángel tocó la trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados con sangre, que fueron lanzados sobre la tierra; y la tercera parte de los árboles se quemó, y se quemó toda la hierba verde.

El segundo ángel tocó la trompeta, y algo como una gran montaña ardiendo en llamas fue precipitado en el mar; y la tercera parte del mar se convirtió en sangre.

Y murió la tercera parte de los seres vivientes que estaban en el mar, y la tercera parte de las naves fue destruida.

10 El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas.

11 Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas.

12 El cuarto ángel tocó la trompeta, y fue herida la tercera parte del sol, y la tercera parte de la luna, y la tercera parte de las estrellas, para que se oscureciese la tercera parte de ellos, y el día no resplandeciese en su tercera parte, y asimismo la noche.

13 Y miré, y oí a un ángel volar por en medio del cielo, diciendo a gran voz: ¡Ay, ay, ay de los que moran en la tierra, a causa de los restantes toques de trompeta que están para tocar los tres ángeles!

Reina Valera Revisada (RVR1977)

Texto bíblico tomado de La Santa Biblia, Reina Valera Revisada® RVR® Copyright © 2017 por HarperCollins Christian Publishing® Usado con permiso. Reservados todos los derechos en todo el mundo.