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Ofir, Javilá y Jobab. Todos estos fueron hijos de Joctán.
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Cuando murió Bela, reinó en su lugar Jobab, hijo de Zera, que provenía de Bosra.
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Cuando murió Jobab, reinó en su lugar Jusán, que provenía de la región de Temán.
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Los hijos de Isacar: Tola, Fuvá, Job y Simrón.
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Conquista de los reinos del norte
Cuando Jabín, rey de Jazor, se enteró de todo lo ocurrido, convocó a Jobab, rey de Madón, y a los reyes de Simrón y de Acsaf.
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Ofir, Javilá y Jobab. Todos estos fueron hijos de Joctán.
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Cuando murió Bela, reinó en su lugar Jobab, hijo de Zera, que provenía de Bosra.
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Cuando murió Jobab, reinó en su lugar Jusán, que provenía de la región de Temán.
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Con su esposa Hodes tuvo a Jobab, Sibia, Mesá, Malcán,
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Ismeray, Jezlías y Jobab fueron los hijos de Elpal.
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De entre los sacerdotes, tampoco pudieron demostrar su ascendencia israelita los siguientes: los descendientes de Jobaías, Cos y Barzilay (este último se casó con una de las hijas de un galaadita llamado Barzilay, del cual tomó su nombre).
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De entre los sacerdotes, tampoco pudieron demostrar su ascendencia israelita los siguientes: los descendientes de Jobaías, Cos y Barzilay (este último se casó con una de las hijas de un galaadita llamado Barzilay, del cual tomó su nombre).
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Prólogo
En la región de Uz había un hombre íntegro e intachable que temía a Dios y vivía apartado del mal. Este hombre se llamaba Job.
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Una vez terminado el ciclo de los banquetes, Job se aseguraba de que sus hijos se purificaran delante de Dios. Muy de mañana ofrecía un holocausto por cada uno de ellos, pues pensaba: «Tal vez mis hijos hayan pecado y maldecido en sus corazones a Dios». Para Job esta era una costumbre cotidiana.
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Primera prueba de Job
Llegó el día en que los hijos de Dios debían presentarse ante el Señor y con ellos llegó también Satanás.
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—¿Te has puesto a pensar en mi siervo Job? —volvió a preguntarle el Señor—. No hay en la tierra nadie como él; es un hombre íntegro e intachable, que me honra y vive apartado del mal.
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Satanás respondió: —¿Y acaso Job te honra sin esperar nada a cambio?
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Llegó el día en que los hijos y las hijas de Job celebraban un banquete en casa de su hermano mayor.
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Entonces un mensajero llegó a decirle a Job: «Mientras los bueyes araban y los asnos pastaban por allí cerca,
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Al llegar a este punto, Job se levantó, se rasgó las vestiduras, se rasuró la cabeza y se dejó caer al suelo en actitud de adoración.
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A pesar de todo esto, Job no pecó ni le echó la culpa a Dios.
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Segunda prueba de Job
Llegó el día en que los ángeles fueron a presentarse ante el Señor y con ellos llegó también Satanás para comparecer ante el Señor.
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—¿Te has puesto a pensar en mi siervo Job? —volvió a preguntarle el Señor—. No hay en la tierra nadie como él; es un hombre íntegro e intachable, que me honra y vive apartado del mal. Y aunque tú me incitaste contra él para arruinarlo sin motivo, ¡todavía mantiene firme su integridad!
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—Muy bien —dijo el Señor a Satanás—, Job está en tus manos. Eso sí, respeta su vida.
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Dicho esto, Satanás se retiró de la presencia del Señor para afligir a Job con dolorosas úlceras desde la planta del pie hasta la coronilla.