Job 29-31
Reina-Valera 1995
Job evoca su dicha anterior y el respeto que merecía
29 Volvió Job a reanudar su discurso y dijo:
2 «¡Quién me volviera como en los meses pasados,
como en los días en que Dios me guardaba,
3 cuando sobre mi cabeza hacía resplandecer su lámpara
y a su luz caminaba yo en la oscuridad!
4 ¡Así fue en los días de mi juventud,
cuando el favor de Dios protegía mi morada;
5 cuando aún estaba conmigo el Omnipotente
y mis hijos me rodeaban;
6 cuando yo lavaba mis pies con leche
y la piedra me derramaba ríos de aceite!
7 Entonces yo salía a la puerta, a juicio,
y en la plaza hacía preparar mi asiento.
8 Al verme, los jóvenes se escondían,
los ancianos se levantaban y permanecían en pie,
9 los príncipes dejaban de hablar
y se tapaban la boca con la mano,
10 y la voz de los principales se apagaba
y se les pegaba la lengua al paladar.
11 Entonces los que me oían me llamaban bienaventurado,
y los que me veían testimoniaban a favor mío,
12 porque yo libraba al pobre que clamaba
y al huérfano que carecía de ayudador.
13 La bendición venía sobre mí del que estaba a punto de perderse,
y al corazón de la viuda yo procuraba alegría.
14 Iba yo vestido de justicia, cubierto con ella;
como manto y diadema era mi rectitud.
15 Yo era ojos para el ciego,
pies para el cojo
16 y padre para los necesitados.
De la causa que no entendía, me informaba con diligencia;
17 y quebrantaba los colmillos del inicuo;
de sus dientes le hacía soltar la presa.
18 Decía yo: “En mi nido moriré.
Como arena multiplicaré mis días.”
19 Mi raíz estaba abierta junto a las aguas,
en mis ramas permanecía el rocío,
20 mi honra se renovaba en mí
y mi arco se fortalecía en mi mano.
21 »Los que me escuchaban,
esperaban callados mi consejo;
22 tras mi palabra no replicaban,
pues mi razón destilaba sobre ellos.
23 Me esperaban como a la lluvia;
abrían su boca como a la lluvia tardía.
24 Si me reía con ellos, no se lo creían;
pero no dejaban que se apagara la luz de mi rostro.
25 Yo les indicaba su camino y me sentaba entre ellos como el jefe.
Vivía como un rey en medio de su ejército,
o como el que consuela a los que lloran.
Job lamenta su desdicha presente
30 »Pero ahora se ríen de mí los más jóvenes que yo,
a cuyos padres yo desdeñaba poner junto a los perros de mi ganado,
2 pues ¿de qué me hubiera servido ni aun la fuerza de sus manos,
si no tienen fuerza alguna?
3 A causa de la pobreza y del hambre andaban solitarios,
huían a la soledad, a lugares tenebrosos, desolados y desiertos.
4 Recogían malvas entre los arbustos
y raíces de enebro para calentarse.
5 Los echaban de en medio de la gente
y todos les gritaban como a ladrones.
6 Vivían en las barrancas de los arroyos,
en las cavernas de la tierra y entre las rocas.
7 Bramaban entre las matas
y se reunían debajo de los espinos.
8 Hijos de gente vil, hombres sin nombre,
más bajos que la misma tierra.
9 »¡Y ahora yo soy objeto de su burla
y les sirvo de refrán!
10 Me abominan, se alejan de mí
y no dejan de escupirme en el rostro.
11 Porque Dios ha desatado la cuerda y me ha afligido,
por eso se han desenfrenado en mi propio rostro.
12 A mi derecha se levanta el populacho,
empujan mis pies
y preparan caminos para mi ruina.
13 Desbaratan mi senda,
se aprovechan de mi quebrantamiento,
y no tengo quien me auxilie contra ellos.
14 Vienen como por un ancho portillo,
revolviéndose sobre mi calamidad.
15 Terrores se han vuelto contra mí;
como viento es arrasado mi honor,
y mi prosperidad ha pasado como una nube.
16 »Ahora mi alma está derramada en mí,
pues se apoderan de mí días de aflicción.
17 La noche taladra mis huesos
y los dolores que me roen no reposan.
18 La violencia deforma mi vestidura:
me oprime como el cuello de mi túnica.
19 Dios me ha derribado en el lodo
y ahora soy semejante al polvo y a la ceniza.
20 ¡Clamo a ti, pero no me escuchas!
¡Me presento, pero no me atiendes!
21 Te has vuelto cruel conmigo;
con el poder de tu mano me persigues.
22 Me has alzado sobre el viento, me haces cabalgar en él
y destruyes mi sustancia.
23 Yo sé que me conduces a la muerte,
y a la casa a donde va todo ser viviente.
24 »Mas él, ¿no extenderá la mano contra el sepulcro?
¿O no clamarán los sepultados cuando él los quebrante?
25 Y yo, ¿no he llorado por el que sufre?
¿No me he entristecido a causa del necesitado?
26 Sin embargo, cuando yo esperaba el bien, entonces vino el mal;
cuando esperaba la luz, vino la oscuridad.
27 Mis entrañas se agitan sin reposo,
por los días de aflicción que me han sobrecogido.
28 Ando ennegrecido, y no por el sol;
me he levantado en la congregación, y he clamado.
29 He venido a ser hermano de chacales
y compañero de avestruces.
30 Mi piel, ennegrecida, se me cae,
mis huesos arden de calor.
31 Mi arpa se ha cambiado por luto,
y mi flauta por voz de lamentadores.
Job afirma su integridad
31 »Hice pacto con mis ojos,
¿cómo, pues, había yo de mirar a una virgen?
2 Porque ¿qué galardón Dios me daría desde arriba?
¿Qué heredad el Omnipotente desde las alturas?
3 ¿Es que no hay desgracia para el malvado,
infortunio para los que hacen iniquidad?
4 ¿Acaso él no ve mis caminos
y cuenta todos mis pasos?
5 »¿Es que yo anduve con mentiras,
o corrieron mis pies al engaño?
6 ¡Que Dios me pese en la balanza de la justicia
y reconocerá mi integridad!
7 Si mis pasos se apartaron del camino,
si mi corazón se fue tras mis ojos,
si algo se pegó a mis manos,
8 ¡siembre yo y otro coma!
¡Sea arrancada mi siembra!
9 »Si fue engañado mi corazón por alguna mujer,
si estuve acechando a la puerta de mi prójimo,
10 ¡muela para otro mi mujer
y sobre ella otros se encorven!
11 Porque eso es maldad e iniquidad
que han de castigar los jueces.
12 Porque eso es un fuego que devoraría hasta el Abadón
y consumiría toda mi hacienda.
13 »Si hubiera yo menospreciado el derecho de mi siervo y de mi sierva
cuando ellos pleiteaban conmigo,
14 ¿qué haría cuando Dios se levantara?
Y cuando él me preguntara, ¿qué le respondería?
15 El que en el vientre me hizo a mí, ¿no lo hizo a él?
¿Y no fue uno y el mismo quien nos formó en la matriz?
16 »Si he impedido a los pobres quedar satisfechos,
si he hecho decaer los ojos de la viuda,
17 si he comido yo solo mi bocado
y no comió de él el huérfano
18 (porque desde mi juventud creció conmigo como con un padre,
y desde el vientre de mi madre fui guía de la viuda);
19 si he visto a alguno perecer por falta de vestido,
por carecer de abrigo el necesitado;
20 si no me bendijeron sus espaldas
al calentarse con el vellón de mis ovejas;
21 si alcé contra el huérfano mi mano,
aun viendo que en la puerta estaban de mi parte,
22 ¡que mi espalda se caiga de mi hombro
y se quiebre el hueso de mi brazo!
23 Porque he temido el castigo de Dios,
contra cuya majestad yo no tendría poder.
24 »Si puse en el oro mi esperanza,
y le dije al oro: “Mi confianza está en ti”;
25 si me alegré de que mis riquezas se multiplicaran
y de tener mucho en mi mano;
26 si he mirado al sol cuando resplandecía
o a la luna en su esplendor,
27 y mi corazón fue engañado en secreto,
y mi boca besó mi mano,
28 eso también sería una maldad digna de juicio,
porque habría negado al Dios soberano.
29 »Si me alegré con el quebrantamiento del que me aborrecía
y me regocijé cuando le sobrevino el mal
30 (aun cuando mi lengua no entregué al pecado
para pedir la maldición para su alma);
31 si mis siervos no decían:
“¿Quién hay que no se haya saciado con su carne?”
32 (porque ningún forastero pasaba fuera la noche,
sino que yo abría mis puertas al caminante);
33 si como humano que soy encubrí mis transgresiones,
escondiendo en mi seno mi iniquidad,
34 porque temía a la multitud, que era grande,
y me atemorizaba el menosprecio de las familias,
y entonces callaba y no salía de mi puerta...
35 ¡Quién me diera ser escuchado!
Pero mi confianza es que el Omnipotente será mi testigo,
aunque mi adversario me lleve a juicio.
36 Ciertamente yo lo cargaría sobre mi hombro,
me lo ceñiría como una corona.
37 Yo le daría cuenta de todos mis pasos;
como un príncipe me presentaría delante de él.
38 »Si mi tierra clama contra mí
y lloran todos sus surcos;
39 si he comido su sustancia sin pagar
o he afligido el alma de sus dueños,
40 ¡que en lugar de trigo me nazcan abrojos,
y espinos en lugar de cebada!»
Aquí terminan las palabras de Job.
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