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Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
Salmos 90-95

Libro Cuarto (Salmos 90–106)

Oración de Moisés, hombre de Dios.

90 Señor, a lo largo de todas las generaciones,
    ¡tú has sido nuestro hogar!
Antes de que nacieran las montañas,
    antes de que dieras vida a la tierra y al mundo,
    desde el principio y hasta el fin, tú eres Dios.

Haces que la gente vuelva al polvo con solo decir:
    «¡Vuelvan al polvo, ustedes, mortales!».
Para ti, mil años son como un día pasajero,
    tan breves como unas horas de la noche.
Arrasas a las personas como si fueran sueños que desaparecen.
    Son como la hierba que brota en la mañana.
Por la mañana se abre y florece,
    pero al anochecer está seca y marchita.
Nos marchitamos bajo tu enojo;
    tu furia nos abruma.
Despliegas nuestros pecados delante de ti
    —nuestros pecados secretos—y los ves todos.
Vivimos la vida bajo tu ira,
    y terminamos nuestros años con un gemido.

10 ¡Setenta son los años que se nos conceden!
    Algunos incluso llegan a ochenta.
Pero hasta los mejores años se llenan de dolor y de problemas;
    pronto desaparecen, y volamos.
11 ¿Quién puede comprender el poder de tu enojo?
    Tu ira es tan imponente como el temor que mereces.
12 Enséñanos a entender la brevedad de la vida,
    para que crezcamos en sabiduría.

13 ¡Oh Señor, vuelve a nosotros!
    ¿Hasta cuándo tardarás?
    ¡Compadécete de tus siervos!
14 Sácianos cada mañana con tu amor inagotable,
    para que cantemos de alegría hasta el final de nuestra vida.
15 ¡Danos alegría en proporción a nuestro sufrimiento anterior!
    Compensa los años malos con bien.
16 Permite que tus siervos te veamos obrar otra vez,
    que nuestros hijos vean tu gloria.
17 Y que el Señor nuestro Dios nos dé su aprobación
    y haga que nuestros esfuerzos prosperen.
    Sí, ¡haz que nuestros esfuerzos prosperen!
91 Los que viven al amparo del Altísimo
    encontrarán descanso a la sombra del Todopoderoso.
Declaro lo siguiente acerca del Señor:
Solo él es mi refugio, mi lugar seguro;
    él es mi Dios y en él confío.
Te rescatará de toda trampa
    y te protegerá de enfermedades mortales.
Con sus plumas te cubrirá
    y con sus alas te dará refugio.
    Sus fieles promesas son tu armadura y tu protección.
No tengas miedo de los terrores de la noche
    ni de la flecha que se lanza en el día.
No temas a la enfermedad que acecha en la oscuridad,
    ni a la catástrofe que estalla al mediodía.
Aunque caigan mil a tu lado,
    aunque mueran diez mil a tu alrededor,
    esos males no te tocarán.
Simplemente abre tus ojos
    y mira cómo los perversos reciben su merecido.

Si haces al Señor tu refugio
    y al Altísimo tu resguardo,
10 ningún mal te conquistará;
    ninguna plaga se acercará a tu hogar.
11 Pues él ordenará a sus ángeles
    que te protejan por donde vayas.
12 Te sostendrán con sus manos
    para que ni siquiera te lastimes el pie con una piedra.
13 Pisotearás leones y cobras;
    ¡aplastarás feroces leones y serpientes bajo tus pies!

14 El Señor dice: «Rescataré a los que me aman;
    protegeré a los que confían en mi nombre.
15 Cuando me llamen, yo les responderé;
    estaré con ellos en medio de las dificultades.
    Los rescataré y los honraré.
16 Los recompensaré con una larga vida
    y les daré mi salvación».

Salmo. Cántico para entonar el día de descanso.

92 Es bueno dar gracias al Señor,
    cantar alabanzas al Altísimo.
Es bueno proclamar por la mañana tu amor inagotable
    y por la noche tu fidelidad,
al son de un instrumento de diez cuerdas, un arpa
    y la melodía de la lira.

Todo lo que has hecho por mí, Señor, ¡me emociona!
    Canto de alegría por todo lo que has hecho.
¡Oh Señor, qué grandes son tus obras!
    Y qué profundos son tus pensamientos.
Solo un simplón no sabría
    y solamente un necio no entendería que
aunque los malvados broten como maleza
    y los malhechores florezcan,
    serán destruidos para siempre.

Tú, oh Señor, para siempre serás exaltado.
Tus enemigos, Señor, sin duda perecerán;
    todos los malhechores quedarán esparcidos.
10 Pero tú me has hecho fuerte como un buey salvaje;
    me has ungido con el mejor aceite.
11 Mis ojos vieron la caída de mis enemigos;
    mis oídos escucharon la derrota de mis perversos oponentes.
12 Pero los justos florecerán como palmeras
    y se harán fuertes como los cedros del Líbano;
13 trasplantados a la casa del Señor,
    florecen en los atrios de nuestro Dios.
14 Incluso en la vejez aún producirán fruto;
    seguirán verdes y llenos de vitalidad.
15 Declararán: «¡El Señor es justo!
    ¡Es mi roca!
    ¡No existe maldad en él!».
93 ¡El Señor es rey! Se viste de majestad.
    Ciertamente el Señor se viste de majestad y está armado con fuerza.
El mundo permanece firme
    y no puede ser sacudido.

Tu trono, oh Señor, permanece desde tiempos inmemoriales;
    tú mismo existes desde el pasado eterno.
Las aguas crecieron, oh Señor.
    Los diluvios han rugido como truenos;
    las inundaciones elevaron sus impetuosas olas.
Pero más poderoso que el estruendo de los mares enfurecidos,
    más potente que las rompientes olas en la orilla,
    el Señor, quien está en lo alto, es más poderoso que estos.
Tus leyes soberanas no pueden ser modificadas;
    tu reino, oh Señor, es santo por siempre y para siempre.
94 Oh Señor, Dios de venganza,
    oh Dios de venganza, ¡haz que tu gloriosa justicia resplandezca!
Levántate, oh Juez de la tierra;
    dales su merecido a los orgullosos.
¿Hasta cuándo, Señor?
    ¿Hasta cuándo los perversos tendrán permiso para regodearse?
¿Hasta cuándo hablarán con arrogancia?
    ¿Hasta cuándo se jactarán estos malvados?
Aplastan a tu pueblo, Señor;
    lastiman a los que llamas tuyos.
Matan a las viudas y a los extranjeros,
    y asesinan a los huérfanos.
«El Señor no está mirando—dicen—,
    y además, al Dios de Israel[a] no le importa».

¡Piénsenlo mejor, necios!
    ¿Cuándo por fin se darán cuenta?
El que les hizo los oídos, ¿acaso es sordo?
    El que les formó los ojos, ¿acaso es ciego?
10 Él castiga a las naciones, ¿acaso no los castigará a ustedes?
    Él todo lo sabe, ¿acaso no sabe también lo que ustedes hacen?
11 El Señor conoce los pensamientos de la gente;
    ¡sabe que no valen nada!

12 Felices aquellos a quienes tú disciplinas, Señor,
    aquellos a los que les enseñas tus instrucciones.
13 Los alivias en tiempos difíciles
    hasta que se cave un pozo para capturar a los malvados.
14 El Señor no rechazará a su pueblo;
    no abandonará a su posesión más preciada.
15 El juicio volverá a basarse en la justicia,
    y los de corazón íntegro la procurarán.

16 ¿Quién me protegerá de los perversos?
    ¿Quién me defenderá de los malvados?
17 Si el Señor no me hubiera ayudado,
    pronto me habría quedado en el silencio de la tumba.
18 Clamé: «¡Me resbalo!»,
    pero tu amor inagotable, oh Señor, me sostuvo.
19 Cuando mi mente se llenó de dudas,
    tu consuelo renovó mi esperanza y mi alegría.

20 ¿Acaso pueden los líderes injustos afirmar que Dios está de su lado,
    los líderes cuyos decretos permiten la injusticia?
21 Se unen contra los justos
    y condenan a muerte a los inocentes.
22 Pero el Señor es mi fortaleza;
    mi Dios es la roca poderosa donde me escondo.
23 Dios hará que los pecados de los malvados se tornen contra ellos;
    los destruirá por sus pecados.
    El Señor nuestro Dios los destruirá.
95 ¡Vengan, cantemos al Señor!
    Aclamemos con alegría a la Roca de nuestra salvación.
Acerquémonos a él con acción de gracias.
    Cantémosle salmos de alabanza,
porque el Señor es Dios grande,
    un gran Rey sobre todos los dioses.
En sus manos sostiene las profundidades de la tierra
    y las montañas más imponentes.
El mar le pertenece, pues él lo creó;
    sus manos también formaron la tierra firme.

Vengan, adoremos e inclinémonos.
    Arrodillémonos delante del Señor, nuestro creador,
    porque él es nuestro Dios.
Somos el pueblo que él vigila,
    el rebaño a su cuidado.

¡Si tan solo escucharan hoy su voz!
El Señor dice: «No endurezcan el corazón como lo hizo Israel en Meriba,
    como lo hizo el pueblo en el desierto de Masá.
Allí sus antepasados me tentaron y pusieron a prueba mi paciencia,
    a pesar de haber visto todo lo que hice.
10 Durante cuarenta años estuve enojado con ellos y dije:
“Son un pueblo cuyo corazón se aleja de mí;
    rehúsan hacer lo que les digo”.
11 Así que en mi enojo juré:
    “Ellos nunca entrarán en mi lugar de descanso”».

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