Book of Common Prayer
Dios ayuda al rey
SALMO 20 (19)
Himno de David.
20 Que Dios te responda
cuando te encuentres en aprietos;
que el Dios de Israel
te brinde su protección.
2 Que Dios te envíe su ayuda
desde su santuario;
que Dios te dé su apoyo
desde Jerusalén.
3 Que Dios se acuerde siempre
de todas tus ofrendas,
y reciba con gusto los animales
que presentas en su honor.
4 Que Dios te conceda
lo que pidas de todo corazón,
y que haga realidad
lo que pienses hacer.
5 ¡Lanzaremos gritos de alegría
cuando Dios te conceda la victoria,
y alabando a nuestro Dios
haremos ondear las banderas!
¡Que Dios te conceda
todo lo que pidas!
6 Ahora estoy bien seguro
de que Dios le dará la victoria
al rey que él ha elegido.
Sé que Dios le responderá
desde su santo cielo;
sé que con su poder
le dará al rey grandes victorias.
7 Algunos confían en sus carros de guerra,
otros confían en sus caballos,
pero nosotros sólo confiamos
en nuestro Dios.
8 Esa gente tropezará y caerá,
pero nosotros nos levantaremos
y seguiremos de pie.
9 Dios nuestro,
¡dale al rey la victoria!,
¡respóndenos cuando te llamemos!
Dios le da la victoria al rey
SALMO 21 (20)
Himno de David.
21 Dios mío,
el rey está muy alegre
porque tú le has dado fuerzas;
el rey se alegra mucho
porque le has dado la victoria.
2 Le has concedido
lo que él más deseaba,
jamás le negaste
lo que él te pidió.
3 Saliste a su encuentro
con ricas bendiciones,
le pusiste en la cabeza
una corona de oro fino.
4 Te pidió que le dieras vida,
y lo dejaste vivir muchos años.
5 Gracias a tu ayuda
aumentó su poder,
gracias a tu ayuda
aumentó su fama.
6 Nunca dejas de bendecirlo;
tu presencia lo llena de alegría.
7 El rey confía en tu amor,
y tú, Dios altísimo,
no lo dejarás fracasar.
8-9 Rey mío,
cuando tú te hagas presente,
apresarás con tu poder
a todos tus enemigos;
¡apresarás a los que no te quieren
y les prenderás fuego!
Acabarás con ellos,
¡en tu enojo los consumirás!
10 Borrarás de este mundo
a todos sus hijos.
Borrarás de esta tierra
a todos sus descendientes.
11 Tal vez quieran hacerte daño
y hagan planes contra ti,
pero no lograrán su propósito.
12 Cuando los ataques,
huirán por todos lados.
13 ¡Dios mío, muestra tu gran poder,
y cantaremos himnos
por tus grandes victorias!
Dios da poder al rey
SALMO 110 (109)
Himno de David.
110 Mi Dios le dijo a mi señor el rey:
«Siéntate a la derecha de mi trono
hasta que yo derrote a tus enemigos».
2 ¡Que Dios te permita
derrotar a tus enemigos,
y extienda desde Jerusalén
el poder de tu reinado!
3 ¡Que tus soldados te juren lealtad
sobre los cerros de Dios
en el día de la batalla!
Cuando salga el sol,
se renovarán tus fuerzas.
4 Dios ha hecho un juramento,
y lo cumplirá:
«Tú eres sacerdote para siempre,
como lo fue Melquisedec».
5-6 Mi Dios está a tu derecha,
y siempre te ayudará.
Cuando manifieste su enojo,
aplastará reyes y gobernantes,
juzgará naciones,
y por toda la tierra
amontonará cadáveres.
7 Junto al camino,
el rey apagará su sed
con el agua de un arroyo,
y así recobrará las fuerzas.
Ya puedo dormir tranquilo
SALMO 116 (114-115)
116 Yo amo a mi Dios
porque él escucha mis ruegos.
2 Toda mi vida oraré a él
porque me escucha.
3 La muerte me tenía atrapado;
me dominaba el miedo de morir.
¡Sentí una angustia terrible!
4 Entonces le rogué a Dios
que me salvara la vida.
5 Mi Dios es justo y compasivo;
es un Dios tierno y cariñoso
6 que protege a los indefensos.
Yo no tenía quien me defendiera,
y él vino en mi ayuda.
7 Dios mío,
tú has sido bueno conmigo;
ya puedo dormir tranquilo.
8 Me libraste de la muerte,
me secaste las lágrimas,
y no me dejaste caer.
9-10 Mientras tenga yo vida,
siempre te obedeceré.
Confío en ti, mi Dios,
aunque reconozco
que estoy muy afligido.
11 Demasiado pronto he dicho
que no hay nadie en quien confiar.
12 ¿Cómo podré, mi Dios,
pagarte todas tus bondades?
13 Mostrándome agradecido
y orando en tu nombre,
14 y cumpliéndote mis promesas
en presencia de tu pueblo.
15-16 Dios nuestro,
a ti te duele ver morir
a la gente que te ama.
¡Líbrame de la muerte,
pues estoy a tu servicio!
17 Llevaré hasta tu altar
una ofrenda de gratitud,
y oraré en tu nombre.
18-19 En los patios de tu templo,
en el centro de Jerusalén,
y en presencia de todo tu pueblo,
te cumpliré mis promesas.
¡Alabemos a nuestro Dios!
Alabemos a Dios
SALMO 117 (116)
117 Naciones todas, pueblos todos,
¡alaben a Dios!
2 ¡Porque él es un Dios fiel,
y nunca deja de amarnos!
¡Alabemos siempre a nuestro Dios!
Sólo Dios salva
43 Isaías dijo:
«Ahora, pueblo de Israel,
Dios tu creador te dice:
“No tengas miedo.
Yo te he liberado;
te he llamado por tu nombre
y tú me perteneces.
2 Aunque tengas graves problemas,
yo siempre estaré contigo;
cruzarás ríos y no te ahogarás,
caminarás en el fuego y no te quemarás
3-4 porque yo soy tu Dios
y te pondré a salvo.
Yo soy el Dios santo de Israel.
”Israel, yo te amo;
tú vales mucho para mí.
Para salvarte la vida
y para que fueras mi pueblo,
tuve que pagar un alto precio.
Para poder llamarte mi pueblo,
entregué a naciones enteras,
como Sabá, Etiopía y Egipto.
5 ”No tengas miedo;
yo siempre estaré contigo.
No importa dónde estés,
yo te llamaré
y te haré volver a tu tierra,
y volverás a ser mi pueblo.
6 A las naciones del norte
y a las naciones del sur
les diré:
‘Devuélvanme a mi pueblo;
no se queden con ellos.
Dejen que mis hijos y mis hijas,
vuelvan de los lugares más lejanos.
7 Yo los he creado
para que me adoren
y me canten alabanzas.’”»
Israel, único testigo de Dios
8-9 Dios dijo:
«Mi pueblo tiene ojos, pero no ve;
tiene oídos, pero no escucha.
Pero ustedes, pueblos y naciones,
júntense y díganme
quién de ustedes ha anunciado
lo que antes sucedió.
Presenten a sus testigos
y demuestren que dicen la verdad».
10 Dios les dijo a los israelitas:
«Ustedes son mis testigos
y están a mi servicio.
Yo los elegí porque quería
que ustedes confiaran en mí;
los elegí para que entendieran
que yo soy el único Dios.
No habrá otro, ni antes ni después.
11 »Sólo yo soy Dios,
sólo yo puedo salvarlos.
12 Yo les anuncié que los salvaría,
y así lo hice.
No los salvó un dios extraño;
de eso, ustedes son mis testigos.
Yo soy el Dios de Israel,
y juro que así es.
13 »Yo soy Dios desde el principio,
y lo seré hasta el final.
Nadie puede librarse de mi poder,
ni deshacer lo que yo hago».
El amor de Jesucristo
14 Por todo esto, me arrodillo a orar delante de Dios el Padre, 15 creador de todo lo que existe, tanto en el cielo como en la tierra. 16 Por la inmensa riqueza de su gloria, pido a Dios que, por medio de su Espíritu, los haga cristianos fuertes de ánimo. 17 También le pido a Dios que Jesucristo viva en sus corazones, gracias a la confianza que tienen en él, y que ustedes se mantengan firmes en su amor por Dios y por los demás. 18 Así ustedes podrán comprender, junto con todos los que formamos el pueblo de Dios, el amor de Cristo en toda su plenitud. 19 Le pido a Dios que ustedes puedan conocer ese amor, que es más grande de lo que podemos entender, para que reciban todo lo que Dios tiene para darles.
20 Dios tiene poder para hacer mucho más de lo que le pedimos. ¡Ni siquiera podemos imaginar lo que Dios puede hacer para ayudarnos con su poder! 21 Todos los que pertenecemos a la iglesia de Cristo, debemos alabarlo por siempre. Amén.
Los discípulos arrancan espigas de trigo
23 Un sábado, mientras Jesús y sus discípulos iban por un campo sembrado de trigo, los discípulos comenzaron a arrancar espigas.[a] 24 Cuando los fariseos vieron esto, le dijeron a Jesús:
—¡Mira lo que hacen tus discípulos! ¿Acaso no saben que está prohibido arrancar espigas en el día de descanso?
25-26 Jesús les respondió:
—¿No han leído ustedes en la Biblia lo que hizo el rey David, cuando Abiatar era el jefe de los sacerdotes? David y sus compañeros sufrían gran necesidad y tenían mucha hambre. Entonces David entró en la casa de Dios y comió del pan especial, que sólo a los sacerdotes les estaba permitido comer, y lo compartió con sus compañeros.
Además les dijo:
27 —El sábado se hizo para el bien de los seres humanos, y no los seres humanos para el bien del sábado. 28 Yo, el Hijo del hombre, soy quien decide qué puede hacerse y qué no puede hacerse en el día de descanso.
Jesús sana a un hombre en sábado
3 Jesús volvió a entrar en la sinagoga. Allí había un hombre que tenía una mano tullida.
2 Los fariseos estaban vigilando a Jesús para ver si sanaba a ese hombre en día sábado, y poder así acusarlo de trabajar en ese día de descanso.
3 Jesús le dijo al enfermo: «Levántate y ponte en medio de todos.»
4 Luego, les preguntó a los que estaban allí: «¿Qué es correcto hacer en sábado: el bien o el mal? ¿Salvar una vida o destruirla?»
Pero nadie le contestó. 5 Jesús miró con enojo a los que lo rodeaban y, al ver que eran muy tercos y no tenían amor, se puso muy triste. Entonces le dijo al enfermo: «Extiende la mano.»
El hombre extendió la mano, y la mano le quedó sana.
6 Los fariseos salieron de la sinagoga y enseguida se reunieron con los partidarios[b] del rey Herodes; y juntos comenzaron a hacer planes para matar a Jesús.
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