Book of Common Prayer
Comenzando el día con Dios
(1) Del maestro de coro, para flautas. Salmo de David.
5 (2-3) Señor, Rey mío y Dios mío,
escucha mis palabras,
atiende a mis gemidos,
oye mis súplicas,
pues a ti elevo mi oración.
3 (4) De mañana escuchas mi voz;
muy temprano te expongo mi caso,
y quedo esperando tu respuesta.
4 (5) No eres tú un Dios que se complace en lo malo;
los malvados no pueden vivir a tu lado,
5 (6) ni en tu presencia hay lugar para los orgullosos.
Tú odias a los malhechores,
6 (7) destruyes a los mentirosos y rechazas a los traidores y asesinos.
7 (8) En cambio yo, por tu gran amor,
puedo entrar en tu templo;
¡puedo adorarte con toda reverencia
mirando hacia tu santo templo!
8 (9) Señor, por causa de mis enemigos
guíame en tu justicia,
llévame por el buen camino.
9 (10) Ellos nunca hablan con sinceridad;
¡están corrompidos por dentro!
Sepulcro abierto es su garganta;
¡su lengua es mentirosa!
10 (11) ¡Castígalos, Dios mío!
¡Haz que fracasen sus intrigas!
Recházalos por sus muchos pecados,
porque se han rebelado contra ti.
11 (12) Alégrense los que buscan tu protección;
canten siempre de alegría
porque tú los proteges.
Los que te aman, se alegran por causa tuya,
12 (13) pues tú, Señor, bendices al que es fiel;
tu bondad lo rodea como un escudo.
Oración en momentos de angustia
(1) Del maestro de coro, con instrumentos de ocho cuerdas. Salmo de David.
6 (2) Señor,
no me reprendas en tu enojo,
no me castigues en tu furor.
2 (3) Señor, ten compasión de mí,
pues me siento sin fuerzas.
Señor, devuélveme la salud,
pues todo el cuerpo me tiembla.
3 (4) ¡Estoy temblando de miedo!
Y tú, Señor, ¿cuándo vendrás?
4 (5) Ven, Señor, ¡salva mi vida!,
¡sálvame, por tu amor!
5 (6) Nadie que esté muerto puede acordarse de ti;
¿quién podrá alabarte en el sepulcro?
6 (7) Estoy cansado de llorar.
Noche tras noche lloro tanto
que inundo de lágrimas mi almohada.
7 (8) El dolor me nubla la vista;
¡se me nubla por culpa de mis enemigos!
8 (9) ¡Apártense de mí, malhechores,
que el Señor ha escuchado mis sollozos!
9 (10) El Señor ha escuchado mis ruegos,
¡el Señor ha aceptado mi oración!
10 (11) Mis enemigos, muertos de miedo,
quedarán en ridículo;
¡en un abrir y cerrar de ojos huirán avergonzados!
Oración pidiendo la ayuda de Dios
10 Señor, ¿por qué te quedas tan lejos?,
¿por qué te escondes en tiempos de angustia?
2 Con altanería, el malvado
persigue rabiosamente al humilde;
pero ha de quedar atrapado
en las trampas que él mismo ha puesto.
3 El malvado se jacta de sus propios deseos;
el ambicioso maldice y desprecia al Señor.
4 Levanta insolente la nariz, y dice:
«No hay Dios. No hay quien me pida cuentas.»
Eso es todo lo que piensa.
5 Siempre tiene éxito en lo que hace.
Para él, tus juicios están lejos,
muy lejos de su vista.
Se burla de sus enemigos,
6 y piensa que nadie lo hará caer,
que jamás tendrá problemas.
7 Su boca está llena de maldiciones,
de mentiras y de ofensas;
sus palabras ocultan opresión y maldad.
8 Se pone al acecho, por las aldeas,
y a escondidas mata al inocente.
No pierde de vista al indefenso:
9 como si fuera un león en su cueva,
espía al pobre desde su escondite,
esperando el momento de caer sobre él,
y cuando lo atrapa, lo arrastra en su red.
10 Se agacha, se encoge,
y caen en sus garras los indefensos.
11 El malvado cree que Dios se olvida,
que se tapa la cara y que nunca ve nada.
12 ¡Levántate, Señor, levanta tu brazo!
¡No olvides a los afligidos!
13 ¿Por qué, Dios mío, han de burlarse los malos,
pensando que no habrás de pedirles cuentas?
14 Tú mismo has visto su irritante maldad;
¡la has visto, y les darás su merecido!
A ti se acogen los indefensos;
tú eres la ayuda de los huérfanos.
15 ¡Rómpeles el brazo a los malvados!
¡Pídeles cuentas de su maldad
hasta que no quede nada pendiente!
16 El Señor es el Rey eterno;
¡los paganos serán echados de su país!
17 Señor, tú escuchas la oración de los humildes,
tú los animas y los atiendes.
18 Haz justicia al huérfano y al oprimido:
¡que el hombre, hecho de tierra,
no vuelva a sembrar el terror!
Plena confianza en el Señor
(1a) Del maestro de coro. De David.
11 (1b) Yo busco mi refugio en el Señor.
Es por demás que me digan:
«Huye a los montes, como las aves.
2 Fíjate en los malvados:
ponen la flecha en la cuerda,
tensan el arco
y, desde un lugar escondido,
disparan contra los hombres honrados.
3 Y cuando las bases mismas se vienen abajo,
¿qué puede hacer el hombre honrado?»
4 El Señor está en su santo templo.
El Señor tiene su trono en el cielo,
y con ojos bien abiertos
vigila atentamente a los hombres.
5 El Señor vigila a justos y a malvados,
y odia con toda su alma
a los que aman la violencia.
6 El Señor hará llover sobre los malos
brasas, fuego y azufre,
y traerá un viento que todo lo quemará.
¡El Señor les dará su merecido!
7 El Señor es justo
y ama lo que es justo;
¡por eso lo verán cara a cara los sinceros!
El canto de Moisés
15 Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor:
«Cantaré en honor del Señor,
que tuvo un triunfo maravilloso
al hundir en el mar caballos y jinetes.
2 Mi canto es al Señor,
quien es mi fuerza y salvación.
Él es mi Dios, y he de alabarlo;
es el Dios de mi padre, y he de enaltecerlo.
3 El Señor es un gran guerrero.
El Señor, ¡ése es su nombre!
4 El Señor hundió en el mar
los carros y el ejército del faraón;
¡sus mejores oficiales
se ahogaron en el Mar Rojo!
5 Cayeron hasta el fondo, como piedras,
y el mar profundo los cubrió.
6 Oh, Señor, fue tu mano derecha,
fuerte y poderosa,
la que destrozó al enemigo.
7 Con tu gran poder aplastaste
a los que se enfrentaron contigo;
se encendió tu enojo,
y ellos ardieron como paja.
8 Soplaste con furia, y el agua se amontonó;
las olas se levantaron como un muro;
¡el centro del mar profundo se quedó inmóvil!
9 El enemigo había pensado:
“Los voy a perseguir hasta alcanzarlos,
y voy a repartir lo que les quite
hasta quedar satisfecho.
Sacaré la espada,
y mi brazo los destruirá.”
10 Pero soplaste, y el mar se los tragó;
se hundieron como plomo en el agua tempestuosa.
11 Oh, Señor,
¡ningún dios puede compararse a ti!
¡Nadie es santo ni grande como tú!
¡Haces cosas maravillosas y terribles!
¡Eres digno de alabanza!
12 ¡Desplegaste tu poder
y se los tragó la tierra!
13 Con tu amor vas dirigiendo
a este pueblo que salvaste;
con tu poder lo llevas a tu santa casa.
14 Las naciones temblarán cuando lo sepan,
los filisteos se retorcerán de dolor,
15 los capitanes de Edom se quedarán sin aliento,
los jefes de Moab temblarán de miedo,
y perderán el valor todos los cananeos.
16 Oh, Señor,
¡que se asusten!, ¡que tengan miedo!,
¡que se queden como piedras
por la fuerza de tu brazo,
hasta que haya pasado tu pueblo,
el pueblo que has hecho tuyo!
17 Oh, Señor,
llévanos a vivir a tu santo monte,
al lugar que escogiste para vivir,
al santuario que afirmaste con tus manos.
18 ¡El Señor reina por toda la eternidad!»
El canto de María
19 Cuando los carros y la caballería del faraón entraron en el mar, el Señor hizo que el agua del mar les cayera encima; pero los israelitas cruzaron el mar como por tierra seca. 20 Entonces la profetisa María, hermana de Aarón, tomó una pandereta, y todas las mujeres la siguieron, bailando y tocando panderetas, 21 mientras ella les cantaba:
«Canten en honor al Señor,
que tuvo un triunfo maravilloso
al hundir en el mar caballos y jinetes.»
13 Por eso, estén preparados y usen de su buen juicio. Pongan toda su esperanza en lo que Dios en su bondad les va a dar cuando Jesucristo aparezca.
Dios nos llama a una vida santa
14 Como hijos obedientes, no vivan conforme a los deseos que tenían antes de conocer a Dios. 15 Al contrario, vivan de una manera completamente santa, porque Dios, que los llamó, es santo; 16 pues la Escritura dice: «Sean ustedes santos, porque yo soy santo.»
17 Si ustedes llaman «Padre» a Dios, que juzga a cada uno según sus hechos y sin parcialidad, deben mostrarle reverencia durante todo el tiempo que vivan en este mundo. 18 Pues Dios los ha rescatado a ustedes de la vida sin sentido que heredaron de sus antepasados; y ustedes saben muy bien que el costo de este rescate no se pagó con cosas corruptibles, como el oro o la plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, que fue ofrecido en sacrificio como un cordero sin defecto ni mancha. 20 Cristo había sido destinado para esto desde antes que el mundo fuera creado, pero en estos tiempos últimos ha aparecido para bien de ustedes. 21 Por medio de Cristo, ustedes creen en Dios, el cual lo resucitó y lo glorificó; así que ustedes han puesto su fe y su esperanza en Dios.
22 Ahora ustedes, al obedecer al mensaje de la verdad, se han purificado para amar sinceramente a los hermanos. Así que deben amarse unos a otros con corazón puro y con todas sus fuerzas. 23 Pues ustedes han vuelto a nacer, y esta vez no de padres humanos y mortales, sino de la palabra de Dios, que es viva y permanente. 24 Porque la Escritura dice:
«Todo hombre es como hierba,
y su grandeza es como la flor de la hierba.
La hierba se seca y la flor se cae,
25 pero la palabra del Señor permanece para siempre.»
Y esta palabra es el evangelio que se les ha anunciado a ustedes.
18 »No los voy a dejar huérfanos; volveré para estar con ustedes. 19 Dentro de poco, los que son del mundo ya no me verán; pero ustedes me verán, y vivirán porque yo vivo. 20 En aquel día, ustedes se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre, y ustedes están en mí, y yo en ustedes. 21 El que recibe mis mandamientos y los obedece, demuestra que de veras me ama. Y mi Padre amará al que me ama, y yo también lo amaré y me mostraré a él.
22 Judas (no el Iscariote) le preguntó:
—Señor, ¿por qué vas a mostrarte a nosotros y no a la gente del mundo?
23 Jesús le contestó:
—El que me ama, hace caso de mi palabra; y mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a vivir con él. 24 El que no me ama, no hace caso de mis palabras. Las palabras que ustedes están escuchando no son mías, sino del Padre, que me ha enviado.
25 »Les estoy diciendo todo esto mientras estoy con ustedes; 26 pero el Defensor, el Espíritu Santo que el Padre va a enviar en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho.
27 »Les dejo la paz. Les doy mi paz, pero no se la doy como la dan los que son del mundo. No se angustien ni tengan miedo. 28 Ya me oyeron decir que me voy y que vendré para estar otra vez con ustedes. Si de veras me amaran, se habrían alegrado al saber que voy al Padre, porque él es más que yo. 29 Les digo esto de antemano para que, cuando suceda, entonces crean.
30 »Ya no hablaré mucho con ustedes, porque viene el que manda en este mundo. Aunque no tiene ningún poder sobre mí, 31 así tiene que ser, para que el mundo sepa que yo amo al Padre y que hago lo que él me ha mandado.
»Levántense. Vámonos de aquí.
Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.