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La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
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Ester 6-10

III.— LA LIBERACIÓN (6,1—9,19)

El rey honra a Mardoqueo

Aquella noche, como el rey estaba desvelado, mando que le trajeran el libro de los anales de la historia nacional para que se lo leyesen. En él encontraron escrito que Mardoqueo había delatado a Bigtán y Teres, dos eunucos de la guardia real, que habían planeado atentar contra el rey Asuero. El rey preguntó:

— ¿Qué honor o reconocimiento se concedió a Mardoqueo por esto?

Los cortesanos a su servicio respondieron:

— No se le concedió ninguno.

Entonces el rey preguntó:

— ¿Quién está en el patio?

Amán acababa de entrar en el patio exterior del palacio para solicitar al rey que ordenara colgar a Mardoqueo en la horca que le estaba preparando.

Los cortesanos le respondieron:

— Es Amán el que está en el patio.

— ¡Háganlo pasar! —ordenó el rey—.

Cuando Amán hubo entrado, el rey le preguntó:

— ¿Qué se puede hacer por una persona a quien el rey desea honrar?

Amán dijo para sí: “¿A quién va a querer el rey honrar sino a mí?”. Así que respondió al rey:

— Para esa persona a la que el rey quiere honrar habría que mandar traer vestiduras reales, de las que usa su majestad, un caballo de los que monta el rey, y un distintivo real para su cabeza. La vestidura y el caballo se entregarían a uno de los más dignos funcionarios reales, para que él mismo vista a la persona a la que el rey quiere honrar; luego la paseará a caballo por la plaza de la ciudad, pregonando ante ella: “¡Así se agasaja a quien el rey quiere honrar!”.

10 Entonces dijo el rey a Amán:

— Vete de inmediato, toma las vestiduras y el caballo, como acabas de sugerir, y haz eso mismo con Mardoqueo, el judío que está sentado a la puerta del palacio real. No descuides ningún detalle de lo que has dicho.

11 Así pues, Amán tomó las vestiduras y el caballo, vistió a Mardoqueo y lo paseó a caballo por la plaza de la ciudad, pregonando ante él: “¡Así se agasaja a quien el rey quiere honrar!”.

12 Después, mientras Mardoqueo volvía a la puerta real, Amán se dirigió a su casa entristecido y tapándose la cara. 13 Amán contó a Zeres, su mujer, y a todos sus amigos lo que había sucedido. Zeres y sus consejeros le dijeron:

— Si ese Mardoqueo, ante el cual estás empezando a caer, es de raza judía, no podrás vencerlo. Sin duda que acabarás fracasando.

Humillación y muerte de Amán

14 Aún estaban hablando con Amán, cuando llegaron los eunucos reales para acompañarle inmediatamente al banquete que ofrecía Ester. El rey Asuero y Amán asistieron al banquete de la reina Ester, y también en este segundo día, durante el brindis, dijo el rey a Ester:

— ¡Dime lo que deseas, y lo tendrás; aunque sea la mitad de mi reino!

La reina Ester respondió:

— Si me he ganado el favor del rey, y si esto le parece bien, mi petición y mi deseo es que el rey me conceda mi vida y la de mi pueblo. Pues mi pueblo y yo hemos sido vendidos para ser exterminados, asesinados, aniquilados. Si hubiéramos sido vendidos como esclavos y esclavas, me habría callado, pues este no sería un motivo tan serio como para molestar al rey.

El rey Asuero le preguntó a la reina Ester:

— ¿Quién es y dónde está el que ha concebido tal cosa?

— ¡El enemigo y adversario es ese miserable de Amán! —respondió Ester—.

Amán, entonces, quedó aterrado ante el rey y la reina. El rey, por su parte, se levantó enfurecido del banquete y salió al jardín del palacio. Mientras tanto, Amán, dándose cuenta de que el rey seguramente lo iba a condenar a muerte, se quedó implorando a la reina Ester que le perdonara la vida.

Cuando el rey regresó del jardín del palacio y entró en la sala del banquete se encontró a Amán reclinado sobre el diván donde Ester estaba recostada. Al ver esto, el rey exclamó:

— ¡Además te atreves a abusar de la reina en mi propia casa!

Enseguida cubrieron la cabeza de Amán, pues las palabras pronunciadas por el rey ya lo habían sentenciado. Y Jarboná, uno de los eunucos reales, dijo:

— En la casa de Amán está preparada una horca de veinticinco metros de altura, que él mandó levantar para Mardoqueo, aquel que denunció la conspiración contra el rey.

— ¡Pues cuélguenlo en ella! —ordenó el rey—.

10 Y Amán fue colgado en la horca que él había dispuesto para Mardoqueo, con lo que la ira del rey se aplacó.

Triunfo de los judíos

Ese mismo día el rey Asuero dio a la reina Ester las posesiones de Amán, el enemigo de los judíos, y Mardoqueo fue presentado al rey, porque ya Ester le había revelado el parentesco que los unía. El rey se quitó el anillo que había recobrado de Amán y se lo dio a Mardoqueo a quien Ester nombró administrador de las posesiones que habían sido de Amán.

Volvió luego Ester a interceder ante el rey; echándose a sus pies y llorando le suplicó que anulase los perversos planes ideados por Amán, de Agag, contra los judíos.

Cuando el rey extendió hacia Ester el cetro de oro, ella se levantó, y de pie ante el rey dijo:

— Si me he ganado el favor del rey y cree que mi petición es justa, si está contento conmigo, haga revocar por escrito los decretos que mandó redactar Amán, hijo de Hamdatá, de Agag, para exterminar a los judíos de todas las provincias del reino. Porque no puedo soportar la tragedia que se cierne sobre mi pueblo. ¿Cómo podría contemplar el exterminio de los de mi raza?

Entonces el rey Asuero les dijo a Ester y a Mardoqueo, el judío:

— Miren, he mandado ahorcar a Amán por sus maquinaciones contra los judíos, y sus posesiones ya están en manos de Ester. Pero un decreto escrito en mi nombre y sellado con mi anillo es irrevocable. Así pues, redacten ahora, en mi nombre, otro decreto en favor de los judíos, como ustedes consideren más adecuado y séllenlo con mi anillo real.

Inmediatamente se llamó a los escribas reales. Era el día veintitrés del mes tercero, es decir, el mes de Siván. Todo lo que ordenó Mardoqueo fue puesto por escrito para los judíos, los sátrapas reales, los gobernadores y los altos funcionarios de las ciento veintisiete provincias, desde la India hasta Etiopía, en la escritura de cada provincia y en la lengua de cada pueblo. A los judíos también se les escribió en su escritura y lengua. 10 Los decretos se escribieron en nombre del rey Asuero, se sellaron con el anillo real y se enviaron por medio de mensajeros reales, que montaban veloces corceles de las caballerizas reales.

11 El edicto real concedía permiso a los judíos, en cualquier ciudad donde estuvieran, a organizarse y defenderse, a destruir y matar, aniquilar y apoderarse de los bienes de toda la gente armada, de cualquier pueblo o provincia que los atacase, sin respetar a mujeres ni a niños. 12 Para llevar todo esto a cabo en todas las provincias del rey Asuero se fijo una fecha: el día trece del duodécimo mes, es decir, el mes de Adar.

13 El texto de este edicto debía ser promulgado como una ley en todas las provincias, y dado a conocer en cada pueblo a fin de que los judíos estuvieran preparados ese día para vengarse de sus enemigos.

14 Los mensajeros, según la orden real, partieron de inmediato montando veloces corceles de las caballerizas reales. El decreto se promulgó también en la ciudad de Susa.

15 Mardoqueo salió del palacio real con vestiduras regias de color violeta y blanco, con una gran corona de oro y un manto de lino fino de color púrpura. En la ciudad de Susa se escucharon gritos de alegría, 16 pues para los judíos fue tiempo de luz y alegría, de fiesta y triunfo. 17 En cada provincia y en cada ciudad, a medida que iba llegando el decreto real, los judíos se llenaban de alegría y felicidad, y celebraban fiestas y banquetes. Muchos habitantes del país se hicieron judíos por miedo a ellos.

Los judíos destruyen a sus enemigos

El día trece del duodécimo mes, es decir, el mes de Adar, día en el que debía ejecutarse el decreto real, cuando los enemigos de los judíos esperaban dominarlos, cambiaron las cosas y fueron los judíos quienes les dominaron a ellos. En todas las provincias del rey Asuero los judíos se organizaron en sus ciudades para hacer frente a aquellos que buscaban exterminarlos. Y nadie se atrevió a enfrentarse a los judíos, porque les tenían miedo. Los jefes de las provincias, los sátrapas, los gobernantes y altos funcionarios reales se pusieron del lado judío por miedo a Mardoqueo, pues este era ya un personaje importante en el palacio real, su fama se extendía por todas las provincias y cada día era más poderoso.

Los judíos hicieron con sus enemigos lo que quisieron; los pasaron a filo de espada, los masacraron y acabaron con ellos. Tan solo en la ciudadela de Susa mataron y aniquilaron a quinientas personas; acabaron también con Parsandatá, Dalfón, Aspatá, Poratá, Adalía, Aridatá, Parmastá, Arisay, Ariday y Jezatá, 10 que eran los diez hijos de Amán, hijo de Hamdatá, enemigo de los judíos. Los mataron, pero no saquearon sus bienes.

11 Aquel mismo día, al conocer el rey el número de los que habían perecido en la ciudadela de Susa, 12 dijo a la reina Ester:

— Si solo en Susa los judíos han matado y aniquilado a quinientas personas, además de los diez hijos de Amán ¡qué no habrán hecho en el resto de las provincias del reino! ¡Dime si quieres algo más, y te lo daré; si deseas algo más, lo tendrás!

13 Ester respondió:

— Si al rey le parece bien, permita que se prorrogue hasta mañana el edicto que era válido sólo para hoy, de forma que los judíos de Susa puedan colgar en la horca los cuerpos de los diez hijos de Amán.

14 El rey ordenó que así se hiciera. Se promulgó un edicto en Susa, y colgaron en la horca los cuerpos de los diez hijos de Amán.

15 Los judíos de Susa se volvieron a organizar el día catorce del mes de Adar, y dieron muerte allí a trescientas personas más, pero tampoco saquearon sus bienes. 16 Los restantes judíos que vivían en las otras provincias del reino, se organizaron también para defenderse y librarse de sus enemigos; mataron a setenta y cinco mil de ellos, pero no saquearon sus bienes.

17 Esto sucedió el día trece del mes de Adar. El día catorce los judíos descansaron y lo dedicaron a festejarlo con alegría. 18 En cambio, los judíos de Susa descansaron y lo festejaron con alegría el día quince, pues los días trece y catorce habían estado defendiéndose. 19 Esta es la razón por la que los judíos que viven en zonas rurales —los que viven en aldeas— celebran con alegres festejos el día catorce del mes de Adar intercambiándose regalos unos con otros.

IV.— INSTITUCIÓN DE LA FIESTA DE PURIM (9,20—10,3)

La fiesta de Purim

20 Mardoqueo consignó estas cosas por escrito y envió cartas a todos los judíos de todas las provincias del rey Asuero, tanto a las próximas como a las lejanas. 21 Ordenaba en ellas que cada año se celebrasen los días catorce y quince del mes de Adar 22 como los días en que los judíos se libraron de sus enemigos, y como el mes en que su aflicción se transformó en alegría y su dolor en fiesta. Por eso debían celebrarlos con festejos alegres e intercambiando regalos unos con otros, y dando limosna a los pobres.

23 Los judíos convirtieron en costumbre este festejo que Mardoqueo había ordenado por escrito y que ellos habían comenzado a celebrar; 24 pues Amán, hijo de Hamdatá, de Agag, el enemigo de los judíos, había maquinado un plan para exterminarlos llevando a cabo un sorteo llamado “pur”, para determinar cuándo vejarlos y aniquilarlos: 25 Sucedió, sin embargo, que cuando Ester se presentó ante el rey, este ordenó por escrito que el perverso plan maquinado por Amán contra los judíos recayese sobre su cabeza, con lo que Amán y sus hijos fueron colgados en la horca. 26 Por tal razón, a estos días se los llamó “purim”, de la palabra “pur”.

De acuerdo con el contenido de aquella carta, y a la vista de lo que les había sucedido, 27 los judíos se comprometieron de manera irrevocable, ellos, sus descendientes y los prosélitos, a celebrar anualmente esos dos días, según lo dispuesto en aquel escrito y en la fecha indicada. 28 Estos días debían ser conmemorados y celebrados de generación en generación, en cada familia, en cada provincia y en cada ciudad. Y estos días de los “purim” no debían dejar de festejarse entre los judíos ni debía desaparecer su recuerdo en las generaciones venideras.

29 La reina Ester, hija de Abijail, y Mardoqueo, el judío, escribieron urgiendo el cumplimiento de la segunda carta referente a la fiesta de Purim; 30 así que enviaron cartas a todos los judíos de las ciento veintisiete provincias del rey Asuero deseándoles paz y seguridad 31 y ratificando las fechas indicadas de los días de Purim, según lo ordenado por Mardoqueo, el judío, y la reina Ester, tal y como se habían comprometido ellos mismos y sus descendientes; añadían, además, algunas cláusulas sobre ayunos y lamentaciones. 32 Las instrucciones sobre cómo celebrar la fiesta de Purim fueron dadas por Ester, y todo fue consignado por escrito.

Elogio a Mardoqueo

10 El rey Asuero impuso un tributo a los habitantes del interior y de las regiones marítimas. Las gestas heroicas del rey y su valor, así como el relato detallado de la alta dignidad que el rey confirió a Mardoqueo se hallan registrados en las crónicas de los reyes de Persia y Media. Mardoqueo, el judío, fue la máxima autoridad después del rey Asuero. Los judíos lo consideraban un gran hombre, y fue muy estimado por todos sus compatriotas; él procuró el bienestar de su pueblo y trabajó para que los de su raza disfrutaran de paz.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España