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Oración en que se pide la ayuda divina(A)

(1) Del maestro de coro, según la melodía de «Los lirios del testimonio». Poema didáctico de David, (2) cuando salió a luchar contra los arameos de Naharaim y de Sobá, y Joab, al volver, derrotó a doce mil hombres de Edom en el Valle de la Sal.

60 (3) En tu enojo, oh Dios, nos has abandonado,
nos has deshecho;
¡devuélvenos ahora nuestra fuerza!
(4) Hiciste que la tierra temblara y se abriera;
¡cierra ahora sus grietas, pues se desmorona!
(5) Has hecho pasar a tu pueblo duras pruebas,
nos has dado un vino que enloquece.
(6) Diste a los que te honran la señal
para que escaparan de las flechas.
(7) ¡Respóndenos, sálvanos con tu poder!
¡Libera a los que amas!

(8) Dios ha dicho en su santuario:
«¡Con qué alegría dividiré Siquem
y repartiré el valle de Sucot!
(9) Galaad y Manasés me pertenecen;
Efraín es el casco que cubre mi cabeza;
Judá es mi bastón de mando;
(10) Moab es la palangana en que me lavo;
sobre Edom arrojaré mi sandalia;
¡gritaré de triunfo sobre los filisteos!»

(11) ¿Quién me llevará a la ciudad amurallada?
¿Quién me guiará hasta Edom?
10 (12) Pues tú, oh Dios, nos has rechazado;
¡no sales ya con nuestras tropas!
11 (13) Ayúdanos contra el enemigo,
pues nada vale la ayuda del hombre.
12 (14) Con la ayuda de Dios haremos grandes cosas;
¡él aplastará a nuestros enemigos!

Confianza en la protección de Dios

(1) Del maestro de coro, con instrumentos de cuerda. De David.

61 (2) Dios mío, escucha mis gritos de dolor,
¡atiende a mi oración!
(3) Desde el último rincón de la tierra clamo a ti,
pues mi corazón desfallece.
Ponme a salvo sobre una alta roca,
(4) pues tú eres mi refugio.
¡Eres como una torre fuerte
que me libra del enemigo!
(5) Quiero vivir en tu casa para siempre,
protegido debajo de tus alas.
(6) Tú, Dios mío, has escuchado mis promesas,
y me has dado la herencia
de los que honran tu nombre.

(7) Concédele al rey una larga vida;
que viva muchos, muchísimos años,
(8) y que reine siempre con tu bendición.
Cuídalo con tu amor y fidelidad;
(9) así alabaré tu nombre en todo tiempo
y cumpliré mis promesas día tras día.

Dios, el único refugio

(1) Del maestro de coro. De Jedutún. Salmo de David.

    62 (2) Sólo en Dios encuentro paz;
    mi salvación viene de él.
    (3) Sólo él me salva y me protege.
    No caeré, porque él es mi refugio.

(4) ¿Hasta cuándo me atacarán ustedes
y tratarán de echarme abajo,
cual si fuera una pared que se derrumba
o una cerca a punto de caer al suelo?
(5) Sólo piensan en derribarme;
su mayor placer es la mentira.
Me alaban con los labios,
pero me maldicen con el pensamiento.

    (6) Sólo en Dios encuentro paz;
    pues mi esperanza viene de él.
    (7) Sólo él me salva y me protege.
    No caeré, porque él es mi refugio.

(8) De Dios dependen mi salvación y mi honor;
él es mi protección y mi refugio.
(9) ¡Pueblo mío, confía siempre en él!
¡Háblenle en oración con toda confianza!
¡Dios es nuestro refugio!

(10) El hombre es pura ilusión,
tanto el pobre como el rico;
si en una balanza los pesaran juntos,
pesarían menos que nada.
10 (11) No confíen en la violencia;
¡no se endiosen con el pillaje!
Si llegan a ser ricos,
no pongan su confianza en el dinero.

11-12 (12-13) Más de una vez he escuchado
esto que Dios ha dicho:
que el poder y el amor le pertenecen,
y que él recompensa a cada uno
conforme a lo que haya hecho.

La prueba de que Dios nos ama

Puesto que Dios ya nos ha hecho justos gracias a la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Pues por Cristo hemos podido acercarnos a Dios por medio de la fe, para gozar de su favor, y estamos firmes, y nos gloriamos con la esperanza de tener parte en la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos de los sufrimientos; porque sabemos que el sufrimiento nos da firmeza para soportar, y esta firmeza nos permite salir aprobados, y el salir aprobados nos llena de esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha dado.

Pues cuando nosotros éramos incapaces de salvarnos, Cristo, a su debido tiempo, murió por los pecadores. No es fácil que alguien se deje matar en lugar de otra persona. Ni siquiera en lugar de una persona justa; aunque quizás alguien estaría dispuesto a morir por la persona que le haya hecho un gran bien. Pero Dios prueba que nos ama, en que, cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. Y ahora, después que Dios nos ha hecho justos mediante la muerte de Cristo, con mayor razón seremos salvados del castigo final por medio de él. 10 Porque si Dios, cuando todavía éramos sus enemigos, nos reconcilió consigo mismo mediante la muerte de su Hijo, con mayor razón seremos salvados por su vida, ahora que ya estamos reconciliados con él. 11 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios mediante nuestro Señor Jesucristo, pues por Cristo hemos recibido ahora la reconciliación.

Adán y Jesucristo

12 Así pues, por medio de un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado entró la muerte, y así la muerte pasó a todos porque todos pecaron. 13 Antes que hubiera ley, ya había pecado en el mundo; aunque el pecado no se toma en cuenta cuando no hay ley. 14 Sin embargo, desde el tiempo de Adán hasta el de Moisés, la muerte reinó sobre los que pecaron, aunque el pecado de éstos no consistió en desobedecer un mandato, como hizo Adán, el cual fue figura de aquel que había de venir.

15 Pero el delito de Adán no puede compararse con el don que Dios nos ha dado. Pues por el delito de un solo hombre, muchos murieron; pero el don que Dios nos ha dado gratuitamente por medio de un solo hombre, Jesucristo, es mucho mayor y en bien de muchos. 16 El pecado de un solo hombre no puede compararse con el don de Dios, pues por un solo pecado vino la condenación; pero el don de Dios, a partir de muchos pecados, hace justos a los hombres. 17 Pues si la muerte reinó como resultado del delito de un solo hombre, con mayor razón aquellos a quienes Dios, en su gran bondad y gratuitamente, hace justos, reinarán en la nueva vida mediante un solo hombre, Jesucristo.

18 Y así como el delito de Adán puso bajo condenación a todos los hombres, así también el acto justo de Jesucristo hace justos a todos los hombres para que tengan vida. 19 Es decir, que por la desobediencia de un solo hombre, muchos fueron hechos pecadores; pero, de la misma manera, por la obediencia de un solo hombre, muchos serán hechos justos.

20 La ley se añadió para que aumentara el pecado; pero cuando el pecado aumentó, Dios se mostró aún más bondadoso. 21 Y así como el pecado reinó trayendo la muerte, así también la bondad de Dios reinó haciéndonos justos y dándonos vida eterna mediante nuestro Señor Jesucristo.