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E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra.
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El sembrador es el que siembra la palabra.
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Y estos son los de junto al camino: en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones.
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Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo;
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pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan.
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Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra,
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pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
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Y estos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.
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El uso que Jesús hace de las parábolas
(Mt. 13.34-35)
Con muchas parábolas como estas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír.
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invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas.
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Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.
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Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
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Y guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los muertos.
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Pero ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo de preguntarle.
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Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
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Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas!
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La cuestión del tributo
(Mt. 22.15-22; Lc. 20.20-26)
Y le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos, para que le sorprendiesen en alguna palabra.
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El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
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Otra vez fue y oró, diciendo las mismas palabras.
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Y el gallo cantó la segunda vez. Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, lloraba.
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Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén.