Book of Common Prayer
Protégeme toda la vida
SALMO 61 (60)
Himno de David. Instrucciones para el director del coro: Este himno deberá cantarse acompañado de instrumentos de cuerda.
61 Dios mío,
oye mis gritos,
escucha mi oración.
2 ¡Ya no aguanto más!
Por eso te llamo
desde el último rincón del mundo.
Ponme sobre una gran piedra,
donde quede a salvo del peligro.
3 ¡Tú eres mi protector!
¡Tú me defiendes del enemigo!
4 Quiero pasar toda mi vida
viviendo en tu santuario,
bajo tu protección.
5 Tú, Dios mío,
conoces mis promesas;
tú me entregaste mi parte
en la tierra que le diste
al pueblo que te adora.
6 Concédeme reinar mucho tiempo,
y vivir una larga vida;
que dure mi reinado una eternidad.
7 Déjame reinar para siempre;
¡protégeme con tu amor toda la vida!
8 Yo te prometo
que siempre te alabaré con himnos,
y que todos los días
te cumpliré mis promesas.
Con Dios, jamás seré derrotado
SALMO 62 (61)
Himno de David, dedicado a Jedutún.
62 1-2 Sólo Dios me da tranquilidad,
sólo él puede salvarme;
sólo él me da su protección,
¡jamás seré derrotado!
3 Ustedes, todos ustedes,
¡ya dejen de atacarme
y de querer acabar conmigo!
¡Hasta parezco una pared inclinada,
una cerca a punto de caerse!
4 Ustedes sólo piensan humillarme.
Les encanta decir mentiras:
de labios para afuera
me expresan buenos deseos,
pero en su pensamiento
me desean las peores cosas.
5 Sólo Dios me da tranquilidad;
sólo él me da confianza.
6 Sólo él me da su protección,
sólo él puede salvarme;
¡jamás seré derrotado!
7 Dios es mi salvador;
Dios es mi motivo de orgullo;
me protege y me llena de fuerza.
¡Dios es mi refugio!
8 Pueblo mío,
¡confía siempre en Dios!
Cuando vayas a su templo,
cuéntale todos tus problemas.
¡Dios es nuestro refugio!
9 No hay un solo hombre
que valga más que un suspiro;
todos son pura ilusión.
Si los pesaran en una balanza,
¡ni juntos pesarían gran cosa!
10 No pongan su confianza
en el dinero mal ganado;
no se hagan ilusiones
con el fruto de sus robos.
¡No vivan sólo para hacerse ricos!
11 Dios ha dicho muchas veces:
«Soy un Dios poderoso,
12 pero también, un Dios de amor.»
Dios mío,
tú nos das a cada uno
lo que merecen nuestros hechos.
Dios victorioso
SALMO 68 (67)
Himno de David.
68 ¡Vamos, Dios mío,
dispersa a tus enemigos!
¡Haz que huya de tu presencia
esa gente que te odia!
2 ¡Haz que desaparezcan por completo,
como desaparece el humo
tan pronto como sopla el viento!
¡Haz que esos malvados
se derritan como cera en el fuego!
3 Pero a la gente honrada
permítele alegrarse y hacer fiesta,
y estar feliz en tu presencia.
4 ¡Cantemos himnos a Dios!
¡Sí, cantémosle al que manda la lluvia!
¡Hagamos fiesta en su presencia!
¡Él es el Dios de Israel!
5 Dios, que vive en su santo templo,
cuida a los huérfanos
y defiende a las viudas;
6 les da hogar a los desamparados,
y libertad a los presos;
pero a los que no lo obedecen
les da tierras que nada producen.
7-8 Dios mío,
cuando sacaste de Egipto
a tu pueblo Israel
y lo guiaste por el desierto,
tan pronto llegaste al monte Sinaí,
la tierra tembló
y el cielo dejó caer su lluvia.
9 Dios mío, tú
enviaste abundantes lluvias
y nuestras tierras
volvieron a producir.
10 Y en esa tierra vivimos;
en la tierra que, por tu bondad,
preparaste para los pobres.
11 Tú, Dios mío, hablaste,
y miles de mujeres dieron la noticia:
12 «¡Huyen los reyes,
huyen sus ejércitos!»
Las mujeres, en sus casas,
se reparten las riquezas
que le quitaron al enemigo:
13 objetos de plata y de oro.
Pero algunos israelitas
se escondieron entre el ganado.
14 Cuando tú, Dios todopoderoso,
hiciste que los reyes de la tierra
salieran huyendo,
lo alto del monte Salmón
se llenó de nieve.
15 Las montañas de Basán
son montañas muy altas;
las montañas de Basán
son montañas majestuosas.
16 Ustedes, altas montañas,
¿por qué ven con envidia
la montaña que Dios ha elegido
para vivir allí para siempre?
17 Son miles los carros
que Dios usa para la guerra;
en uno de ellos vino del Sinaí
para entrar en su santuario.
18 Cuando tú, Dios y Señor,
subiste a las alturas,
te llevaste contigo a los presos,
y te quedaste a vivir allí.
¡Todo el mundo, hasta los rebeldes,
te dieron muchos regalos!
19 ¡Bendito seas siempre, nuestro Dios!
Tú, Dios y salvador nuestro,
nos ayudas en nuestros problemas.
20 Tú eres un Dios que salva;
¡tú nos libras de la muerte!
21 ¡A esos enemigos tuyos
que no dejan de pecar,
les aplastarás la cabeza
y se la partirás en dos!
22 Dios nuestro,
tú nos has dicho:
«Yo los haré volver de Basán;
yo los haré volver
de las profundidades del mar,
23 para que se empapen los pies
en la sangre de sus enemigos,
¡y hasta los perros de ustedes
lamerán esa sangre!»
24 En el santuario se ven
los desfiles de mi Dios y Rey.
25 Al frente van los cantores,
seguidos de las que tocan panderetas;
los músicos cierran el desfile.
26-27 Los dirige la tribu más joven,
que es la de Benjamín,
y los sigue una gran multitud:
¡Son los príncipes de Judá,
de Zabulón y de Neftalí!
Ustedes, israelitas,
¡bendigan a nuestro Dios,
cuando celebren sus reuniones!
28 Dios mío, Dios mío,
¡demuéstranos tu poder!
¡Déjanos ver la fuerza
que has usado para ayudarnos!
29-31 Dios mío,
por causa de tu templo
los reyes te traen regalos
a la ciudad de Jerusalén.
Reprende a esa nación
que vive sólo para la guerra.
Parece una fiera entre los juncos;
es como una manada de toros,
¡parece una nación de terneros!
Es tanta su ambición por las riquezas
que hasta entre ellos se pelean.
Egipto te enviará su bronce,
y Etiopía te traerá regalos.
32 Gente de todos los reinos,
¡cántenle a Dios!
¡Cántenle himnos a nuestro Dios!
33-34 ¡Reconozcan su poder!
Sobre el cielo de Israel pueden verse
su poder y su majestad.
Nuestro Dios va por el cielo
como si fuera montando un caballo,
y deja oír su potente voz,
que resuena como el trueno.
35 Dios mío, Dios de Israel,
¡qué imponente te ves
al venir de tu santuario!
Tú nos das fuerza y poder.
¡Bendito seas!
La sabiduría en la historia
De Adán hasta Abraham
10 La sabiduría protegió a Adán,
el primer hombre
y padre de todos nosotros.
Cuando no había nadie más que Adán,
ella lo rescató del pecado
que había cometido,
2 y le dio poder sobre todo lo creado.
3 Caín, en cambio,
rechazó la sabiduría,
y lleno de odio y de rabia,
mató a su hermano Abel;
así Caín provocó su propia muerte.
4 Por su culpa,
el agua inundó la tierra,
pero la sabiduría volvió a salvarla:
hizo que Noé, un hombre bueno,
flotara sobre las aguas
en un simple cajón de madera.
5 Tiempo después,
las naciones se unieron para hacer el mal,
y Dios las llenó de confusión.
Pero la sabiduría eligió al justo Abraham,
y lo llenó de valor para ser bueno
y obediente a Dios.
Fue también ella
quien le dio fortaleza a Abraham
cuando Dios le pidió
sacrificar a Isaac, su hijo amado.
6 Cuando el incendio destruyó
las cinco ciudades malvadas,
la sabiduría salvó a Lot,
que era un hombre justo.
7 Como resultado de aquella maldad,
esa tierra se volvió un desierto;
las plantas ya no dan fruto,
y allí puede verse una estatua de sal
que recuerda a la esposa de Lot,
la mujer que no confió en Dios.
8 Así, los necios habitantes de esas ciudades
no sólo fueron incapaces de conocer el bien,
sino que dejaron un recuerdo de su locura,
para que nadie se olvidara
de su terrible maldad.
De Jacob hasta José
9 La sabiduría libró a sus servidores:
10 llevó a Jacob por un camino seguro,
cuando huía de su hermano Esaú.
Le mostró el reino de Dios
y le dio a conocer grandes cosas.
Además, lo hizo prosperar
en todos sus trabajos.
11 Defendió a Jacob de sus enemigos,
y le dio muchas riquezas.
12 Cuando Jacob luchó con Dios,
la sabiduría le enseñó
que no hay nada más poderoso que la oración.
13 La sabiduría no abandonó a José,
el hombre bueno,
sino que lo libró de la maldad
cuando sus hermanos lo vendieron.
14 Lo acompañó cuando estuvo preso
y lo sacó de la cárcel.
Lo puso como gobernante de Egipto
y le dio dominio sobre sus enemigos.
Demostró que sus acusadores mentían
y, por eso, lo hizo famoso para siempre.
Tiempos de Moisés
15 La sabiduría liberó al pueblo de Dios.
Lo libró de quienes lo habían esclavizado.
16 La sabiduría acompañó a Moisés,
ayudante de Dios.
Por eso,
Moisés pudo vencer a reyes malvados
con milagros y con el poder de Dios.
17 La sabiduría premió al pueblo de Dios
por los muchos sufrimientos en Egipto.
Llevó al pueblo por un camino maravilloso.
Durante el día lo protegía con su sombra,
y de noche lo alumbraba con una gran luz.
18 La sabiduría hizo que el pueblo
cruzara a pie por el Mar de los Juncos,
y lo guió a través del mar profundo.
19 A los enemigos del pueblo,
la sabiduría los hundió en el mar,
y sus cuerpos quedaron tendidos en la orilla.
20 Así defendiste, Dios mío, a tu pueblo,
y les entregaste las riquezas
de esos pueblos malvados.
En gratitud, todo tu pueblo se puso a alabarte,
y a darte gracias por haberlo defendido.
21 La sabiduría soltó la lengua de los mudos
y enseñó a hablar a los niños pequeños.
La nueva vida
12 Por eso, hermanos míos, ya que Dios es tan bueno con ustedes, les ruego que dediquen toda su vida a servirle y a hacer todo lo que a él le agrada. Así es como se le debe adorar. 2 Y no vivan ya como vive todo el mundo. Al contrario, cambien de manera de ser y de pensar. Así podrán saber qué es lo que Dios quiere, es decir, todo lo que es bueno, agradable y perfecto.
3 Dios en su bondad me nombró apóstol, y por eso les pido que no se crean mejores de lo que realmente son. Más bien, véanse ustedes mismos según la capacidad que Dios les ha dado como seguidores de Cristo. 4 El cuerpo humano está compuesto de muchas partes, pero no todas ellas tienen la misma función. 5 Algo parecido pasa con nosotros como iglesia: aunque somos muchos, todos juntos formamos el cuerpo de Cristo.
6 Dios nos ha dado a todos diferentes capacidades, según lo que él quiso darle a cada uno. Por eso, si Dios nos autoriza para hablar en su nombre, hagámoslo como corresponde a un seguidor de Cristo. 7 Si nos pone a servir a otros, sirvámosles bien. Si nos da la capacidad de enseñar, dediquémonos a enseñar. 8 Si nos pide animar a los demás, debemos animarlos. Si de compartir nuestros bienes se trata, no seamos tacaños. Si debemos dirigir a los demás, pongamos en ello todo nuestro empeño. Y si nos toca ayudar a los necesitados, hagámoslo con alegría.
Cómo vivir la vida cristiana
9 Amen a los demás con sinceridad. Rechacen todo lo que sea malo, y no se aparten de lo que sea bueno. 10 Ámense unos a otros como hermanos, y respétense siempre.
11 Trabajen con mucho ánimo, y no sean perezosos. Trabajen para Dios con mucho entusiasmo.
12 Mientras esperan al Señor, muéstrense alegres; cuando sufran por el Señor, muéstrense pacientes; cuando oren al Señor, muéstrense constantes.
13 Compartan lo que tengan con los pobres de la iglesia. Reciban en sus hogares a los que vengan de otras ciudades y países.
14 No maldigan a sus perseguidores; más bien, pídanle a Dios que los bendiga.
15 Si alguno está alegre, alégrense con él; si alguno está triste, acompáñenlo en su tristeza.
16 Vivan siempre en armonía. Y no sean orgullosos, sino traten como iguales a la gente humilde. No se crean más inteligentes que los demás.
17 Si alguien los trata mal, no le paguen con la misma moneda. Al contrario, busquen siempre hacer el bien a todos. 18 Hagan todo lo posible por vivir en paz con todo el mundo. 19 Queridos hermanos, no busquen la venganza, sino dejen que Dios se encargue de castigar a los malvados. Pues en la Biblia Dios dice: «A mí me toca vengarme. Yo le daré a cada cual su merecido.» 20 Y también dice: «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Así harás que le arda la cara de vergüenza.»
21 No se dejen vencer por el mal. Al contrario, triunfen sobre el mal haciendo el bien.
Mujeres que ayudaban a Jesús
8 Los días siguientes, Jesús fue por muchos pueblos y ciudades anunciando las buenas noticias del reino de Dios. Con Jesús andaban también sus doce discípulos 2-3 y muchas mujeres. Estas mujeres ayudaban con dinero a Jesús y a sus discípulos. A algunas de ellas, Jesús las había sanado de diferentes enfermedades y de los espíritus malos. Entre esas mujeres estaba María, a la que llamaban Magdalena, que antes había tenido siete demonios. También estaban Juana y Susana. Juana era la esposa de Cuza, el administrador del rey Herodes Antipas.
El ejemplo de las semillas
4 Mucha gente había venido de distintos pueblos para ver a Jesús. Él les puso este ejemplo:
5 «Un campesino salió a sembrar trigo. Mientras sembraba, unas semillas cayeron en el camino. La gente que pasaba por allí las pisoteaba, y los pájaros se las comían. 6 Otras semillas cayeron en un lugar donde había muchas piedras. Las plantas nacieron, pero pronto se secaron porque no tenían agua. 7 Otras semillas cayeron entre espinos. Las plantas brotaron, pero los espinos las ahogaron y no las dejaron crecer. 8 El resto de las semillas cayó en buena tierra. Las plantas nacieron, crecieron y produjeron espigas que tenían hasta cien semillas.»
Después, Jesús dijo con voz muy fuerte: «¡Si ustedes en verdad tienen oídos, pongan mucha atención!»
¿Por qué Jesús enseña con ejemplos?
9 Luego, los discípulos le preguntaron:
—¿Qué significa ese ejemplo que contaste?
10 Jesús les respondió:
—A ustedes les he explicado los secretos acerca del reino de Dios. Pero a los demás sólo les enseño por medio de ejemplos. Así, aunque miren, no verán, y aunque oigan, no entenderán.
Jesús explica el ejemplo de las semillas
11 »El ejemplo significa lo siguiente: Las semillas representan el mensaje de Dios. 12 Las que cayeron en el camino representan a los que oyen el mensaje, pero cuando viene el diablo hace que se les olvide, para que ya no crean ni reciban la salvación que Dios les ofrece. 13 Las semillas que cayeron entre piedras representan a los que reciben el mensaje con alegría. Pero, como no lo entienden bien, en cuanto tienen problemas dejan de confiar en Dios. 14 Las semillas que cayeron entre espinos representan a los que oyen el mensaje, pero no dejan que el mensaje cambie sus vidas, pues viven preocupados por tener más dinero y por divertirse. 15 Las semillas que cayeron en buena tierra representan a los que oyen el mensaje de Dios y lo aceptan con una actitud obediente y sincera. Estos últimos se mantienen firmes, y sus acciones son buenas.
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