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La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
1 Samuel 21-24

David, fugitivo de Saúl (21—26)

David y los sacerdotes de Nob

21 David se puso en camino y Jonatán volvió a la ciudad. David llegó a Nob donde estaba el sacerdote Ajimélec. Este salió asustado a su encuentro y le preguntó:

— ¿Cómo es que vienes solo, sin nadie que te acompañe?

David le respondió:

— El rey me ha encomendado una misión y me ha dicho que nadie debía saber nada del asunto que me ha encargado y de la misión que me ha encomendado. En cuanto a mis subordinados, los he citado en un lugar determinado. Y ahora, si los tienes a mano, dame cinco panes o lo que encuentres.

El sacerdote le dijo:

— No tengo pan corriente, sólo dispongo de pan consagrado, con tal de que tus subordinados se hayan abstenido de trato con mujeres. David le contestó:

— Por supuesto, siempre que salimos de campaña, nos abstenemos de mujeres. Y si los muchachos van purificados cuando se trata de una misión corriente, ¡con mayor razón lo estarán hoy!

Entonces el sacerdote le dio pan consagrado, pues allí no había más pan que el de la ofrenda, que había sido retirado de la presencia del Señor para ser sustituido por pan tierno.

Aquel día andaba por allí uno de los servidores de Saúl, que había tenido que quedarse en el santuario. Se llamaba Doeg, el edomita, y era el jefe de los pastores de Saúl.

David preguntó a Ajimélec:

— ¿No tienes a mano una lanza o una espada? Pues, como la misión encomendada por el rey era urgente, no he traído ni mi espada ni mis armas.

10 El sacerdote le respondió:

— Ahí está la espada de Goliat, el filisteo, al que mataste en el valle de Elá. Está envuelta en un paño detrás del efod. Si la quieres, llévatela, pues aquí no hay otra.

David le dijo:

— ¡No hay otra igual! Dámela.

11 David siguió huyendo aquel día lejos de Saúl y llegó donde Aquís, rey de Gat. 12 Los servidores de Aquís le dijeron:

— Ese es David, el rey del país, al que le cantaban bailando aquello de “Saúl mató a mil y David a diez mil”. 13 David se preocupó por aquellos comentarios y sintió miedo de Aquís, el rey de Gat. 14 Entonces modificó su aspecto y se hizo el loco ante ellos arañando las puertas y dejando que la baba le chorreara por la barba. 15 Aquís dijo a sus criados:

— ¿No ven que ese hombre está loco? ¿Para qué me lo han traído? 16 ¿No tengo ya bastantes maniáticos, para que me traigan uno más a hacer tonterías en mi presencia? ¿Qué pinta este en mi palacio?

David y su banda

22 David se marchó de allí y se refugió en la cueva de Adulán. Cuando se enteraron sus hermanos y toda su familia, bajaron hasta allí a encontrarse con él. También se le juntaron todos los que estaban en dificultades, los que tenían deudas y los descontentos. Eran en total unos cuatrocientos, y David se convirtió en su jefe. Luego marchó a Mispá de Moab y le dijo al rey de Moab:

— Deja que mi padre y mi madre se queden con ustedes hasta que yo sepa lo que Dios quiere de mí.

David los llevó ante el rey de Moab y se quedaron con él todo el tiempo que David estuvo en el refugio.

El profeta Gad dijo a David:

— No te quedes en el refugio. Vete y entra en territorio de Judá.

Entonces David se marchó y se adentró en el bosque de Járet.

Masacre de los sacerdotes de Nob

Saúl estaba en Guibeá, sentado bajo el tamarisco del santuario, con su lanza en la mano y rodeado de todos sus servidores. Cuando se enteró de que David y sus hombres habían sido vistos, dijo a sus servidores:

— Escúchenme, benjaminitas. ¿Acaso creen que el hijo de Jesé les repartirá también a todos ustedes campos y viñas y que les nombrará a todos jefes y oficiales de su ejército? Todos ustedes han conspirado contra mí, pues nadie me ha informado del pacto de mi hijo con el hijo de Jesé y ninguno de ustedes se preocupa por mí, ni me informa de que mi hijo ha instigado a un siervo mío para atentar contra mí, como sucede ahora.

Doeg, el edomita, que se hallaba entre los servidores de Saúl, intervino diciendo:

— Yo vi al hijo de Jesé cuando fue a Nob a ver a Ajimélec, el hijo de Ajitub. 10 Ajimélec consultó al Señor por él y además le dio víveres y la espada de Goliat, el filisteo.

11 El rey mandó llamar al sacerdote Ajimélec, el hijo de Ajitub, y a todos sus familiares, sacerdotes en Nob. Cuando todos llegaron ante el rey, 12 Saúl dijo:

— Escúchame, hijo de Ajitub.

Él respondió:

— Aquí me tienes, majestad.

13 Saúl le preguntó:

— ¿Por qué tú y el hijo de Jesé han conspirado contra mí? Tú le has dado pan y una espada y has consultado al Señor por él, para que se subleve y atente contra mí, como sucede ahora.

14 Ajimélec respondió al rey:

— Entre todos tus servidores no hay ninguno tan leal como David, que además es yerno del rey, jefe de tu guardia y tratado con honores en tu palacio. 15 Y tampoco aquella fue la primera vez que consulté a Dios por él. ¡Lejos de mí ofender al rey! Por tanto, que el rey no acuse a su siervo ni a toda su familia, porque tu siervo no sabía absolutamente nada de todo este asunto.

16 El rey le dijo:

— Te aseguro, Ajimélec, que tú y toda tu familia van a morir.

17 Luego dijo a los de su guardia personal:

— Acérquense y maten a los sacerdotes del Señor, porque también ellos han ayudado a David: sabían que estaba huyendo y no me lo hicieron saber.

Pero los servidores del rey no se atrevieron a poner sus manos sobre los sacerdotes del Señor. 18 Entonces el rey dijo a Doeg:

— Acércate tú y mata a los sacerdotes.

Doeg, el edomita, se acercó y mató personalmente a los sacerdotes. Aquel día mató a ochenta y cinco hombres que vestían efod de lino. 19 En Nob, la ciudad de los sacerdotes, mató a filo de espada a hombres y mujeres, muchachos e incluso niños de pecho. También mató bueyes, asnos y ovejas. 20 Sólo escapó un hijo de Ajimélec, el hijo de Ajitub, llamado Abiatar que huyó en busca de David. 21 Y Abiatar informó a David de que Saúl había matado a los sacerdotes del Señor. 22 David le dijo:

— Ya me di cuenta aquel día de que estaba allí Doeg, el edomita, y que le contaría todo a Saúl. Yo soy el responsable de la muerte de toda la familia de tu padre. 23 Quédate conmigo y no tengas miedo, pues quien atente contra tu vida, atentará contra la mía; y conmigo estarás a salvo.

David en Queilá y Jorés

23 Cuando informaron a David de que los filisteos estaban atacando Queilá y saqueando las eras, David consultó al Señor:

— ¿Puedo ir a atacar a esos filisteos?

El Señor le respondió:

- Sí, derrota a los filisteos y libera Queilá.

Pero sus hombres le dijeron:

— Mira, si aquí en Judá vivimos atemorizados, cuánto más si vamos a Queilá a luchar contra las huestes filisteas.

David volvió a consultar al Señor, y el Señor le respondió:

— Marcha hacia Queilá, porque voy a poner a los filisteos en tus manos.

Entonces David y sus hombres marcharon hacia Queilá, atacaron a los filisteos, les infligieron una dura derrota y se llevaron sus ganados. Así salvó David a los habitantes de Queilá. Mientras tanto Abiatar, el hijo de Ajimélec, había huido refugiándose junto a David en Queilá y llevando consigo el efod.

Informaron a Saúl de que David había ido a Queilá y dijo:

— Dios lo ha puesto en mis manos, pues al meterse en una ciudad con puertas y cerrojos ha quedado encerrado.

Entonces Saúl movilizó a toda la gente a la lucha para bajar a Queilá y sitiar a David y a sus hombres. Cuando David se enteró de que Saúl tramaba su desgracia, ordenó al sacerdote Abiatar:

— Tráete el efod.

10 Y David dijo:

— Señor, Dios de Israel, tu siervo ha oído que Saúl se propone venir a Queilá y destruir la ciudad por mi causa. 11 ¿Me entregarán en su poder los nobles de la ciudad? ¿Bajará Saúl como tu siervo ha oído? Señor, Dios de Israel, responde a tu siervo.

El Señor respondió:

— Sí, bajará.

12 David insistió:

— ¿Nos entregarán los nobles de Queilá a mí y a mis hombres en poder de Saúl?

Y el Señor respondió:

— Sí, les entregarán a ustedes.

13 Entonces David y sus hombres, unos seiscientos, partieron de Queilá y anduvieron errantes y sin rumbo. Se enteró Saúl de que David había escapado de Queilá y suspendió la expedición.

14 David se estableció en los refugios del desierto y vivió en los montes del desierto de Zif. Durante todo ese tiempo Saúl lo estuvo buscando, pero Dios lo libró de sus manos. 15 David estaba atemorizado, porque Saúl había salido para matarlo, mientras se encontraba en Jorés, en el desierto de Zif. 16 Jonatán, el hijo de Saúl, se puso en camino hacia Jorés para ver a David. Allí lo reanimó en nombre de Dios 17 diciéndole:

— No temas, porque la mano de mi padre Saúl no te alcanzará. Tú serás rey de Israel y yo seré tu segundo. Eso lo sabe hasta mi padre.

18 Luego los dos sellaron un pacto ante el Señor. David se quedó en Jorés y Jonatán volvió a su casa.

19 Gentes de Zif subieron a Guibeá a informar a Saúl:

— David está escondido entre nosotros, en los refugios de Jorés, en la colina de Jaquilá, al sur del desierto. 20 Así que, majestad, puedes bajar cuando quieras, que nosotros lo entregaremos en poder del rey.

21 Saúl les respondió:

— Que Dios los bendiga por haberse compadecido de mí. 22 Vayan, asegúrense aún más y comprueben el lugar por donde anda y si alguien lo ha visto, porque me han dicho que es muy astuto. 23 Comprueben también todos los escondites en que se oculta y regresen aquí con datos seguros, que yo iré con ustedes y, si está en esa comarca, yo lo buscaré entre todos los clanes de Judá.

24 Ellos se pusieron en camino hacia Zif por delante de Saúl. Mientras tanto, David y sus hombres estaban en el desierto de Maón, en la llanura al sur del desierto. 25 Saúl y su gente salieron en su busca. Cuando informaron a David, este bajó al roquedal del desierto de Maón. Saúl se enteró y se puso a perseguir a David por el desierto de Maón. 26 Saúl iba por un lado del monte y David y sus hombres por el otro lado. Trataba David de escapar cuanto antes de Saúl, ya que este y sus hombres estaban cercando a David con la intención de atraparlo, 27 cuando a Saúl le llegó un mensajero, diciendo:

— Ven inmediatamente, que los filisteos han invadido el país.

28 Entonces Saúl dejó de perseguir a David y marchó al encuentro de los filisteos. Por esta razón a aquel lugar se le llama “Roca de la separación”.

David perdona la vida a Saúl

24 David subió de allí y se estableció en los refugios de Enguedí. Cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos, le informaron que David estaba en el desierto de Enguedí. Saúl tomó consigo a tres mil hombres de lo más selecto de Israel y marchó a buscar a David y a sus hombres por los Riscos de los Rebecos. Cuando llegó a unos apriscos de ovejas junto al camino, entró en una cueva que había allí a hacer sus necesidades. David y sus hombres estaban al fondo de la cueva. Los hombres de David le dijeron:

— Esta es la ocasión que te anunció el Señor cuando te dijo: “Voy a poner a tu enemigo en tus manos. Haz con él lo que mejor te parezca”.

David se levantó sin hacer ruido y cortó el borde del manto de Saúl. Pero luego le remordió la conciencia por haberle cortado el borde del manto a Saúl. Y dijo a sus hombres:

— Dios me libre de hacerle eso a mi rey, el ungido del Señor, y de atentar contra él. ¡Es el ungido del Señor!

David aplacó a sus hombres con estas palabras y no les permitió atacar a Saúl. Mientras tanto, Saúl salió de la cueva y siguió su camino. Inmediatamente después, David salió de la cueva y se puso a gritar tras Saúl:

— ¡Señor! ¡Majestad!

Saúl miró hacia atrás y David se inclinó hacia el suelo e hizo una reverencia. 10 Luego dijo a Saúl:

— ¿Por qué haces caso a los que dicen que David busca tu ruina? 11 Ahora mismo puedes comprobar que el Señor te ha puesto hoy en mis manos dentro de la cueva: me animaron a matarte, pero te he respetado y he dicho que no atentaría contra mi rey, porque es el ungido del Señor. 12 Fíjate bien, padre mío, en lo que tengo en la mano: el borde de tu manto. Y si he cortado el borde de tu manto y no te he matado, has de reconocer que mis manos están limpias de maldad y de traición y que no te he ofendido. Tú, en cambio, me acosas para matarme. 13 Que el Señor sea nuestro juez y que salga en mi defensa ante ti; pero yo no levantaré mi mano contra ti. 14 Como dice un antiguo refrán: “De los malos sale la maldad”; pero yo no levantaré mi mano contra ti. 15 ¿Contra quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién estás persiguiendo? ¡A un perro muerto! ¡A una pulga! 16 Que el Señor dicte sentencia entre los dos: que examine, defienda mi causa y me libre de tu mano.

17 Cuando David terminó de decir estas palabras, Saúl exclamó:

— ¿Es esa tu voz, David, hijo mío?

E inmediatamente se echó a llorar. 18 Luego dijo a David:

— Tú eres más inocente que yo, pues tú me has pagado muy bien y yo muy mal. 19 Tú me acabas de demostrar ahora lo bien que te has portado conmigo, pues el Señor me ha puesto en tus manos y tú no me has matado. 20 Cuando alguien encuentra a su enemigo, no lo deja marchar por las buenas. ¡Que el Señor te recompense por esto que acabas de hacer hoy conmigo! 21 Ahora sé a ciencia cierta que serás rey y que en ti se consolidará el reino de Israel. 22 Júrame, pues, por el Señor que no aniquilarás mi descendencia ni borrarás mi apellido.

23 David se lo juró a Saúl. Luego Saúl volvió a casa y David y sus hombres subieron al refugio.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España