Book of Common Prayer
Señor, ¿por qué me desprecias?
(1) Cántico y salmo de los hijos de Coré. Del maestro de coro, para la enfermedad. Instrucción de Hemán el ezrahíta, para ser entonada.
88 (2) Señor, mi Dios y Salvador,
día y noche te pido ayuda,
2 (3) ¡acepta mi oración!,
¡atiende a mi plegaria!
3 (4) Tanto es el mal que ha caído sobre mí,
que me encuentro al borde de la muerte;
4 (5) ¡ya me pueden contar entre los muertos,
pues me he quedado sin fuerzas!
5 (6) Estoy abandonado entre difuntos;
soy como los que han muerto en combate
y ya han sido enterrados;
como los que han perdido tu protección
y ya han sido olvidados por ti.
6 (7) Me has echado en lo más hondo del hoyo,
en lugares oscuros y profundos.
7 (8) Has descargado tu enojo sobre mí,
¡me has hundido bajo el peso de tus olas!
8 (9) Has hecho que mis amigos me abandonen;
me has hecho insoportable para ellos.
¡Soy como un preso que no puede escapar!
9 (10) De tanto llorar me estoy quedando ciego.
¡Todos los días clamo a ti, Señor,
y a ti levanto las manos!
10 (11) ¿Acaso harás milagros por los muertos?
¿Acaso podrán los muertos darte gracias?
11 (12) ¿Acaso se hablará de tu verdad y de tu amor
en el sepulcro, en el reino de la muerte?
12 (13) En las sombras de la muerte, donde todo se olvida,
¿habrá quién reconozca tu rectitud y maravillas?
13 (14) Pero yo, Señor, a ti clamo;
de mañana elevo a ti mi oración.
14 (15) ¿Por qué me desprecias, Señor?
¿Por qué te escondes de mí?
15 (16) Desde los días de mi juventud
he estado afligido y al borde de la muerte;
he soportado cosas terribles de tu parte,
y ya no puedo más.
16 (17) Tu furor terrible ha pasado sobre mí,
y me ha vencido;
17 (18) me rodea por completo a todas horas,
como una inundación.
18 (19) Has alejado de mí amigos y compañeros,
y ahora sólo tengo amistad con las tinieblas.
El Señor es nuestro refugio
91 El que vive bajo la sombra protectora
del Altísimo y Todopoderoso,
2 dice al Señor: «Tú eres mi refugio,
mi castillo, ¡mi Dios, en quien confío!»
3 Sólo él puede librarte
de trampas ocultas y plagas mortales,
4 pues te cubrirá con sus alas,
y bajo ellas estarás seguro.
¡Su fidelidad te protegerá como un escudo!
5 No tengas miedo a los peligros nocturnos,
ni a las flechas lanzadas de día,
6 ni a las plagas que llegan con la oscuridad,
ni a las que destruyen a pleno sol;
7 pues mil caerán muertos a tu izquierda
y diez mil a tu derecha,
pero a ti nada te pasará.
8 Solamente lo habrás de presenciar:
verás a los malvados recibir su merecido.
9 Ya que has hecho del Señor tu refugio,
del Altísimo tu lugar de protección,
10 no te sobrevendrá ningún mal
ni la enfermedad llegará a tu casa;
11 pues él mandará que sus ángeles
te cuiden por dondequiera que vayas.
12 Te levantarán con sus manos
para que no tropieces con piedra alguna.
13 Podrás andar entre leones,
entre monstruos y serpientes.
14 «Yo lo pondré a salvo,
fuera del alcance de todos,
porque él me ama y me conoce.
15 Cuando me llame, le contestaré;
¡yo mismo estaré con él!
Lo libraré de la angustia
y lo colmaré de honores;
16 lo haré disfrutar de una larga vida:
¡lo haré gozar de mi salvación!»
Un canto de alabanza
(1) Salmo y cántico para el sábado.
92 (2) Altísimo Señor,
¡qué bueno es darte gracias
y cantar himnos en tu honor!
2 (3) Anunciar por la mañana y por la noche
tu gran amor y fidelidad,
3 (4) al son de instrumentos de cuerda,
con música suave de arpa y de salterio.
4 (5) Oh Señor,
¡tú me has hecho feliz con tus acciones!
¡Tus obras me llenan de alegría!
5 (6) Oh Señor,
¡qué grandes son tus obras!,
¡qué profundos tus pensamientos!
6 (7) ¡Sólo los necios no pueden entenderlo!
7 (8) Si los malvados y malhechores
crecen como la hierba, y prosperan,
es sólo para ser destruidos para siempre.
8 (9) Pero tú, Señor, por siempre estás en lo alto.
9 (10) Una cosa es cierta, Señor:
que tus enemigos serán destruidos;
que todos los malhechores serán dispersados.
10 (11) Tú aumentas mis fuerzas
como las fuerzas de un toro,
y viertes perfume sobre mi cabeza.
11 (12) He de ver cómo caen mis enemigos;
¡he de oír las quejas de esos malvados!
12 (13) Los buenos florecen como las palmas
y crecen como los cedros del Líbano.
13 (14) Están plantados en el templo del Señor;
florecen en los atrios de nuestro Dios.
14 (15) Aun en su vejez, darán fruto;
siempre estarán fuertes y lozanos,
15 (16) y anunciarán que el Señor, mi protector,
es recto y no hay en él injusticia.
17 Cuando el centinela que estaba en la torre de Jezreel vio acercarse el grupo de Jehú, gritó:
—¡Viene gente!
Entonces Joram ordenó:
—Manden a su encuentro un hombre a caballo, para que les pregunte si vienen en son de paz.
18 El jinete fue al encuentro de Jehú, y le dijo:
—El rey manda preguntar si vienen en son de paz.
Jehú le contestó:
—Eso no es asunto tuyo. ¡Ponte ahí detrás de mí!
Entonces el centinela informó:
—El mensajero ha llegado hasta ellos, pero no se le ve regresar.
19 Al momento envió el rey otro hombre a caballo, el cual llegó a ellos y dijo:
—El rey manda preguntar si vienen en son de paz.
Jehú respondió:
—Eso no es asunto tuyo. ¡Ponte ahí detrás de mí!
20 El centinela informó de nuevo:
—El otro ha llegado también hasta ellos, pero no se le ve regresar. Y parece que quien conduce el carro es Jehú, el nieto de Nimsí, porque lo conduce como un loco, conforme a su manera de ser.
21 Entonces Joram ordenó:
—¡Enganchen mi carro de combate!
Engancharon su carro, y Joram, rey de Israel, y Ocozías, rey de Judá, salieron, cada uno en su carro de combate, al encuentro de Jehú. Lo encontraron en la propiedad de Nabot de Jezreel. 22 Y al ver Joram a Jehú, le dijo:
—¿Vienes en son de paz, Jehú?
Jehú respondió:
—¿Qué paz puede haber mientras tu madre, Jezabel, siga con sus prostituciones y sus muchas hechicerías?
23 En seguida Joram dio la vuelta y huyó, mientras le gritaba a Ocozías:
—¡Traición, Ocozías!
24 Pero Jehú tendió su arco y disparó una flecha contra Joram, la cual le entró por la espalda y le atravesó el corazón, y Joram cayó herido de muerte sobre su carro. 25 Jehú ordenó entonces a Bidcar, su ayudante:
—Sácalo de ahí y échalo en el campo de Nabot de Jezreel, porque recuerdo que cuando tú y yo conducíamos juntos los carros de combate de Ahab, su padre, el Señor pronunció esta sentencia contra él: 26 “Así como ayer vi la sangre de Nabot y de sus hijos, así te daré tu merecido en este mismo terreno. Yo, el Señor, lo afirmo.” Así que agárralo y échalo en el campo de Nabot, según lo anunció el Señor.
Jehú mata a Ocozías(A)
27 Cuando Ocozías, rey de Judá, vio lo que sucedía, huyó hacia Bet-hagan. Pero Jehú lo persiguió, y ordenó:
—¡Mátenlo a él también!
Lo hirieron de muerte en su carro, en la cuesta de Gur, junto a Ibleam, pero él huyó hasta Meguido. Allí murió. 28 Después sus criados lo llevaron a Jerusalén en un carro, y lo enterraron en su sepulcro familiar en la Ciudad de David.
29 Ocozías había comenzado a reinar sobre Judá en el año once del reinado de Joram, hijo de Ahab.
Muerte de Jezabel
30 Jehú se fue entonces a Jezreel. Al saberlo, Jezabel se pintó sombras alrededor de los ojos y se adornó el cabello; luego se asomó a una ventana. 31 Y cuando Jehú llegó a la entrada de la ciudad, ella le dijo:
—¿Cómo estás, Zimrí, asesino de tu señor?
32 Jehú miró hacia la ventana, y dijo:
—¿Quién está de mi parte?
Dos o tres oficiales de palacio se asomaron a verlo, 33 y Jehú les ordenó:
—¡Échenla abajo!
Ellos la echaron abajo, y parte de su sangre salpicó la pared y los caballos, los cuales pisotearon a Jezabel. 34 Luego Jehú se fue a comer y beber.
Más tarde, Jehú ordenó:
—Encárguense de esa maldita mujer, y entiérrenla; porque después de todo era hija de un rey.
35 Pero cuando fueron a enterrarla, sólo encontraron de ella el cráneo, los pies y las palmas de las manos. 36 Entonces regresaron a comunicárselo a Jehú, y Jehú comentó:
—Ya el Señor había dicho por medio de su siervo Elías, el de Tisbé, que los perros se comerían el cuerpo de Jezabel en el campo de Jezreel, 37 y que su cadáver quedaría esparcido, como estiércol, sobre el terreno del campo de Jezreel, hasta el punto de que nadie podría reconocer sus restos.
Consejos generales a los casados
7 Ahora paso a contestar las preguntas que ustedes me hicieron en su carta. Sería preferible no casarse; 2 pero, por el peligro de la prostitución, cada uno debe tener su propia esposa, y cada mujer su propio esposo. 3 Y tanto el esposo como la esposa deben cumplir con los deberes propios del matrimonio. 4 Ni la esposa es dueña de su propio cuerpo, puesto que pertenece a su esposo, ni el esposo es dueño de su propio cuerpo, puesto que pertenece a su esposa. 5 Por lo tanto, no se nieguen el uno al otro, a no ser que se pongan de acuerdo en no juntarse por algún tiempo para dedicarse a la oración. Después deberán volver a juntarse; no sea que, por no poder dominarse, Satanás los haga pecar.
6 Todo esto lo digo más como concesión que como mandamiento. 7 Personalmente, quisiera que todos fueran como yo; pero Dios ha dado a cada uno diferentes dones, a unos de una clase y a otros de otra.
Casos especiales
8 A los solteros y a las viudas les digo que es preferible quedarse sin casar, como yo. 9 Pero si no pueden controlar su naturaleza, que se casen, pues más vale casarse que consumirse de pasión.
7 »Y al orar no repitan ustedes palabras inútiles, como hacen los paganos, que se imaginan que cuanto más hablen más caso les hará Dios. 8 No sean como ellos, porque su Padre ya sabe lo que ustedes necesitan, antes que se lo pidan. 9 Ustedes deben orar así:
»“Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre.
10 Venga tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra,
así como se hace en el cielo.
11 Danos hoy el pan que necesitamos.
12 Perdónanos el mal que hemos hecho,
así como nosotros hemos perdonado
a los que nos han hecho mal.
13 No nos expongas a la tentación,
sino líbranos del maligno.”
14 »Porque si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, su Padre que está en el cielo los perdonará también a ustedes; 15 pero si no perdonan a otros, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus pecados.
Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.