Book of Common Prayer
1 Dichosos todos aquellos que no siguen el consejo de los malvados, ni se detienen en la senda de los pecadores, ni cultivan la amistad de los blasfemos, 2 sino que se deleitan en la ley del Señor, la meditan día y noche. 3 Son como árboles junto a las riberas de un río, que no dejan de dar delicioso fruto cada estación. Sus hojas nunca se marchitan y todo lo que hacen prospera.
4 ¡Qué distinto el caso de los malvados! Son como la paja que el viento arrastra. 5 Por eso, los malvados no se sostendrán en el juicio, ni serán contados entre los buenos.
6 Porque el Señor protege los pasos de los justos; pero los pasos de los impíos conducen a la perdición.
2 ¿Por qué se unen las naciones en contra del Señor y en vano conspiran? 2 Los reyes de la tierra se preparan para la batalla; los gobernantes se asocian contra el Señor y contra su ungido. 3 «Vamos, rompamos sus cadenas», dicen, «liberémonos de la esclavitud de Dios».
4 ¡Pero el Señor de los cielos se ríe! Se burla de ellos. 5 Y luego, con ardiente furia los reprende y los llena de espanto. 6 El Señor declara: «Este es el rey que he elegido. Lo he puesto en el trono de Jerusalén, mi santo monte».
7 Su elegido responde: «Yo revelaré los eternos propósitos de Dios, pues el Señor me ha dicho: “Tú eres mi hijo. Hoy mismo te he concebido. 8 Pídeme, y te daré como herencia todas las naciones del mundo. ¡Tuyos serán los confines de la tierra! 9 ¡Gobiérnalas con vara de hierro; rómpelas como vasijas de barro!”».
10 Ustedes, los reyes, obren sabiamente. 11 Sirvan al Señor con temor reverente; con temblor ríndale alabanza. 12 Bésenle los pies, antes que se encienda su ira y perezcan en el camino, pues su ira se inflama de repente. ¡Dichosos los que en él buscan el refugio!
Salmo de David, cuando huía de su hijo Absalón.
3 ¡Oh Señor, muchos son mis enemigos! ¡Muchos están contra mí! 2 Muchos dicen que Dios jamás me ayudará 3 Pero, Señor, tú eres mi escudo, mi gloria, tú mantienes en alto mi cabeza.
4 Clamé al Señor a voz en cuello, y él me respondió desde su monte santo. 5 Luego me acosté y dormí en paz, y desperté a salvo, porque el Señor velaba por mí. 6 Y ahora, aunque diez mil adversarios me tengan cercado, no tengo miedo. 7 «¡Levántate, oh Señor! ¡Sálvame, Dios mío!». ¡Rómpele la quijada a mi enemigo! ¡Rómpele los dientes a los malvados!
8 La salvación viene de Dios. Envía su bendición a todo su pueblo.
Al director musical. Acompáñese con instrumentos de cuerda. Salmo de David.
4 Responde a mi clamor, Dios mío y defensor mío. Alivia mi pena. Ten piedad de mí; escucha mi oración.
2 El Señor Dios pregunta: «Ustedes, señores, ¿hasta cuándo van a estar convirtiendo mi gloria en vergüenza? ¿Hasta cuando amarán ídolos vanos e irán en pos de lo ilusorio?». 3 Oigan bien: El Señor ha separado para sí a los redimidos; por tanto me escuchará y me responderá cuando lo llame. 4 No pequen permitiendo que el enojo los controle. Medítenlo cuando por la noche vayan a descansar. 5 Pongan su confianza en el Señor, y preséntenle sacrificios agradables.
6 Muchos dicen que tú, Señor, jamás nos auxiliarás. Haz que la luz de tu rostro resplandezca sobre nosotros. 7 Sí, la alegría que me has dado es mucho mayor que el gozo de ellos en la siega cuando contemplan su abundante cosecha de grano y vino. 8 En paz me acostaré y dormiré porque sólo tú, Señor, me haces vivir seguro.
Sigaión de David, que elevó al Señor acerca de Cus el benjaminita.
7 En tus manos me he puesto, oh Señor, Dios mío, para que me salves de mis perseguidores. 2 No dejes que me devoren como leones, que me despedacen y me arrastren sin nadie que me libre. 3 Distinto sería, Señor, si yo estuviera haciendo lo malo; si fuera injusto, 4 o si le hiciera daño a un amigo, o si a mi enemigo le quitaran sin razón lo que es suyo. 5 Entonces sí tendrías razón en permitir que mis enemigos me persigan y me alcancen, y pisoteen mi honra en el polvo.
6 ¡Pero, Señor, levántate airado contra la furia de mis enemigos! ¡Despierta! Exige que se me haga justicia, Señor. 7 Reúne a todas las naciones delante de ti; siéntate muy por encima de ellos y juzga sus pecados. 8 Pero justifícame en público; establece mi honra y mi verdad ante todos ellos. 9 Pon fin a toda maldad, Señor, y bendice a todos los que genuinamente te adoran porque tú, el justo Dios, miras hasta lo profundo del corazón de todo hombre y mujer, y examinas todas sus intenciones y pensamientos.
10 Dios es mi escudo. Él salva a los de corazón recto y puro.
11 Dios es un juez perfectamente justo; su ira contra los malvados es constante. 12 A menos que se arrepientan, él afilará su espada y tensará su arco; 13 ha preparado mortíferas armas y flechas de fuego.
14 El malvado concibe un plan perverso; está preñado de maldad y da a luz mentira; 15 que caiga él en su propia fosa que cavó para que cayeran otros. 16 Que la violencia que pensó para el prójimo, se vuelva contra él.
17 ¡Cuán grande es mi gratitud para con el Señor, por su justicia! Entonaré alabanzas al nombre del Señor que está por sobretodos los señores.
11 Cuando Micaías, hijo de Guemarías, hijo de Safán, oyó los mensajes del Señor, 12 bajó al palacio, al salón de conferencias en donde estaban reunidos los encargados de la administración. Elisama (el escriba) estaba allí, así como Delaías, hijo de Semaías, Elnatán, hijo de Acbor, Guemarías, hijo de Safán, Sedequías, hijo de Ananías, y todos los demás que tenían cargos administrativos semejantes. 13 Cuando Micaías les contó acerca de los mensajes que Baruc estaba leyéndole al pueblo, 14-15 los dignatarios enviaron a Yehudi, hijo de Netanías, hijo de Selemías, hijo de Cusí, a pedirle a Baruc que viniera a leerles a ellos también los mensajes, y Baruc lo hizo.
16 Cuando terminó, estaban llenos de temor.
―Tenemos que contárselo al rey —dijeron—. 17 Pero primero, dinos cómo obtuviste estos mensajes.
18 Entonces Baruc les explicó que Jeremías se los había dictado palabra por palabra, y él los había escrito con tinta en el rollo.
19 ―Escóndanse tú y Jeremías —le dijeron los dignatarios a Baruc—. ¡No le digan a nadie dónde están!
20 Luego los dignatarios ocultaron el rollo en el cuarto de Elisama el escriba y fueron a hablarle al rey.
21 El rey envió a Yehudi que trajera el rollo. Yehudi lo trajo del cuarto de Elisama el escriba y se lo leyó al rey mientras todos los dignatarios se mantenían de pie. 22 El rey estaba por entonces en un aposento de invierno en el palacio, sentado al frente de un gran brasero con fuego, porque era diciembre y hacía frío. 23 Y cada vez que Yehudi terminaba de leer tres o cuatro columnas, el rey tomaba su cuchillo, cortaba la sección del rollo y la arrojaba al fuego, hasta que se consumió todo el rollo. 24-25 Y nadie protestó, sino Elnatán, Delaías y Guemarías. Suplicaron al rey que no quemara el rollo, pero no les hizo caso. Ninguno de los otros dignatarios del rey dio señales de temor o ira por lo que había hecho.
26 Entonces el rey ordenó a Jeramel, su hijo, a Seraías, hijo de Azriel, y a Selemías, hijo de Abdel, que detuvieran a Baruc y a Jeremías. Pero el Señor los ocultó.
El amor
13 Si yo tengo el don de hablar en lenguas humanas o angélicas y no tengo amor, soy como un metal que resuena o un platillo que hace ruido.
2 Si tengo el don de profecía y sé absolutamente de todo, y no tengo amor, no soy nada. Y si tengo una fe tan grande que puedo hacer que los montes cambien de lugar, de nada me servirá sin amor.
3 Si entrego a los pobres hasta el último bien terrenal que poseo, y si dejo que me quemen vivo, pero no tengo amor, de nada me servirá.
4 El amor es paciente, es benigno; el amor no es envidioso; el amor no es presumido ni orgulloso; 5 no se comporta con rudeza ni es egoísta ni se enoja fácilmente ni guarda rencor; 6 al amor no le gustan las injusticias y se regocija cuando triunfa la verdad.
7 El amor disculpa todos los errores, siempre confía en la persona amada, espera de ella lo mejor y todo lo soporta.
8-9 Un día se dejará de profetizar y de hablar en lenguas, y el saber ya no será necesario, pues sabemos muy poco y profetizamos imperfectamente; pero siempre existirá el amor. 10 Y cuando Dios nos haga perfectos, lo que es imperfecto desaparecerá.
11 Cuando yo era niño, hablaba, pensaba y razonaba como niño; pero cuando alcancé madurez en la vida, dejé a un lado las cosas de niño. 12 De la misma manera, nuestros conocimientos son ahora muy limitados, como si estuviéramos viendo una figura en un espejo defectuoso; pero un día veremos las cosas como son, cara a cara. Mis conocimientos son ahora imperfectos, pero en aquel día podré conocer tal y como él me conoce a mí.
13 Tres virtudes hay que ahora permanecen: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.
5 A estos doce Jesús los envió y les dio las siguientes instrucciones:
«No vayan a los que no son judíos ni a los samaritanos. 6 Limítense a visitar a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.
7 »Anúncienles que el reino de los cielos ya se ha acercado.
8 »Curen enfermos, resuciten muertos, sanen leprosos y echen fuera demonios. De la misma manera que ustedes están recibiendo este poder gratuitamente, tampoco cobren por sus servicios. 9 No lleven dinero 10 ni bolsa con comida; no lleven más túnicas ni más calzado que los que traen puestos, ni lleven bordón, porque las personas a las que ustedes ayuden tienen el deber de alimentarlos y cuidarlos. 11 Cuando lleguen a cualquier ciudad o pueblo, busquen a una persona de confianza y quédense en su casa hasta que se vayan a otro pueblo. 12 Y al entrar a la casa, den su bendición a los que allí viven. 13 Si ellos lo merecen, tendrán la paz que ustedes les desearon; pero si no lo merecen, no la tendrán. 14 Si en alguna ciudad u hogar no los reciben ni les hacen caso, salgan de allí y sacúdanse el polvo de los pies al salir. 15 Les aseguro que en el día del juicio, el castigo de Sodoma y Gomorra resultará mucho más tolerable que el castigo que caerá sobre aquella ciudad.
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