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¡Haz que cambie nuestra suerte!

(1a) Cántico de las subidas.

126 (1b) Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos pareció que estábamos soñando.
Entonces nuestra boca y nuestros labios
se llenaron de risas y gritos de alegría;
entonces los paganos decían:
«¡El Señor ha hecho grandes cosas por ellos!»
Sí, el Señor había hecho grandes cosas por nosotros,
y estábamos alegres.

¡Señor, haz que cambie de nuevo nuestra suerte,
como cambia el desierto con las lluvias!
Los que siembran con lágrimas,
cosecharán con gritos de alegría.
Aunque lloren mientras llevan el saco de semilla,
volverán cantando de alegría,
con manojos de trigo entre los brazos.

Todo viene del Señor

(1a) Cántico de las subidas, de Salomón.

127 (1b) Si el Señor no construye la casa,
de nada sirve que trabajen los constructores;
si el Señor no protege la ciudad,
de nada sirve que vigilen los centinelas.
De nada sirve trabajar de sol a sol
y comer un pan ganado con dolor,
cuando Dios lo da a sus amigos mientras duermen.

Los hijos que nos nacen
son ricas bendiciones del Señor.
Los hijos que nos nacen en la juventud
son como flechas en manos de un guerrero.
¡Feliz el hombre que tiene muchas flechas como ésas!
No será avergonzado por sus enemigos
cuando se defienda de ellos ante los jueces.

Las bendiciones del Señor

(1a) Cántico de las subidas.

128 (1b) Feliz tú, que honras al Señor
y le eres obediente.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás feliz y te irá bien.
En la intimidad de tu hogar,
tu mujer será como una vid cargada de uvas;
tus hijos, alrededor de tu mesa,
serán como retoños de olivo.
Así bendecirá el Señor al hombre que lo honra.

¡Que el Señor te bendiga desde el monte Sión!
¡Que veas el bienestar de Jerusalén
todos los días de tu vida!
¡Que llegues a ver a tus nietos!

¡Que haya paz en Israel!