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Profecía de la devastación del país

Palabra de Jehová que vino a Joel hijo de Petuel.

«Oíd esto, ancianos,
y escuchad, todos los moradores de la tierra.
¿Ha acontecido algo semejante en vuestros días
o en los días de vuestros padres?
De esto contaréis a vuestros hijos,
y vuestros hijos a sus hijos,
y sus hijos a la siguiente generación.
Lo que dejó la oruga
se lo comió el saltón;
lo que dejó el saltón
se lo comió el revoltón;
y la langosta se comió
lo que el revoltón había dejado.

»Despertad, borrachos, y llorad;
gemid, todos los que bebéis vino,
porque el vino se os ha quitado de vuestra boca.
Porque un pueblo fuerte e innumerable
subió a mi tierra;
sus dientes son dientes de león,
y sus muelas, muelas de león.
Asoló mi vid y descortezó mi higuera;
del todo la desnudó y derribó;
sus ramas quedaron blancas.

»Llora tú,
como joven vestida de ropas ásperas
por el marido de su juventud.
Desapareció de la casa de Jehová
la ofrenda y la libación;
los sacerdotes ministros de Jehová
están de duelo.
10 El campo está asolado
y se enlutó la tierra,
porque el trigo fue destruido,
el mosto está pasado
y se perdió el aceite.

11 »Confundíos, labradores;
gemid, viñadores,
por el trigo y la cebada,
porque se perdió la mies del campo.
12 La vid está seca y pereció la higuera;
también el granado, la palmera y el manzano:
Todos los árboles del campo se secaron.
Y así se extinguió el gozo
de los hijos de los hombres.

13 »Vestíos de luto y lamentad, sacerdotes;
gemid, ministros del altar;
venid, dormid con ropas ásperas,
ministros de mi Dios;
porque quitada es de la casa de vuestro Dios
la ofrenda y la libación.
14 Proclamad ayuno, convocad asamblea,
congregad a los ancianos
y a todos los moradores de la tierra
en la casa de Jehová, vuestro Dios,
y clamad a Jehová.

15 »¡Ay del día!,
porque cercano está el día de Jehová;
vendrá como destrucción
de parte del Todopoderoso.
16 ¿No fue arrebatado el alimento
de delante de nuestros ojos,
la alegría y el placer
de la casa de nuestro Dios?
17 El grano se pudrió debajo de los terrones;
los graneros fueron asolados
y los silos destruidos
porque se había secado el trigo.
18 ¡Cómo gemían las bestias!
¡Cuán turbados andaban los hatos de los bueyes,
porque no tenían pastos!
Y fueron también asolados
los rebaños de las ovejas.

19 »A ti, Jehová, clamaré;
porque el fuego consumió los pastos del desierto,
la llama abrasó los árboles del campo.
20 Las bestias del campo
bramarán también a ti,
pues se secaron los arroyos de las aguas,
y el fuego consumió las praderas del desierto.

»Tocad la trompeta en Sión
y dad la alarma en mi santo monte.
Tiemblen todos cuantos moran en la tierra,
porque viene el día de Jehová,
porque está cercano:
día de tinieblas y de oscuridad,
día de nube y de sombra.»

«Como sobre los montes se extiende el alba,
así vendrá un pueblo grande y fuerte;
semejante a él no lo hubo jamás,
ni después de él lo habrá
en los años de muchas generaciones.

»Delante de él consumirá el fuego;
detrás de él abrasará la llama.
Como el huerto del Edén
será la tierra delante de él,
y detrás de él
como desierto asolado;
nadie habrá que de él escape.
Su aspecto, como aspecto de caballos,
y como gente de a caballo correrán.
Como estruendo de carros saltarán
sobre las cumbres de los montes;
como sonido de llama de fuego
que consume hojarascas,
como pueblo fuerte dispuesto para la batalla.
Delante de él temerán los pueblos;
se pondrán pálidos todos los semblantes.
Como valientes correrán,
como hombres de guerra escalarán el muro;
cada cual marchará por su camino
y no torcerá su rumbo.
Nadie empujará a su compañero,
cada uno irá por su carrera;
y aun cayendo sobre la espada no se herirán.
Irán por la ciudad,
correrán por el muro,
subirán por las casas,
entrarán por las ventanas
a manera de ladrones.

10 »Delante de él temblará la tierra
y se estremecerán los cielos;
el sol y la luna se oscurecerán,
y las estrellas perderán su resplandor.
11 Y Jehová dará su orden
delante de su ejército,
porque muy grande es su campamento
y fuerte es el que ejecuta su orden;
porque grande es el día de Jehová
y muy terrible.
¿Quién podrá soportarlo?

12 »Ahora, pues, dice Jehová,
convertíos ahora a mí
con todo vuestro corazón,
con ayuno, llanto y lamento.
13 Rasgad vuestro corazón y no vuestros vestidos,
y convertíos a Jehová, vuestro Dios;
porque es misericordioso y clemente,
tardo para la ira y grande en misericordia,
y se duele del castigo.
14 ¡Quién sabe si volverá,
se arrepentirá
y dejará bendición tras sí;
esto es, ofrenda y libación
para Jehová, vuestro Dios!

15 ¡Tocad trompeta en Sión,
proclamad ayuno,
convocad asamblea,
16 reunid al pueblo,
santificad la reunión,
juntad a los ancianos,
congregad a los niños,
aun a los que maman,
y salga de su alcoba el novio
y de su lecho nupcial la novia!
17 Entre la entrada y el altar
lloren los sacerdotes ministros de Jehová,
y digan: “Perdona, Jehová, a tu pueblo,
y no entregues al oprobio tu heredad
para que no la dominen las naciones.
¿Por qué han de decir entre los pueblos:
‘Dónde está su Dios’?”

18 »Y Jehová, solícito por su tierra,
perdonará a su pueblo.
19 Responderá Jehová y dirá a su pueblo:
Yo os envío pan, mosto y aceite,
y seréis saciados de ellos;
y nunca más os pondré
en oprobio entre las naciones.
20 Haré alejar de vosotros al del norte,
y lo echaré en tierra seca y desierta:
su faz hacia el mar oriental, y su final hacia al mar occidental.
Exhalará su hedor y subirá su pudrición,
porque hizo grandes cosas.

21 »Tierra, no temas; alégrate y gózate,
porque Jehová hará grandes cosas.
22 Animales del campo, no temáis,
porque los pastos del desierto reverdecerán
y los árboles llevarán su fruto;
la higuera y la vid darán sus frutos.
23 Vosotros también, hijos de Sión,
alegraos y gozaos en Jehová, vuestro Dios;
porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo,
y hará descender sobre vosotros
lluvia temprana y tardía, como al principio.
24 Las eras se llenarán de trigo
y los lagares rebosarán de vino y aceite.

25 »Yo os restituiré los años que comió la oruga,
el saltón, el revoltón y la langosta,
mi gran ejército que envié contra vosotros.
26 Comeréis hasta saciaros,
y alabaréis el nombre de Jehová, vuestro Dios,
el cual hizo maravillas con vosotros;
y nunca jamás será mi pueblo avergonzado.
27 Conoceréis que en medio de Israel estoy yo,
y que yo soy Jehová, vuestro Dios, y no hay otro;
y mi pueblo nunca jamás será avergonzado.

28 »Después de esto derramaré
mi espíritu sobre todo ser humano,
y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas;
vuestros ancianos soñarán sueños,
y vuestros jóvenes verán visiones.
29 También sobre los siervos y las siervas
derramaré mi espíritu en aquellos días.
30 Haré prodigios en el cielo y en la tierra,
sangre, fuego y columnas de humo.
31 El sol se convertirá en tinieblas
y la luna en sangre,
antes que venga el día, grande y espantoso, de Jehová.
32 Y todo aquel que invoque el nombre de Jehová, será salvo;
porque en el monte Sión y en Jerusalén
habrá salvación,
como ha dicho Jehová,
y entre el resto al cual él habrá llamado.

»Ciertamente en aquellos días,
en aquel tiempo en que haré volver
la cautividad de Judá y de Jerusalén,
reuniré a todas las naciones
y las haré descender al valle de Josafat;
allí entraré en juicio con ellas
a causa de mi pueblo,
de Israel, mi heredad,
al cual ellas esparcieron entre las naciones,
y repartieron mi tierra.

»Echaron suertes sobre mi pueblo,
cambiaron los niños por una ramera
y vendieron las niñas por vino para beber.

»¿Qué tengo yo con vosotras, Tiro y Sidón,
y con todo el territorio de Filistea?
¿Queréis vengaros de mí?
Y si de mí os vengáis,
bien pronto haré yo recaer
la paga sobre vuestra cabeza.
Porque os habéis llevado mi plata y mi oro,
y mis cosas preciosas y hermosas
metisteis en vuestros templos;
y vendisteis los hijos de Judá
y los hijos de Jerusalén
a los hijos de los griegos,
para alejarlos de su tierra.
Yo los levantaré
del lugar donde los vendisteis
y volveré vuestra paga sobre vuestra cabeza;
venderé vuestros hijos y vuestras hijas
a los hijos de Judá,
y ellos los venderán a los sabeos,
nación lejana;
porque Jehová ha hablado.

»¡Proclamad esto entre las naciones,
proclamad guerra,
despertad a los valientes!
¡Acérquense, vengan todos los hombres de guerra!
10 Forjad espadas de vuestros azadones,
lanzas de vuestras hoces
y diga el débil: “¡Fuerte soy!”
11 Juntaos y venid,
naciones todas de alrededor, y congregaos.
¡Haz venir allí, Jehová, a tus fuertes!
12 Despiértense las naciones
y suban al valle de Josafat,
porque allí me sentaré
para juzgar a todas las naciones de alrededor.
13 Meted la hoz, porque la mies está ya madura.
Venid, descended, porque el lagar está lleno
y rebosan las cubas;
porque mucha es la maldad de ellos.
14 Muchos pueblos en el valle de la Decisión;
porque cercano está el día de Jehová
en el valle de la Decisión.

15 »El sol y la luna se oscurecerán,
y las estrellas perderán su resplandor.

16 »Jehová rugirá desde Sión,
dará su voz desde Jerusalén
y temblarán los cielos y la tierra;
pero Jehová será la esperanza de su pueblo,
la fortaleza de los hijos de Israel.
17 Entonces conoceréis
que yo soy Jehová, vuestro Dios,
que habito en Sión, mi santo monte.
Jerusalén será santa
y extraños no pasarán más por ella.

18 »Sucederá en aquel tiempo,
que los montes destilarán mosto,
de los collados fluirá leche
y por todos los arroyos de Judá correrán las aguas.
Saldrá una fuente de la casa de Jehová
y regará el valle de Sitim.
19 Egipto será destruido
y Edom será vuelto en desierto asolado,
a causa de la injuria hecha a los hijos de Judá;
porque derramaron en su tierra sangre inocente.
20 Pero Judá será habitada para siempre,
y Jerusalén por generación y generación.
21 Yo limpiaré la sangre de los que no había limpiado.
Y Jehová morará en Sión.»

El rollo y el Cordero

Vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. Y vi un ángel poderoso que pregonaba a gran voz: «¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?» Pero ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni siquiera mirarlo. Y lloraba yo mucho, porque no se hallaba a nadie que fuera digno de abrir el libro, ni siquiera de mirarlo. Entonces uno de los ancianos me dijo: «No llores, porque el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.»

Miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes y en medio de los ancianos estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra. Él vino y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. Cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Todos tenían arpas y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos. Y cantaban un cántico nuevo, diciendo:

«Digno eres de tomar el libro
y de abrir sus sellos,
porque tú fuiste inmolado,
y con tu sangre nos has redimido para Dios,
de todo linaje, lengua, pueblo y nación;
10 nos has hecho para nuestro Dios un reino y sacerdotes,
y reinaremos sobre la tierra.»

11 Miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, de los seres vivientes y de los ancianos. Su número era millones de millones, 12 y decían a gran voz:

«El Cordero que fue inmolado
es digno de tomar el poder, las riquezas,
la sabiduría, la fortaleza,
la honra, la gloria y la alabanza.»

13 A todo lo creado que está en el cielo, sobre la tierra, debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que hay en ellos, oí decir:

«Al que está sentado en el trono
y al Cordero,
sea la alabanza, la honra,
la gloria y el poder,
por los siglos de los siglos.»

14 Los cuatro seres vivientes decían: «¡Amén!» Y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos.