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Read the Bible from start to finish, from Genesis to Revelation.
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La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
Apocalipsis 20-22

Los mil años

20 Vi a un ángel que bajaba del cielo. Llevaba en la mano la llave del abismo y una gruesa cadena. Apresó al dragón, la antigua serpiente —es decir, el Diablo o Satanás— y lo encadenó por mil años. Lo arrojó después al abismo y allí lo encerró; y selló la entrada, para que en adelante no pueda seducir a las naciones hasta que hayan pasado los mil años. Pasados esos mil años, gozará de libertad por breve tiempo.

Vi también unos tronos; a los que se sentaron en ellos se les dio poder para juzgar. Y vi con vida a los que habían sido asesinados por haber dado testimonio de Jesús y por haber proclamado la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no llevaban tatuada en la frente ni en las manos la marca de la bestia. Todos estos recobraron la vida y reinaron con Cristo mil años. Los demás muertos, en cambio, no volvieron a la vida hasta pasados los mil años. Es la primera resurrección. ¡Dichosos quienes Dios ha elegido para tomar parte en ella! La segunda muerte no hará presa en ellos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él los mil años.

Derrota final de Satanás

Pero llegarán a su fin los mil años. Entonces Satanás será desencadenado y tratará de seducir a los habitantes de los cuatro puntos cardinales del mundo, a Gog y a Magog, cuyos ejércitos, innumerables como las arenas del mar, se pondrán en pie de guerra. Y, efectivamente, se extendieron a lo ancho de la tierra, sitiaron el campamento de los elegidos y pusieron cerco a la ciudad bienamada. Pero un fuego se abatió sobre ellos desde el cielo y los devoró. 10 Y el diablo, el que los había seducido, fue arrojado al lago de fuego y azufre donde, en compañía de la bestia y del falso profeta, sufrirá tormento por siempre, día y noche sin cesar.

La hora del juicio

11 Vi luego un trono majestuoso y resplandeciente; vi al que estaba sentado en él ante cuya presencia desaparecieron el cielo y la tierra sin dejar rastro tras de sí; 12 y vi a los muertos, tanto los humildes como los poderosos, que estaban de pie ante el trono. Entonces fueron abiertos los libros y también fue abierto otro libro: el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados conforme a las acciones que tenían consignadas en los libros. 13 Todos fueron juzgados conforme a sus acciones: los muertos devueltos por el mar y los devueltos por la muerte y el abismo. 14 Y la muerte y el abismo fueron después arrojados al lago de fuego, es decir, a la segunda muerte. 15 Y también fueron arrojados al lago de fuego aquellos cuyos nombres no están inscritos en el libro de la vida.

Un cielo nuevo y una tierra nueva

21 Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva. Nada quedaba del primer cielo ni de la primera tierra; nada del antiguo mar. Vi también bajar del cielo la ciudad santa, la nueva Jerusalén. Venía de Dios, ataviada como una novia que se engalana para su esposo. Y oí una voz poderosa que decía desde el trono:

— Esta es la morada que Dios ha establecido entre los seres humanos. Habitará con ellos, ellos serán su pueblo y él será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo viejo ha desaparecido.

El que estaba sentado en el trono anunció:

— Voy a hacer nuevas todas las cosas.

Y añadió:

— Palabras verdaderas y dignas de crédito son estas. ¡Escríbelas!

Finalmente, me dijo:

— ¡Ya está hecho! Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al sediento le daré a beber gratis del manantial del agua de la vida. Al vencedor le reservo esta herencia: yo seré su Dios y él será mi hijo. Pero los cobardes, los incrédulos, los depravados, los asesinos, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras y todos los embaucadores están destinados al lago ardiente de fuego y azufre, es decir, a la segunda muerte.

La nueva Jerusalén

Uno de los siete ángeles que llevaban las siete copas con las siete últimas calamidades, se acercó a mí y me dijo:

— ¡Ven! Quiero mostrarte la novia, la esposa del Cordero.

10 Me llevó, pues, en visión a una montaña altísima. Allí me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo enviada por Dios, 11 resplandeciente de gloria divina. Su brillo era como el de una piedra preciosa deslumbrante, como el del jaspe cristalino. 12 Su muralla era alta y maciza, y doce ángeles custodiaban sus doce puertas, en las que estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel. 13 Tres puertas daban al oriente y tres al norte; tres al sur y tres al occidente. 14 La muralla se asienta sobre doce pilares, que tienen grabados los nombres de los doce apóstoles del Cordero.

15 El ángel que hablaba conmigo tenía una vara de oro para medir la ciudad, sus puertas y sus murallas. 16 La ciudad estaba edificada sobre una planta cuadrada: igual de larga que de ancha. El ángel midió la ciudad con la vara, y resultaron doce mil estadios. Lo mismo medía de largo, de ancho y de alto. 17 Luego midió la muralla, que resultó de ciento cuarenta y cuatro codos; todo ello según las medidas humanas utilizadas por el ángel.

18 Toda la muralla era de jaspe, y la ciudad, de oro puro semejante a límpido cristal. 19 Los pilares sobre los que se asentaba la muralla de la ciudad estaban adornados con toda clase de piedras preciosas. El primer pilar era de jaspe; el segundo de zafiro; el tercero de calcedonia; el cuarto de esmeralda; 20 el quinto de sardonio; el sexto de cornalina; el séptimo de crisólito; el octavo de berilo; el noveno de topacio; el décimo de crisopasa; el undécimo de jacinto, y el duodécimo de amatista. 21 En cuanto a las doce puertas, eran doce perlas. Cada puerta estaba hecha de una sola perla. Y la plaza de la ciudad era de oro puro, como cristal transparente.

Dios y el Cordero son la luz

22 Pero no vi templo alguno en la ciudad, porque el Señor Dios, dueño de todo, y el Cordero son su Templo. 23 Tampoco necesita sol ni luna que la alumbren; la ilumina la gloria de Dios, y su antorcha es el Cordero. 24 La luz de esta ciudad alumbrará el destino de los pueblos, y los reyes del mundo vendrán a rendirle homenaje. 25 No se cerrarán sus puertas al anochecer pues allí no habrá noche; 26 y le llevarán como ofrenda el poderío y la riqueza de los pueblos. 27 Y nada manchado entrará en ella: ningún depravado, ningún embaucador; tan sólo los inscritos en el libro de la vida del Cordero.

El río de agua viva

22 El ángel me enseñó también un río de agua viva, transparente como el cristal, que manaba del trono de Dios y del Cordero. En medio de la plaza de la ciudad, a una y otra orilla del río, crecía un árbol de vida que daba doce cosechas, a cosecha por mes, y sus hojas servían de medicina a las naciones. Allí no habrá ya nada maldito. Será la ciudad del trono de Dios y del Cordero, donde sus servidores le rendirán culto, contemplarán su rostro y llevarán su nombre grabado en la frente. Una ciudad sin noches y sin necesidad de antorchas ni de sol, porque el Señor Dios será la luz que alumbre a sus habitantes, los cuales reinarán por siempre.

Epílogo (22,6-21)

Estoy a punto de llegar

El ángel me dijo:

— Palabras verdaderas y dignas de crédito son estas. El Señor, el Dios que inspiró a los profetas, ha enviado a su ángel para que comunique a sus servidores lo que va a suceder de un momento a otro. Mira que estoy a punto de llegar. ¡Dichoso quien preste atención al mensaje profético de este libro!

Yo, Juan, vi y oí todo esto. Y cuando terminé de oírlo y de verlo, me postré a los pies del ángel que me lo enseñaba, con intención de adorarlo. Pero él me dijo:

— ¿Qué haces? Yo soy un simple servidor como tú y tus hermanos los profetas, como todos los que prestan atención al mensaje de este libro. A Dios debes adorar.

10 Y añadió:

— No mantengas en secreto el mensaje profético de este libro, pues la hora definitiva está al caer. 11 Ya casi da igual que el pecador siga pecando, que el manchado se manche aún más, que el bueno se haga mejor y que el consagrado a Dios se entregue aún más a él. 12 Estoy a punto de llegar y voy a recompensar a cada uno conforme a su conducta. 13 Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin. 14 ¡Dichosos los que han decidido lavar sus vestiduras para tener acceso al árbol de la vida y poder entrar en la ciudad a través de sus puertas! 15 ¡Fuera, en cambio, los depravados, los hechiceros, los lujuriosos, los asesinos, los idólatras y todos cuantos hacen de la mentira el programa de su vida!

Advertencia y anhelo final

16 Yo, Jesús, he enviado a mi ángel a cada una de las iglesias para que sea testigo de todos estos acontecimientos. Yo que soy vástago y estirpe de David y astro radiante de la mañana.

17 El Espíritu y la Esposa claman:

— ¡Ven!

Y el que escucha, diga:

— ¡Ven!

Que venga también el sediento y, si lo desea, se le dará gratis agua de vida.

18 A todo el que escuche el mensaje profético de este libro, solemnemente le advierto: Si añade algo, Dios hará caer sobre él las calamidades consignadas en este libro. 19 Si suprime algo del mensaje profético del libro, Dios lo desgajará del árbol de la vida y lo excluirá de la ciudad santa descritos en este libro.

20 El que da fe de todo esto proclama:

— Sí, estoy a punto de llegar.

¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!

21 Que la gracia de Jesús, el Señor, esté con todos. Amén.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España