Book of Common Prayer
Mictam de David.
16 ¡Sálvame, oh Dios, pues acudo a tu amparo! 2 Yo le dije: «Tú eres mi Señor, todo lo bueno que tengo viene de ti». 3 Mis verdaderos héroes son la gente santa del país. ¡Ellos son la gente que verdaderamente me agrada! 4 Quienes elijan dioses ajenos se verán llenos de pesar; no ofreceré yo sacrificios a sus dioses, y ni siquiera pronunciaré su nombre.
5 El Señor es mi herencia, mi copa de bendiciones. Él cuida cuanto es mío. 6 La tierra que él me ha dado es un lugar bello. ¡Qué magnífica herencia! 7 Bendeciré al Señor que me aconseja; aun de noche me instruye. Me dice qué debo hacer.
8 Yo sé que el Señor continuamente está conmigo, jamás tendré por qué tropezar y caer, pues él está a mi lado. 9 Por eso tengo el corazón lleno de gozo; mi boca está llena de alabanzas. Todo mi ser descansa con tranquilidad, 10 porque no me dejarás entre los muertos; no permitirás que tu amado se pudra en el sepulcro. 11 Me has dejado saborear los gozos de la vida y los exquisitos placeres de tu presencia eterna.
Oración de David.
17 Oh, Señor oye mi ruego para que se haga justicia; escucha mi clamor para obtener ayuda; presta oído a mi oración porque sale de un corazón sincero. ¡Presta oído a mi angustioso clamor! 2 Declara mi inocencia, Señor, pues tú conoces a los justos. 3 Has probado mis pensamientos; aun de noche has examinado mi corazón. Has buscado dentro de mí sin hallar nada incorrecto y sabes que he dicho la verdad. 4 He cumplido tus mandatos y no he imitado a los hombres crueles y perversos. 5 Mis pasos no se han desviado de tus sendas; no he dudado en seguirte.
6 Oro así porque sé que me responderás, oh Dios. ¡Sí!, inclinas a mí tu oído y escuchas mi oración. 7 Muéstrame en forma admirable tu gran amor, oh Salvador de cuantos buscan tu auxilio contra sus enemigos. 8 Protégeme como lo harías con la niña de tus ojos; escóndeme bajo la sombra de tus alas.
9 Protégeme de los malvados que me atacan, de los asesinos enemigos que me rodean. 10 Son despiadados y arrogantes. Escúchalos alardear. 11 Se abalanzan contra mí, prontos a derribarme. 12 Son como leones ansiosos de destrozarme; como leoncillos agazapados en busca de su oportunidad.
13 Señor, levántate y haz que caigan de rodillas. Rescátame de los malvados con tu espada. 14 Líbrame con tu poderosa mano de estos mortales cuyo único interés está en la ganancia terrena. Con tus tesoros les has llenado el vientre, sus hijos han tenido abundancia, y hasta ha sobrado para sus descendientes.
15 Pero yo en justicia contemplaré tu rostro; me bastará con verte cuando despierte.
Al director musical. Sígase la tonada de «La cierva de la aurora». Salmo de David.
22 ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? ¿Por qué te niegas a ayudarme y ni siquiera escuchas mis gemidos? 2 Cada día clamo a ti, mi Dios, pero tú no me respondes; clamo de noche pero no hallo reposo. 3 Pero tú eres santo, tú eres rey, ¡tú eres la alabanza de Israel! 4 Ellos confiaron en ti y tú los libraste. 5 Escuchaste su clamor y los salvaste; jamás quedaron defraudados cuando buscaron tu ayuda. 6 Pero yo sólo soy un gusano y no un ser humano; la gente se burla de mí, el pueblo me desprecia. 7 Cuantos me miran se ríen de mí, se mofan y se encogen de hombros, diciendo: 8 «Este es aquel que se encomendó al Señor, ¡pues que el Señor lo salve! Si el Señor lo ama tanto, ¡que el Señor lo libere!». 9 Pero tú me sacaste del vientre materno; me hiciste reposar confiado en el regazo de mi madre. 10 Desde antes de mi nacimiento he sido puesto a tu cuidado; desde el mismo momento en que nací, has sido tú mi Dios. 11 No me abandones ahora, cuando la tribulación está próxima y ningún otro puede ayudarme.
12 Temibles enemigos me rodean, fuertes como manada de enormes toros de Basán. 13 Se me vienen encima con las fauces abiertas, como leones al asaltar su presa. 14 Mi fuerza se escurrió como agua y tengo todos los huesos descoyuntados. Mi corazón se derrite como cera; 15 mi fuerza se ha secado como una teja quemada por el sol; la lengua se me pega al paladar, porque me has echado en el polvo de la muerte. 16 Mis enemigos me rodean, me rodean como perros en jauría; me ha cercado una banda de malvados; me han traspasado las manos y los pies. 17 Puedo contar cada uno de mis huesos. Miro cómo brillan de regocijo los ojos de esos malvados; 18 se reparten entre ellos mis vestidos; juegan a los dados por mi ropa.
19 Señor, ¡no te quedes lejos! ¡Oh Dios, fuerza mía, apresúrate a socorrerme! 20 Rescátame de la muerte; libra mi vida de todos estos perros. 21 Sálvame de las fauces de estos leones y de los cuernos de estos toros salvajes.
22 Ante todos mis hermanos te alabaré; me levantaré ante la congregación y daré testimonio de las maravillas que has hecho. 23 «Alaben al Señor, los que le temen», diré yo; ¡Hónrenlo descendientes de Jacob! ¡Adórenlo descendientes de Israel! 24 Porque no ha desdeñado mi clamor ni mi profunda desesperación; no me ha vuelto la espalda ni se ha alejado. Cuando clamé a él, me escuchó y acudió. 25 Me levantaré y te alabaré delante de todo el pueblo. Públicamente cumpliré mis votos en presencia de cuantos te adoran. 26 Los pobres comerán y se saciarán; cuantos busquen al Señor lo hallarán. De gozo constante tendrán lleno el corazón. 27 Todos en esta tierra lo verán y se volverán al Señor. Y la gente de todas las naciones lo adorará.
28 Porque del Señor es el reino y él gobierna sobre las naciones. 29 Los ricos de la tierra festejarán y le adorarán, todo mortal nacido para morir, se postrará ante él y lo adorará. 30 También nuestros hijos le servirán, porque de nuestros labios oirán las maravillas del Señor. 31 Generaciones no nacidas aún oirán las maravillas que Dios hizo por nosotros.
Llamado de la sabiduría
8 ¿No está llamando la sabiduría? ¿No está alzando la voz la inteligencia? 2 Está parada en lo más alto de las colinas, donde se cruzan los caminos. 3 A un lado de las puertas que llevan a la ciudad, dice a gritos: 4 «A ustedes hombres, les hablo a todos ustedes; dirijo mis palabras a toda la humanidad. 5 Ustedes los necios e inexpertos, ¡adquieran sentido común y aprendan a ser prudentes! 6 Escuchen las cosas importantes que tengo que decirles; mis labios hablarán cosas rectas. 7 Mi boca hablará la verdad, porque mis labios detestan la mentira. 8 Mis palabras son justas; no hay en ellas perversidad o cosa torcida. 9 Mis palabras son claras para el que quiera entender; irreprochables para el que sea sabio. 10 Elijan mi instrucción en lugar de la plata, y el conocimiento en lugar del oro puro».
11 Porque la sabiduría vale mucho más que las piedras preciosas; nada se puede comparar con ella. 12 Yo, la sabiduría, habito con el buen juicio, y sé dónde encontrar discernimiento y conocimiento. 13 El que teme al Señor aborrece el mal; yo aborrezco el orgullo y la arrogancia, la mala conducta y el hablar perverso.
14 Son míos el consejo y el sentido común; son míos el entendimiento y el poder. 15 Por mí reinan los reyes y los gobernantes dictan leyes justas. 16 Por mí gobiernan los príncipes y los nobles dictan leyes justas. 17 Amo al que me ama, y los que me buscan, sin duda me hallarán. 18 Tengo riquezas, honra, bienes y prosperidad para repartir. 19 Lo que yo doy es mejor que el oro más fino; mi salario es mejor que la plata refinada. 20 Yo voy por el camino de la rectitud, por las sendas de la justicia. 21 A los que me aman los enriquezco y lleno sus arcas de tesoros.
1 El anciano, a la comunidad que Dios ha elegido y a sus miembros: Los amo de veras, no sólo yo sino todos los que conocen la verdad. 2 Esto es así a causa de la verdad que está y permanecerá en nosotros para siempre. 3 ¡Que la gracia, misericordia y paz de Dios el Padre y de Jesucristo su Hijo estén con ustedes en verdad y en amor!
4 Me siento feliz de haber encontrado que algunos de ustedes viven de acuerdo con la verdad tal como el Padre nos mandó.
5 Y ahora, amados hermanos, les ruego que nos amemos unos a otros. Este mandamiento no es nuevo, es el mandamiento que Dios nos dio desde un principio. 6 Si amamos a Dios, debemos obedecerlo en todo. Desde el principio nos ordenó que siempre nos amáramos.
7 Por el mundo andan muchos engañadores que no creen que Jesucristo vino a la tierra como un verdadero hombre. El que dice esto es el engañador y el anticristo. 8 Cuiden que no se pierda el fruto de nuestro trabajo, a fin de que ustedes reciban íntegramente el galardón.
9 Todo el que se aparta de las enseñanzas de Cristo, también se aparta de Dios. El que permanece fiel a las enseñanzas, tiene al Padre y al Hijo. 10 Si alguien los viene a visitar y no cree en las enseñanzas de Cristo, no lo inviten a su casa ni le den la bienvenida. 11 Si lo hacen, ustedes estarán participando de sus malas obras.
12 Quisiera decirles muchas cosas más, pero no quiero hacerlo por carta; espero ir pronto a verlos y hablar con ustedes cara a cara, para que nuestra alegría sea completa.
13 Los hijos de tu hermana, otra hija elegida de Dios, te envían saludos.
Sinceramente, Juan.
Señor del día de reposo
12 En aquellos días, Jesús y sus discípulos salieron a caminar por los sembrados. Era el día de reposo. Cuando los discípulos sintieron hambre, se pusieron a arrancar espigas de trigo y a comérselas. 2 Algunos fariseos que los vieron protestaron inmediatamente:
―¡Tus discípulos están quebrantando la ley! ¡Están recogiendo granos en el día de reposo!
3 Pero Jesús les dijo:
―¿No han leído lo que el rey David hizo cuando él y los que lo acompañaban tuvieron hambre? 4 Pues entraron al templo y se comieron los panes de la proposición, panes sagrados que sólo los sacerdotes podían comer.
5 »¿No han leído en la ley de Moisés cómo los sacerdotes que sirven en el templo tienen que trabajar el día de reposo y no por ello cometen pecado?
6 »Pues les digo que el que ahora está aquí es mayor que el templo. 7 Y si comprendieran lo que quieren decir las Escrituras con “Misericordia quiero, no sacrificio”, no condenarían a quienes no son culpables. 8 Porque yo, el Hijo del hombre, soy Señor del día de reposo».
9 De allí se fue a la sinagoga del pueblo. 10 Como había allí un hombre con una mano paralizada, los fariseos le preguntaron a Jesús:
―¿Es legal sanar en el día de reposo?
Los fariseos buscaban una razón para acusarlo.
11 Jesús les respondió:
―Si en el día de reposo a alguno de ustedes se le cae una oveja en un pozo, ¿la sacará? ¡Por supuesto que sí! 12 Bueno, díganme, ¿no vale mucho más una persona que una oveja? Por lo tanto, no hay nada malo en que uno haga el bien en el día de reposo.
13 Entonces le dijo al hombre:
―Extiende la mano.
Y al extenderla le quedó tan normal como la otra.
14 Cuando los fariseos salieron de la sinagoga, se reunieron para planear cómo matarían a Jesús.
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