Book of Common Prayer
Tú eres quien me protege
SALMO 31 (30)
Himno de David.
31 Dios de Israel,
tú eres un Dios justo;
no me dejes pasar vergüenza.
¡Sálvame, pues confío en ti!
2 Préstame atención,
ven pronto a socorrerme.
Protégeme como una enorme roca,
rodéame como una alta muralla.
3 ¡Tú eres la roca que me protege!
¡Tú eres la muralla que me salva!
Guíame y dirígeme,
pues así lo prometiste.
4 No me dejes caer en la trampa
que me han puesto mis enemigos;
¡tú eres mi protector!
5 Tú eres un Dios fiel.
¡Sálvame!
¡Mi vida está en tus manos!
6 Odio a los que adoran ídolos,
pues éstos no sirven para nada;
¡pero yo en ti confío!
7 Tu bondad me llena de alegría,
pues me viste sufrir y me cuidaste,
8 me libraste de mis enemigos,
y me diste libertad.
9 Dios mío, tenme compasión,
pues estoy muy angustiado,
siento dolor en todo el cuerpo
y mis ojos ya no aguantan más.
10 Toda mi vida he sufrido,
toda mi vida he llorado;
mi maldad me debilita,
mis huesos no me sostienen.
11 Amigos y enemigos
me ven como poca cosa;
al verme en la calle
se espantan y huyen de mí.
12 Me tienen olvidado,
como si ya me hubiera muerto;
¡parezco un vaso hecho pedazos!
13 Mucha gente habla mal de mí,
y hasta mí llegan sus chismes
de que parezco un fantasma.
Todos se han puesto en mi contra,
y hasta quieren matarme.
14 ¡Pero tú eres mi Dios!
¡En ti he puesto mi confianza!
15 Mi vida está en tus manos;
¡sálvame de mis enemigos!,
¡sálvame de los que me persiguen!
16 Yo estoy a tu servicio:
¡muéstrame tu buena voluntad!
¡Por tu gran amor, sálvame!
17 Dios mío,
mira que te estoy llamando;
no me dejes pasar vergüenza.
¡Que pasen vergüenza los malvados!
¡Échalos a la tumba!
18 ¡Calla a esos mentirosos,
que me desprecian y me humillan!
19 Tú eres muy bondadoso
con la gente que te honra;
a la vista de todo el mundo
derramas tu bondad
sobre los que en ti confían.
20 Tu presencia los pone a salvo
de los planes malvados;
tú los proteges de la maldad
como protege la gallina a sus pollitos.
21 ¡Bendito seas, Dios mío!
Cuando yo estuve en problemas
me mostraste tu gran amor.
22 Estaba yo tan confundido
que hasta llegué a pensar
que no querías ni verme.
Pero a gritos pedí tu ayuda,
y tú escuchaste mis ruegos.
23 Ustedes, los que aman a Dios,
¡demuéstrenle su amor!
Nuestro Dios protege
a los que merecen su confianza,
pero a los orgullosos
les da su merecido.
24 Todos ustedes,
los que confían en Dios,
¡anímense y sean valientes!
Dios escucha la oración
SALMO 35 (34)
Himno de David.
35 Dios mío,
ataca a los que me atacan,
combate a los que me combaten.
2-3 Prepárate para la lucha
y ven en mi ayuda.
¡Preséntales batalla
a los que me persiguen!
¡Prométeme que me salvarás!
4 Pon en completa vergüenza
a los que quieren matarme,
haz que huyan avergonzados
los que buscan mi mal.
5 ¡Que el viento los arrastre
como si fueran paja!
¡Que tu ángel los persiga!
6 ¡Que se tropiecen y resbalen
en los caminos por donde andan!
¡Que tu ángel los persiga!
7 No tenían ningún motivo
para tenderme una trampa.
8 ¡Pues que les venga el desastre
antes de que se den cuenta!
¡Que caigan en la trampa
que quisieron tenderme!
9 Yo me quedaré muy contento
con que tú me libres de ellos,
10 y diré con todas mis fuerzas:
«¡No hay otro Dios como tú!
Tú, Dios nuestro,
libras a los pobres e indefensos
del poder de quienes los maltratan».
11 Unos testigos malvados
se levantan para acusarme,
¡pero yo no sé nada
de lo que me preguntan!
12 Lo que más me duele
es que yo los traté bien
y ahora ellos me tratan mal.
13 Cuando se enfermaban,
yo me afligía por ellos.
Tan grande era mi tristeza
que no comía ni me arreglaba.
Más bien, le pedía a Dios
que el enfermo fuera yo.
14 Andaba yo muy triste
y con la cabeza inclinada,
como si hubiera muerto mi madre,
mi hermano o mi amigo.
15-16 Pero cuando me vieron caído,
esos testigos lo festejaron.
Como si fueran unos extraños
a los que yo no conociera,
se pusieron en mi contra
y hablaron mal de mí;
¡sus ojos reflejaban odio!
17 Dios mío,
¿no piensas hacer nada?
¡Esos malvados me quieren destruir!
¡Sálvame la vida,
que es lo único que tengo!
18 Así te alabaré y te daré gracias
delante de todo tu pueblo,
tu pueblo fuerte y numeroso.
19 No dejes que me hagan burla
mis terribles enemigos;
no dejes que se burlen de mí,
pues no tienen por qué odiarme.
20 No hablan de vivir en paz,
sino que inventan mentiras
contra la gente tranquila.
21 Sin pensarlo dos veces, dicen:
«Tú cometiste ese crimen;
¡nosotros mismos lo vimos!»
22 Mi Señor y Dios,
¡tú me conoces mejor que ellos!
¡No te alejes de mí,
ni te niegues a escucharme!
23 ¡Despierta y defiéndeme!
¡Levántate y hazme justicia!
24 Tú eres un Dios justo:
defiéndeme como sabes hacerlo.
¡No dejes que se burlen de mí!
25 No les permitas que digan:
«¡Se cumplió nuestro deseo!
¡Hemos acabado con él!»
26 Pon en completa vergüenza
a todos los que festejan mi mal,
cubre de vergüenza y deshonra
a los que me creen poca cosa,
27 pero haz que griten de alegría
los que desean mi bien.
Permíteles que siempre digan:
«¡Dios es muy grande!
¡Busca el bien de quien le sirve!»
28 Yo, por mi parte,
siempre te alabaré
y diré que eres un Dios de bondad.
19 El diez de Abib[a] el pueblo cruzó a pie el Jordán, y acampó cerca de la ciudad de Guilgal, al este de Jericó. 20 Josué ordenó que pusieran allí las doce piedras que habían sacado del Jordán, 21 y les dijo a los israelitas:
«En el futuro, cuando sus hijos les pregunten qué significan estas piedras, 22 ustedes les dirán que son para recordarnos que los israelitas cruzamos el Jordán sobre terreno seco. 23 Les dirán que Dios detuvo las aguas del Jordán hasta que todos cruzamos, igual que cuando cruzamos el Mar de los Juncos. 24 Lo hizo para que todos los pueblos de la tierra sepan que nuestro Dios es poderoso, y para que ustedes lo honren siempre».
5 La noticia de que Dios había secado las aguas del Jordán llegó hasta los reyes de los amorreos que estaban al oeste del Jordán, y hasta los reyes de los cananeos. Cuando se enteraron de que todo el pueblo de Israel había cruzado el río a pie, les entró mucho miedo y no querían enfrentarse a él.
10 Los israelitas celebraron la Pascua al caer la tarde del día catorce del mes de Abib,[a] mientras estaban acampados en Guilgal, en la llanura cercana a Jericó. 11 Al día siguiente comieron por primera vez de lo que producía la tierra de Canaán: granos de trigo horneados y pan sin levadura. 12 Ese mismo día el maná dejó de caer. Los israelitas ya no comieron más maná, sino que se alimentaron de lo que producía la tierra de Canaán.
Josué y el hombre con una espada
13 Cierto día, cuando todavía estaban acampando cerca de Jericó, Josué vio de pie, delante de él, a un hombre con una espada en la mano. Josué se acercó y le preguntó:
—¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?
14 —Ni lo uno ni lo otro —respondió el hombre—. Yo soy el jefe del ejército de Dios. Y aquí me tienes.
Josué cayó de rodillas, y con gran reverencia se inclinó hasta el suelo y le dijo:
—Estoy a tus órdenes. Haré cualquier cosa que me pidas.
15 El jefe del ejército de Dios le dijo entonces a Josué:
—Quítate las sandalias, porque estás pisando un lugar santo.
Y Josué se descalzó.
Cómo vivir la vida cristiana
9 Amen a los demás con sinceridad. Rechacen todo lo que sea malo, y no se aparten de lo que sea bueno. 10 Ámense unos a otros como hermanos, y respétense siempre.
11 Trabajen con mucho ánimo, y no sean perezosos. Trabajen para Dios con mucho entusiasmo.
12 Mientras esperan al Señor, muéstrense alegres; cuando sufran por el Señor, muéstrense pacientes; cuando oren al Señor, muéstrense constantes.
13 Compartan lo que tengan con los pobres de la iglesia. Reciban en sus hogares a los que vengan de otras ciudades y países.
14 No maldigan a sus perseguidores; más bien, pídanle a Dios que los bendiga.
15 Si alguno está alegre, alégrense con él; si alguno está triste, acompáñenlo en su tristeza.
16 Vivan siempre en armonía. Y no sean orgullosos, sino traten como iguales a la gente humilde. No se crean más inteligentes que los demás.
17 Si alguien los trata mal, no le paguen con la misma moneda. Al contrario, busquen siempre hacer el bien a todos. 18 Hagan todo lo posible por vivir en paz con todo el mundo. 19 Queridos hermanos, no busquen la venganza, sino dejen que Dios se encargue de castigar a los malvados. Pues en la Biblia Dios dice: «A mí me toca vengarme. Yo le daré a cada cual su merecido.» 20 Y también dice: «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Así harás que le arda la cara de vergüenza.»
21 No se dejen vencer por el mal. Al contrario, triunfen sobre el mal haciendo el bien.
Una cena inolvidable
17 El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron:
—¿Dónde quieres que preparemos la cena de la Pascua?
18 Jesús les respondió:
—Vayan a la ciudad, busquen al amigo que ustedes ya conocen, y denle este mensaje: “El Maestro dice: yo sé que pronto moriré; por eso quiero celebrar la Pascua en tu casa, con mis discípulos.”
19 Los discípulos fueron y prepararon todo, tal y como Jesús les mandó. 20 Al anochecer, mientras Jesús y sus discípulos comían, 21 él les dijo:
—Uno de ustedes me va a entregar a mis enemigos.
22 Los discípulos se pusieron muy tristes, y cada uno de ellos le dijo:
—Señor, no estarás acusándome a mí, ¿verdad?
23 Jesús respondió:
—El que ha mojado su pan en el mismo plato en que yo estoy comiendo, es el que va a traicionarme. 24 La Biblia dice claramente que yo, el Hijo del hombre, tengo que morir. Sin embargo, al que me traiciona va a pasarle algo muy terrible. ¡Más le valdría no haber nacido!
25 Judas, el que después entregó a Jesús, también le preguntó:
—Maestro, ¿hablas de mí?
Jesús le contestó:
—Tú lo has dicho.
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