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Reina Valera Revisada (RVR1977)
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Lucas 6-7

Los discípulos recogen espigas en día de sábado

Aconteció un sábado que, pasando Jesús a través de unos sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y comían, restregándolas con las manos.

Algunos de los fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito en los sábados?

Jesús, respondiéndoles, dijo: ¿Ni siquiera habéis leído lo que hizo David cuando tuvo hambre él, y los que estaban con él;

cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición, que no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y comió, y dio también a los que estaban con él?

Y les decía: El Hijo del Hombre es dueño hasta del sábado.

El hombre de la mano atrofiada

Aconteció también en otro sábado que entró él en la sinagoga, y se puso a enseñar; y había allí un hombre que tenía atrofiada la mano derecha.

Los escribas y los fariseos le acechaban por si se ponía a sanar en sábado, a fin de hallar de qué acusarle.

Pero él sabía los pensamientos de ellos, y le dijo al hombre que tenía la mano atrofiada: Levántate, y ponte en medio. Él se levantó y se puso allí.

Entonces Jesús les dijo: Voy a haceros una pregunta: ¿Es lícito en sábado hacer el bien, o hacer el mal?, ¿salvar una vida, o destruirla?

10 Y después de pasear su mirada sobre todos ellos, le dijo al hombre: Extiende tu mano. Él lo hizo así, y su mano quedó enteramente restablecida.

11 Pero ellos se llenaron de furor y discutían entre ellos qué podrían hacerle a Jesús.

Elección de los doce apóstoles

12 Aconteció en aquellos días que él salió al monte a orar, y pasó la noche entera en oración a Dios.

13 Y cuando se hizo de día, convocó a sus discípulos y escogió de entre ellos doce, a quienes puso también el nombre de apóstoles:

14 Simón, a quien también puso por nombre Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo y Juan; Felipe y Bartolomé;

15 Mateo y Tomás; Jacobo el hijo de Alfeo, y Simón el llamado Zelote;

16 Judas el hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor.

Jesucristo atiende a una multitud

17 Descendió con ellos y se detuvo en un lugar llano; había un gran grupo de discípulos suyos, y una gran multitud de la gente de todas partes de Judea, de Jerusalén, y de la región costera de Tiro y de Sidón, que habían venido a escucharle, y a ser sanados de sus enfermedades;

18 y los que estaban atormentados por espíritus inmundos, eran sanados.

19 Y toda la gente trataba de tocarle, porque salía de él un poder y los sanaba a todos.

Bienaventuranzas y ayes

20 Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.

21 Bienaventurados los que ahora pasáis hambre, porque seréis satisfechos. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.

22 Bienaventurados sois cuando os odien los hombres, cuando os aparten de sí, os injurien y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.

23 Regocijaos en aquel día, y saltad de gozo, porque he aquí que vuestra recompensa es grande en el cielo, pues de la misma manera hacían sus padres con los profetas.

24 Pero ¡ay de vosotros los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo.

25 ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque habéis de pasar hambre. ¡Ay de vosotros, los que os reís ahora!, porque os lamentaréis y lloraréis.

26 ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, porque de la misma manera hacían sus padres con los falsos profetas.

El amor hacia los enemigos, y la regla de oro

27 Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os odian;

28 bendecid a los que os maldicen; orad por los que os maltratan.

29 Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le impidas que se lleve también la túnica.

30 A todo el que te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.

31 Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos.

32 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué clase de favor es el vuestro? Porque también los pecadores aman a los que les aman.

33 Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué clase de favor es el vuestro? Porque también los pecadores hacen lo mismo.

34 Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué clase de favor es el vuestro? Porque también los pecadores prestan a los pecadores para recibir otro tanto.

35 Vosotros, en cambio, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada a cambio; y será grande vuestra recompensa, y seréis hijos del Altísimo; porque él es bondadoso para con los ingratos y malvados.

36 Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.

El juzgar a los demás

37 No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.

38 Dad, y se os dará; una medida buena, apretada, remecida y rebosante os pondrán en el regazo. Porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.

39 Y les dijo también una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un hoyo?

40 Un discípulo no está por encima de su maestro; pero todo el que esté bien preparado, será como su maestro.

41 ¿Y por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?

42 ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, cuando tú mismo no adviertes la viga que está en tu propio ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.

Por sus frutos los conoceréis

43 Porque no hay árbol de buena calidad que produzca fruto desabrido; ni árbol de mala calidad que produzca fruto excelente.

44 Pues cada árbol se conoce por su propio fruto; porque no cosechan higos de los espinos, ni vendimian uvas de una zarza.

45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de lo que le rebosa del corazón habla su boca.

Los dos cimientos

46 ¿Por qué me llamáis: Señor, Señor, y no hacéis lo que digo?

47 Todo el que viene a mí, y oye mis palabras, y las pone en práctica, os voy a mostrar a quién es semejante:

48 Es semejante a un hombre que, al construir una casa, excavó, ahondó y echó los cimientos sobre la roca; y cuando vino una inundación, el torrente embistió contra aquella casa, pero no tuvo fuerza suficiente para sacudirla, porque estaba fundada sobre la roca.

49 Pero el que ha oído, y no pone en práctica, es semejante a un hombre que edificó una casa encima de la tierra, sin cimientos, contra la cual embistió el torrente, y al instante se derrumbó, y fue grande la ruina de aquella casa.

Jesucristo sana al siervo de un centurión

Después que acabó de dirigir todas estas palabras a los oídos del pueblo, entró en Capernaúm.

Estaba enfermo y a punto de morir el siervo de un centurión, a quien éste apreciaba mucho.

Habiendo oído hablar de Jesús, envió adonde él estaba unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniese a sanar a su siervo.

Éstos se presentaron a Jesús, y le rogaban con insistencia, diciendo: Es digno de que le concedas esto;

porque él ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga.

Iba Jesús con ellos, y cuando ya no estaba lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes más; pues no soy tan importante como para que entres bajo mi techo;

por lo cual ni me consideré a mí mismo digno de venir a ti; pero dilo de palabra, y mi siervo será sano.

Pues también yo soy un hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y le digo a éste: ¡Ve!, y va; y a otro: ¡Ven!, y viene; y a mi siervo: ¡Haz esto!, y lo hace.

Al oír esto, Jesús se quedó maravillado de él, y volviéndose, dijo a la multitud que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado una fe tan grande.

10 Y cuando los que habían sido enviados regresaron a la casa, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.

Jesucristo resucita al hijo de la viuda de Naín

11 Aconteció después que él iba a una ciudad llamada Naín, y marchaban juntamente con él bastantes de sus discípulos, y una gran multitud.

12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que sacaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, y ella era viuda, y estaba con ella un grupo considerable de la ciudad.

13 Cuando el Señor la vio, fue movido a compasión sobre ella, y le dijo: No llores.

14 Él se acercó y tocó la camilla mortuoria, y los que lo llevaban se detuvieron, y él dijo: Joven, a ti te digo, ¡levántate!

15 Entonces el muerto se incorporó y comenzó a hablar, y él se lo dio a su madre.

16 El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta ha surgido entre nosotros; y Dios ha visitado a su pueblo.

17 Y esto que se decía de él, se divulgó por toda la Judea y por toda la región circunvecina.

Los mensajeros de Juan el Bautista

18 Los discípulos de Juan informaron a éste de todas estas cosas. Entonces Juan, llamando a dos de sus discípulos,

19 los envió a Jesús, diciendo: ¿Eres tú el que había de venir, o continuaremos aguardando a otro?

20 Cuando los hombres se presentaron donde estaba él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, diciendo: ¿Eres tú el que había de venir, o continuaremos aguardando a otro?

21 En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y dolencias, y de malos espíritus, y otorgó la vista a muchos ciegos.

22 Luego les respondió Jesús, diciendo: Id e informad a Juan de lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven de nuevo, los cojos caminan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, a los pobres se les anuncia el evangelio.

23 Y bienaventurado es cualquiera que no halla en mí ocasión de tropiezo.

24 Cuando se marcharon los mensajeros de Juan, comenzó a decir ante las multitudes acerca de Juan: ¿Qué salisteis a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?

25 Si no, ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con ropas finas? He aquí que los que se visten de espléndidas vestiduras y viven en la molicie, están en los palacios reales.

26 Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Pues sí, os digo, y superior a un profeta.

27 Éste es aquel de quien está escrito:

He aquí que envío mi mensajero delante de tu faz,
El cual preparará tu camino delante de ti.

28 Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el que es menor en el reino de Dios es mayor que él.

29 Y todo el pueblo que le escuchó y los cobradores de impuestos reconocieron la justicia de Dios, siendo bautizados con el bautismo de Juan;

30 pero los fariseos y los legistas rechazaron el designio de Dios para con ellos mismos, no siendo bautizados por él.

31 ¿A qué, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?

32 Son semejantes a los muchachos que se sientan en la plaza y que se gritan unos a otros y dicen: Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; entonamos canciones de duelo, y no llorasteis.

33 Porque vino Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: Tiene un demonio.

34 Ha venido el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: He aquí un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de cobradores de impuestos y pecadores.

35 Y la sabiduría ha sido justificada por todos sus hijos.

Jesús en el hogar de Simón el fariseo

36 Uno de los fariseos le pedía que comiera con él. Y entrando en la casa del fariseo, se sentó a la mesa.

37 En esto, una mujer pecadora pública que había en la ciudad, enterada de que él estaba a la mesa en la casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume,

38 y colocándose detrás, junto a sus pies, se echó a llorar y comenzó a regar con sus lágrimas los pies de él, y a enjugarlos con los cabellos de su cabeza; y besaba afectuosamente sus pies, y los ungía con el perfume.

39 Al verlo el fariseo que le había invitado, dijo para sí: Éste, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, que es una pecadora.

40 Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: Simón, tengo algo que decirte. Y él le dice: Dilo, Maestro.

41 Cierto prestamista tenía dos deudores; el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta.

42 No teniendo ellos con qué pagarle, les perdonó a ambos la deuda. Di pues, ¿cuál de ellos le amara más?

43 Simón respondió y dijo: Supongo que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.

44 Y, volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies; pero ésta ha regado mis pies con sus lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos.

45 No me diste beso; pero ésta, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies afectuosamente.

46 No ungiste mi cabeza con aceite; pero ésta ha ungido con perfume mis pies.

47 En atención a lo cual, te digo: Quedan perdonados sus pecados, que son muchos; por eso muestra mucho amor; pero aquel a quien se le perdona poco, ama poco.

48 Y a ella le dijo: Quedan perdonados tus pecados.

49 Los que estaban sentados con él a la mesa, comenzaron a decir entre ellos: ¿Quién es éste que hasta perdona pecados?

50 Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado; vete en paz.

Reina Valera Revisada (RVR1977)

Texto bíblico tomado de La Santa Biblia, Reina Valera Revisada® RVR® Copyright © 2017 por HarperCollins Christian Publishing® Usado con permiso. Reservados todos los derechos en todo el mundo.