Book of Common Prayer
Dios nunca deja de amarnos
SALMO 136 (135)
136 ¡Alabemos a Dios, porque él es bueno!
¡Dios nunca deja de amarnos!
2 Alabemos al Dios de dioses.
¡Dios nunca deja de amarnos!
3 Alabemos al Señor de señores.
¡Dios nunca deja de amarnos!
4 Sólo Dios hace grandes maravillas.
¡Dios nunca deja de amarnos!
5 Dios hizo los cielos con sabiduría.
¡Dios nunca deja de amarnos!
6 Extendió la tierra sobre el agua.
¡Dios nunca deja de amarnos!
7 Hizo los astros luminosos.
¡Dios nunca deja de amarnos!
8 Hizo el sol, para alumbrar el día.
¡Dios nunca deja de amarnos!
9 Hizo la luna y las estrellas,
para alumbrar la noche.
¡Dios nunca deja de amarnos!
10 En Egipto hirió de muerte
al hijo mayor de cada familia.
¡Dios nunca deja de amarnos!
11 Sacó de Egipto a Israel.
¡Dios nunca deja de amarnos!
12 Allí mostró su gran poder.
¡Dios nunca deja de amarnos!
13 Partió en dos el Mar de los Juncos.
¡Dios nunca deja de amarnos!
14 Hizo que Israel cruzara el mar.
¡Dios nunca deja de amarnos!
15 Hundió en el mar
al faraón y a su ejército.
¡Dios nunca deja de amarnos!
16 Guió a Israel por el desierto.
¡Dios nunca deja de amarnos!
17 Derrotó a reyes poderosos.
¡Dios nunca deja de amarnos!
18 Quitó la vida a reyes famosos.
¡Dios nunca deja de amarnos!
19 Hirió a Sihón, el rey amorreo.
¡Dios nunca deja de amarnos!
20 Hirió a Og, el rey de Basán.
¡Dios nunca deja de amarnos!
21 Entregó a su pueblo,
las tierras de esos reyes.
¡Dios nunca deja de amarnos!
22 Ésa fue la herencia de Israel.
¡Dios nunca deja de amarnos!
23 Dios no se olvidó de nosotros
cuando nos vio derrotados.
¡Dios nunca deja de amarnos!
24 Nos libró de nuestros enemigos.
¡Dios nunca deja de amarnos!
25 Alimenta a toda su creación.
¡Dios nunca deja de amarnos!
26 ¡Alabemos al Dios del cielo!
¡Dios nunca deja de amarnos!
Dios nos ama
SALMO 118 (117)
118 ¡Alabemos a nuestro Dios!
¡Démosle gracias porque él es bueno!
¡Él nunca deja de amarnos!
2 Que lo repitan los israelitas:
«¡Dios nunca deja de amarnos!»
3 Que lo repitan los sacerdotes:
«¡Dios nunca deja de amarnos!»
4 Que lo repitan
los que adoran a Dios:
«¡Dios nunca deja de amarnos!»
5 Perdida ya toda esperanza,
llamé a mi Dios,
y él me respondió;
¡me liberó de la angustia!
6 Dios está conmigo:
no tengo miedo.
Nadie puede hacerme daño,
7 Dios está conmigo
y me brinda su ayuda.
¡Estoy seguro de ver la derrota
de los que me odian!
8-9 Vale más confiar en Dios
que confiar en gente importante.
10-11 Todas las naciones me rodearon;
me rodearon por completo,
pero Dios me ayudó a derrotarlas.
12 Me rodearon como avispas,
pero ardieron en el fuego como espinas;
¡Dios me ayudó a derrotarlas!
13 Me empujaron con violencia
para hacerme tropezar,
pero Dios vino en mi ayuda.
14 Dios me da fuerzas,
Dios inspira mi canto;
¡Dios es mi salvador!
15-16 Los justos, en sus casas,
repiten este grito de alegría:
«¡Dios con su poder
ha alcanzado la victoria!
¡Alabemos su poder!»
17 Aún no quiero morir.
Quiero vivir y seguir hablando
de lo que Dios ha hecho.
18 Él me castigó con dureza,
pero no me entregó a la muerte.
19-20 ¡Ábranme paso,
puertas del templo de Dios!
Por ustedes sólo pasan
los que Dios considera justos.
¡Ábranme paso,
que quiero darle gracias a Dios!
21 ¡Gracias, Dios mío,
porque me respondiste
y me salvaste!
22 La piedra que rechazaron
los constructores del templo
es ahora la piedra principal.
23 Esto nos deja maravillados,
pues Dios es quien lo hizo.
24 Hagamos fiesta en este día,
porque en un día como éste
Dios actuó en nuestro favor.
25 Dios, Dios mío,
¡danos tu salvación,
concédenos tu victoria!
26 ¡Bendito el rey que viene
en el nombre de Dios!
Desde su templo
los bendecimos a todos ustedes.
27 Dios es nuestra luz.
¡Llevemos flores al altar
y acompañemos al pueblo de Dios!
28 Tú eres mi Dios;
por eso te doy gracias
y alabo tu grandeza.
29 ¡Alabemos a nuestro Dios!
¡Démosle gracias porque él es bueno!
¡Él nunca deja de amarnos!
Peregrinación por el desierto (13.1—18.27)
La fiesta de los panes sin levadura
13 Dios le dijo a Moisés: 2 «El primer hijo de todo matrimonio israelita será para mí. También serán para mí todas las primeras crías de los animales israelitas».
11 »Cuando Dios les haya entregado el territorio de Canaán, que es el país que les prometió a sus antepasados, 12 ustedes deberán entregarle el primer hijo varón que tengan y el primer macho de sus animales, pues ambos le pertenecen a Dios. 13 En lugar de dar como sacrificio el primer macho de los burros podrán dar en su lugar como ofrenda un cordero. Lo mismo harán ustedes con sus hijos mayores.
14 »Cuando sus hijos les pregunten por qué hacen esos sacrificios, ustedes les dirán: “Con su gran poder, nuestro Dios nos sacó de Egipto, donde éramos esclavos. 15 El rey de ese país se había puesto terco y no nos dejaba salir. Entonces Dios castigó a los egipcios quitándoles la vida a todos sus hijos mayores, y también a las primeras crías de sus animales. Por eso nosotros sacrificamos en su honor el primer macho de nuestros animales, y en lugar de nuestro hijo mayor le damos una ofrenda. 16 Este sacrificio debe ser para ustedes como una marca en el brazo o en la frente, para que recuerden que Dios nos sacó de Egipto con su gran poder”».
51 Les voy a contar algo que Dios tenía en secreto: No todos moriremos, pero todos seremos transformados. 52 En un abrir y cerrar de ojos, cuando Cristo vuelva, se oirá el último toque de la trompeta, y los muertos volverán a vivir para no morir jamás. Y nosotros seremos transformados. 53 Dios cambiará estos cuerpos nuestros, que mueren y se destruyen, por cuerpos que vivirán para siempre y que nunca serán destruidos. 54 Cuando esto suceda, se cumplirá lo que dice la Biblia:
«¡La muerte ha sido destruida!
55 ¿Dónde está ahora su victoria?
¿Dónde está su poder para herirnos?»
56 El pecado produce la muerte, y existe porque hay una ley. 57 ¡Pero gracias a Dios, podemos vencerlo por medio de nuestro Señor Jesucristo!
58 Por eso, mis queridos hermanos, manténganse firmes, y nunca dejen de trabajar más y más por el Señor Jesús. Y sepan que nada de lo que hacen para Dios es inútil.
¡Él está vivo!
24 El domingo, al amanecer, las mujeres fueron a la tumba de Jesús para llevar los perfumes que habían preparado. 2 Cuando llegaron, vieron que la piedra que tapaba la entrada de la tumba ya no estaba en su lugar. 3 Entonces entraron en la tumba, pero no encontraron el cuerpo de Jesús. 4 Ellas no sabían qué hacer ni qué pensar.
De pronto, dos hombres se pararon junto a ellas. Tenían ropa muy blanca y brillante. 5 Las mujeres tuvieron tanto miedo que se inclinaron hasta tocar el suelo con su frente. Los hombres les dijeron:
«¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? 6-7 Recuerden lo que Jesús, el Hijo del hombre, les dijo cuando todavía estaba en la región de Galilea. Él les dijo que sería entregado a hombres malvados que lo matarían en una cruz, pero que al tercer día iba a resucitar.»
8 Ellas recordaron esas palabras, 9-11 y salieron de aquel lugar. Cuando llegaron a donde estaban los once apóstoles y los otros discípulos, les contaron lo que había pasado. Pero ellos no creyeron lo que ellas decían, porque les parecía una tontería.
Entre las mujeres estaban María Magdalena, Juana y María, la madre del discípulo que se llamaba Santiago.
12 Sin embargo, Pedro salió corriendo hacia la tumba. Al llegar, miró hacia dentro, pero sólo vio las telas con que habían envuelto el cuerpo de Jesús. Entonces regresó a la casa, asombrado por lo que había pasado.
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