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Entonces llegó a una aldea samaritana llamada Sicar, cerca del campo que Jacob le dio a su hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob; y Jesús, cansado por la larga caminata, se sentó junto al pozo cerca del mediodía. Poco después, llegó una mujer samaritana a sacar agua, y Jesús le dijo:

—Por favor, dame un poco de agua para beber.

Él estaba solo en ese momento porque sus discípulos habían ido a la aldea a comprar algo para comer.

La mujer se sorprendió, ya que los judíos rechazan todo trato con los samaritanos.[a] Entonces le dijo a Jesús:

—Usted es judío, y yo soy una mujer samaritana. ¿Por qué me pide agua para beber?

10 Jesús contestó:

—Si tan solo supieras el regalo que Dios tiene para ti y con quién estás hablando, tú me pedirías a mí, y yo te daría agua viva.

11 —Pero señor, usted no tiene ni una soga ni un balde—le dijo ella—, y este pozo es muy profundo. ¿De dónde va a sacar esa agua viva? 12 Además, ¿se cree usted superior a nuestro antepasado Jacob, quien nos dio este pozo? ¿Cómo puede usted ofrecer mejor agua que la que disfrutaron él, sus hijos y sus animales?

13 Jesús contestó:

—Cualquiera que beba de esta agua pronto volverá a tener sed, 14 pero todos los que beban del agua que yo doy no tendrán sed jamás. Esa agua se convierte en un manantial que brota con frescura dentro de ellos y les da vida eterna.

15 —Por favor, señor—le dijo la mujer—, ¡deme de esa agua! Así nunca más volveré a tener sed y no tendré que venir aquí a sacar agua.

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Footnotes

  1. 4:9 Algunos manuscritos no incluyen esta oración.

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