Book of Common Prayer
El Rey del universo
SALMO 24 (23)
Himno de David.
24 Dios es dueño de toda la tierra
y de todo lo que hay en ella;
también es dueño del mundo
y de todos sus habitantes.
2 Dios afirmó la tierra
sobre el agua de los mares;
Dios afirmó este mundo
sobre el agua de los ríos.
3 Sólo puede subir al monte de Dios
y entrar en su santo templo
4 el que siempre hace lo bueno
y jamás piensa hacer lo malo;
el que no adora a dioses falsos
ni hace juramentos en su nombre.
5 Al que es así,
Dios lo llena de bendiciones;
¡Dios, su Salvador, le da la victoria!
6 Dios de Israel,
así son todos los que te buscan;
así son los que a ti acuden.
7 «¡Abran los portones de Jerusalén!
¡Dejen abiertas sus antiguas entradas!
¡Está pasando el Rey poderoso!»
8 «¿Y quién es este Rey poderoso?»
«¡Es el Dios de Israel;
Dios fuerte y valiente!
¡Es nuestro Dios,
el valiente guerrero!»
9 «¡Abran los portones de Jerusalén!
¡Dejen abiertas sus antiguas entradas!
¡Está pasando el Rey poderoso!»
10 «¿Y quién es este Rey poderoso?»
«¡Es el Dios de Israel,
el Rey poderoso!
¡Él es el Dios del universo!»
La poderosa voz de Dios
SALMO 29 (28)
Himno de David.
29 1-2 Ustedes, que en el cielo
están al servicio de Dios,
denle la honra que merece,
reconozcan su poder
y adórenlo en su hermoso templo.
3 La voz de nuestro Dios,
Dios de la gloria,
retumba como el trueno
sobre los grandes océanos.
4 La voz de nuestro Dios retumba con fuerza;
la voz de nuestro Dios retumba con poder.
5 La voz de nuestro Dios derriba los cedros;
nuestro Dios derriba los cedros del Líbano.
6 A los montes Líbano y Hermón
los hace saltar como terneros,
¡como si fueran toros salvajes!
7 La voz de nuestro Dios
lanza llamas de fuego;
8 la voz de Dios sacude el desierto;
¡nuestro Dios sacude el desierto de Cadés!
9-10 La voz de Dios retuerce los robles
y deja sin árboles los bosques.
Nuestro Dios es el rey de las lluvias;
él se sienta en su trono
para reinar por siempre.
En su templo todos lo alaban,
11 y desde allí le pedimos
que nos llene de fuerzas
y nos bendiga con su paz.
Grandeza divina, grandeza humana
Himno de David. Instrucciones para el director del coro: para cantarlo con la melodía que se toca cuando se exprimen las uvas.
8 Nuestro Dios y nuestro rey,
¡qué grande eres
en toda la tierra!
¡Tu grandeza está por encima
de los cielos más altos!
2 Con las primeras palabras
de los niños más pequeños,
y con los cantos
de los niños mayores
has construido una fortaleza
por causa de tus enemigos.
¡Así has hecho callar
a tus enemigos que buscan venganza!
3 Cuando contemplo el cielo,
y la luna y las estrellas
que tú mismo hiciste,
4 no puedo menos que pensar:
«¿Qué somos los mortales
para que pienses en nosotros
y nos tomes en cuenta?»
5 ¡Nos creaste casi igual a ti!
Nos trataste como a reyes;
6 nos diste plena autoridad
sobre todo lo que hiciste;
nos diste dominio
sobre toda tu creación:
7 sobre ovejas y vacas,
sobre animales salvajes,
8 sobre aves y peces,
¡sobre todo lo que se mueve
en lo profundo del mar!
9 Nuestro Dios y nuestro rey,
¡qué grande eres
en toda la tierra!
¡Qué bello es tu templo!
SALMO 84 (83)
Himno de la Escuela de música de Coré. Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse con la melodía que se canta al exprimir las uvas.
84 Dios del universo,
¡qué bello es tu templo,
la casa donde vives!
2 Deseo con toda el alma
estar en los patios de tu templo;
¡me muero por llegar a ellos!
Tú eres el Dios de la vida,
por eso te canto alegre
con todas las fuerzas de mi corazón.
3 Mi Dios y rey,
Dios del universo,
cerca de tu altar
gorriones y golondrinas
hallan lugar para sus nidos
y allí ponen a sus polluelos.
4 ¡Qué felices son
los que viven en tu templo!
¡Nunca dejan de alabarte!
5 ¡Qué felices son
los que de ti reciben fuerzas,
y de todo corazón desean
venir hasta tu templo!
6 Cuando cruzan el valle del Llanto,
lo convierten en manantial;
hasta las lluvias tempranas
cubren el valle con sus bendiciones.
7 Mientras más avanzan,
más fuerzas tienen,
y cuando llegan a tu templo
te contemplan a ti, el Dios verdadero.
8 Dios mío,
¡atiéndeme!
Dios de Israel,
Dios del universo,
¡escucha mi oración!
9 Dios y protector nuestro,
muéstranos tu bondad,
pues somos tu pueblo elegido.
10 Prefiero pasar un día en tu templo
que estar mil días lejos de él;
prefiero dedicarme a barrer tu templo
que convivir con los malvados.
11 Señor y Dios nuestro,
tú nos das calor y protección;
nos das honor y gloria.
Tu bondad no tiene medida
para los que siempre hacen lo bueno.
12 Dios del universo,
¡bendice a los que en ti confían!
Dios responde a Job
38 Dios le respondió a Job desde la tormenta:
18 Si en verdad lo sabes todo,
dime cuánto mide la tierra.
19 »¿Sabes dónde viven
la luz y la oscuridad?
20 ¿Puedes llevarlas al trabajo,
y regresarlas a su casa?
21 ¡Claro que no!
No has vivido tantos años
ni naciste antes que ellas.
22 »¿Has estado en los depósitos
donde guardo la nieve y el granizo?
23 Yo los tengo guardados
para los tiempos de guerra
y para castigar a los malvados.
24 ¿Sabes hacia dónde
se dirigen los relámpagos,
y a qué regiones de la tierra
viajan los vientos del este?
25 ¿Sabes quién deja caer
las lluvias torrenciales,
26 y quién riega los desiertos,
donde nadie vive?
27 ¿Quién riega los campos secos
y los convierte en verdes prados?
28 ¿Quién produce la lluvia y el rocío?
29-30 ¡Dime de dónde salen
el hielo y la escarcha,
cuando el agua del mar profundo
se endurece como la roca!
31-32 »¿Puedes hacer que las estrellas
se agrupen en constelaciones
y aparezcan todas las noches?
Allí tienes a la Osa Mayor, a Orión,
las Siete Cabritas y la Cruz del Sur.
33 ¡Si no sabes gobernar la tierra,
cómo podrías gobernar el cielo!
34 »¿Puedes ordenar que llueva
con sólo levantar la voz?
35 ¿Puedes darle órdenes al rayo,
y hacer que te obedezca?
36 Dime quién les dio sabiduría
al gallo y a las otras aves.
37 Dime si eres capaz
de contar las nubes
y hacer que llueva
38 para humedecer la tierra
cuando ésta se reseca.
39 »Tú no consigues comida
para las leonas y sus cachorros,
40 mientras duermen o descansan
en el fondo de sus cuevas.
41 Tú no alimentas a los cuervos,
cuando sus polluelos andan perdidos
y me piden de comer.
La destrucción de Babilonia
18 Después de esto, vi que del cielo bajaba otro ángel. Tenía mucha autoridad, y era tanto su brillo que la tierra se iluminó con su resplandor. 2 Gritaba con fuerte voz:
«¡Por fin cayó
la gran Babilonia!
Ahora es casa de demonios,
escondite de malos espíritus,
nido de todas las aves
y cueva de todas las fieras
que odiamos y no debemos comer.
3 »En todos los países
siguieron su ejemplo
y adoraron dioses falsos.
Lo mismo hicieron
los reyes de la tierra.
»Los comerciantes del mundo
se hicieron ricos,
pues ella les compró de todo
para satisfacer sus malos deseos.»
4 Entonces oí otra voz del cielo, que decía:
«Ustedes son mi pueblo.
Salgan de Babilonia,
y no pequen como ella,
para que no caigan sobre ustedes
las terribles plagas que le vendrán.
5 »Son tantos sus pecados
que llegan hasta el cielo.
¡Dios no se ha olvidado
de ninguno de ellos!
6 »Hagan con ella todo lo malo
que ella hizo con otros;
háganle pagar el doble
de todo lo malo que hizo.
»Háganla pasar dos veces
por la misma amarga experiencia
que otros tuvieron por su culpa.
7 »Ella era muy orgullosa,
y le gustaba vivir con grandes lujos;
¡pues ahora háganla sufrir!,
¡dense el lujo de atormentarla!
»Porque ella piensa:
“Aquí me tienen,
sentada en mi trono de reina.
No soy viuda, y nunca sufriré.”
8 »Por eso, en un mismo día
recibirá todos estos castigos:
hambre, sufrimiento y muerte.
¡Será destruida por el fuego,
porque el Señor,
el Dios todopoderoso,
ha decidido castigarla!»
El enojo
21 »Recuerden que hace mucho tiempo Moisés dijo: “No maten, pues si alguien mata a otro, será castigado”. 22 Pero ahora yo les aseguro que cualquiera que se enoje con otro tendrá que ir a juicio. Cualquiera que insulte a otro será llevado a los tribunales. Y el que maldiga a otro será echado en el fuego del infierno.
23 »Por eso, si llevas al altar del templo una ofrenda para Dios, y allí te acuerdas de que alguien está enojado contigo, 24 deja la ofrenda delante del altar, ve de inmediato a reconciliarte con esa persona, y después de eso regresa a presentar tu ofrenda a Dios.
25 »Si alguien te acusa de haberle hecho algo malo, arregla el problema con esa persona antes de que te entregue al juez. Si no, el juez le ordenará a un policía que te lleve a la cárcel. 26 Te aseguro que no saldrás de allí sin que antes pagues hasta la última moneda que debas.
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