Book of Common Prayer
Salmo 25 (24)
Acuérdate, Señor, de tu misericordia
25 De David.
A ti me dirijo, Señor.
2 Dios mío, en ti confío, no me defraudes,
que mis enemigos no se burlen de mí.
3 Quien en ti espera no quedará defraudado;
pero sí quedará confundido
el que es infiel sin motivo.
4 Señor, muéstrame tus caminos,
enséñame tus sendas,
5 instrúyeme en tu verdad; enséñame,
porque tú eres el Dios que me salva,
en ti pongo mi esperanza cada día.
6 Recuerda, Señor, tu misericordia
y tu amor que desde siempre existen;
7 olvida mis faltas de juventud y mis pecados,
recuérdame en tu amor, por tu bondad, Señor.
8 El Señor es bueno y recto,
él muestra el camino a los pecadores,
9 instruye en la justicia a los humildes,
enseña a los humildes su camino.
10 Las sendas del Señor son amor y verdad
para quienes respetan su alianza y sus mandatos.
11 Señor, haciendo honor a tu nombre,
perdona mi grave pecado.
12 A quien venere al Señor,
él le enseñará qué camino elegir;
13 vivirá con prosperidad
y su descendencia heredará la tierra.
14 El Señor se confía a sus fieles
anunciándoles su alianza.
15 Mis ojos tengo siempre en el Señor,
él libera mis pies de la trampa.
16 Atiéndeme, apiádate de mí
que estoy solo y desvalido.
17 Mis angustias se multiplican,
líbrame tú de mis pesares.
18 Mira mis aflicciones y penas,
perdóname mis pecados;
19 mira cuántos son mis enemigos
y el rencor con que me odian.
20 Protégeme, sálvame,
no me defraudes, pues en ti confío.
21 La integridad y la rectitud me protejan
porque en ti tengo puesta mi esperanza.
22 ¡Señor, libera a Israel
de todas sus angustias!
Salmo 9
Te doy gracias, Señor, con todo mi corazón
9 Al maestro del coro; con instrumentos de música. Salmo de David.
2 Te doy gracias, Señor, con todo mi corazón,
yo proclamaré todas tus maravillas.
3 En ti me alegraré y me regocijaré;
alabaré, Altísimo, tu nombre.
4 Mis enemigos retroceden,
se debilitan, sucumben ante ti,
5 porque tú me has hecho justicia
sentado, juez justo, en tu trono.
6 Tú castigas al pagano, destruyes al malvado
borrando su nombre para siempre.
7 El enemigo se ha derrumbado sin remedio,
has demolido sus ciudades, anulado su recuerdo.
8 Pero el Señor permanecerá por siempre;
él prepara su trono para el juicio,
9 para juzgar al mundo con justicia,
para juzgar con rectitud a las naciones.
10 Sea el Señor refugio del oprimido,
refugio en tiempo de angustia.
11 En ti confían los que conocen tu nombre
pues tú, Señor, no abandonas a quien te busca.
12 ¡Ensalcen al Señor que mora en Sión,
canten a los pueblos sus proezas!
13 El vengador se acuerda de ellos,
no olvida el grito de los humildes.
14 ¡Ten piedad, Señor, de mí;
mira cómo mis enemigos me afligen!
Tú que me alejas de las puertas de la muerte
15 para que pueda proclamar tus alabanzas
y alegrarme en tu salvación a las puertas de Sión.
16 Los paganos se hundieron en la fosa que excavaron,
su pie quedó aprisionado en la trampa que tendieron.
17 El Señor se ha revelado, ha hecho justicia,
el malvado está atrapado en sus propias obras. [ Pausa]
18 ¡Que vuelvan al reino de los muertos los malvados,
todos los paganos que se olvidan de Dios!
19 El pobre no caerá para siempre en el olvido,
ni se desvanecerá eternamente la esperanza del humilde.
20 Ponte, Señor, en acción;
que no cante victoria el ser humano,
que los paganos sean juzgados ante ti.
21 Señor, infúndeles temor,
haz saber a los paganos que son mortales. [ Pausa]
Salmo 15 (14)
Señor, ¿quién podrá habitar en tu Tienda?
15 Salmo de David.
Señor, ¿quién podrá habitar en tu Tienda?,
¿quién podrá morar en tu monte santo?
2 El que camina con rectitud,
practica la justicia
y es sincero en su interior;
3 el que no calumnia con su lengua,
ni hace mal a su prójimo,
ni humilla al que tiene cerca;
4 aquel que desprecia al perverso
y respeta al que es fiel al Señor;
aquel que, jurando en su perjuicio, no se retracta;
5 el que no presta su dinero a usura,
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así se comporta, jamás sucumbirá.
Job reta al poder divino
12 Job respondió así:
2 ¡Desde luego, ustedes son de esa gente
con la cual se agotará la sabiduría!
3 Pero también yo soy inteligente,
no me creo inferior a ustedes.
¿Quién no sabe tales cosas?
4 El hazmerreír de sus vecinos, ese soy yo;
yo, que me comunicaba con Dios.
¡El hazmerreír, siendo íntegro y honrado!
5 “¡Respondamos con burla a la desgracia
—dice quien se siente satisfecho—,
empujemos al suelo al que se tambalea!”.
6 ¡Pero los bandidos habitan en paz,
viven seguros quienes provocan a Dios,
los que tienen a Dios en un puño!
13 Pues él posee sabiduría y poder,
prudencia e inteligencia son suyas.
14 Si él destruye, nadie reconstruye;
si aprisiona, no hay escapatoria;
15 si retiene la lluvia, llega la sequía;
si la deja libre, se inunda la tierra.
16 Él dispone de fuerza y eficacia,
suyos son el engañado y el que engaña;
17 hace ir descalzos a los consejeros,
hace enloquecer a los magistrados;
18 deja a los reyes sin insignias,
les ata una soga a la cintura;
19 hace ir descalzos a los sacerdotes,
arruina a los que están bien situados;
20 retira la palabra a los confidentes,
deja sin discreción a los ancianos;
21 llena de desprecio a los señores,
afloja el cinturón de los robustos.
22 Revela la hondura de las tinieblas,
saca a la luz las densas sombras;
23 levanta pueblos y los destruye,
ensancha naciones y las destierra;
24 priva de su talento a los jefes,
los guía por desiertos intransitables,
25 por donde caminan a tientas y a oscuras,
tropezando lo mismo que borrachos.
La iglesia de Antioquía
19 Los creyentes que se habían dispersado a raíz de la persecución desencadenada en el caso de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, anunciando el mensaje únicamente a los judíos. 20 Pero algunos creyentes de Chipre y Cirene viajaron a Antioquía y anunciaron también a los griegos la buena nueva de Jesús, el Señor. 21 El Señor estaba con ellos, y un buen número de personas abrazaron la fe y se convirtieron al Señor. 22 Cuando esta noticia llegó a oídos de la iglesia de Jerusalén, enviaron a Bernabé a Antioquía. 23 Al llegar este y ver el resultado de la gracia de Dios, se llenó de alegría, y animaba a todos a permanecer en constante fidelidad al Señor. 24 No en vano Bernabé era hombre cabal, de fe acendrada y lleno del Espíritu Santo. Y fueron muchos los que allí se unieron al Señor.
25 Bernabé marchó después a Tarso en busca de Saulo. 26 Cuando lo encontró, lo llevó consigo a Antioquía. Y a lo largo de todo un año trabajaron los dos juntos en aquella iglesia, instruyendo en la fe a un buen número de personas. Fue precisamente en Antioquía donde por primera vez se llamó “cristianos” a los discípulos [de Jesús]. 27 Por aquellos días llegaron a Antioquía unos hermanos de Jerusalén que tenían el don de profecía. 28 Uno de ellos llamado Agabo, impulsado por el Espíritu, anunció que iba a sobrevenir una gran escasez en el mundo entero (la cual, en efecto, tuvo lugar durante el reinado de Claudio). 29 Decidieron, pues, los fieles, conforme a las posibilidades de cada uno, enviar ayuda para atender a las necesidades de los hermanos residentes en Judea. 30 Y así lo hicieron, y remitieron dicha ayuda a los dirigentes por conducto de Bernabé y Saulo.
No pueden ir a donde yo voy
21 Jesús volvió a decirles:
— Yo me voy. Ustedes me buscarán, pero morirán en su pecado; y a donde yo voy, ustedes no pueden ir.
22 Los judíos comentaban entre sí:
— ¿Pensará suicidarse, y por eso dice: “A donde yo voy ustedes no pueden ir”?
23 Jesús aclaró:
— Ustedes pertenecen a este mundo de abajo; yo pertenezco al de arriba. Ustedes son de este mundo; yo no. 24 Por eso les he dicho que morirán en sus pecados. Porque si no creen que “yo soy”, morirán en sus pecados.
25 Los judíos le preguntaron entonces:
— Pero ¿quién eres tú?
Jesús les respondió:
— ¿No es eso lo que les vengo diciendo desde el principio? 26 Tengo muchas cosas que decir de ustedes, y muchas que condenar. Pero lo que digo al mundo es lo que oí al que me envió, y él dice la verdad.
27 Ellos no cayeron en la cuenta de que les estaba hablando del Padre; 28 así que Jesús añadió:
— Cuando ustedes levanten en alto al Hijo del hombre, entonces reconocerán que “yo soy” y que no hago nada por mi propia cuenta; lo que aprendí del Padre, eso enseño. 29 El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada.
30 Al oírlo hablar así, muchos creyeron en él.
La verdad que libera
31 Dirigiéndose a los judíos que habían creído en él, dijo Jesús:
— Si se mantienen fieles a mi mensaje, serán verdaderamente mis discípulos, 32 conocerán la verdad y la verdad los hará libres.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España