Beginning
El milagro del hacha
6 Un día, los miembros de la comunidad de los profetas le dijeron a Eliseo:
―Como puedes ver, el lugar donde ahora vivimos contigo nos resulta pequeño. 2 Es mejor que vayamos al Jordán. Allí podremos conseguir madera y construir[a] un albergue.
―Bien, id —respondió Eliseo.
3 Pero uno de ellos le pidió:
―Acompaña, por favor, a tus siervos.
Eliseo consintió 4 en acompañarlos, y cuando llegaron al Jordán empezaron a cortar árboles. 5 De pronto, al cortar un tronco, a uno de los profetas se le zafó el hacha y se le cayó al río.
―¡Ay, maestro! —gritó—. ¡Esa hacha no era mía!
6 ―¿Dónde cayó? —preguntó el hombre de Dios.
Cuando se le indicó el lugar, Eliseo cortó un palo y, echándolo allí, hizo que el hacha saliera a flote.
7 ―Sácala —ordenó Eliseo.
Así que el hombre extendió el brazo y la sacó.
Eliseo captura una tropa siria
8 El rey de Siria, que estaba en guerra con Israel, deliberó con sus ministros y les dijo: «Vamos a acampar en tal lugar». 9 Pero el hombre de Dios le envió este mensaje al rey de Israel: «Procura no pasar por tal sitio, pues los sirios te han tendido allí una emboscada».[b] 10 Así que el rey de Israel envió a reconocer el lugar que el hombre de Dios le había indicado. Y en varias otras ocasiones Eliseo le avisó al rey, de modo que este tomó precauciones. 11 El rey de Siria, enfurecido por lo que estaba pasando, llamó a sus ministros y les preguntó:
―¿Queréis decirme quién está informando al rey de Israel?
12 ―Nadie, mi señor y rey —respondió uno de ellos—. El responsable es Eliseo, el profeta que está en Israel. Es él quien le comunica todo al rey de Israel, incluso lo que tú dices en el interior de tu alcoba.
13 ―Pues entonces averiguad dónde está —ordenó el rey—, para que mande a capturarlo.
Cuando le informaron de que Eliseo estaba en Dotán, 14 el rey envió allí un destacamento grande, con caballos y carros de combate. Llegaron de noche y cercaron la ciudad. 15 Por la mañana, cuando el criado del hombre de Dios se levantó para salir, vio que un ejército con caballos y carros de combate rodeaba la ciudad.
―¡Ay, mi señor! —exclamó el criado—. ¿Qué vamos a hacer?
16 ―No tengas miedo —respondió Eliseo—. Los que están con nosotros son más que los que están con ellos.
17 Entonces Eliseo oró: «Señor, ábrele a Guiezi los ojos para que vea». El Señor así lo hizo, y el criado vio que la colina estaba llena de caballos y de carros de fuego alrededor de Eliseo. 18 Como ya los sirios se acercaban a él, Eliseo volvió a orar: «Señor, castiga a esta gente con ceguera». Y él hizo lo que le pidió Eliseo.
19 Luego Eliseo les dijo: «Esta no es la ciudad adonde ibais; habéis tomado un camino equivocado. Seguidme, que yo os llevaré adonde está el hombre que buscáis». Pero los llevó a Samaria. 20 Después de entrar en la ciudad, Eliseo dijo: «Señor, ábreles los ojos, para que vean». El Señor así lo hizo, y ellos se dieron cuenta de que estaban dentro de Samaria. 21 Cuando el rey de Israel los vio, le preguntó a Eliseo:
―¿Los mato, mi señor? ¿Los mato?
22 ―No, no los mates —contestó Eliseo—. ¿Acaso los has capturado con tu espada y tu arco, para que los mates? Mejor sírveles comida y agua para que coman y beban, y que luego vuelvan a su rey.
23 Así que el rey de Israel les dio un tremendo banquete. Cuando terminaron de comer, los despidió, y ellos regresaron a su rey. Y las bandas de sirios no volvieron a invadir el territorio israelita.
Hambre en Samaria
24 Algún tiempo después, Ben Adad, rey de Siria, movilizó todo su ejército para ir a Samaria y sitiarla. 25 El sitio duró tanto tiempo que provocó un hambre terrible en la ciudad, hasta tal punto que una cabeza de asno llegó a costar ochenta monedas de plata,[c] y un poco de algarroba,[d] cinco.
26 Un día, mientras el rey recorría la muralla, una mujer le gritó:
―¡Sálvanos, oh mi señor el rey!
27 ―Si el Señor no te salva —respondió el rey—, ¿de dónde voy a sacar yo comida para salvarte? ¿Del granero? ¿Del lagar? 28 ¿Qué te pasa?
Ella se quejó:
―Esta mujer me propuso que le entregara a mi hijo para que nos lo comiéramos hoy, y que mañana nos comeríamos el de ella. 29 Pues bien, cocinamos a mi hijo y nos lo comimos, pero, al día siguiente, cuando le pedí que entregara a su hijo para que nos lo comiéramos, resulta que ya lo había escondido.
30 Al oír la queja de la mujer, el rey se rasgó las vestiduras. Luego reanudó su recorrido por la muralla, y la gente pudo ver que bajo su túnica real iba vestido de luto. 31 «¡Que Dios me castigue sin piedad —exclamó el rey— si hoy mismo no le corto la cabeza a Eliseo hijo de Safat!»
32 Mientras Eliseo se encontraba en su casa, sentado con los ancianos, el rey le envió un mensajero. Antes de que este llegara, Eliseo les dijo a los ancianos:
―Ahora vais a ver cómo ese asesino envía a alguien a cortarme la cabeza. Pues bien, cuando llegue el mensajero, atrancad la puerta para que no entre. ¡Ya oigo detrás de él los pasos de su señor!
33 No había terminado de hablar cuando el mensajero llegó y dijo:
―Esta desgracia viene del Señor; ¿qué más se puede esperar de él?
7 Eliseo contestó:
―Oíd la palabra del Señor, que dice así: “Mañana a estas horas, a la entrada de Samaria, podrá comprarse una medida[e] de flor de harina con una sola moneda de plata,[f] y hasta una doble medida de cebada por el mismo precio”.
2 El ayudante personal del rey replicó:
―¡No me digas! Aunque el Señor abriera las ventanas del cielo, ¡no podría suceder tal cosa!
―Pues lo verás con tus propios ojos —le advirtió Eliseo—, pero no llegarás a comerlo.
Liberación de Samaria
3 Ese día, cuatro hombres que padecían de lepra se hallaban a la entrada de la ciudad.
―¿Qué ganamos con quedarnos aquí sentados, esperando la muerte? —se dijeron unos a otros—. 4 No ganamos nada con entrar en la ciudad. Allí nos moriremos de hambre con todos los demás, pero, si nos quedamos aquí, nos sucederá lo mismo. Vayamos, pues, al campamento de los sirios, para rendirnos. Si nos perdonan la vida, viviremos; y, si nos matan, de todos modos moriremos.
5 Al anochecer se pusieron en camino, pero, cuando llegaron a las afueras del campamento sirio, ¡ya no había nadie allí! 6 Y era que el Señor había confundido a los sirios haciéndoles oír el ruido de carros de combate y de caballería, como si fuera un gran ejército. Entonces se dijeron unos a otros: «¡Seguro que el rey de Israel ha contratado a los reyes hititas y egipcios para atacarnos!» 7 Por lo tanto, emprendieron la fuga al anochecer abandonando tiendas de campaña, caballos y asnos. Dejaron el campamento tal como estaba para escapar y salvarse.
8 Cuando los leprosos llegaron a las afueras del campamento, entraron en una de las tiendas de campaña. Después de comer y beber, se llevaron de allí plata, oro y ropa, y fueron a esconderlo todo. Luego regresaron, entraron en otra tienda, y también de allí tomaron varios objetos y los escondieron.
9 Entonces se dijeron unos a otros:
―Esto no está bien. Hoy es un día de buenas noticias, y no las estamos dando a conocer. Si esperamos hasta que amanezca, resultaremos culpables. Vayamos ahora mismo al palacio y demos aviso.
10 Así que fueron a la ciudad y llamaron a los centinelas. Les dijeron: «Fuimos al campamento de los sirios y ya no había nadie allí. Solo se oía a los caballos y asnos, que estaban atados. Y las tiendas las dejaron tal como estaban». 11 Los centinelas, a voz en grito, hicieron llegar la noticia hasta el interior del palacio. 12 Aunque era de noche, el rey se levantó y les dijo a sus ministros:
―Dejadme deciros lo que esos sirios están tramando contra nosotros. Como saben que estamos pasando hambre, han abandonado el campamento y se han escondido en el campo. Lo que quieren es que salgamos, para atraparnos vivos y entrar en la ciudad.
13 Uno de sus ministros propuso:
―Que salgan algunos hombres con cinco de los caballos que aún quedan aquí. Si mueren, no les irá peor que a la multitud de israelitas que va a perecer. ¡Enviémoslos a ver qué pasa!
14 De inmediato los hombres tomaron dos carros con caballos, y el rey los mandó al campamento del ejército sirio, con instrucciones de que investigaran. 15 Llegaron hasta el Jordán y vieron que todo el camino estaba lleno de ropa y de objetos que los sirios habían arrojado al huir precipitadamente. De modo que regresaron los mensajeros e informaron al rey, 16 y el pueblo salió a saquear el campamento sirio. Y tal como la palabra del Señor lo había dado a conocer, se pudo comprar una medida de flor de harina con una sola moneda de plata, y hasta una doble medida de cebada por el mismo precio.
17 El rey le había ordenado a su ayudante personal que vigilara la entrada de la ciudad, pero el pueblo lo atropelló allí mismo, y así se cumplió lo que había dicho el hombre de Dios cuando el rey fue a verlo. 18 De hecho, cuando el hombre de Dios le dijo al rey: «Mañana a estas horas, a la entrada de Samaria, podrá comprarse una doble medida de cebada con una sola moneda de plata, y una medida de flor de harina por el mismo precio», 19 ese oficial había replicado: «¡No me digas! Aunque el Señor abriera las ventanas del cielo, ¡no podría suceder tal cosa!» De modo que el hombre de Dios respondió: «Pues lo verás con tus propios ojos, pero no llegarás a comerlo». 20 En efecto, así ocurrió: el pueblo lo atropelló a la entrada de la ciudad, y allí murió.
La sunamita recupera su terreno
8 Ahora bien, Eliseo le había dicho a la mujer a cuyo hijo él había revivido: «Anda, vete con tu familia a vivir donde puedas, porque el Señor ha ordenado que haya una gran hambre en el país, y que esta dure siete años». 2 La mujer se dispuso a seguir las instrucciones del hombre de Dios y se fue con su familia al país de los filisteos, donde se quedó siete años.
3 Al cabo de los siete años, cuando regresó del país de los filisteos, la mujer fue a rogarle al rey que le devolviera su casa y sus tierras. 4 En esos momentos el rey estaba hablando con Guiezi, el criado del hombre de Dios, y le había dicho: «Cuéntame todas las maravillas que ha hecho Eliseo». 5 Y precisamente cuando Guiezi le contaba al rey que Eliseo había revivido al niño muerto, la madre llegó para rogarle al rey que le devolviera su casa y sus tierras. Así que Guiezi dijo:
―Mi señor y rey, esta es la mujer, y este es el hijo que Eliseo revivió.
6 El rey le hizo preguntas a la mujer, y ella se lo contó todo. Entonces el rey le ordenó a un funcionario[g] que se encargara de ella y le dijo:
―Devuélvele todo lo que le pertenecía, incluso todas las ganancias que hayan producido sus tierras, desde el día en que salió del país hasta hoy.
Jazael, rey de Siria
7 Luego Eliseo se fue a Damasco. Ben Adad, rey de Siria, estaba enfermo y, cuando le avisaron que el hombre de Dios había llegado, 8 le ordenó a Jazael: «Llévale un regalo al hombre de Dios. Cuando lo veas, consulta al Señor por medio de él para saber si me voy a recuperar de esta enfermedad».
9 Jazael fue a ver a Eliseo, y como regalo le llevó un presente de las mejores mercancías de Damasco, cargadas en cuarenta camellos. Cuando llegó, se presentó ante él y le dijo:
―Ben Adad, rey de Siria, tu servidor,[h] me ha enviado para preguntarte si él se va a recuperar de su enfermedad.
10 Eliseo respondió:
―Ve y dile[i] que sobrevivirá a esa enfermedad, aunque el Señor me ha revelado que de todos modos va a morir.
11 Luego Eliseo se quedó mirándolo fijamente, hasta que Jazael se sintió incómodo.[j] Entonces el hombre de Dios se echó a llorar.
12 ―¿Por qué llora mi señor? —le preguntó Jazael.
―Porque yo sé bien que vas a causarles mucho daño a los israelitas —respondió—. Vas a incendiar sus fortalezas, y a matar a sus jóvenes a filo de espada; despedazarás a los niños y les abrirás el vientre a las mujeres embarazadas.
13 Jazael exclamó:
―¡Qué es tu siervo sino un pobre perro! ¿Cómo es posible que haga tal cosa?
Entonces Eliseo le declaró:
―El Señor me ha revelado que vas a ser rey de Siria.
14 Jazael se despidió de Eliseo y regresó para presentarse ante su rey. Cuando Ben Adad le preguntó qué le había dicho Eliseo, Jazael le respondió:
―Me dijo que sobrevivirás a tu enfermedad.
15 Pero al día siguiente tomó una colcha y, empapándola en agua, le tapó la cara al rey hasta asfixiarlo. Así fue como Jazael usurpó el trono.
Jorán, rey de Judá(A)
16 En el quinto año del reinado de Jorán hijo de Acab, rey de Israel y contemporáneo de Josafat, rey de Judá, Jorán hijo de Josafat ascendió al trono de Judá. 17 Tenía treinta y dos años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén ocho años. 18 Jorán hizo lo que ofende al Señor, pues siguió el mal ejemplo de los reyes de Israel, como había hecho la familia de Acab, y llegó incluso a casarse con la hija de Acab. 19 Pero el Señor no quiso destruir a Judá, por consideración a su siervo David, pues le había prometido mantener encendida para siempre una lámpara para él y sus descendientes.
20 En tiempos de Jorán, los edomitas se sublevaron contra Judá y proclamaron su propio rey. 21 Por lo tanto, Jorán marchó sobre Zaír con todos sus carros de combate. Los edomitas cercaron a Jorán y a los capitanes de los carros, pero durante la noche Jorán logró abrirse paso; sin embargo, su ejército se dispersó.[k] 22 Desde entonces Edom ha estado en rebelión contra Judá, al igual que la ciudad de Libná, que en ese mismo tiempo se sublevó.
23 Los demás acontecimientos del reinado de Jorán, y todo lo que hizo, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. 24 Cuando murió, fue sepultado con sus antepasados en la Ciudad de David. Y su hijo Ocozías le sucedió en el trono.
Ocozías, rey de Judá(B)
25 En el año duodécimo de Jorán hijo de Acab, rey de Israel, Ocozías hijo de Jorán ascendió al trono de Judá. 26 Tenía veintidós años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén un año. Su madre era Atalía, nieta[l] de Omrí, rey de Israel. 27 Ocozías hizo lo que ofende al Señor, pues siguió el mal ejemplo de la familia de Acab, con la que estaba emparentado.
28 Ocozías, junto con Jorán hijo de Acab, marchó hacia Ramot de Galaad para hacerle guerra a Jazael, rey de Siria, pero en la batalla los sirios hirieron a Jorán. 29 Por eso el rey Jorán tuvo que regresar a Jezrel para reponerse de las heridas que había recibido de los sirios en Ramot,[m] cuando luchó contra Jazael, rey de Siria. Como Jorán hijo de Acab convalecía en Jezrel, Ocozías hijo de Jorán, rey de Judá, fue a visitarlo.
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