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Reina Valera Revisada (RVR1977)
Version
Marcos 1-3

Predicación de Juan el Bautista

Principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.

Como está escrito en Isaías el profeta:
He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz,
El cual preparará tu camino.
Voz de uno que clama en el desierto:
Preparad el camino del Señor;
Haced derechas sus sendas.

Apareció Juan bautizando en el desierto, y predicando el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados.

Y salían a él toda la región de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.

Y Juan llevaba un vestido hecho de pelos de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de su cintura; y comía langostas y miel silvestre.

Y predicaba, diciendo: Viene después de mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar, inclinándome, la correa de sus sandalias.

Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con Espíritu Santo.

El bautismo de Jesucristo

Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.

10 E inmediatamente, cuando subía del agua, vio que se rasgaban los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él.

11 Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.

Tentación de Jesucristo

12 Y luego el Espíritu le impulsó al desierto.

13 Y estuvo en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían.

Jesucristo empieza su ministerio

14 Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios,

15 y diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.

Jesucristo llama a cuatro pescadores

16 Mientras pasaba junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, hermano de Simón, que echaban una red en el mar, porque eran pescadores.

17 Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.

18 Y dejando al instante sus redes, le siguieron.

19 Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo, hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca remendando las redes.

20 Al instante los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron en pos de él.

Un hombre que tenía un espíritu inmundo

21 Y entraron en Capernaúm; y tan pronto como llegó el sábado, entrando en la sinagoga, enseñaba.

22 Y se admiraban de su enseñanza; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.

23 Y había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, que dio voces,

24 diciendo: ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quien eres, el Santo de Dios.

25 Pero Jesús le conminó diciendo: ¡Cállate, y sal de él!

26 El espíritu inmundo, haciéndole agitarse convulsivamente y dando un gran grito, salió de él.

27 Y todos quedaron atónitos, de tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¡Una enseñanza nueva, expuesta con autoridad! Da órdenes incluso a los espíritus inmundos, y le obedecen.

28 Y muy pronto se extendió su fama por toda la comarca circunvecina de Galilea.

Jesucristo sana a la suegra de Pedro

29 Inmediatamente después de salir de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan.

30 Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella.

31 Entonces él se acercó, y tomándola de la mano, la levantó. Luego la dejó la fiebre, y ella comenzó a servirles.

Muchos sanados al ponerse el sol

32 Al atardecer, cuando se puso el sol, comenzaron a traerle a todos los enfermos y endemoniados;

33 y toda la ciudad estaba agolpada a la puerta.

34 Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y expulsó muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque sabían quién era.

Jesucristo recorre Galilea predicando

35 De madrugada, cuando estaba aún muy oscuro, se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, y allí se puso a orar.

36 Simón, y los que estaban con él, salieron en busca suya;

37 y cuando le encontraron, le dijeron: Todos te buscan.

38 Él les dijo: Vámonos a otro lugar, a los pueblos vecinos, para que predique también allí; porque para eso he salido.

39 Salió, pues, a recorrer toda la Galilea, predicando en las sinagogas de ellos y expulsando los demonios.

Jesucristo sana a un leproso

40 Viene hacia él un leproso suplicándole, y arrodillándose, le dice: Si quieres, puedes limpiarme.

41 Y, movido a compasión, Jesús extendió la mano, le tocó, y le dijo: Quiero, ¡queda limpio!

42 Al instante le dejó la lepra, y quedó limpio.

43 Entonces le advirtió severamente, y le despidió luego,

44 y le dijo: Mira que no digas nada a nadie, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés ordenó, para que les sirva de testimonio.

45 Pero él salió y comenzó a proclamarlo abiertamente y a divulgar el hecho, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares despoblados; y venían a él de todas partes.

Jesucristo sana a un paralítico

Entró Jesús otra vez en Capernaúm después de algunos días; y corrió la voz de que estaba en casa.

Y se reunieron muchos, tanto que ya no quedaba sitio ni aun delante de la puerta; y les hablaba la palabra.

En esto, llegan unos hombres trayéndole un paralítico, llevado por cuatro de ellos.

Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, abrieron un boquete en el techo encima de donde él estaba, y por la abertura hecha, bajaron la camilla en que yacía el paralítico.

Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.

Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales razonaban en sus corazones:

¿Por qué habla éste así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?

Y al instante Jesús, conociendo en su espíritu que razonaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué pensáis esas cosas en vuestros corazones?

¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu camilla y anda?

10 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico):

11 A ti te digo: Levántate, toma tu camilla, y vete a tu casa.

12 Entonces él se levantó, y tomando en seguida su camilla, salió a la vista de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaban a Dios, diciendo: Nunca hemos visto nada como esto.

Llamamiento de Leví

13 Él salió de nuevo a la orilla del mar; y toda la multitud venía a él, y él comenzó a enseñarles.

14 Y al pasar, vio a Leví, el hijo de Alfeo, sentado a la mesa de impuestos, y le dijo: Sígueme. Y él se levantó y le siguió.

15 Y sucedió que estando sentado a la mesa en casa de él, muchos cobradores de impuestos y pecadores notorios estaban también sentados a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos; porque había muchos, y le seguían.

16 Cuando los escribas del partido de los fariseos vieron que comía con los pecadores y cobradores de impuestos, comenzaron a decir a sus discípulos: ¿Qué es esto, que él come [y bebe][a] con los cobradores de impuestos y pecadores?

17 Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.

La pregunta sobre el ayuno

18 Y los discípulos de Juan y los de los fariseos estaban ayunando; y vinieron y le dijeron: ¿Por qué ayunan los discípulos de Juan y los de los fariseos, pero tus discípulos no ayunan?

19 Jesús les dijo: ¿Acaso pueden ayunar los invitados a la boda mientras está con ellos el novio? Durante todo el tiempo que tienen con ellos al novio, no pueden ayunar.

20 Pero vendrán días cuando el novio les será quitado, y entonces ayunarán en aquel día.

21 Nadie pone un remiendo de paño sin estrenar en un vestido viejo; de otra manera, el remiendo tira del vestido, lo nuevo de lo viejo, y se produce un desgarrón peor.

22 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo revienta los odres, y tanto el vino como los odres se echan a perder; sino que el vino nuevo se ha de echar en odres nuevos.

Los discípulos recogen espigas en día de sábado

23 Sucedió también que él pasaba por los sembrados en sábado, y sus discípulos comenzaron a abrirse camino arrancando las espigas.

24 Entonces los fariseos le decían: Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?

25 Y él les dijo: ¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y sintió hambre, él y los que con él estaban;

26 cómo entró en la casa de Dios, en tiempos de Abiatar, sumo sacerdote, y se comió los panes de la proposición, que sólo a los sacerdotes les es lícito comer, y dio también a los que estaban con él?

27 Y les decía: El sábado fue instituido para el hombre, y no el hombre para el sábado.

28 Por tanto, el Hijo del Hombre es también señor del sábado.

El hombre de la mano seca

Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano.

Y le acechaban para ver si le sanaría en sábado, a fin de poder acusarle.

Entonces le dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio.

Y les dijo: ¿Es lícito en sábado hacer bien, o hacer mal; salvar una vida, o matar? Pero ellos callaban.

Y después de echarles una mirada alrededor con ira, entristecido por la dureza de sus corazones, le dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le quedó restablecida.

Y los fariseos comenzaron en seguida a tramar con los herodianos contra él para ver cómo destruirle.

La multitud a la orilla del mar

Mas Jesús se retiró al mar con sus discípulos, y le siguió gran multitud de Galilea. También de Judea,

de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, y de los alrededores de Tiro y de Sidón, una gran multitud, enterada de todo cuanto Jesús estaba haciendo, acudió a él.

Y les dijo a sus discípulos que le tuviesen lista una barca, a causa del gentío, para que no le estrujaran.

10 Porque había sanado a muchos; hasta el punto de que cuantos padecían dolencias, se le echaban encima para tocarle.

11 Y siempre que los espíritus inmundos le veían, caían delante de él y gritaban, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios.

12 Mas él les advertía seriamente que no manifestasen quién era.

Elección de los doce apóstoles

13 Subió al monte, y llamó junto a sí a los que él quiso; y vinieron a él.

14 Y designó a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar,

15 y que tuviesen autoridad [para sanar enfermedades y][b] para expulsar demonios.

16 Designó a los doce y puso a Simón por sobrenombre Pedro;

17 a Jacobo, el hijo de Zebedeo, y a Juan el hermano de Jacobo, a quienes puso por sobrenombre Boanerges, es decir, Hijos del trueno;

18 a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo el de Alfeo, Tadeo, Simón el cananita,

19 y Judas Iscariote, el mismo que le traicionó.

La blasfemia contra el Espíritu Santo

20 Luego entró en una casa. Y se aglomeró de nuevo la multitud, hasta el punto de que no podían ni probar bocado.

21 Cuando se enteraron sus parientes, salieron para hacerse cargo de él; porque decían: Está fuera de sí.

22 Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: Está poseído por Beelzebú, y: En nombre del príncipe de los demonios es como expulsa éste los demonios.

23 Él les llamó junto a sí y les decía en parábolas: ¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás?

24 Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede seguir en pie.

25 Y si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá mantenerse en pie.

26 Y si Satanás se ha levantado contra sí mismo, y se ha dividido, no puede mantenerse en pie, sino que ha llegado su fin.

27 Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre forzudo y saquear sus bienes, si primero no ata al forzudo, y entonces podrá saquear su casa.

28 En verdad os digo que todo será perdonado a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, cualesquiera que sean;

29 pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de un pecado eterno.

30 Porque decían: Tiene un espíritu inmundo.

La madre y los hermanos de Jesús

31 En esto, llegaron su madre y sus hermanos, y quedándose afuera, enviaron a llamarle.

32 Había una multitud sentada alrededor de él, y le dijeron: Tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan.

33 Él les respondió diciendo: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?

34 Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro a su alrededor, dijo: Éstos son mi madre y mis hermanos.

35 Porque cualquiera que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana, y mi madre.

Reina Valera Revisada (RVR1977)

Texto bíblico tomado de La Santa Biblia, Reina Valera Revisada® RVR® Copyright © 2017 por HarperCollins Christian Publishing® Usado con permiso. Reservados todos los derechos en todo el mundo.