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Read the Bible from start to finish, from Genesis to Revelation.
Duration: 365 days
Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
Joel 1-3

El Señor le dio el siguiente mensaje a Joel, hijo de Petuel.

Lamento por la plaga de langostas

Oigan esto, líderes del pueblo.
    Escuchen, todos los habitantes de la tierra.
En toda su historia,
    ¿había sucedido antes algo semejante?
Cuéntenlo a sus hijos en los años venideros,
    y que sus hijos lo relaten a sus hijos.
    Transmitan esta historia de generación en generación.
Después de que la oruga devoró las cosechas,
    ¡el pulgón acabó con lo que quedaba!
Luego vino el saltamontes
    y llegó también la langosta.[a]

¡Despiértense, borrachos, y lloren!
    ¡Giman, bebedores de vino!
Todas las uvas están arruinadas
    y se acabó el vino dulce.
Un inmenso ejército de langostas[b] ha invadido mi tierra,
    un ejército terrible, imposible de contar.
Sus dientes son como los del león
    y sus colmillos se parecen a los de la leona.
Destruyó mis vides
    y arruinó mis higueras;
les arrancó la corteza y la destruyó,
    dejando sus ramas blancas y desnudas.

Lloren como una recién casada vestida de luto,
    quien llora la muerte de su esposo.
Pues no hay grano ni vino
    para ofrecer en el templo del Señor.
Por eso los sacerdotes están de luto;
    los ministros del Señor están llorando.
10 Los campos están arruinados,
    la tierra quedó desnuda.
El grano está destruido,
    las uvas se secaron
    y se acabó el aceite de oliva.

11 ¡Laméntense, ustedes, agricultores!
    ¡Giman, ustedes que cultivan vides!
Lloren porque el trigo y la cebada
    —todos los cultivos del campo—están arruinados.
12 Se secaron las vides
    y se marchitaron las higueras.
Los granados, las palmeras y los manzanos
    —todos los árboles frutales—se secaron.
    Y la alegría de la gente se marchitó con ellos.

13 Ustedes sacerdotes, ¡vístanse de tela áspera y lloren!
    ¡Giman, ustedes, los que sirven ante el altar!
Vengan, pasen la noche vestidos de tela áspera,
    ustedes, ministros de mi Dios.
Pues no hay grano ni vino
    para ofrecer en el templo de su Dios.
14 Proclamen un tiempo de ayuno;
    convoquen al pueblo a una reunión solemne.
Reúnan a los líderes
    y a toda la gente del país
en el templo del Señor su Dios
    y allí clamen a él.
15 El día del Señor está cerca,
    el día cuando la destrucción viene de parte del Todopoderoso.
    ¡Qué terrible será aquel día!

16 La comida desaparece delante de nuestros ojos.
    Ya no hay celebraciones de júbilo en la casa de nuestro Dios.
17 Las semillas mueren en la tierra reseca
    y las cosechas de grano se pierden.
Los establos están vacíos,
    y los graneros, abandonados.
18 ¡Cómo braman de hambre los animales!
    Las manadas de ganado vagan desorientadas
porque no encuentran pasto.
    Los rebaños de ovejas y cabras gimen en su sufrimiento.

19 ¡Señor, ayúdanos!
El fuego ha devorado los pastos del desierto
    y las llamas han consumido todos los árboles.
20 Hasta los animales salvajes claman a ti
    porque los arroyos se secaron
    y el fuego ha devorado los pastos del desierto.

Las langostas invaden como un ejército

¡Toquen las trompetas en Jerusalén[c]!
    ¡Den la alarma en mi monte santo!
Que todos tiemblen de miedo
    porque está cerca el día del Señor.
Es un día de oscuridad y penumbra,
    un día de nubes densas y sombras profundas.
De repente, como el amanecer se extiende sobre las montañas,
    aparece un ejército grande y poderoso.
Nunca antes se había visto algo semejante,
    ni volverá a verse jamás.

Fuego va delante del ejército
    y llamas detrás.
Delante de ellos, la tierra se extiende
    tan hermosa como el jardín del Edén.
Detrás solo queda desolación;
    nada escapa.
Parecen caballos;
    van a la carga como caballos de guerra.[d]
Mírenlos saltar a lo largo de las cumbres.
    Escuchen el estruendo que producen, como el retumbar de carros de guerra,
como el rugir del fuego que arrasa los campos de hierba seca
    o el despliegue de un poderoso ejército en batalla.

El miedo se apodera de la gente;
    cada rostro palidece de terror.
Los agresores marchan como guerreros
    y escalan los muros de la ciudad como soldados.
Marchan hacia adelante,
    sin romper filas.
No se empujan unos a otros;
    cada uno se mueve en la posición exacta.
Atraviesan las líneas de defensa
    sin perder la formación.
Irrumpen en la ciudad
    y corren a lo largo de sus muros.
Se meten en todas las casas;
    como ladrones trepan por las ventanas.
10 La tierra tiembla mientras avanzan
    y los cielos se estremecen.
El sol y la luna se oscurecen
    y las estrellas dejan de brillar.

11 El Señor va a la cabeza de la columna;
    con un grito los guía.
Este es su ejército poderoso
    y ellos siguen sus órdenes.
El día del Señor es algo imponente y pavoroso.
    ¿Quién lo podrá sobrevivir?

Un llamado al arrepentimiento

12 Por eso dice el Señor:
    «Vuélvanse a mí ahora, mientras haya tiempo;
entréguenme su corazón.
    Acérquense con ayuno, llanto y luto.
13 No se desgarren la ropa en su dolor
    sino desgarren sus corazones».
Regresen al Señor su Dios,
    porque él es misericordioso y compasivo,
lento para enojarse y lleno de amor inagotable.
    Está deseoso de desistir y no de castigar.
14 ¿Quién sabe? Quizá les suspenda el castigo
    y les envíe una bendición en vez de esta maldición.
Quizá puedan ofrendar grano y vino
    al Señor su Dios, como lo hacían antes.

15 ¡Toquen el cuerno de carnero en Jerusalén!
    Proclamen un tiempo de ayuno;
convoquen al pueblo
    a una reunión solemne.
16 Reúnan a toda la gente:
    ancianos, niños y aun los bebés.
Llamen al novio de su habitación
    y a la novia de su cuarto de espera.
17 Que los sacerdotes, quienes sirven en la presencia del Señor,
    se levanten y lloren entre la entrada del templo y el altar.
Que oren: «¡Perdona a tu pueblo, Señor!
    No permitas que tu preciada posesión se convierta en objeto de burla.
No dejes que lleguen a ser la burla de los extranjeros incrédulos que dicen:
    “¿Los ha abandonado el Dios de Israel?”».

El Señor promete restauración

18 Entonces el Señor se compadecerá de su pueblo
    y guardará celosamente el honor de su tierra.
19 El Señor responderá:
«¡Miren!, les envío grano, vino nuevo y aceite de oliva,
    suficiente para satisfacer sus necesidades.
Ya no serán objeto de burla
    entre las naciones vecinas.
20 Expulsaré a esos ejércitos que vienen del norte.
    Los enviaré a tierra árida y desolada.
Los que van a la vanguardia serán arrojados al mar Muerto,
    y los de la retaguardia, al Mediterráneo.[e]
El hedor de sus cuerpos en descomposición se elevará sobre la tierra».

¡Realmente el Señor ha hecho grandes cosas!
21     No temas, oh tierra.
Alégrate ahora y regocíjate,
    porque el Señor ha hecho grandes cosas.
22 No teman, animales del campo,
    porque pronto los pastos del desierto recobrarán su verdor.
Los árboles volverán a colmarse de fruto;
    las higueras y las vides se llenarán una vez más.
23 ¡Alégrense, habitantes de Jerusalén!
    ¡Alégrense en el Señor su Dios!
Pues la lluvia que él envía demuestra su fidelidad.
    Volverán las lluvias de otoño,
    así como las de primavera.
24 El grano volverá a amontonarse en los campos de trillar
    y los lagares desbordarán de vino nuevo y aceite de oliva.

25 El Señor dice: «Les devolveré lo que perdieron
    a causa del pulgón, el saltamontes,
la langosta y la oruga.[f]
    Fui yo quien envió ese gran ejército destructor en contra de ustedes.
26 Volverán a tener toda la comida que deseen
    y alabarán al Señor su Dios,
que hace esos milagros para ustedes.
    Nunca más mi pueblo será avergonzado.
27 Entonces sabrán que yo estoy en medio de mi pueblo Israel,
    que yo soy el Señor su Dios, y que no hay otro.
    Nunca más mi pueblo será avergonzado.

El Señor promete su Espíritu

28 [g]»Entonces, después de hacer todas esas cosas,
    derramaré mi Espíritu sobre toda la gente.
Sus hijos e hijas profetizarán.
    Sus ancianos tendrán sueños,
    y sus jóvenes tendrán visiones.
29 En esos días derramaré mi Espíritu
    aun sobre los sirvientes, hombres y mujeres por igual.
30 Y haré maravillas en los cielos y en la tierra:
    sangre, fuego y columnas de humo.
31 El sol se oscurecerá,
    y la luna se pondrá roja como la sangre
    antes de que llegue el grande y terrible[h] día del Señor.
32 Pero todo el que invoque el nombre del Señor
    será salvo;
pues algunos que están en el monte Sion en Jerusalén escaparán,
    tal como el Señor lo ha dicho.
Estos se contarán entre los sobrevivientes
    a quienes el Señor ha llamado.

Juicio contra las naciones enemigas

[i]»En el tiempo de esos acontecimientos—dice el Señor—,
    cuando yo restaure la prosperidad de Judá y de Jerusalén,
reuniré a los ejércitos del mundo
    en el valle de Josafat.[j]
Allí los juzgaré
    por hacerle daño a mi pueblo, mi posesión más preciada,
por dispersar a mi pueblo entre las naciones
    y por dividir mi tierra.
Tiraron los dados[k] para decidir quiénes de mi pueblo
    serían sus esclavos.
Canjearon niños por prostitutas
    y vendieron niñas por tan solo suficiente vino para emborracharse.

»¿Qué tienen contra mí, Tiro y Sidón y, ustedes, ciudades de Filistea? ¿Tratan de vengarse de mí? Si es así, ¡tengan cuidado! Los atacaré con rapidez y les pagaré por todo lo que hicieron. Tomaron mi plata y mi oro y todos mis tesoros preciados y los llevaron a sus templos paganos. Les vendieron la gente de Judá y de Jerusalén a los griegos[l] para que se la llevaran lejos de su tierra.

»Sin embargo, yo los traeré de regreso de todos los lugares donde los vendieron y les pagaré a ustedes por todo lo que hicieron. Venderé a sus hijos e hijas a la gente de Judá y ellos los venderán al pueblo de Arabia,[m] una nación lejana. ¡Yo, el Señor, he hablado!».

Digan a las naciones de todas partes:
    «¡Prepárense para la guerra!
Llamen a sus mejores hombres de guerra.
    Que todos sus combatientes avancen para el ataque.
10 Forjen las rejas de arado y conviértanlas en espadas,
    y sus herramientas para podar, en lanzas.
    Entrenen aun a los más débiles para que sean guerreros.
11 Vengan pronto, naciones de todas partes.
    Reúnanse en el valle».

¡Y ahora, oh Señor, llama a tus guerreros!

12 «Que las naciones se movilicen para la guerra.
    Que marchen hacia el valle de Josafat.
Allí, yo, el Señor, me sentaré
    para pronunciar juicio contra todas ellas.
13 Den rienda suelta a la hoz,
    porque la cosecha está madura.[n]
Vengan, pisen las uvas,
    porque el lagar está lleno.
Los barriles rebosan
    con la perversidad de esas naciones».

14 Miles y miles esperan en el valle de la decisión.
    Es allí donde llegará el día del Señor.
15 El sol y la luna se oscurecerán
    y las estrellas dejarán de brillar.
16 La voz del Señor pronto rugirá desde Sion
    y tronará desde Jerusalén,
    y los cielos y la tierra temblarán;
pero el Señor será un refugio para su pueblo,
    una fortaleza firme para el pueblo de Israel.

Bendiciones para el pueblo de Dios

17 «Entonces ustedes sabrán que yo, el Señor su Dios,
    habito en Sion, mi monte santo.
Jerusalén será santa para siempre,
    y los ejércitos extranjeros nunca más volverán a conquistarla.
18 En aquel día las montañas destilarán vino dulce,
    y de los montes fluirá leche.
El agua llenará los arroyos de Judá,
    y del templo del Señor brotará una fuente
    que regará el árido valle de las acacias.[o]
19 Sin embargo, Egipto se convertirá en tierra baldía,
    y Edom, en un desierto
porque atacaron al pueblo de Judá
    y mataron a gente inocente en la tierra de ellos.

20 »Judá, en cambio, se llenará de gente para siempre
    y Jerusalén perdurará a través de todas las generaciones.
21 Perdonaré los crímenes de mi pueblo
    que todavía no he perdonado;
y yo, el Señor, haré mi hogar
    en Jerusalén[p] con mi pueblo».

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