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Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
Marcos 1-3

Juan el Bautista prepara el camino

Esta es la Buena Noticia acerca de Jesús el Mesías, el Hijo de Dios.[a] Comenzó tal como el profeta Isaías había escrito:

«Mira, envío a mi mensajero delante de ti,
    y él preparará tu camino.[b]
Es una voz que clama en el desierto:
“¡Preparen el camino para la venida del Señor!
    ¡Ábranle camino!”[c]».

Ese mensajero era Juan el Bautista. Estaba en el desierto y predicaba que la gente debía ser bautizada para demostrar que se había arrepentido de sus pecados y vuelto a Dios para ser perdonada. Toda la gente de Judea, incluidos los habitantes de Jerusalén, salían para ver y oír a Juan; y cuando confesaban sus pecados, él los bautizaba en el río Jordán. Juan usaba ropa tejida con pelo rústico de camello y llevaba puesto un cinturón de cuero alrededor de la cintura. Se alimentaba con langostas y miel silvestre.

Juan anunciaba: «Pronto viene alguien que es superior a mí, tan superior que ni siquiera soy digno de inclinarme como un esclavo y desatarle las correas de sus sandalias. Yo los bautizo con[d] agua, ¡pero él los bautizará con el Espíritu Santo!».

Bautismo y tentación de Jesús

Cierto día, Jesús llegó de Nazaret de Galilea, y Juan lo bautizó en el río Jordán. 10 Cuando Jesús salió del agua, vio que el cielo se abría y el Espíritu Santo descendía sobre él[e] como una paloma. 11 Y una voz dijo desde el cielo: «Tú eres mi Hijo muy amado y me das gran gozo».

12 Luego el Espíritu lo impulsó a ir al desierto, 13 donde Jesús fue tentado por Satanás durante cuarenta días. Estaba a la intemperie entre los animales salvajes, y los ángeles lo cuidaban.

14 Más tarde, después del arresto de Juan, Jesús entró en Galilea, donde predicó la Buena Noticia de Dios.[f] 15 «¡Por fin ha llegado el tiempo prometido por Dios!—anunciaba—. ¡El reino de Dios está cerca! ¡Arrepiéntanse de sus pecados y crean la Buena Noticia!».

Primeros discípulos

16 Cierto día, mientras Jesús caminaba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón[g] y a su hermano Andrés que echaban la red al agua, porque vivían de la pesca. 17 Jesús los llamó: «Vengan, síganme, ¡y yo les enseñaré cómo pescar personas!». 18 Y enseguida dejaron las redes y lo siguieron.

19 Un poco más adelante por la orilla, Jesús vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, en una barca, reparando las redes. 20 Los llamó de inmediato y ellos también lo siguieron, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los hombres contratados.

Jesús expulsa a un espíritu maligno

21 Jesús y sus compañeros fueron al pueblo de Capernaúm. Cuando llegó el día de descanso, Jesús entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. 22 La gente quedó asombrada de su enseñanza, porque lo hacía con verdadera autoridad, algo completamente diferente de lo que hacían los maestros de la ley religiosa.

23 De pronto, un hombre en la sinagoga, que estaba poseído por un espíritu maligno,[h] gritó: 24 «¿Por qué te entrometes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? ¡Yo sé quién eres: el Santo de Dios!».

25 Pero Jesús lo reprendió: «¡Cállate!—le ordenó—. ¡Sal de este hombre!». 26 En ese mismo momento, el espíritu maligno soltó un alarido, le causó convulsiones al hombre y luego salió de él.

27 El asombro se apoderó de la gente, y todos comenzaron a hablar de lo que había ocurrido. «¿Qué clase de enseñanza nueva es esta?—se preguntaban con emoción—. ¡Tiene tanta autoridad! ¡Hasta los espíritus malignos obedecen sus órdenes!». 28 Las noticias acerca de Jesús corrieron velozmente por toda la región de Galilea.

Jesús sana a mucha gente

29 Después Jesús salió de la sinagoga con Santiago y Juan, y fueron a la casa de Simón y Andrés. 30 Resulta que la suegra de Simón estaba enferma en cama con mucha fiebre. Se lo contaron a Jesús de inmediato. 31 Él se acercó a la cama, la tomó de la mano y la ayudó a sentarse. Entonces la fiebre se fue, y ella les preparó una comida.

32 Esa tarde, después de la puesta del sol, le llevaron a Jesús muchos enfermos y endemoniados. 33 El pueblo entero se juntó en la puerta para mirar. 34 Entonces Jesús sanó a mucha gente que padecía de diversas enfermedades y expulsó a muchos demonios, pero como los demonios sabían quién era él, no los dejó hablar.

Jesús predica en Galilea

35 A la mañana siguiente, antes del amanecer, Jesús se levantó y fue a un lugar aislado para orar. 36 Más tarde, Simón y los otros salieron a buscarlo. 37 Cuando lo encontraron, le dijeron:

—Todos te están buscando.

38 Jesús les respondió:

—Debemos seguir adelante e ir a otras ciudades, y en ellas también predicaré porque para eso he venido.

39 Así que recorrió toda la región de Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando demonios.

Jesús sana a un hombre con lepra

40 Un hombre con lepra se acercó, se arrodilló ante Jesús y le suplicó que lo sanara.

—Si tú quieres, puedes sanarme y dejarme limpio—dijo.

41 Movido a compasión,[i] Jesús extendió la mano y lo tocó.

—Sí quiero—dijo—. ¡Queda sano!

42 Al instante, la lepra desapareció y el hombre quedó sano. 43 Entonces Jesús lo despidió con una firme advertencia:

44 —No se lo cuentes a nadie. En cambio, preséntate ante el sacerdote y deja que te examine. Lleva contigo la ofrenda que exige la ley de Moisés a los que son sanados de lepra.[j] Esto será un testimonio público de que has quedado limpio.

45 Pero el hombre hizo correr la voz proclamando a todos lo que había sucedido. Como resultado, grandes multitudes pronto rodearon a Jesús, de modo que ya no pudo entrar abiertamente en ninguna ciudad. Tenía que quedarse en lugares apartados, pero aun así gente de todas partes seguía acudiendo a él.

Jesús sana a un paralítico

Cuando Jesús regresó a Capernaúm varios días después, enseguida corrió la voz de que había vuelto a casa. Pronto la casa donde se hospedaba estaba tan llena de visitas que no había lugar ni siquiera frente a la puerta. Mientras él les predicaba la palabra de Dios, llegaron cuatro hombres cargando a un paralítico en una camilla. Como no podían llevarlo hasta Jesús debido a la multitud, abrieron un agujero en el techo, encima de donde estaba Jesús. Luego bajaron al hombre en la camilla, justo delante de Jesús. Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo al paralítico: «Hijo mío, tus pecados son perdonados».

Algunos de los maestros de la ley religiosa que estaban allí sentados pensaron: «¿Qué es lo que dice? ¡Es una blasfemia! ¡Solo Dios puede perdonar pecados!».

En ese mismo instante, Jesús supo lo que pensaban, así que les preguntó: «¿Por qué cuestionan eso en su corazón? ¿Qué es más fácil decirle al paralítico: “Tus pecados son perdonados” o “Ponte de pie, toma tu camilla y camina”? 10 Así que les demostraré que el Hijo del Hombre[k] tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados». Entonces Jesús miró al paralítico y dijo: 11 «¡Ponte de pie, toma tu camilla y vete a tu casa!».

12 Y el hombre se levantó de un salto, tomó su camilla y salió caminando entre los espectadores, que habían quedado atónitos. Todos estaban asombrados y alababan a Dios, exclamando: «¡Jamás hemos visto algo así!».

Jesús llama a Leví (Mateo)

13 Entonces Jesús salió de nuevo a la orilla del lago y enseñó a las multitudes que se acercaban a él. 14 Mientras caminaba, vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado en su cabina de cobrador de impuestos. «Sígueme y sé mi discípulo», le dijo Jesús. Entonces Leví se levantó y lo siguió.

15 Más tarde, Leví invitó a Jesús y a sus discípulos a una cena en su casa, junto con muchos cobradores de impuestos y otros pecadores de mala fama. (Había mucha de esa clase de gente entre los seguidores de Jesús). 16 Cuando los maestros de la ley religiosa, que eran fariseos,[l] lo vieron comer con los cobradores de impuestos y otros pecadores, preguntaron a los discípulos: «¿Por qué come con semejante escoria[m]?».

17 Cuando Jesús los oyó, les dijo: «La gente sana no necesita médico, los enfermos sí. No he venido a llamar a los que se creen justos, sino a los que saben que son pecadores».

Discusión acerca del ayuno

18 Cierta vez que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, algunas personas se acercaron a Jesús y le preguntaron:

—¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los fariseos?

19 Jesús les contestó:

—¿Acaso los invitados de una boda ayunan mientras festejan con el novio? Por supuesto que no. No pueden ayunar mientras el novio está con ellos; 20 pero un día el novio será llevado, y entonces sí ayunarán.

21 »Además, ¿a quién se le ocurriría remendar una prenda vieja con tela nueva? Pues el remiendo nuevo encogería y se desprendería de la tela vieja, lo cual dejaría una rotura aún mayor que la anterior.

22 »Y nadie pone vino nuevo en cueros viejos. Pues el vino reventaría los cueros, y tanto el vino como los cueros se echarían a perder. El vino nuevo necesita cueros nuevos.

Discusión acerca del día de descanso

23 Cierto día de descanso, mientras Jesús caminaba por unos terrenos sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar espigas de grano para comer. 24 Entonces los fariseos le dijeron a Jesús:

—Mira, ¿por qué tus discípulos violan la ley al cosechar granos en el día de descanso?

25 Jesús les dijo:

—¿Acaso no han leído en las Escrituras lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre? 26 Entró en la casa de Dios (en el tiempo que Abiatar era sumo sacerdote) y violó la ley al comer los panes sagrados que solo a los sacerdotes se les permite comer, y también les dio una porción a sus compañeros.

27 Después Jesús les dijo:

—El día de descanso se hizo para satisfacer las necesidades de la gente, y no para que la gente satisfaga los requisitos del día de descanso. 28 Así que el Hijo del Hombre es Señor, ¡incluso del día de descanso!

Jesús sana en el día de descanso

Jesús entró de nuevo en la sinagoga y vio a un hombre que tenía una mano deforme. Como era el día de descanso, los enemigos de Jesús lo vigilaban de cerca. Si sanaba la mano del hombre, tenían pensado acusarlo por trabajar en el día de descanso.

Jesús le dijo al hombre con la mano deforme: «Ven y ponte de pie frente a todos». Luego se dirigió a sus acusadores y les preguntó: «¿Permite la ley hacer buenas acciones en el día de descanso o es un día para hacer el mal? ¿Es un día para salvar la vida o para destruirla?». Pero ellos no quisieron contestarle.

Jesús miró con enojo a los que lo rodeaban, profundamente entristecido por la dureza de su corazón. Entonces le dijo al hombre: «Extiende la mano». Así que el hombre la extendió, ¡y la mano quedó restaurada! Los fariseos salieron enseguida y se reunieron con los partidarios de Herodes para tramar cómo matar a Jesús.

Multitudes siguen a Jesús

Jesús fue al lago con sus discípulos, y una gran multitud lo siguió. La gente llegaba de toda Galilea, Judea, Jerusalén, Idumea, del oriente del río Jordán y de lugares tan al norte como Tiro y Sidón. Las noticias sobre sus milagros corrían por todas partes, y una enorme cantidad de personas llegó para verlo.

Jesús encargó a sus discípulos que prepararan una barca para que la multitud no lo apretujara. 10 Ese día sanó a tanta gente que todos los enfermos empujaban hacia adelante para poder tocarlo. 11 Y, cuando los que estaban poseídos por espíritus malignos[n] lo veían, los espíritus los arrojaban al suelo frente a él y gritaban: «¡Tú eres el Hijo de Dios!»; 12 pero Jesús ordenó severamente a los espíritus que no revelaran quién era él.

Jesús escoge a los doce apóstoles

13 Tiempo después Jesús subió a un monte y llamó a los que quería que lo acompañaran. Todos ellos se acercaron a él. 14 Luego nombró a doce de ellos y los llamó sus apóstoles.[o] Ellos lo acompañarían, y él los enviaría a predicar 15 y les daría autoridad para expulsar demonios. 16 Estos son los doce que escogió:

Simón (a quien llamó Pedro),

17 Santiago y Juan (los hijos de Zebedeo, a quienes Jesús apodó «hijos del trueno»[p]),

18 Andrés,

Felipe,

Bartolomé,

Mateo,

Tomás,

Santiago (hijo de Alfeo),

Tadeo,

Simón (el zelote[q]),

19 Judas Iscariote (quien después lo traicionó).

Jesús y el príncipe de los demonios

20 Cierta vez, Jesús entró en una casa y las multitudes empezaron a juntarse nuevamente. Pronto ni él ni sus discípulos encontraron un momento para comer. 21 Cuando sus familiares oyeron lo que sucedía, intentaron llevárselo. «Está fuera de sí», decían.

22 Pero los maestros de la ley religiosa que habían llegado de Jerusalén decían: «Está poseído por Satanás,[r] el príncipe de los demonios. De él recibe el poder para expulsar los demonios».

23 Jesús los llamó para que se acercaran y respondió con una ilustración. «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás?—preguntó—. 24 Un reino dividido por una guerra civil acabará destruido. 25 De la misma manera una familia dividida por peleas se desintegrará. 26 Si Satanás está dividido y pelea contra sí mismo, ¿cómo podrá mantenerse en pie? Nunca sobreviviría. 27 Permítanme darles otra ilustración. ¿Quién tiene suficiente poder para entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes? Solo alguien aún más fuerte, alguien que pudiera atarlo y después saquear su casa.

28 »Les digo la verdad, cualquier pecado y blasfemia pueden ser perdonados, 29 pero todo el que blasfeme contra el Espíritu Santo jamás será perdonado. Este es un pecado que acarrea consecuencias eternas». 30 Les dijo esto porque ellos decían: «Está poseído por un espíritu maligno».

La verdadera familia de Jesús

31 Luego la madre y los hermanos de Jesús vinieron a verlo. Se quedaron afuera y le mandaron a decir que saliera para hablar con ellos. 32 Había una multitud sentada alrededor de Jesús, y alguien dijo: «Tu madre y tus hermanos[s] están afuera y te llaman».

33 Jesús respondió: «¿Quién es mi madre? ¿Quiénes son mis hermanos?». 34 Entonces miró a los que estaban a su alrededor y dijo: «Miren, estos son mi madre y mis hermanos. 35 Todo el que hace la voluntad de Dios es mi hermano y mi hermana y mi madre».

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