Book of Common Prayer
Vav
41 Envíame, Señor, tu gran amor
y tu salvación, conforme a tu promesa.
42 Así podré responder al que me desprecie,
porque yo confío en tu palabra.
43 No me quites de la boca la palabra de verdad,
pues en tus leyes he puesto mi esperanza.
44 Por toda la eternidad
obedeceré fielmente tu Ley.
45 Viviré con toda libertad,
porque he buscado tus preceptos.
46 Hablaré de tus mandatos delante de los reyes
y no seré avergonzado.
47 Me deleito en tus mandamientos,
porque los amo.
48 Levanto mis manos hacia tus mandamientos,
que yo amo,
y medito en tus estatutos.
Zayin
49 Acuérdate de la palabra que diste a este siervo tuyo,
palabra con la que me infundiste esperanza.
50 Este es mi consuelo en medio del dolor:
que tu promesa me da vida.
51 Los insolentes me ofenden hasta el colmo,
pero yo no me aparto de tu Ley.
52 Me acuerdo, Señor, de tus leyes de antaño
y encuentro consuelo en ellas.
53 Me llenan de indignación los malvados,
los que abandonan tu Ley.
54 Tus estatutos han sido mis cánticos
donde vivo como extranjero.
55 Señor, por la noche recuerdo tu nombre,
para cumplir tu Ley.
56 Lo que a mí me corresponde
es obedecer tus preceptos.[a]
Jet
57 ¡Mi herencia eres tú, Señor!
Prometo obedecer tus palabras.
58 Busco tu rostro de todo corazón;
ten piedad de mí conforme a tu promesa.
59 Me he puesto a pensar en mis caminos,
y he vuelto mis pasos hacia tus mandatos.
60 Me doy prisa, no tardo nada
para cumplir tus mandamientos.
61 Aunque los lazos de los malvados me aprisionen,
yo no me olvido de tu Ley.
62 A medianoche me levanto a darte gracias
por tus justas leyes.
63 Soy amigo de todos los que te honran,
de todos los que observan tus preceptos.
64 De tu gran amor, Señor, está llena la tierra:
enséñame tus estatutos.
Hay que temer a Dios
11 El Señor me habló fuertemente y me advirtió que no siguiera el camino de este pueblo. Me dijo:
12 «No digan ustedes que es conspiración
todo lo que llama conspiración esta gente;
no teman lo que ellos temen
ni se dejen asustar.
13 Solo al Señor de los Ejércitos tendrán ustedes por santo,
solo a él deben honrarlo,
solo a él han de temerlo.
14 Él será un santuario.
Pero será una piedra de tropiezo
para las dos casas de Israel;
una roca que los hará caer.
¡Será para los habitantes de Jerusalén
un lazo y una trampa!
15 Muchos de ellos tropezarán;
caerán y serán quebrantados,
se les tenderán trampas y en ellas quedarán atrapados».
16 Guarda bien el testimonio;
sella la Ley entre mis discípulos.
17 El Señor ha escondido su rostro del pueblo de Jacob,
pero yo esperaré en él,
pues en él tengo puesta mi esperanza.
18 Aquí me tienen, con los hijos que el Señor me ha dado. Somos en Israel señales y presagios del Señor de los Ejércitos, que habita en el monte Sión.
19 Si alguien les dice: «Consulten a las médiums y a los espiritistas que susurran y musitan; ¿acaso no es deber de un pueblo consultar a sus dioses y a los muertos en favor de los vivos?», 20 yo les digo: «¡Aténganse a la Ley y al testimonio!». Para quienes no se atengan a esto no habrá un amanecer.
10 Hermanos, el deseo de mi corazón y mi oración a Dios por los israelitas es que lleguen a ser salvos. 2 Puedo declarar en favor de ellos que muestran celo por Dios, pero su celo no se basa en el conocimiento. 3 No conociendo la justicia que proviene de Dios y procurando establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios. 4 De hecho, Cristo es la culminación de la Ley para que todo el que cree sea justificado.
5 Así describe Moisés la justicia que se basa en la Ley: «Quien practique estas cosas vivirá por ellas».[a] 6 Pero la justicia que se basa en la fe afirma: «No digas en tu corazón: “¿Quién subirá al cielo?”[b] (es decir, para hacer bajar a Cristo), 7 o “¿Quién bajará al abismo?”» (es decir, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). 8 ¿Qué afirma entonces? «La palabra está cerca de ti, la tienes en la boca y en el corazón».[c] Esta es la palabra de fe que predicamos: 9 que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. 10 Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo. 11 Así dice la Escritura: «Todo el que confíe en él no será defraudado».[d] 12 No hay diferencia entre judíos y los que no son judíos, pues el mismo Señor es Señor de todos y bendice abundantemente a cuantos lo invocan, 13 porque «todo el que invoque el nombre del Señor será salvo».[e]
14 Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien predique? 15 ¿Y cómo predicarán sin ser enviados? Así está escrito: «¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian las buenas noticias!».[f]
Al director musical. Salmo de David.
19 Los cielos cuentan la gloria de Dios;
la expansión proclama la obra de sus manos.
2 Un día transmite el mensaje al otro día;
una noche a la otra comparte sabiduría.
3 Sin palabras, sin lenguaje,
sin una voz perceptible,
4 por toda la tierra resuena su eco;
sus palabras llegan hasta los confines del mundo.
Dios ha establecido en los cielos
un hogar para el sol.
5 Y este, como novio que sale de la cámara nupcial,
se regocija, cual poderoso guerrero, al recorrer su camino.
6 Sale de un extremo de los cielos
y, en su recorrido, llega al otro extremo,
sin que nada se libre de su calor.
7 La Ley del Señor es perfecta:
infunde nuevo aliento.
El mandato del Señor es digno de confianza:
da sabiduría al sencillo.
8 Los preceptos del Señor son rectos:
traen alegría al corazón.
El mandamiento del Señor es claro:
da luz a los ojos.
9 El temor del Señor es puro:
permanece para siempre.
Las ordenanzas del Señor son verdaderas:
todas ellas son justas.
10 Son más deseables que el oro,
más que mucho oro refinado;
son más dulces que la miel,
la miel que destila del panal.
11 Por ellas queda advertido tu siervo;
quien las obedece recibe una gran recompensa.
12 ¿Quién está consciente de sus propios errores?
¡Perdóname aquellos de los que no estoy consciente!
13 Libra, además, a tu siervo de pecar a sabiendas;
no permitas que tales pecados me dominen.
Entonces seré íntegro,
inocente de un gran pecado.
14 Sean, pues, aceptables ante ti
mis palabras y mis meditaciones
oh Señor, mi roca y mi redentor.
112 ¡Aleluya!
Álef
Dichoso el que teme al Señor,
Bet
el que halla gran deleite en sus mandamientos.
Guímel
2 Su descendencia será poderosa en la tierra;
Dálet
la generación de los justos será bendecida.
He
3 En su casa habrá abundantes riquezas
Vav
y para siempre permanecerá su justicia.
Zayin
4 Para los justos la luz brilla en las tinieblas;
Jet
para los que son misericordiosos, compasivos y justos.
Tet
5 Bien le va al que presta con generosidad,
Yod
y maneja sus negocios con justicia.
Lámed
6 El justo jamás caerá;
Caf
su recuerdo permanecerá para siempre.
Mem
7 No temerá recibir malas noticias;
Nun
su corazón estará firme, confiado en el Señor.
Sámej
8 Su corazón estará seguro, sin temor alguno,
Ayin
y al final verá derrotados a sus adversarios.
Pe
9 Reparte sus bienes entre los pobres;
Tsade
su justicia permanece para siempre;
Qof
su poder[a] será gloriosamente exaltado.
Resh
10 El malvado verá esto y se irritará;
Shin
rechinará los dientes y se irá consumiendo.
Tav
¡Los deseos de los malvados se frustrarán!
Parábolas del tesoro escondido y de la perla
44 »El reino de los cielos es como un tesoro escondido en un campo. Cuando un hombre lo descubrió, lo volvió a esconder, y lleno de alegría fue y vendió todo lo que tenía y compró ese campo.
45 »También se parece el reino de los cielos a un comerciante que andaba buscando perlas finas. 46 Cuando encontró una de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.
Parábola de la red
47 »También se parece el reino de los cielos a una red echada al lago, que atrapa peces de toda clase. 48 Cuando se llena, los pescadores la sacan a la orilla, se sientan y recogen en canastas los peces buenos y desechan los malos. 49 Así será al fin del mundo. Vendrán los ángeles y apartarán de los justos a los malvados. 50 Luego los arrojarán al horno encendido, donde habrá llanto y crujir de dientes».
51 —¿Han entendido todo esto? —preguntó Jesús.
—Sí —respondieron ellos.
52 Entonces concluyó Jesús:
—Todo maestro de la Ley que ha sido instruido acerca del reino de los cielos es como el dueño de una casa que, de lo que tiene guardado, saca tesoros nuevos y viejos.
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