Book of Common Prayer
Al director musical. Salmo de David.
41 Dios bendice a los que son buenos con los pobres. El Señor los libra en tiempo de angustia. 2 Los protege y los mantiene vivos; los prospera y los libra de sus enemigos. 3 Los cuida en sus enfermedades, y alivia sus dolores y preocupaciones.
4 Oré diciendo: «Señor, ten piedad y sáname, pues he pecado contra ti». 5 Pero mis enemigos dicen: «Ojalá muera pronto y caiga en el olvido». 6 ¡Qué amistosos se muestran cuando me visitan! Y cuando se van, salen a contar las calumnias que recogieron. Y cuando se van, se ríen y se burlan. 7 Susurran entre ellos imaginando lo peor de mí. 8 «Tenga lo que tenga, es sin remedio»; dicen. «¡De esa cama no se levantará!».
9 Hasta mi mejor amigo se ha vuelto contra mí; el hombre en quien yo confiaba; ¡con el que compartía el pan! 10 ¡Señor, no me abandones! Muéstrate benigno y sáname, Señor, para que pueda darles su merecido. 11 Veo que estás contento de mí porque no has permitido que mis enemigos me derroten. 12 Me has preservado por mi honradez; has permitido que para siempre esté en presencia tuya.
13 ¡Bendigan al Señor, al Dios de Israel, cuya existencia data de un eterno pasado, y se extiende a un eterno porvenir! ¡Así sea! ¡Amén!
Al director musical. Masquil de David, cuando Doeg el edomita fue a informarle a Saúl: «David ha ido a la casa de Ajimélec».
52 Tú te las das de héroe, ¿verdad? Te alabas por este crimen que cometiste contra el pueblo de Dios. 2 Todo el día tramas destrucción. Tu lengua como navaja afilada, es experta en decir mentiras. 3 ¡Amas la perversidad más que el bien! ¡Y la mentira más que la verdad! 4 Te gusta decir lo que causa daño a los demás, mentiroso.
5 Pero Dios te derribará de un golpe; te echará de tu casa; a rastras te sacará de la tierra de los vivientes. 6 Los justos lo verán y se asombrarán. Entonces reirán y dirán: 7 «Miren lo que les ocurre a quienes desprecian a Dios, confían en su riqueza y se vuelven cada vez más atrevidos en su maldad».
8 Pero yo soy como olivo que florece en la casa del Señor. Confío en el gran amor de Dios para siempre jamás. 9 Señor, te alabaré eternamente por tus obras. Y esperaré tus misericordias, en la presencia de tu pueblo.
Al director musical. Masquil de los hijos de Coré.
44 Oh Dios, hemos oído de las proezas que realizaste en días antiguos. 2 Nuestros antepasados nos han contado cómo echaste a las naciones paganas de esta tierra, y nos la diste toda, extendiendo a Israel de un extremo al otro del país. 3 No fue con su espada, ni por su propia fuerza y habilidad que vencieron, sino por tu gran poder y porque tú les sonreíste y los favoreciste.
4 Tú eres mi rey y mi Dios. Ordena victorias para tu pueblo. 5 Porque sólo por tu poder y mediante tu nombre pisoteamos a nuestros enemigos y los hacemos retroceder. 6 No confío yo en mis armas: jamás podrían salvarme. 7 Sólo tú puedes darnos el triunfo sobre aquellos que nos odian y humillarlos.
8 ¡Dios, por siempre te glorificaremos! ¡Por siempre alabaremos tu nombre! 9 Y sin embargo, por un tiempo, Señor, nos has echado a un lado con deshonra, sin salir con nuestros ejércitos a la batalla. 10 Nos hiciste retroceder ante nuestros enemigos. Los que están en contra nuestra, han saqueado nuestros campos. 11 Nos has tratado como ovejas de matadero, y nos esparciste entre las naciones. 12 Nos vendiste, a tu pueblo amado, por una insignificancia. Consideraste que nada valíamos. 13 Las naciones vecinas se ríen y se mofan de nosotros por todo el mal que nos has enviado. 14 Nos has convertido en el hazmerreír de las naciones; todos los pueblos se burlan de nosotros. 15 Soy constante objeto de humillación; se me cae la cara de vergüenza. 16 Todo lo que escucho son las burlas de los que me quieren poner en ridículo. Todo lo que veo son los deseos de venganza de mis enemigos.
17 Todo esto nos ha sucedido, a pesar de que nunca te olvidamos ni faltamos jamás a tu pacto. 18 Nuestros corazones no te han abandonado, no nos hemos apartado ni un paso de tu senda. 19 Sin embargo, nos castigas en inhóspito desierto y nos envías las tinieblas y la muerte. 20 Si hubiéramos dejado de adorar a nuestro Dios o hubiéramos alzado nuestras manos en oración a dioses extraños, 21 ¿no lo sabría Dios? Sí, él conoce los secretos de cada corazón. 22 Por tu causa, cada día nos llevan a la muerte; nos tratan como oveja para el matadero.
23 ¡Despierta! ¡Levántate! ¡No duermas, Señor! ¿Nos has desechado para siempre? 24 ¿Por qué apartas la mirada? ¿Por qué te desentiendes de nuestros dolores y opresión? 25 Estamos postrados con el rostro en el polvo. 26 ¡Levántate, Señor, y acude en nuestra ayuda! Sálvanos por tu gran amor.
El pecado de Acán
7 Hubo un gran pecado entre los israelitas. Alguien desobedeció el mandato de Dios de destruir todo salvo lo que estaba reservado para los tesoros del Señor. Acán, hijo de Carmí, nieto de Zabdí y bisnieto de Zera, de la tribu de Judá, tomó parte del botín para sí, y el Señor se enojó con toda la nación a causa de esto.
La derrota en Hai
2 Poco después de la derrota de Jericó, Josué envió a sus hombres a reconocer la ciudad de Hai que queda al oriente de Betel. 3 A su regreso le dijeron a Josué: «Es una ciudad pequeña y bastará con dos o tres mil hombres para destruirla; no es necesario que vayamos todos nosotros a tomarla».
4 Mandaron, pues, a unos tres mil soldados a tomarla, y fueron completamente derrotados. 5 Unos treinta y seis israelitas murieron durante el ataque, y muchos otros murieron mientras huían perseguidos por los hombres de Hai por toda la bajada hasta Sebarim. El pueblo israelita se paralizó de temor ante estos acontecimientos. 6 Josué y los ancianos de Israel rasgaron su ropa y se postraron delante del cofre del Señor echando polvo sobre sus cabezas. 7 Josué clamó al Señor:
―Oh Señor, ¿por qué nos hiciste cruzar el río Jordán si ibas a permitir que los amorreos nos dieran muerte? ¿Por qué no nos quedamos en la otra orilla? 8 Oh Señor, ¿qué voy a hacer ahora que Israel ha huido delante de sus enemigos? 9 Porque cuando los cananeos y los demás pueblos cercanos lo oigan, nos rodearán, nos atacarán y nos exterminarán. Y cuando esto ocurra, ¿qué habrá de la honra que merece tu gran nombre?
10 Pero el Señor le dijo a Josué:
―Levántate, ¿por qué estás postrado? 11 Israel ha pecado y ha desobedecido mis órdenes, y ha tomado botín cuando yo les dije que no lo tomaran. No solamente lo han tomado, sino que han mentido acerca de ello y lo han escondido entre sus pertenencias. 12 Por esta razón Israel está siendo derrotado, por esta razón tus hombres están huyendo delante de sus enemigos. ¡Están malditos! No permaneceré con ustedes a menos que se libren completamente de este pecado. 13 Levántate y dile al pueblo: Cada uno de ustedes debe pasar por los ritos de la purificación en preparación para mañana, porque el Señor su Dios dice que alguien ha robado lo que a él le pertenecía y no podremos derrotar a nuestros enemigos hasta que acabemos con este pecado.
La responsabilidad hacia los demás
8 No tengan deudas con nadie, excepto las deudas de amor hacia otros. De hecho, quien ama al prójimo ha cumplido la ley, 9 porque los mandamientos dicen: «No cometas adulterio», «no mates», «no robes», «no codicies»; esos, y todos los demás mandamientos, se resumen en este otro: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». 10 El que ama no le hace mal a nadie y, por eso mismo, el que ama cumple perfectamente la ley.
11 Tenemos que vivir así, sabiendo que el tiempo vuela. ¡Despertemos! Nuestra salvación está más cerca ahora que cuando creímos por primera vez. 12 La noche ya está terminando y el nuevo día despuntará pronto. Por eso, dejemos de actuar en las tinieblas y vistámonos la armadura de la luz. 13 Seamos siempre decentes, como si anduviéramos a la luz del día. No gastemos el tiempo en orgías y borracheras, ni en inmoralidades sexuales y libertinajes, ni en pleitos y envidias. 14 Más bien, revístanse ustedes del Señor Jesucristo, y no busquen satisfacer los deseos de su naturaleza pecadora.
Jesús en Getsemaní
36 Entonces se los llevó al huerto de Getsemaní, y les pidió que se sentaran y lo esperaran mientras entraba al huerto a orar. 37 Entró con Pedro y los dos hijos de Zebedeo (Jacobo y Juan). Ya a solas los cuatro, se fue llenando de indescriptible tristeza y de profunda angustia.
38 «Tengo el alma llena de tristeza y angustia mortal. Quédense aquí conmigo. No se duerman».
39 Se apartó un poco, se postró rostro en tierra y oró:
«Padre mío, si es posible, aparta de mí esta copa. Pero hágase lo que tú quieres y no lo que quiera yo».
40 Cuando fue adonde había dejado a los tres discípulos, los halló dormidos.
«Pedro —dijo—, ¿no pudieron quedarse despiertos conmigo ni siquiera una hora? 41 Manténganse despiertos y oren, para que la tentación no los venza. Porque es cierto que el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil».
42 Y se apartó de nuevo a orar:
«Padre mío, si no puedes apartar de mí esta copa, hágase tu voluntad».
43 Se volvió de nuevo a ellos y los halló dormidos por segunda vez. ¡Tan agotados estaban! 44 Entonces regresó a orar por tercera vez la misma oración. 45 Cuando volvió a los discípulos les dijo:
«Duerman, descansen…, pero no, ha llegado la hora. Me van a entregar en manos de los pecadores. 46 Levántense, vámonos. El traidor se acerca».
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