Book of Common Prayer
Alabanza a la ciudad de Dios
(1a) Salmo y cántico de los hijos de Coré.
87 (1b) Los cimientos de la ciudad de Dios
están sobre los montes santos.
2 El Señor ama las puertas de Sión
más que a todas las casas de Jacob.
3 Ciudad de Dios,
qué cosas tan hermosas se dicen de ti:
4 «Entre los pueblos que me conocen
puedo nombrar a Egipto y Babilonia,
Filistea, Tiro y Etiopía;
todos ellos nacieron en ti.»
5 De la ciudad de Sión dirán:
«Éste y aquél nacieron en ella.»
El Altísimo mismo la ha afirmado.
6 El Señor escribe en el libro
donde constan los nombres de los pueblos:
«Éste nació en ella.»
7 Y los que cantan y los que bailan dicen:
«Mi hogar está en ti.»
Eternidad de Dios y fragilidad del hombre
(1a) Oración de Moisés, el hombre de Dios.
90 (1b) Señor, tú has sido nuestro refugio
por todas las edades.
2 Desde antes que se formaran los montes
y que existieran la tierra y el mundo,
desde los tiempos antiguos
y hasta los tiempos postreros,
tú eres Dios.
3 Haces que el hombre vuelva al polvo
cuando dices: «Vuelvan al polvo, seres humanos.»
4 En verdad, mil años, para ti,
son como el día de ayer, que pasó.
¡Son como unas cuantas horas de la noche!
5 Arrastras a los hombres con violencia,
cual si fueran sólo un sueño;
6 son como la hierba, que brota y florece a la mañana,
pero a la tarde se marchita y muere.
7 En verdad, tu furor nos consume,
¡nos deja confundidos!
8 Nuestros pecados y maldades
quedan expuestos ante ti.
9 En verdad, toda nuestra vida
termina a causa de tu enojo;
nuestros años se van como un suspiro.
10 Setenta son los años que vivimos;
los más fuertes llegan hasta ochenta;
pero el orgullo de vivir tanto
sólo trae molestias y trabajo.
¡Los años pronto pasan, lo mismo que nosotros!
11 ¿Quién conoce la violencia de tu enojo?
¿Quién conoce tu furor?
12 Enséñanos a contar bien nuestros días,
para que nuestra mente alcance sabiduría.
13 ¡Señor, vuélvete a nosotros!
¿Cuánto más tardarás?
¡Ten compasión de estos siervos tuyos!
14 Llénanos de tu amor al comenzar el día,
y alegres cantaremos toda nuestra vida.
15 Danos tantos años de alegría
como los años de aflicción que hemos tenido.
16 ¡Haz que tus siervos y sus descendientes
puedan ver tus obras y tu gloria!
17 Que la bondad del Señor, nuestro Dios,
esté sobre nosotros.
¡Afirma, Señor, nuestro trabajo!
¡Afirma, sí, nuestro trabajo!
Amor eterno de Dios a Israel
136 Den gracias al Señor, porque él es bueno,
porque su amor es eterno.
2 Den gracias al Dios de dioses,
porque su amor es eterno.
3 Den gracias al Señor de señores,
porque su amor es eterno.
4 Al único que hace grandes maravillas,
porque su amor es eterno.
5 Al que hizo los cielos con sabiduría,
porque su amor es eterno.
6 Al que extendió la tierra sobre las aguas,
porque su amor es eterno.
7 Al que hizo el sol y la luna,
porque su amor es eterno:
8 el sol, para alumbrar de día,
porque su amor es eterno;
9 la luna y las estrellas, para alumbrar de noche,
porque su amor es eterno.
10 Al que hirió al primer hijo de toda familia egipcia,
porque su amor es eterno.
11 Al que sacó de Egipto a los israelitas,
porque su amor es eterno;
12 extendiendo su brazo con gran poder,
porque su amor es eterno.
13 Al que partió en dos el Mar Rojo,
porque su amor es eterno.
14 Al que hizo pasar a Israel por en medio del mar,
porque su amor es eterno.
15 Al que hundió en el Mar Rojo al Faraón y su ejército,
porque su amor es eterno.
16 Al que llevó a su pueblo por el desierto,
porque su amor es eterno.
17 Al que hirió de muerte a grandes reyes,
porque su amor es eterno.
18 Al que a reyes poderosos quitó la vida,
porque su amor es eterno:
19 a Sihón, el rey amorreo,
porque su amor es eterno;
20 y a Og, el rey de Basán,
porque su amor es eterno.
21 Al que repartió la tierra de esos reyes,
porque su amor es eterno,
22 y la dio como herencia a su siervo Israel,
porque su amor es eterno.
23 Al que nos recuerda cuando estamos abatidos,
porque su amor es eterno.
24 Al que nos libra de nuestros enemigos,
porque su amor es eterno.
25 Al que da de comer a hombres y animales,
porque su amor es eterno.
26 ¡Den gracias al Dios del cielo,
porque su amor es eterno!
31 Pero los que habían ido con él respondieron:
—¡No, no podemos atacar a esa gente! Ellos son más fuertes que nosotros.
32 Y se pusieron a decir a los israelitas que el país que habían ido a explorar era muy malo. Decían:
—La tierra que fuimos a explorar mata a la gente que vive en ella, y todos los hombres que vimos allá eran enormes. 33 Vimos también a los gigantes, a los descendientes de Anac. Al lado de ellos nos sentíamos como langostas, y así nos miraban ellos también.
Los israelitas se rebelan contra el Señor(A)
14 Entonces los israelitas comenzaron a gritar, y aquella noche se la pasaron llorando. 2 Todos ellos se pusieron a hablar mal de Moisés y de Aarón. Decían: «¡Ojalá hubiéramos muerto en Egipto, o aquí en el desierto! 3 ¿Para qué nos trajo el Señor a este país? ¿Para morir en la guerra, y que nuestras mujeres y nuestros hijos caigan en poder del enemigo? ¡Más nos valdría regresar a Egipto!» 4 Y empezaron a decirse unos a otros: «¡Pongamos a uno de jefe y volvamos a Egipto!»
5 Moisés y Aarón se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente delante de todo el pueblo, 6 y Josué y Caleb, que habían estado explorando el país, se rasgaron la ropa en señal de dolor 7 y dijeron a todos los israelitas:
—¡La tierra que fuimos a explorar es excelente! 8 Si el Señor nos favorece, nos ayudará a entrar a esa tierra y nos la dará. Es un país donde la leche y la miel corren como el agua. 9 Pero no se rebelen contra el Señor, ni le tengan miedo a la gente de ese país, porque ellos van a ser pan comido para nosotros; a ellos no hay quien los proteja, mientras que nosotros tenemos de nuestra parte al Señor. ¡No tengan miedo!
10 A pesar de esto, la gente quería apedrearlos. Entonces la gloria del Señor se apareció en la tienda del encuentro, a la vista de todos los israelitas, 11 y el Señor dijo a Moisés:
—¿Hasta cuándo va a seguir menospreciándome este pueblo? ¿Hasta cuándo van a seguir dudando de mí, a pesar de los milagros que he hecho entre ellos? 12 Les voy a enviar una epidemia mortal que les impida tomar posesión de esa tierra; pero de ti haré un pueblo más grande y más fuerte que ellos.
13 Pero Moisés respondió al Señor:
—Tú, con tu poder, sacaste de Egipto a este pueblo. Cuando los egipcios sepan lo que vas a hacer, 14 se lo contarán a los habitantes del país de Canaán. Ellos también han oído decir que tú, Señor, estás en medio de este pueblo, que te dejas ver cara a cara y tu nube está sobre ellos, y que de día vas delante de ellos en una columna de nube y de noche en una columna de fuego. 15 Si matas a este pueblo de un solo golpe, las naciones que saben de tu fama van a decir: 16 “El Señor no pudo hacer que este pueblo entrara en la tierra que había jurado darles, y por eso los mató en el desierto.” 17 Por eso, Señor, muestra ahora tu gran poder, tal como lo has prometido. Tú has dicho 18 que no te enojas fácilmente, que es muy grande tu amor y que perdonas la maldad y la rebeldía, aunque no dejas sin castigo al culpable, sino que castigas la maldad de los padres en los hijos, los nietos, los bisnietos y los tataranietos. 19 Puesto que tu amor es tan grande, perdónale a este pueblo su maldad, ya que has tenido paciencia con ellos desde Egipto hasta este lugar.
El Señor castiga a los israelitas(B)
20 El Señor respondió:
—Bien, yo los perdono, tal como me lo pides. 21 Pero, eso sí, tan cierto como que yo vivo y que mi gloria llena toda la tierra, 22 ninguno de los que han visto mi gloria y los milagros que hice en Egipto y en el desierto, y que me han puesto a prueba una y otra vez en el desierto y no han querido obedecer mis órdenes, 23 ninguno de ellos verá la tierra que prometí a sus antepasados. Ninguno de los que me han menospreciado la verá. 24 Solamente mi siervo Caleb ha tenido un espíritu diferente y me ha obedecido fielmente. Por eso a él sí lo dejaré entrar en el país que fue a explorar, y sus descendientes se establecerán allí. 25 (Los amalecitas y los cananeos viven en la llanura.) En cuanto a ustedes, den la vuelta mañana y sigan por el desierto en dirección al Mar Rojo.
Todos han pecado
9 ¿Qué pues? ¿Tenemos nosotros, los judíos, alguna ventaja sobre los demás? ¡Claro que no! Porque ya hemos demostrado que todos, tanto los judíos como los que no lo son, están bajo el poder del pecado, 10 pues las Escrituras dicen:
«¡No hay ni uno solo que sea justo!
11 No hay quien tenga entendimiento;
no hay quien busque a Dios.
12 Todos se han ido por mal camino;
todos por igual se han pervertido.
¡No hay quien haga lo bueno!
¡No hay ni siquiera uno!
13 Su garganta es un sepulcro abierto,
su lengua es mentirosa,
sus labios esconden veneno de víbora
14 y su boca está llena de maldición y amargura.
15 Sus pies corren ágiles a derramar sangre;
16 destrucción y miseria hay en sus caminos,
17 y no conocen el camino de la paz.
18 Jamás tienen presente que hay que temer a Dios.»
19 Sabemos que todo lo que dice el libro de la ley, lo dice a quienes están sometidos a ella, para que todos callen y el mundo entero caiga bajo el juicio de Dios; 20 porque nadie podrá decir que ha cumplido la ley y que Dios debe reconocerlo como justo, ya que la ley solamente sirve para hacernos saber que somos pecadores.
Jesús enseña sobre el divorcio(A)
19 Después de decir estas cosas, Jesús se fue de Galilea y llegó a la región de Judea que está al oriente del Jordán. 2 Mucha gente lo siguió, y allí sanó a los enfermos.
3 Algunos fariseos se acercaron a Jesús y, para tenderle una trampa, le preguntaron:
—¿Le está permitido a uno divorciarse de su esposa por un motivo cualquiera?
4 Jesús les contestó:
—¿No han leído ustedes en la Escritura que el que los creó en el principio, “hombre y mujer los creó”? 5 Y dijo: “Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos serán como una sola persona.” 6 Así que ya no son dos, sino uno solo. De modo que el hombre no debe separar lo que Dios ha unido.
7 Ellos le preguntaron:
—¿Por qué, pues, mandó Moisés darle a la esposa un certificado de divorcio, y despedirla así?
8 Jesús les dijo:
—Precisamente por lo tercos que son ustedes, Moisés les permitió divorciarse de su esposa; pero al principio no fue de esa manera. 9 Yo les digo que el que se divorcia de su esposa, a no ser en el caso de una unión ilegal, y se casa con otra, comete adulterio.
10 Le dijeron sus discípulos:
—Si éste es el caso del hombre en relación con su esposa, no conviene casarse.
11 Jesús les contestó:
—No todos pueden comprender esto, sino únicamente aquellos a quienes Dios les ha dado que lo comprendan. 12 Hay diferentes razones que impiden a los hombres casarse: unos ya nacen incapacitados para el matrimonio, a otros los incapacitan los hombres, y otros viven como incapacitados por causa del reino de los cielos. El que pueda entender esto, que lo entienda.
Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.