Book of Common Prayer
Salmo 97 (96)
El Señor es dueño de toda la tierra
97 El Señor es rey, que se goce la tierra,
que se alegren los países lejanos.
2 La bruma y la niebla lo rodean,
la justicia y el derecho sostienen su trono.
3 El fuego avanza ante él,
abrasa en derredor a sus rivales;
4 sus rayos iluminan el orbe,
los ve la tierra y tiembla.
5 Los montes se funden como cera ante el Señor,
ante el dueño de toda la tierra;
6 los cielos pregonan su justicia,
todos los pueblos contemplan su gloria.
7 Que se avergüencen los idólatras,
los que cifran en los ídolos su orgullo,
que se postren ante él todos los dioses.
8 Sión lo oye y se llena de gozo,
se alegran las ciudades de Judá
a causa de tus juicios, Señor.
9 Porque tú eres, Señor,
el Altísimo en toda la tierra,
tú quien se alza sobre los dioses.
10 Odiad el mal los que amáis al Señor:
él guarda la vida de sus fieles,
los libra de las garras del malvado.
11 La luz se propaga para el justo,
la alegría para quienes son rectos.
12 ¡Alegraos, justos, en el Señor,
alabad su santo nombre!
Salmo 99 (98)
Santo es el Señor
99 El Señor es rey,
que los pueblos se estremezcan;
sobre querubines tiene su trono,
que tiemble la tierra.
2 El Señor es grande en Sión,
sobre todos los pueblos se alza.
3 Que alaben tu nombre grande y temible:
¡Él es santo!
4 Rey poderoso que amas la justicia,
tú mismo estableciste la equidad;
la justicia y el derecho
tú instauraste en Jacob.
5 Alabad al Señor nuestro Dios,
postraos ante el estrado de sus pies:
¡Él es santo!
6 De sus sacerdotes, Moisés y Aarón;
de los que invocaban su nombre, Samuel:
ellos llamaban al Señor y él les respondía.
7 Desde la columna de nube hablaba con ellos;
ellos respetaban sus mandatos
y la ley que les había dado.
8 Señor, Dios nuestro, tú les respondías;
tú eras para ellos el Dios que perdona
y quien castiga sus maldades.
9 Alabad al Señor nuestro Dios,
postraos ante su santo monte,
porque santo es el Señor nuestro Dios.
Salmo 100 (99)
Acudid con gozo a su presencia
100 Salmo de acción de gracias.
Aclama al Señor, tierra entera,
2 servid al Señor con alegría,
acudid con gozo a su presencia.
3 Sabed que el Señor es Dios:
él nos ha hecho y a él pertenecemos;
somos su pueblo, el rebaño que apacienta.
4 Cruzad sus puertas dando gracias,
sus atrios con alabanzas;
dadle gracias y bendecid su nombre,
5 porque el Señor es bueno,
su bondad perdura por siempre,
su fidelidad por generaciones.
Salmo 94 (93)
Ponte en acción, juez de la tierra
94 ¡Dios justiciero, Señor,
Dios justiciero, muéstrate!
2 Ponte en acción, juez de la tierra,
da su merecido a los soberbios.
3 Señor, ¿hasta cuándo los malvados,
hasta cuándo se regocijarán?
4 Presumen, hablan con arrogancia,
se ensoberbecen los malhechores;
5 oprimen, Señor, a tu pueblo,
humillan a tu heredad.
6 Matan a la viuda y al forastero,
quitan la vida a los huérfanos
7 y dicen: “Dios no lo ve,
el Dios de Jacob no se da cuenta”.
8 Entended, necios del pueblo;
insensatos, ¿cuándo vais a razonar?
9 Quien formó el oído, ¿no oirá?
Quien hizo el ojo, ¿no verá?
10 Quien corrige a las naciones, ¿no castigará?
Quien enseña al ser humano, ¿no sabrá?
11 El Señor conoce los planes humanos
y sabe que son únicamente vanidad.
12 Feliz a quien tú, oh Dios, corriges,
a quien instruyes en tu ley;
13 le darás paz en días de desgracia,
mientras se cava la fosa del malvado.
14 Porque el Señor no olvida a su pueblo,
él no abandona a su heredad.
15 Se juzgará de nuevo con justicia
y los rectos caminarán tras ella.
16 ¿Quién me defenderá ante los malvados?
¿Quién me apoyará frente a los malhechores?
17 Si el Señor no me hubiese ayudado,
el país del silencio sería pronto mi morada.
18 Si yo digo: “Mi pie resbala”,
tu bondad, Señor, me sostiene.
19 Cuando me invaden las penas,
tus consuelos me dan alegría.
20 ¿Te aliarás con el juez corrupto
que utiliza la ley para cometer injusticias?
21 Atacan la vida del justo,
declaran culpable al inocente.
22 Pero el Señor es mi refugio;
mi Dios, la fortaleza que me ampara.
23 Se volverá contra ellos su propia maldad;
el Señor, nuestro Dios, los destruirá,
por sus maldades los destruirá.
Salmo 95 (94)
Postrémonos ante el Señor
95 ¡Venid, cantemos con gozo al Señor,
aclamemos al que es nuestro amparo salvador!
2 ¡Vayamos hacia él dándole gracias,
aclamémosle con cantos!
3 Porque el Señor es un Dios grande,
un gran rey sobre todos los dioses.
4 En su mano están las simas de la tierra,
las cumbres de los montes son suyas;
5 suyo es el mar, pues él lo hizo,
y la tierra firme que crearon sus manos.
6 Venid, adorémoslo de rodillas,
postrémonos ante el Señor que nos hizo,
7 porque él es nuestro Dios
y nosotros el pueblo que apacienta,
el rebaño que él guía.
¡Ojalá escuchéis hoy su voz!
8 “No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como en el desierto el día de Masá,
9 cuando vuestros padres me retaron,
me probaron aun conociendo mi obra”.
10 Cuarenta años rechacé a esta generación
y dije: “Son un pueblo extraviado,
no conocen mis caminos”.
11 Yo juré lleno de cólera:
“No entrarán en mi lugar de descanso”.
10 Aquí está el día,
ya está llegando,
te toca el turno.
Florece la prepotencia,
11 despunta la insolencia,
brota la violencia,
el poder del malvado.
Nada de ellos quedará:
nada de su bullicio,
nada de su boato,
no habrá tregua para ellos.
12 Llega el tiempo, el día se acerca;
que no se alegre el comprador,
que no esté triste el vendedor,
pues el fuego de la cólera
se cierne sobre ellos.
13 No recuperará el vendedor lo vendido,
aunque él y el comprador sigan con vida,
pues la profecía que amenaza a todos
no será revocada.
Nadie conservará su vida.
14 Tocan a rebato, todos se preparan,
pero nadie acude a la batalla,
pues el fuego de mi cólera
se cierne sobre ellos.
15 La espada espera en la calle,
la peste y la hambruna en casa:
el que se encuentre en descampado
morirá herido por la espada,
el que se encuentre en la ciudad
será devorado por la hambruna y la peste.
23 Prepara grilletes,
que el país está lleno de sangre,
que la ciudad rebosa violencia.
24 Traeré a pueblos malvados,
que se adueñarán de sus casas;
acabaré con su espléndida fortaleza,
serán profanados sus santuarios.
25 Cuando se acerque el pánico,
buscarán inútilmente la paz:
26 el desastre seguirá al desastre,
la alarma sucederá a la alarma.
Buscarán en vano el oráculo del profeta,
faltará la instrucción del sacerdote,
se quedará sin consejo el anciano.
27 El rey se entregará al duelo,
el príncipe se vestirá de espanto;
temblarán las manos
de la gente del país.
Los trataré según su conducta,
los juzgaré conforme a sus hechos,
y reconocerán que yo soy el Señor.
13 En efecto, cuando Dios hizo la promesa a Abrahán, al no tener otro más grande por quien jurar, juró por sí mismo diciendo: 14 Te colmaré de bendiciones y haré innumerable tu descendencia. 15 Abrahán, por su parte, gracias a su paciente esperanza, alcanzó la promesa.
16 Los hombres, cuando juran, lo hacen por uno superior a ellos y, una vez interpuesto el juramento como garantía, ya no hay más que discutir. 17 Igualmente, queriendo Dios asegurar a los herederos de la promesa que su decisión era irrevocable, interpuso un juramento. 18 Ofrecía así dos garantías, ambas irrevocables, porque Dios no puede engañar, y proporcionaba un poderoso consuelo a quienes se refugiaban en él para mantener la esperanza a que estamos destinados. 19 Una esperanza que es para nuestra vida como un ancla firme y segura, y que penetra hasta lo más interior del santuario, 20 adonde, abriéndonos camino, ya ha entrado Jesús, constituido sumo sacerdote para siempre según el rango de Melquisedec.
Los setenta y dos enviados (Mt 9,37)
10 Después de esto, el Señor escogió también a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de él a todos los pueblos y lugares a donde él pensaba ir. 2 Les dijo:
— La mies es mucha, pero son pocos los obreros. Por eso, pedidle al dueño de la mies que mande obreros a su mies. 3 ¡Poneos en marcha! Yo os envío como corderos en medio de lobos. 4 No llevéis monedero, zurrón, ni calzado; y no os detengáis tampoco a saludar a nadie en el camino. 5 Cuando entréis en alguna casa, decid primero: “Paz a esta casa”. 6 Si los que viven allí son gente de paz, la paz de vuestro saludo quedará con ellos; si no lo son, la paz se volverá a vosotros. 7 Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan, porque el que trabaja tiene derecho a su salario. No vayáis de casa en casa. 8 Cuando lleguéis a un pueblo donde se os reciba con agrado, comed lo que os ofrezcan. 9 Curad a los enfermos que haya en él y anunciad: “El reino de Dios está cerca de vosotros”. 10 Pero si entráis en un pueblo donde se nieguen a recibiros, recorred sus calles diciendo: 11 “¡Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos contra vosotros! Sin embargo, sabed que el reino de Dios ya está cerca”. 12 Os digo que, en el día del juicio, los habitantes de Sodoma serán tratados con más clemencia que los de ese pueblo.
Lamento por las ciudades rebeldes (Mt 10,40; 11,20-24)
13 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran realizado los milagros que se han realizado en medio de vosotras, ya hace mucho tiempo que sus habitantes se habrían convertido y lo habrían demostrado llevando luto y ceniza. 14 Por eso, Tiro y Sidón serán tratados en el juicio con más clemencia que vosotras.
15 Y tú, Cafarnaún, ¿crees que vas a ser encumbrada hasta el cielo? ¡Hasta el abismo, serás precipitada! 16 El que os escuche a vosotros, es como si me escuchara a mí; el que os rechaze a vosotros, es como si me rechazara a mí; y el que me rechace a mí, es como si rechazara al que me envió.
Regreso de los setenta y dos enviados
17 Los setenta y dos volvieron llenos de alegría, diciendo:
— ¡Señor, hasta los demonios nos obedecen en tu nombre!
La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España