Salmo de David, cuando estaba en el desierto de Judá.

63 Oh Dios, tú eres mi Dios;
    yo te busco intensamente.
Mi alma tiene sed de ti;
    todo mi ser te anhela,
cual tierra seca, sedienta y sin agua.

Te he visto en el santuario
    y he contemplado tu poder y tu gloria.
Tu gran amor es mejor que la vida;
    por eso mis labios te alabarán.
Te bendeciré mientras viva
    y alzando mis manos te invocaré.
Mi alma quedará satisfecha
    como de un suculento banquete,
y con labios jubilosos
    te alabará mi boca.

En mi lecho me acuerdo de ti;
    pienso en ti en las vigilias de la noche.
A la sombra de tus alas canto de alegría,
    porque tú eres mi ayuda.
Mi alma se aferra a ti;
    tu mano derecha me sostiene.

Los que buscan mi muerte serán destruidos;
    bajarán a las profundidades de la tierra.
10 Serán entregados a la espada
    y acabarán devorados por los chacales.

11 El rey se regocijará en Dios;
    todos los que invocan a Dios lo alabarán,
    pero los mentirosos serán silenciados.

Al director musical. Salmo de David.

64 Escucha, oh Dios, la voz de mi queja;
    protégeme del temor al enemigo.

Escóndeme de esa pandilla de malhechores,
    de esa caterva de malvados.
Afilan su lengua como espada
    y lanzan como flechas palabras ponzoñosas.
Emboscados, disparan contra el íntegro;
    le tiran sin temor y sin aviso.

Unos a otros se animan en sus planes malvados,
    calculan cómo tender sus trampas;
    y hasta dicen: «¿Quién las verá?».
Maquinan injusticias y dicen:
    «¡Hemos tramado un plan perfecto!».
¡Cuán incomprensibles son
    la mente y el corazón humano!

Pero Dios les disparará sus flechas
    y sin aviso caerán heridos.
Su propia lengua será su ruina
    y quien los vea se burlará de ellos.
La humanidad entera sentirá temor:
    proclamará las proezas de Dios
    y meditará en sus obras.

10 Que se regocijen en el Señor los justos;
    que busquen refugio en él;
    ¡que lo alaben todos los de corazón sincero!

Al director musical. Salmo de David. Cántico.

65 A ti, oh Dios, en Sión,
    te espera la alabanza,
    y a ti se te deben cumplir las promesas.
Tú escuchas la oración,
    a ti acude todo mortal.
Cuando nuestras iniquidades
    y nuestros delitos nos abrumaban,
    tú los perdonaste.
¡Dichoso aquel a quien tú escoges,
    al que atraes a ti para que viva en tus atrios!
Saciémonos de los bienes de tu casa,
    de los dones de tu santo Templo.

Tú, oh Dios y Salvador nuestro,
    nos respondes con asombrosas obras de justicia;
tú eres la esperanza de los confines de la tierra
    y de los más lejanos mares.
Tú, con tu poder, formaste las montañas,
    ceñido de fuerza.
Tú calmaste el rugido de los mares,
    el estruendo de sus olas
    y el tumulto de los pueblos.
Los que viven en remotos lugares se asombran ante tus prodigios;
    desde el amanecer hasta el anochecer
    tú inspiras canciones de alegría.

Cuidas la tierra, la riegas
    y la enriqueces abundantemente.
Los arroyos de Dios se llenan de agua,
    para asegurarle trigo al pueblo,
    porque así preparas el campo.
10 Empapas los surcos, nivelas sus terrones,
    reblandeces la tierra con lluvias abundantes
    y bendices sus renuevos.
11 Tú coronas el año con tus bondades
    y tus carretas se desbordan de abundancia.
12 Rebosan los prados del desierto;
    las colinas se visten de alegría.
13 Pobladas de rebaños están las praderas
    y cubiertos los valles de trigales,
    aclaman y cantan alegres.

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