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Nueva Traducción Viviente (NTV)
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2 Reyes 9-11

Jehú es ungido rey de Israel

Mientras tanto, el profeta Eliseo mandó llamar a un miembro del grupo de profetas. «Prepárate para viajar[a]—le dijo—, y llévate este frasco de aceite de oliva. Ve a Ramot de Galaad, y busca a Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsi. Llévalo a un cuarto privado, lejos de sus amigos, y derrama el aceite sobre su cabeza. Dile: “Esto dice el Señor: ‘Yo te unjo para que seas rey de Israel’”. Luego abre la puerta ¡y corre por tu vida!».

Entonces el joven profeta hizo lo que se le indicó y fue a Ramot de Galaad. Cuando llegó, encontró a Jehú sentado junto con otros oficiales del ejército.

—Tengo un mensaje para usted, comandante—le dijo.

—¿Para quién de nosotros?—preguntó Jehú.

—Para usted, comandante—le contestó.

Entonces Jehú dejó a los otros y entró en la casa. Acto seguido, el joven profeta derramó el aceite sobre la cabeza de Jehú y dijo: «Esto es lo que el Señor, Dios de Israel, dice: “Yo te unjo rey del pueblo del Señor, Israel. Tú destruirás a la familia de Acab, tu amo. Así vengaré el asesinato de mis profetas y de todos los siervos del Señor a quienes Jezabel mató. Es preciso que toda la familia de Acab sea aniquilada. Destruiré a cada uno de sus descendientes varones, tanto esclavos como libres, en todo Israel. Destruiré a la familia de Acab, así como destruí a las familias de Jeroboam, hijo de Nabat, y de Baasa, hijo de Ahías. 10 Los perros se comerán a Jezabel, la esposa de Acab, en la parcela en Jezreel, y nadie la enterrará”». Enseguida el joven profeta abrió la puerta y salió corriendo.

11 Jehú regresó a donde estaban los otros oficiales y uno de ellos le preguntó:

—¿Qué quería ese loco? ¿Está todo bien?

—Ya sabes cómo parlotea un hombre de esos—contestó Jehú.

12 —Estás ocultando algo—le dijeron ellos—, cuéntanos.

Entonces Jehú les contó:

—Él me dijo: “Esto dice el Señor: ‘Yo te he ungido para que seas rey de Israel’”.

13 Enseguida ellos tendieron sus mantos sobre las gradas y tocaron el cuerno de carnero mientras gritaban: «¡Jehú es rey!».

Jehú mata a Joram y a Ocozías

14 Entonces Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsi, encabezó una conspiración contra el rey Joram. (Joram había estado con el ejército en Ramot de Galaad, defendiendo a Israel contra las fuerzas del rey Hazael de Aram; 15 pero el rey Joram[b] fue herido durante la batalla y regresó a Jezreel para recuperarse). Así que Jehú dijo a sus hombres: «Si ustedes quieren que yo sea rey, no dejen que nadie salga de la ciudad y vaya a Jezreel para informar lo que hemos hecho».

16 Entonces Jehú subió a un carro de guerra y fue a Jezreel a buscar al rey Joram, quien estaba allí, acostado y herido. El rey Ocozías de Judá también se encontraba allí porque había ido a visitarlo. 17 Cuando el centinela de la torre de Jezreel divisó a Jehú y a sus acompañantes acercándose, gritó a Joram:

—¡Una compañía de soldados se aproxima!

—Manda a un jinete a preguntarles si vienen en son de paz—ordenó el rey Joram.

18 Así que salió un jinete al encuentro de Jehú y le dijo:

—El rey quiere saber si vienes en son de paz.

—¿Y tú qué sabes de paz?—preguntó Jehú—. ¡Únete a nosotros!

Entonces el centinela gritó al rey: «¡El mensajero llegó hasta ellos, pero no regresa!».

19 De modo que el rey envió a un segundo jinete, el cual cabalgó hasta donde ellos estaban y les dijo:

—El rey quiere saber si vienen en son de paz.

Y otra vez Jehú respondió:

—¿Y tú qué sabes de paz? ¡Únete a nosotros!

20 El centinela exclamó: «¡El mensajero llegó hasta ellos, pero tampoco regresa! Debe ser Jehú, el hijo de Nimsi, porque conduce como un loco».

21 «¡Rápido! ¡Preparen mi carro!», ordenó el rey Joram.

Entonces el rey Joram de Israel y el rey Ocozías de Judá salieron en sus carros de guerra a encontrarse con Jehú. Dieron con él en la parcela que había pertenecido a Nabot de Jezreel. 22 El rey Joram preguntó:

—¿Vienes en son de paz, Jehú?

—¿Cómo puede haber paz cuando la idolatría y la brujería de tu madre, Jezabel, están por todas partes?—contestó Jehú.

23 Entonces el rey Joram, dando vuelta a sus caballos[c] para huir, le gritó a Ocozías: «¡Traición, Ocozías!». 24 Jehú tensó su arco y le disparó a Joram entre los hombros. La flecha le atravesó el corazón, y Joram cayó muerto dentro de su carro.

25 Luego Jehú le dijo a su oficial, Bidcar: «Arrójenlo en la parcela que perteneció a Nabot de Jezreel. ¿Recuerdas cuando tú y yo íbamos a caballo detrás de su padre, Acab? El Señor declaró este mensaje en su contra cuando dijo: 26 “Juro solemnemente, dice el Señor, que en esta misma parcela le daré su merecido por el asesinato que vi ayer de Nabot y de sus hijos”. Así que tírenlo en la propiedad de Nabot, tal como dijo el Señor».

27 Al ver lo que pasaba, el rey Ocozías de Judá huyó por el camino que lleva a Bet-hagan. Entonces Jehú lo siguió gritando: «¡Dispárenle a él también!». Así que hirieron a Ocozías[d] en su carro de guerra en la cuesta de Gur, cerca de Ibleam. Pudo llegar hasta Meguido, pero allí murió. 28 Sus sirvientes lo llevaron en el carro de guerra hasta Jerusalén, donde lo enterraron junto a sus antepasados, en la Ciudad de David. 29 Ocozías había comenzado a reinar en Judá durante el año once del reinado de Joram, hijo de Acab.

Muerte de Jezabel

30 Cuando Jezabel, la reina madre, supo que Jehú había llegado a Jezreel, se pintó los párpados, se arregló el cabello y se sentó frente a una ventana. 31 Cuando Jehú entró por la puerta del palacio, ella le gritó: «¿Has venido en son de paz, asesino? ¡Tú eres igual a Zimri, quien mató a su amo![e]».

32 Jehú levantó la vista, la vio en la ventana y gritó: «¿Quién está de mi lado?». Entonces dos o tres eunucos se asomaron a verlo. 33 «¡Tírenla abajo!», gritó Jehú. Así que la arrojaron por la ventana, y su sangre salpicó la pared y los caballos; y Jehú pisoteó el cuerpo de Jezabel con las patas de sus caballos.

34 Luego Jehú entró al palacio, comió y bebió. Después de un rato dijo: «Que alguien se encargue de enterrar a esa maldita mujer, porque era hija de un rey»; 35 pero cuando fueron a enterrarla, solo encontraron el cráneo, los pies y las manos.

36 Cuando regresaron y le contaron a Jehú, él declaró: «Eso cumple el mensaje que el Señor dio por medio de su siervo Elías de Tisbé, quien dijo: “Los perros se comerán el cuerpo de Jezabel en la parcela de Jezreel. 37 Sus restos quedarán desparramados como estiércol en la parcela de Jezreel, para que nadie pueda reconocerla”».

Jehú mata a la familia de Acab

10 Acab tenía setenta hijos que vivían en la ciudad de Samaria. Así que Jehú escribió cartas y las envió a Samaria, a los ancianos y funcionarios de la ciudad[f] y a los tutores de los hijos de Acab. Les escribió: «Los hijos del rey están con ustedes y ustedes tienen a su disposición carros de guerra, caballos, armas y una ciudad fortificada. En cuanto reciban esta carta, escojan al más competente de los hijos de su amo para que sea su rey y prepárense para pelear por la dinastía de Acab».

Entonces se paralizaron de miedo y dijeron: «¡Hemos visto que dos reyes no pudieron contra este hombre! ¿Qué podemos hacer nosotros?».

Así que los administradores del palacio y de la ciudad, junto con los ancianos y con los tutores de los hijos del rey, enviaron el siguiente mensaje a Jehú: «Somos sus sirvientes y haremos todo lo que nos diga. No proclamaremos rey a nadie; haga lo que mejor le parezca».

Jehú respondió con una segunda carta: «Si ustedes están de mi lado y van a obedecerme, tráiganme a Jezreel la cabeza de cada uno de los hijos de su amo mañana, a esta hora». Los setenta hijos del rey estaban al cuidado de los líderes de Samaria, en donde se les había criado desde la niñez. Cuando llegó la carta, los líderes mataron a los setenta hijos del rey; pusieron las cabezas en canastos y se las entregaron a Jehú, quien estaba en Jezreel.

Un mensajero fue a ver a Jehú y le dijo:

—Han traído las cabezas de los hijos del rey.

Entonces Jehú ordenó:

—Apílenlas en dos montones a la entrada de la puerta de la ciudad y déjenlas allí hasta la mañana.

Al día siguiente, Jehú salió y habló a la multitud que se había juntado: «Ustedes no tienen la culpa—les dijo—. Yo soy el que conspiró contra mi amo y lo mató; pero ¿quién mató a todos estos? 10 No tengan duda de que se cumplirá el mensaje que el Señor dio acerca de la familia de Acab. El Señor declaró por medio de su siervo Elías que esto sucedería». 11 Después Jehú mató a los demás parientes de Acab que vivían en Jezreel, a todos sus funcionarios importantes, a sus amigos personales y a sus sacerdotes. Así que a Acab no le quedó ningún descendiente.

12 Entonces Jehú partió hacia Samaria. En el camino, mientras estaba en Bet-eked de los Pastores, 13 se cruzó con unos parientes del rey Ocozías, de Judá.

—¿Quiénes son ustedes?—les preguntó.

Y ellos contestaron:

—Somos parientes del rey Ocozías. Vamos a visitar a los hijos del rey Acab y a los hijos de la reina madre.

14 «¡Tráiganlos vivos!», gritó Jehú a sus hombres. Así que los capturaron, cuarenta y dos en total, y los mataron junto al pozo de Bet-eked. No escapó ninguno.

15 Cuando Jehú salió de allí, encontró a Jonadab, hijo de Recab, quien venía a su encuentro. Después de saludarse, Jehú le dijo:

—¿Me eres tan leal como yo lo soy contigo?

—Sí, lo soy—contestó Jonadab.

—Si lo eres—dijo Jehú—, entonces estréchame la mano.

Jonadab le dio la mano y Jehú lo ayudó a subirse al carro. 16 Luego Jehú le dijo:

—Ven conmigo y verás lo dedicado que soy al Señor.

Y Jonadab lo acompañó en su carro.

17 Cuando Jehú llegó a Samaria, mató a todos los que quedaban de la familia de Acab, tal como el Señor había prometido por medio de Elías.

Jehú mata a los sacerdotes de Baal

18 Luego Jehú convocó a una reunión a toda la gente de la ciudad y les dijo: «¡La forma en que Acab le rindió culto a Baal no fue nada en comparación con la forma en que yo voy a rendirle culto! 19 Por lo tanto, manden llamar a todos los profetas y a los que veneran a Baal y reúnan a todos sus sacerdotes. Asegúrense de que vengan todos, porque voy a ofrecer un gran sacrificio a Baal. Cualquiera que no venga será ejecutado»; pero el astuto plan de Jehú consistía en destruir a todos los que rendían culto a Baal.

20 Después Jehú ordenó: «¡Preparen una asamblea solemne para rendir culto a Baal!». Así que lo hicieron. 21 Mandó mensajeros por todo Israel para convocar a los que veneraban a Baal. Asistieron todos—no faltó ninguno—y llenaron el templo de Baal de un extremo al otro. 22 Entonces Jehú le indicó al encargado del guardarropa: «Asegúrate de que todos los que rinden culto a Baal tengan puesto uno de estos mantos». Así que a cada uno de ellos se le dio un manto.

23 Después Jehú entró al templo de Baal con Jonadab, hijo de Recab, y les dijo a los que veneraban a Baal: «Asegúrense de que aquí no haya nadie que adora al Señor, solo los que rinden culto a Baal». 24 Así que estaban todos adentro del templo para ofrecer sacrificios y ofrendas quemadas. Ahora bien, Jehú había puesto a ochenta de sus hombres fuera del edificio y les había advertido: «Si dejan que alguno se escape, pagarán con su propia vida».

25 Apenas Jehú terminó de sacrificar la ofrenda quemada, les ordenó a sus guardias y oficiales: «¡Entren y mátenlos a todos! ¡Que no escape nadie!». Así que los guardias y oficiales los mataron a filo de espada y arrastraron los cuerpos fuera.[g] Luego los hombres de Jehú entraron en la fortaleza más recóndita[h] del templo de Baal 26 y sacaron a rastras la columna sagrada que se usaba[i] para rendir culto a Baal y la quemaron. 27 Destrozaron la columna sagrada, demolieron el templo de Baal y lo convirtieron en un baño público; y así quedó hasta el día de hoy.

28 De esa forma, Jehú destruyó todo rastro del culto a Baal en Israel. 29 Sin embargo, no destruyó los becerros de oro que estaban en Betel y en Dan, con los cuales Jeroboam, hijo de Nabat, había hecho pecar a Israel.

30 No obstante, el Señor le dijo a Jehú: «Hiciste bien al seguir mis instrucciones de destruir a la familia de Acab. Por lo tanto, tus descendientes serán reyes de Israel hasta la cuarta generación»; 31 pero Jehú no obedeció con todo el corazón la ley del Señor, Dios de Israel. Se negó a abandonar los pecados que Jeroboam hizo cometer a Israel.

Muerte de Jehú

32 Por ese tiempo, el Señor comenzó a reducir el tamaño del territorio de Israel. El rey Hazael conquistó varias regiones del país 33 al oriente del río Jordán, entre ellas, toda la tierra de Galaad, de Gad, de Rubén y de Manasés. El área que conquistó se extendía desde la ciudad de Aroer, cerca del valle del Arnón, hasta tan al norte como Galaad y Basán.

34 Los otros acontecimientos del reinado de Jehú—todo lo que hizo y todos sus logros—están registrados en El libro de la historia de los reyes de Israel.

35 Cuando Jehú murió, lo enterraron en Samaria; y su hijo Joacaz lo sucedió en el trono. 36 Jehú reinó en Israel desde Samaria durante veintiocho años en total.

La reina Atalía gobierna sobre Judá

11 Cuando Atalía, la madre del rey Ocozías de Judá, supo que su hijo había muerto, comenzó a aniquilar al resto de la familia real; pero Josaba, hermana de Ocozías e hija del rey Yoram,[j] tomó a Joás, el hijo más pequeño de Ocozías, y lo rescató de entre los demás hijos del rey que estaban a punto de ser ejecutados. Puso a Joás y a su nodriza en un dormitorio y lo escondieron de Atalía; por eso el niño no fue asesinado. Joás permaneció escondido en el templo del Señor durante seis años, mientras Atalía gobernaba el país.

Rebelión contra Atalía

En el séptimo año del reinado de Atalía, el sacerdote Joiada mandó llamar al templo del Señor a los comandantes, a los mercenarios cariteos y a los guardias del palacio. Hizo un pacto solemne con ellos y los obligó a hacer un juramento de lealtad allí, en el templo del Señor; luego les mostró al hijo del rey.

Joiada les dijo: «Tienen que hacer lo siguiente: una tercera parte de ustedes, los que están de turno el día de descanso, vigilarán el palacio real; otra tercera parte de ustedes hará guardia en la puerta Sur; y la otra tercera parte lo hará detrás de la guardia del palacio. Los tres grupos vigilarán el palacio. Los dos grupos que no están de turno el día de descanso guardarán al rey en el templo del Señor. Formen una escolta alrededor del rey y tengan sus armas en la mano. Maten a cualquiera que intente penetrar las filas. Quédense junto al rey vaya donde vaya».

Así que los comandantes hicieron todo tal como el sacerdote Joiada les había ordenado. Los comandantes se encargaron de los hombres que se presentaban para su turno ese día de descanso, así como de los que terminaban el suyo. Los llevaron a todos ante el sacerdote Joiada, 10 quien les dio las lanzas y los escudos pequeños que habían pertenecido al rey David y estaban guardados en el templo del Señor. 11 Los guardias del palacio se ubicaron alrededor del rey, con sus armas listas. Formaron una hilera desde el lado sur del templo hasta el lado norte y alrededor del altar.

12 Entonces Joiada sacó a Joás, el hijo del rey, puso la corona sobre su cabeza y le entregó una copia de las leyes de Dios.[k] Lo ungieron y lo proclamaron rey, y todos aplaudieron y gritaron: «¡Viva el rey!».

Muerte de Atalía

13 Cuando Atalía oyó el ruido que hacían los guardias del palacio y la gente, fue de prisa al templo del Señor para ver qué pasaba. 14 Cuando llegó, vio al recién coronado rey de pie en el lugar de autoridad, junto a la columna, como era la costumbre durante las coronaciones. Los comandantes y los trompetistas lo rodeaban, y gente de todo el reino celebraba y tocaba las trompetas. Cuando Atalía vio todo esto, rasgó su ropa en señal de desesperación y gritó: «¡Traición! ¡Traición!».

15 Después el sacerdote Joiada ordenó a los comandantes que estaban a cargo de las tropas: «Llévensela a los soldados que están de guardia frente al templo,[l] y maten a cualquiera que intente rescatarla». Pues el sacerdote había dicho: «No deben matarla dentro del templo del Señor». 16 Por eso la agarraron y la llevaron a la puerta por donde los caballos entraban al predio del palacio, y allí la mataron.

Reformas religiosas de Joiada

17 Luego Joiada hizo un pacto entre el Señor y el rey y el pueblo, de que serían el pueblo del Señor. También hizo un pacto entre el rey y el pueblo. 18 Así que toda la gente fue al templo de Baal y entre todos lo destruyeron; demolieron los altares, hicieron pedazos los ídolos y mataron a Matán, el sacerdote de Baal, frente a los altares.

El sacerdote Joiada puso guardias en el templo del Señor. 19 Después los comandantes, los mercenarios cariteos, los guardias del palacio y toda la gente del reino escoltaron al rey desde el templo del Señor; pasaron por la puerta de la guardia y entraron al palacio, y el rey se sentó en el trono real. 20 Toda la gente del reino se alegró, y la ciudad estaba tranquila porque Atalía había sido ejecutada en el palacio del rey.

21 [m]Joás[n] tenía siete años cuando subió al trono.

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