Book of Common Prayer
Salmo 119 (118)
Tu ley hace mis delicias
119 Felices los de conducta intachable,
los que caminan en la ley del Señor.
2 Felices los que guardan sus mandatos
y los buscan con todo el corazón,
3 los que no han cometido mal alguno
y marchan por sus caminos.
4 Tú estableciste tus preceptos
para que se cumplieran fielmente.
5 ¡Ojalá mi conducta fuera firme
en el respeto a tus normas!
6 Entonces no me sonrojaría
al ver todos tus mandamientos.
7 Te daré gracias sinceramente
cuando aprenda tus justos decretos.
8 Yo quiero respetar tus normas,
¡no me abandones por completo!
9 ¿Cómo podrá un joven portarse rectamente?
Viviendo de acuerdo a tu palabra.
10 De todo corazón te busco,
no dejes que incumpla tus mandatos.
11 Guardo tus palabras en mi corazón
para así no pecar contra ti.
12 Bendito seas, Señor,
enséñame tus normas.
13 Yo proclamo con mis labios
todos los decretos de tu boca.
14 Al seguir tus mandatos me alegro
más que en todas las riquezas.
15 Meditaré tus preceptos
y contemplaré tus sendas.
16 En tus normas me deleitaré,
no he de olvidar tu palabra.
17 Favorece a tu siervo:
viviré y respetaré tu palabra.
18 Abre mis ojos para que vea
las maravillas de tu ley.
19 Soy extranjero en esta tierra,
no me ocultes tus mandamientos.
20 Me consumo anhelando
sin cesar tus decisiones.
21 Tú reprendes a los soberbios,
maldito quien se aparte de tus mandatos.
22 Aleja de mí la burla y la mofa,
que yo guardo tus mandamientos.
23 Aunque conspiren contra mí los poderosos,
tu siervo medita tus normas.
24 Tus mandatos son mi deleite,
ellos son mis consejeros.
Salmo 12 (11)
Sálvanos, Señor, que ha desaparecido el fiel
12 Al maestro del coro; en octava. Salmo de David.
2 Sálvanos, Señor, que ha desaparecido el fiel,
no queda lealtad entre los seres humanos.
3 Se mienten unos a otros,
conversan con lengua aduladora y corazón doble.
4 Que el Señor extirpe la palabra aduladora,
la lengua que habla con arrogancia;
5 que aniquile a quienes dicen:
“Con nuestra lengua nos hacemos fuertes,
en nuestras palabras confiamos,
¿quién podrá dominarnos?”.
6 Por la opresión de los humildes,
por los gritos de los desvalidos
estoy decidido a actuar —dice el Señor—
y daré la salvación a quien suspira por ella.
7 Las palabras del Señor son palabras puras,
plata aquilatada en un crisol de barro,
que ha sido refinada siete veces.
8 Tú, Señor, nos protegerás,
nos librarás de esta generación por siempre.
9 Los malvados vagan errantes por todas partes,
la vileza humana llega al colmo.
Salmo 13 (12)
¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro?
13 Al maestro del coro. De David.
2 ¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a olvidarme para siempre?
¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro?
3 ¿Hasta cuándo estaré intranquilo
con mi corazón apenado día tras día?
¿Hasta cuándo me vencerá mi enemigo?
4 ¡Mira y respóndeme, Señor, Dios mío!
Ilumina mis ojos para que no quede sumido en la muerte,
5 para que no pueda decir mi enemigo: “lo dominé”,
ni se regocijen mis adversarios si tropiezo.
6 Yo en tu bondad confío,
mi corazón se regocija en tu salvación.
Cantaré al Señor que me ha favorecido.
Salmo 14 (13)
No hay quien haga el bien
14 Al maestro del coro. Salmo de David.
Piensan los insensatos: “No hay Dios”.
Son perversos, su conducta es detestable,
no hay quien haga el bien.
2 El Señor desde los cielos contempla a los humanos
para ver si hay algún sensato que busque a Dios.
3 Pero todos se han pervertido,
se han corrompido sin excepción;
no hay quien haga el bien, ni uno solo.
4 ¿No comprenderán los malvados
que devoran a mi pueblo como si fuera pan?
No invocan al Señor
5 y van a estremecerse de miedo,
porque Dios está con los justos.
6 Quisisteis frustrar el proyecto del humilde,
pero el Señor es su refugio.
7 ¡Ojalá venga de Sión la salvación de Israel!
Cuando el Señor restaure a su pueblo,
se regocijará Jacob, se alegrará Israel.
Peregrinación de los pueblos a Sión
2 Visión que tuvo Isaías, hijo de Amós, sobre Judá y Jerusalén.
2 Cuando pase mucho tiempo,
quedará afianzado el monte
de la casa del Señor:
el primero entre los montes,
descollando entre las colinas.
A él confluirán todas las naciones,
3 acudirán cantidad de pueblos, que dirán:
“Venid, subamos al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob;
él nos indicará sus caminos,
nosotros iremos por sus sendas”.
Y es que saldrá de Sión la ley;
de Jerusalén la palabra del Señor.
4 Juzgará entre nación y nación,
arbitrará a pueblos numerosos.
Convertirán sus espadas en arados,
harán hoces con sus lanzas.
No se amenazarán las naciones con la espada,
ni se adiestrarán más para la guerra.
5 ¡Venid, pueblo de Jacob,
caminemos a la luz del Señor!
Dios llega a juzgar
6 Has abandonado a tu pueblo,
a la casa de Jacob,
que estaba repleta de adivinos,
de magos, como entre filisteos,
y hacía tratos con extraños.
7 Se llenó su país de oro y plata,
sus tesoros eran infinitos;
se llenó su país de caballos,
sus carros eran infinitos.
8 Y se llenó su país de ídolos,
adoraban la obra de sus manos,
la que modelaron sus dedos.
9 El mortal quedó rebajado,
el ser humano quedó humillado,
¡pero no lo perdones!
10 Métete en la roca,
ocúltate en el polvo,
que llega el Señor terrible,
henchido de majestad.
11 Será humillada la mirada altiva,
abatida la arrogancia humana;
sólo el Señor será ensalzado
cuando llegue aquel día:
13 Damos por ello gracias a Dios constantemente, pues al acoger el mensaje evangélico de Dios que os proclamamos, no fue un mensaje humano el que acogisteis sino, como es en verdad, un mensaje divino que sigue actuando en vosotros los creyentes. 14 En efecto, hermanos, también vosotros habéis compartido la suerte de las iglesias de Dios que se hallan en Judea congregadas en nombre de Jesús: a vosotros os han hecho sufrir vuestros compatriotas; y a ellos, los judíos, 15 que fueron los que mataron a Jesús, el Señor, y a los profetas. Los mismos que ahora nos persiguen a nosotros, desagradan a Dios y se hacen enemigos de todo ser humano, 16 al impedirnos predicar a los paganos a fin de que se salven. Están así llenando permanentemente la medida de sus pecados; pero el castigo de Dios se ha abatido sobre ellos de forma definitiva.
Misión de Timoteo en Tesalónica
17 Por lo que respecta a nosotros, hermanos, separados momentáneamente de vosotros en cuanto a la presencia física, que no por el cariño, hemos procurado con todo empeño visitaros personalmente. 18 Lo hemos intentado, en concreto yo, Pablo, una y otra vez, pero Satanás nos lo ha impedido. 19 Y es que ¿quién, sino vosotros, será nuestra esperanza, nuestra alegría y nuestra corona de gloria ante Jesús nuestro Señor, el día de su manifestación? 20 ¡Vosotros, ciertamente, sois nuestra gloria y nuestra alegría!
19 Los maestros de la ley y los jefes de los sacerdotes comprendieron que Jesús se había referido a ellos con esta parábola. Por eso trataron de echarle mano en aquel mismo momento; pero tenían miedo del pueblo.
La cuestión del tributo al emperador (Mt 22,15-22; Mc 12,13-17)
20 Así que, siempre al acecho, enviaron unos espías que, bajo la apariencia de gente de bien, pillaran a Jesús en alguna palabra inconveniente que les diera la ocasión de entregarlo al poder y a la autoridad del gobernador romano. 21 Le preguntaron, pues:
— Maestro, sabemos que todo lo que dices y enseñas es correcto y que no juzgas a nadie por las apariencias, sino que enseñas con toda verdad a vivir como Dios quiere. 22 Así pues, ¿estamos o no estamos nosotros, los judíos, obligados a pagar tributo al emperador romano?
23 Jesús, dándose cuenta de la mala intención que había en ellos, les contestó:
24 — Mostradme un denario. ¿De quién es esta efigie y esta inscripción?
25 Le contestaron:
— Del emperador.
Entonces Jesús dijo:
— Pues dad al emperador lo que es del emperador, y a Dios lo que es de Dios.
26 Y no consiguieron pillar a Jesús en palabra alguna inconveniente delante del pueblo. Al contrario, estupefactos ante la respuesta de Jesús, tuvieron que callarse.
La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España