Book of Common Prayer
Alabemos a Dios por sus maravillas
SALMO 66 (65)
Himno.
66 ¡Cantemos a Dios con alegría
los que habitamos la tierra!
2 ¡Cantemos himnos a Dios
y alabemos su grandeza!
3 ¡Alabemos su poder;
todo lo que ha hecho es maravilloso!
¡Sus enemigos se rinden ante él!
4 Todo el mundo lo adora
y canta himnos en su honor.
5 ¡Vengan a ver las maravillas
que Dios ha realizado!
¡Vengan a ver sus grandes hechos
en favor de todos nosotros!
6 Convirtió el mar en tierra seca,
y nosotros, que somos su pueblo,
lo cruzamos a pie.
¡Allí hicimos fiesta
por todo lo que él hizo!
7 Dios es un rey poderoso.
Siempre está vigilando a las naciones
para que los rebeldes
no se levanten contra él.
8 Pueblos todos,
¡bendigan a nuestro Dios!
¡Dejen oír sus alabanzas!
9 Dios nos ha protegido,
nos ha conservado la vida;
¡no nos ha dejado morir!
10 Tú, Dios mío,
nos pusiste a prueba,
para ver si éramos fieles.
11 Nos hiciste caer en la trampa
de nuestros enemigos.
¡Cómo nos has hecho sufrir!
12 ¡Manadas enteras de caballos
nos aplastaron la cabeza!
Pasamos por el fuego,
cruzamos por el agua,
pero finalmente nos trajiste
a esta tierra de abundancia.
13 Yo me presentaré en tu templo
con ofrendas especiales [a] en tu honor,
así te cumpliré mis promesas,
14 las promesas que yo mismo te hice
cuando me vi en problemas.
15 Como ofrendas en tu honor
llevaré los toros más gordos;
te ofreceré toros y cabritos,
y también te ofreceré carneros.
16 Préstenme atención ustedes,
los que adoran a Dios;
vengan, que voy a contarles
lo que Dios ha hecho por mí.
17 Con mis labios y mi lengua
lo llamé y le canté alabanzas.
18 Si mis intenciones fueran malas,
Dios no me habría escuchado;
19 ¡pero él me escuchó
y contestó mis oraciones!
20 ¡Bendito sea Dios,
pues tomó en cuenta mi oración
y me demostró su amor!
Dios, guía de todas las naciones
SALMO 67 (66)
Instrucciones para el director musical: Este himno deberá cantarse acompañado de instrumentos de cuerda.
67 Dios mío,
ten compasión de nosotros
y danos tu bendición.
Míranos con alegría
y muéstranos tu amor;
2 así todas las naciones del mundo
conocerán tus enseñanzas
y tu poder para salvar.
3 Dios mío,
¡que te alaben los pueblos!
¡Que todos los pueblos te alaben!
4 ¡Que todas las naciones se alegren
y canten llenas de felicidad!
Tú gobiernas a los pueblos con justicia;
¡tú guías a las naciones de la tierra!
5 Dios mío,
¡que te alaben los pueblos!
¡Que todos los pueblos te alaben!
6 La tierra dará grandes cosechas,
y tú nos bendecirás.
7 Sí, tú nos bendecirás;
a ti te alabarán
los más lejanos países de la tierra.
Creación y palabra
SALMO 19 (18)
Himno de David.
19 El cielo azul nos habla
de la grandeza de Dios
y de todo lo que ha hecho.
2 Los días y las noches
lo comentan entre sí.
3 Aunque no hablan ni dicen nada,
ni se oye un solo sonido,
4 sus palabras recorren toda la tierra
y llegan hasta el fin del mundo.
En el cielo Dios ha puesto
una casa para el sol.
5 Y sale el sol de su casa
feliz como un novio;
alegre como un atleta,
se dispone a recorrer su camino.
6 Sale por un lado
y se oculta por el otro,
sin que nada ni nadie
se libre de su calor.
7 La ley de Dios es perfecta,
y nos da nueva vida.
Sus mandatos son dignos de confianza,
pues dan sabiduría a los jóvenes.
8 Las normas de Dios son rectas
y alegran el corazón.
Sus mandamientos son puros
y nos dan sabiduría.
9 La palabra de Dios es limpia
y siempre se mantiene firme.
Sus decisiones son al mismo tiempo
verdaderas y justas.
10 Yo prefiero sus decisiones
más que montones de oro,
me endulzan la vida
más que la miel del panal.
11 Me sirven de advertencia;
el premio es grande
si uno cumple con ellas.
12 Nadie parece darse cuenta
de los errores que comete.
¡Perdóname, Dios mío,
los pecados que cometo
sin darme cuenta!
13 ¡Líbrame del orgullo!
¡No dejes que me domine!
¡Líbrame de la desobediencia
para no pecar contra ti!
14 ¡Tú eres mi Dios y mi protector!
¡Tú eres quien me defiende!
¡Recibe, pues, con agrado
lo que digo y lo que pienso!
Dios nos brinda protección
SALMO 46 (45)
Poema compuesto por la familia de Coré. Instrucciones para el director del coro: para cantarlo en un funeral.
46 Nuestro Dios es como un castillo
que nos brinda protección.
Dios siempre nos ayuda
cuando estamos en problemas.
2-3 Aunque tiemble la tierra
y se hundan las montañas
hasta el fondo del mar;
aunque se levanten grandes olas
y sacudan los cerros con violencia,
¡no tendremos miedo!
4 Un río alegra a los que viven
en la ciudad de Dios;
sus arroyos llenan de alegría
el templo del Dios altísimo.
5 La ciudad de Dios jamás caerá
porque Dios habita en ella;
Dios mismo vendrá en su ayuda
al comenzar el día.
6 Cuando Dios deja oír su voz,
se asustan las naciones,
se tambalean los reinos
y se estremece la tierra.
7 Con nosotros está
el Dios del universo;
él es Dios de nuestro pueblo,
¡él es nuestro refugio!
8 ¡Vengan, vengan a ver
las grandes maravillas
que Dios ha hecho
en toda la tierra!
9 Hasta en los lugares más lejanos
les puso fin a las guerras;
destrozó arcos y lanzas,
y echó al fuego los escudos.
10 Y dijo:
«¡Todas las naciones del mundo
reconocen mi grandeza!
¡Reconózcanme como su Dios
y ya no se peleen!»
11 Con nosotros está
el Dios del universo;
él es Dios de nuestro pueblo,
¡él es nuestro refugio!
Los asirios vencen a los israelitas
17 Oseas hijo de Elá comenzó a reinar en Israel cuando Ahaz tenía ya doce años gobernando sobre Judá. Reinó nueve años, durante los cuales vivió en Samaria. 2 Oseas desobedeció a Dios, aunque no tanto como los reyes de Israel anteriores a él.
3 Salmanasar, rey de Asiria, atacó a Oseas, lo dominó y lo obligó a pagarle impuestos. 4 Pero un día, Oseas se rebeló, envió hombres a Lais con un mensaje para el rey de Egipto, y no le pagó los impuestos a Salmanasar, como lo había hecho en años anteriores. Cuando el rey de Asiria lo descubrió, mandó a arrestar a Oseas y ponerlo en la cárcel. 5 Después invadió todo el país, fue a la ciudad de Samaria y la estuvo atacando durante tres años. 6 Al final, a los nueve años del reinado de Oseas, el rey de Asiria se apoderó de Samaria y se llevó prisioneros a los israelitas hasta su país. Los ubicó en Halah, en la región del río Habor, en Gozán, y en las ciudades de los medos.
7 Esto sucedió porque los israelitas habían pecado en contra de su único y verdadero Dios, que los había sacado de Egipto librándolos del poder del rey. Ellos adoraron a otros dioses, 8 y siguieron las mismas costumbres de las naciones que Dios había expulsado de su territorio, y también las costumbres que habían introducido los reyes de Israel. 9 También trataron de ocultarle a Dios su mal comportamiento, y construyeron otros altares de adoración, tanto en las ciudades grandes como en las torres de vigilancia. 10 Hicieron imágenes de la diosa Astarté y las pusieron en todas las colinas y debajo de la sombra de todos los grandes árboles. 11 También quemaron incienso como hacían las naciones que Dios había expulsado de ese territorio cuando llegaron los israelitas, y así desobedecieron a Dios. Por eso Dios se enojó, 12 pues adoraron ídolos aunque él se los había prohibido terminantemente.
13 Por medio de los profetas, Dios les había advertido muchas veces a los de Israel y de Judá que dejaran de hacer lo malo y obedecieran los mandamientos que les había dado a sus antepasados. 14 Pero ellos no hicieron caso ni confiaron en Dios, sino que fueron tercos, como sus antepasados. 15 No obedecieron los mandamientos ni el pacto que Dios había hecho con el pueblo de Israel. Adoraron ídolos que no valían nada, y por eso ellos mismos llegaron a ser un pueblo que no valía nada. Imitaron a las naciones vecinas, aunque Dios les había prohibido hacerlo. 16 Desobedecieron todos los mandamientos de su Dios, y fabricaron dos toros de oro para adorarlos. Además, hicieron una imagen de Astarté, y adoraron a Baal y al sol, la luna y las estrellas. 17 Quemaron a sus hijos e hijas para ofrecerlos como sacrificios, fueron a consultar con adivinos y brujos que pretendían saber el futuro, y se dedicaron por completo a hacer lo malo, por lo que hicieron enojar a Dios.
18 Dios estaba tan enojado con los israelitas que los abandonó y dejó que se los llevaran prisioneros. Los únicos israelitas que Dios no entregó como prisioneros fueron los de Judá.
Tabitá vuelve a vivir
36 En el puerto de Jope vivía una seguidora de Jesús llamada Tabitá. Su nombre griego era Dorcas, que significa «Gacela». Tabitá siempre servía a los demás y ayudaba mucho a los pobres. 37 Por esos días Tabitá se enfermó y murió. Entonces, de acuerdo con la costumbre, lavaron su cuerpo y lo pusieron en un cuarto del piso superior de la casa.
38 Pedro estaba en Lida, ciudad cercana al puerto de Jope. Cuando los seguidores de Jesús que vivían en Jope lo supieron, enseguida enviaron a dos hombres con este mensaje urgente: «Por favor, venga usted tan pronto como pueda.»
39 De inmediato, Pedro se fue a Jope con ellos. Al llegar, lo llevaron a donde estaba el cuerpo de Tabitá. Muchas viudas se acercaron llorosas a Pedro, y todas le mostraban los vestidos y los mantos que Tabitá les había hecho cuando aún vivía.
40 Pedro mandó que toda la gente saliera del lugar. Luego se arrodilló y oró al Señor. Después de eso, se dio vuelta hacia donde estaba el cuerpo de Tabitá y le ordenó: «¡Tabitá, levántate!»
Ella abrió los ojos, miró a Pedro y se sentó. 41 Pedro le dio la mano para ayudarla a ponerse de pie; luego llamó a los seguidores de Jesús y a las viudas, y les presentó a Tabitá viva.
42 Todos los que vivían en Jope se enteraron de esto, y muchos creyeron en el Señor Jesús. 43 Por un tiempo Pedro se quedó en Jope, en la casa de un hombre llamado Simón, que se dedicaba a curtir pieles.
Una pesca milagrosa
5 Una vez Jesús estaba a la orilla del Lago de Galilea, y la gente se amontonó alrededor de él para escuchar el mensaje de Dios. 2 Jesús vio dos barcas en la playa. Estaban vacías porque los pescadores estaban lavando sus redes. 3 Una de esas barcas era de Simón Pedro. Jesús subió a ella y le pidió a Pedro que la alejara un poco de la orilla. Luego se sentó[a] en la barca, y desde allí comenzó a enseñar a la gente.
4 Cuando Jesús terminó de enseñarles, le dijo a Pedro:
—Lleva la barca a la parte honda del lago, y lanza las redes para pescar.
5 Pedro respondió:
—Maestro, toda la noche estuvimos trabajando muy duro y no pescamos nada. Pero, si tú lo mandas, voy a echar las redes.
6 Hicieron lo que Jesús les dijo, y fueron tantos los pescados que recogieron, que las redes estaban a punto de romperse. 7 Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca, para que fueran enseguida a ayudarlos. Eran tantos los pescados que, entre todos, llenaron las dos barcas. Y las barcas estaban a punto de hundirse.
8 Al ver esto, Pedro se arrodilló delante de Jesús y le dijo:
—¡Señor, apártate de mí, porque soy un pecador!
9-10 Santiago y Juan, que eran hijos de Zebedeo, Pedro y todos los demás, estaban muy asombrados por la pesca tan abundante. Pero Jesús le dijo a Pedro:
—No tengas miedo. De hoy en adelante, en lugar de pescar peces, voy a enseñarte a ganar seguidores para mí.
11 Los pescadores llevaron las barcas a la orilla, dejaron todo lo que llevaban, y se fueron con Jesús.
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