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Prólogo

En la región de Uz había un hombre recto e intachable, que temía a Dios y vivía apartado del mal. Este hombre se llamaba Job. Tenía siete hijos y tres hijas; era dueño de siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes y quinientas asnas, y su servidumbre era muy numerosa. Entre todos los habitantes del oriente era el personaje de mayor renombre.

Sus hijos acostumbraban a turnarse para celebrar banquetes en sus respectivas casas, e invitaban a sus tres hermanas a comer y beber con ellos. Una vez terminado el ciclo de los banquetes, Job se aseguraba de que sus hijos se purificaran. Muy de mañana ofrecía un holocausto por cada uno de ellos, pues pensaba: «Tal vez mis hijos hayan pecado y maldecido[a] en su corazón a Dios». Para Job esta era una costumbre cotidiana.

Primera prueba de Job

Llegó el día en que los ángeles[b] debían hacer acto de presencia ante el Señor, y con ellos se presentó también Satanás. Y el Señor le preguntó:

―¿De dónde vienes?

―Vengo de rondar la tierra, y de recorrerla de un extremo a otro —le respondió Satanás.

―¿Te has puesto a pensar en mi siervo Job? —volvió a preguntarle el Señor—. No hay en la tierra nadie como él; es un hombre recto e intachable, que me honra y vive apartado del mal.

Satanás replicó:

―¿Y acaso Job te honra sin recibir nada a cambio? 10 ¿Acaso no están bajo tu protección él y su familia y todas sus posesiones? De tal modo has bendecido la obra de sus manos que sus rebaños y ganados llenan toda la tierra. 11 Pero extiende la mano y quítale todo lo que posee, ¡a ver si no te maldice en tu propia cara!

12 ―Muy bien —le contestó el Señor—. Todas sus posesiones están en tus manos, con la condición de que a él no le pongas la mano encima.

Dicho esto, Satanás se retiró de la presencia del Señor.

13 Llegó el día en que los hijos y las hijas de Job celebraban un banquete en casa de su hermano mayor. 14 Entonces un mensajero llegó y le dijo a Job: «Mientras los bueyes araban y los asnos pastaban por allí cerca, 15 nos atacaron los de Sabá y se los llevaron. A los criados los mataron a filo de espada. ¡Solo yo pude escapar, y ahora vengo a contártelo!»

16 No había terminado de hablar este mensajero cuando llegó otro y dijo: «Del cielo cayó un rayo que calcinó a las ovejas y a los criados. ¡Solo yo pude escapar para venir a contártelo!»

17 No había terminado de hablar este mensajero cuando otro más llegó y dijo: «Unos salteadores caldeos vinieron y, dividiéndose en tres grupos, se apoderaron de los camellos y se los llevaron. A los criados los mataron a filo de espada. ¡Solo yo pude escapar, y ahora vengo a contártelo!»

18 Aún no había terminado de hablar este mensajero cuando otro llegó y dijo: «Tus hijos e hijas estaban celebrando un banquete[c] en casa del mayor de todos ellos 19 y, de pronto, un fuerte viento del desierto dio contra la casa y derribó sus cuatro esquinas. ¡La casa cayó sobre los jóvenes, y todos murieron! ¡Solo yo pude escapar, y ahora vengo a contártelo!»

20 En ese momento, Job se levantó, se rasgó las vestiduras, se rasuró la cabeza, y luego, abatido, cayó al suelo en actitud de adoración. 21 Entonces dijo:

«Desnudo salí del vientre de mi madre,
    y desnudo he de partir.[d]
El Señor ha dado; el Señor ha quitado.
    ¡Bendito sea el nombre del Señor

22 A pesar de todo esto, Job no pecó ni le echó la culpa a Dios.[e]

Segunda prueba de Job

Llegó el día en que los ángeles[f] debían hacer acto de presencia ante el Señor, y con ellos llegó también Satanás para presentarse ante el Señor. Y el Señor le preguntó:

―¿De dónde vienes?

―Vengo de rondar la tierra, y de recorrerla de un extremo a otro —le respondió Satanás.

―¿Te has puesto a pensar en mi siervo Job? —volvió a preguntarle el Señor—. No hay en la tierra nadie como él; es un hombre recto e intachable, que me honra y vive apartado del mal. Y, aunque tú me incitaste contra él para arruinarlo sin motivo, ¡todavía mantiene firme su integridad!

―¡Una cosa por la otra! —replicó Satanás—. Con tal de salvar la vida, el hombre da todo lo que tiene. Pero extiende la mano y hiérelo, ¡a ver si no te maldice en tu propia cara!

―Muy bien —dijo el Señor a Satanás—, Job está en tus manos. Eso sí, respeta su vida.

Dicho esto, Satanás se retiró de la presencia del Señor para afligir a Job con dolorosas llagas desde la planta del pie hasta la coronilla. Y Job, sentado en medio de las cenizas, tomó un pedazo de teja para rascarse constantemente.

Su esposa le reprochó:

―¿Todavía mantienes firme tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete!

10 Job le respondió:

―Mujer, hablas como una necia. Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos recibir también lo malo?

A pesar de todo esto, Job no pecó ni de palabra.

Los tres amigos de Job

11 Tres amigos de Job se enteraron de todo el mal que le había sobrevenido, y de común acuerdo salieron de sus respectivos lugares para ir juntos a expresarle a Job sus condolencias y consuelo. Ellos eran Elifaz de Temán, Bildad de Súah, y Zofar de Namat. 12 Desde cierta distancia alcanzaron a verlo, y casi no lo pudieron reconocer. Se echaron a llorar a gritos, rasgándose las vestiduras y arrojándose polvo y ceniza sobre la cabeza, 13 y durante siete días y siete noches se sentaron en el suelo para hacerle compañía. Ninguno de ellos se atrevía a decirle nada, pues veían que su sufrimiento era muy grande.

Primer discurso de Job

Después de esto, Job rompió el silencio para maldecir el día en que había nacido. Dijo así:

«Que perezca el día en que fui concebido
    y la noche en que se anunció: “¡Ha nacido un niño!”
Que ese día se vuelva oscuridad;
    que Dios en lo alto no lo tenga en cuenta;
    que no brille en él ninguna luz.
Que las tinieblas y las más pesadas sombras
    vuelvan a reclamarlo;
Que una nube lo cubra con su sombra;
    que la oscuridad domine su esplendor.
Que densas tinieblas caigan sobre esa noche;
    que no sea contada entre los días del año,
    ni registrada en ninguno de los meses.
Que permanezca estéril esa noche;
    que no haya en ella gritos de alegría.
Que maldigan ese día los que profieren maldiciones,
    los expertos en provocar a Leviatán.
Que se oscurezcan sus estrellas matutinas;
    que en vano espere la luz del día,
    y que no vea los primeros rayos de la aurora.
10 Pues no cerró el vientre de mi madre
    ni evitó que mis ojos vieran tanta miseria.

11 »¿Por qué no perecí al momento de nacer?
    ¿Por qué no morí cuando salí del vientre?
12 ¿Por qué hubo rodillas que me recibieran,
    y pechos que me amamantaran?
13 Ahora estaría yo descansando en paz;
    estaría durmiendo tranquilo
14 entre reyes y consejeros de este mundo,
    que se construyeron monumentos hoy en ruinas;
15 entre gobernantes que poseyeron mucho oro
    y que llenaron de plata sus mansiones.
16 ¿Por qué no me enterraron como a un aborto,
    como a esos niños que jamás vieron la luz?
17 ¡Allí cesa el afán de los malvados!
    ¡Allí descansan las víctimas de la opresión!
18 También los cautivos disfrutan del reposo,
    pues ya no escuchan los gritos del capataz.
19 Allí el pequeño se codea con el grande,
    y el esclavo se libera de su amo.

20 »¿Por qué permite Dios que los abatidos vean la luz?
    ¿Por qué se les da vida a los amargados?
21 Anhelan estos una muerte que no llega,
    aunque la buscan más que a tesoro escondido;
22 ¡se llenarían de gran regocijo,
    se alegrarían si llegaran al sepulcro!
23 ¿Por qué arrincona Dios
    al hombre que desconoce su destino?
24 Antes que el pan, me llegan los suspiros;
    mis gemidos se derraman como el agua.
25 Lo que más temía, me sobrevino;
    lo que más me asustaba, me sucedió.
26 No encuentro paz ni sosiego;
    no hallo reposo, sino solo agitación».

Primer discurso de Elifaz

A esto respondió así Elifaz de Temán:

«Tal vez no puedas aguantar
    que alguien se atreva a decirte algo,
    pero ¿quién podrá quedarse callado?
Tú, que impartías instrucción a las multitudes
    y fortalecías las manos decaídas;
tú, que con tus palabras sostenías a los que tropezaban
    y fortalecías las rodillas que flaqueaban;
¡ahora que afrontas las calamidades, no las resistes!;
    ¡te ves golpeado y te desanimas!
¿No debieras confiar en que temes a Dios
    y en que tu conducta es intachable?

»Ponte a pensar: ¿Quién, siendo inocente, ha perecido?
    ¿Cuándo se ha destruido a la gente íntegra?
La experiencia me ha enseñado
    que los que siembran maldad cosechan desventura.
El soplo de Dios los destruye,
    el aliento de su enojo los consume.
10 Aunque ruja el león y gruña el cachorro,
    acabarán con los colmillos destrozados;
11 el león perece por falta de presa,
    y los cachorros de la leona se dispersan.

12 »En lo secreto me llegó un mensaje;
    mis oídos captaron solo su murmullo.
13 Entre inquietantes visiones nocturnas,
    cuando cae sobre los hombres un sueño profundo,
14 me hallé presa del miedo y del temblor;
    mi esqueleto entero se sacudía.
15 Sentí sobre mi rostro el roce de un espíritu,
    y se me erizaron los cabellos.
16 Una silueta se plantó frente a mis ojos,
    pero no pude ver quién era.
Detuvo su marcha,
    y escuché una voz que susurraba:

17 »“¿Puede un simple mortal ser más justo que Dios?
    ¿Puede ser más puro el hombre que su creador?
18 Pues, si Dios no confía en sus propios siervos,
    y aun a sus ángeles acusa de cometer errores,
19 ¡cuánto más a los que habitan en casas de barro
    cimentadas sobre el polvo y expuestos a ser aplastados como polilla!
20 Entre la aurora y el ocaso pueden ser destruidos
    y perecer para siempre, sin que a nadie le importe.
21 ¿No se arrancan acaso las estacas de su tienda?
    ¡Mueren sin haber adquirido sabiduría!”

»Llama, si quieres, pero ¿habrá quien te responda?
    ¿A cuál de los dioses[g] te dirigirás?
El resentimiento mata a los necios;
    la envidia mata a los insensatos.
Yo mismo he visto al necio echar raíces,
    pero de pronto su casa fue maldecida.[h]
Sus hijos distan mucho de estar a salvo;
    en el tribunal son oprimidos, y nadie los defiende.
Los hambrientos se comen su cosecha,
    y la recogen de entre las espinas;
    los sedientos se beben sus riquezas.
Y, aunque las penas no brotan del suelo,
    ni los sufrimientos provienen de la tierra,
con todo, el hombre nace para sufrir,
    tan cierto como que las chispas vuelan.

»Si se tratara de mí, yo apelaría a Dios;
    ante él expondría mi caso.
Él realiza maravillas insondables,
    portentos que no pueden contarse.
10 Él derrama lluvia sobre la tierra
    y envía agua sobre los campos.
11 Él enaltece a los humildes
    y da seguridad a los enlutados.
12 Él deshace las maquinaciones de los astutos,
    para que no prospere la obra de sus manos.
13 Él atrapa a los astutos en su astucia,
    y desbarata los planes de los malvados.
14 De día estos se topan con las tinieblas;
    a plena luz andan a tientas, como si fuera de noche.
15 Pero a los menesterosos los salva
    de la opresión de los poderosos
    y de su lengua viperina.
16 Así es como los pobres recobran la esperanza,
    y a la injusticia se le tapa la boca.

17 »¡Qué feliz es el hombre a quien Dios corrige!
    No menosprecies la disciplina del Todopoderoso.
18 Porque él hiere, pero venda la herida;
    golpea, pero trae alivio.
19 De seis aflicciones te rescatará,
    y la séptima no te causará ningún daño.
20 Cuando haya hambre, te salvará de la muerte;
    cuando haya guerra, te librará de la espada.
21 Estarás a salvo del latigazo de la lengua,
    y no temerás cuando venga la destrucción.
22 Te burlarás de la destrucción y del hambre,
    y no temerás a las bestias salvajes,
23 pues harás un pacto con las piedras del campo
    y las bestias salvajes estarán en paz contigo.
24 Reconocerás tu casa como lugar seguro;
    contarás tu ganado, y ni un solo animal faltará.
25 Llegarás a tener muchos hijos,
    y descendientes como la hierba del campo.
26 Llegarás al sepulcro anciano pero vigoroso,
    como las gavillas que se recogen a tiempo.

27 »Esto lo hemos examinado, y es verdad.
    Así que escúchalo y compruébalo tú mismo».

Segundo discurso de Job

A esto Job respondió:

«¡Cómo quisiera que mi angustia se pesara
    y se pusiera en la balanza, junto con mi desgracia!
¡Sin duda pesarían más que la arena de los mares!
    ¡Por algo mis palabras son tan impetuosas!
Las saetas del Todopoderoso me han herido,
    y mi espíritu absorbe su veneno.
    ¡Dios ha enviado sus terrores contra mí!
¿Rebuzna el asno salvaje si tiene hierba?
    ¿Muge el buey si tiene forraje?
¿Puede comerse sin sal la comida desabrida?
    ¿Tiene algún sabor la clara de huevo?[i]
Mi paladar se niega a probarla;
    ¡esa comida me enferma!

»¡Ah, si Dios me concediera lo que pido!
    ¡Si Dios me otorgara lo que anhelo!
¡Ah, si Dios se decidiera a destrozarme por completo,
    a descargar su mano sobre mí y aniquilarme!
10 Aun así me quedaría este consuelo,
    esta alegría en medio de mi implacable dolor:
    ¡el no haber negado las palabras del Dios Santo!

11 »¿Qué fuerzas me quedan para seguir esperando?
    ¿Qué fin me espera para querer vivir?
12 ¿Tengo acaso la fuerza de la roca?
    ¿Acaso tengo piel de bronce?
13 ¿Cómo puedo valerme por mí mismo,
    si me han quitado todos mis recursos?

14 »Aunque uno se aparte del temor al Todopoderoso,
    el amigo no le niega su lealtad.[j]
15 Pero mis hermanos son arroyos inconstantes;
    son corrientes desbordadas:
16 se enturbian cuando el hielo se derrite,
    se ensanchan al derretirse la nieve,
17 pero dejan de fluir durante las sequías,
    ¡en pleno calor desaparecen de sus lechos!
18 Las caravanas se apartan de sus rutas;
    se encaminan al desierto, y allí mueren.
19 Las caravanas de Temá van en busca de agua,
    los mercaderes de Sabá abrigan esperanzas.
20 Se desaniman, a pesar de su confianza;
    llegan allí y se quedan frustrados.
21 Lo mismo pasa con vosotros:
    ¡veis algo espantoso, y os asustáis!
22 ¿Quién os ha pedido que me deis algo,
    o que paguéis con vuestro dinero mi rescate?
23 ¿Quién os ha pedido que me libréis de mi enemigo,
    o que me rescatéis de las garras de los tiranos?

24 »Instruidme, y me quedaré callado;
    mostradme en qué estoy equivocado.
25 Las palabras justas no ofenden,
    ¡pero vuestros argumentos no prueban nada!
26 ¿Me vais a juzgar por mis palabras,
    sin ver que provienen[k] de un desesperado?
27 ¡Vosotros echaríais suertes hasta por un huérfano,
    y venderíais a vuestro amigo por cualquier cosa!

28 »Tened la bondad de mirarme a los ojos.
    ¿Creéis que os mentiría en vuestra propia cara?
29 Reflexionad, no seáis injustos;
    reflexionad, que en esto radica mi integridad.
30 ¿Acaso hay maldad en mi lengua?
    ¿No puede mi paladar discernir la maldad?

»¿No tenemos todos una obligación en este mundo?
    ¿No son nuestros días como los de un asalariado?
Como el esclavo que espera con ansias la noche,
    como el asalariado que ansioso espera su paga,
meses enteros he vivido en vano;
    ¡me han tocado noches de miseria!
Me acuesto y pienso:
    “¿Cuánto falta para que amanezca?”
La noche se me hace interminable;
    doy vueltas en la cama hasta el amanecer.
Tengo el cuerpo cubierto de gusanos y de costras;
    ¡la piel se me raja y me supura!

»Mis días se van más veloces que una lanzadera,
    y sin esperanza alguna llegan a su fin.
Recuerda, oh Dios, que mi vida es un suspiro;
    que ya no verán mis ojos la felicidad.
Los ojos que hoy me ven, no me verán mañana;
    pondrás en mí tus ojos, pero ya no existiré.
Como nubes que se diluyen y se pierden,
    los que bajan al sepulcro ya no vuelven a subir.
10 Nunca más regresan a su casa;
    desaparecen de su lugar.

11 »Por lo que a mí respecta, no guardaré silencio;
    la angustia de mi alma me lleva a hablar,
    la amargura en que vivo me obliga a protestar.
12 ¿Soy acaso el mar, el monstruo del abismo,
    para que me pongas bajo vigilancia?
13 Cuando pienso que en mi lecho hallaré consuelo
    o encontraré alivio a mi queja,
14 aun allí me infundes miedo en mis sueños;
    ¡me aterras con visiones!
15 ¡Preferiría que me estrangularan
    a seguir viviendo en este cuerpo!
16 Tengo en poco mi vida; no quiero vivir para siempre.
    ¡Déjame en paz, que mi vida no tiene sentido!

17 »¿Qué es el hombre, que le das tanta importancia,
    que tanta atención le concedes,
18 que cada mañana lo examinas
    y a cada instante lo pones a prueba?
19 Aparta de mí la mirada;
    ¡déjame al menos tragar saliva!
20 Si he pecado, ¿en qué te afecta,
    vigilante de los mortales?
¿Por qué te ensañas conmigo?
    ¿Acaso te soy una carga?[l]
21 ¿Por qué no me perdonas mis pecados?
    ¿Por qué no pasas por alto mi maldad?
Un poco más, y yaceré en el polvo;
    me buscarás, pero habré dejado de existir».

Primer discurso de Bildad

A esto respondió Bildad de Súah:

«¿Hasta cuándo seguirás hablando así?
    ¡Tus palabras son un viento huracanado!
¿Acaso Dios pervierte la justicia?
    ¿Acaso tuerce el derecho el Todopoderoso?
Si tus hijos pecaron contra Dios,
    él les dio lo que su pecado merecía.
Pero, si tú vuelves la mirada a Dios,
    si le pides perdón al Todopoderoso,
y si eres puro y recto,
    él saldrá en tu defensa[m]
    y te restablecerá en el lugar que te corresponde.
Modestas parecerán tus primeras riquezas,
    comparadas con tu prosperidad futura.

»Pregunta a las generaciones pasadas;
    averigua lo que descubrieron sus padres.
Nosotros nacimos ayer, y nada sabemos;
    nuestros días en este mundo son como una sombra.
10 Pero ellos te instruirán, te lo harán saber;
    compartirán contigo su experiencia.
11 ¿Puede crecer el papiro donde no hay pantano?
    ¿Pueden crecer los juncos donde no hay agua?
12 Aunque estén floreciendo y nadie los haya cortado,
    se marchitan antes que otra hierba.
13 Tal es el destino de los que se olvidan de Dios;
    así termina la esperanza de los impíos.
14 Muy débiles[n] son sus esperanzas;
    han puesto su confianza en una telaraña.
15 No podrán sostenerse cuando se apoyen en ella;
    no quedarán en pie cuando se prendan de sus hilos.
16 Son como plantas frondosas expuestas al sol,
    que extienden sus ramas por todo el jardín:
17 hunden sus raíces en torno a un montón de piedras
    y buscan arraigarse entre ellas.
18 Pero, si las arrancan de su sitio,
    ese lugar negará haberlas conocido.
19 ¡Así termina su alegría de vivir,
    y del suelo brotan otras plantas!

20 »Dios no rechaza a quien es íntegro,
    ni brinda su apoyo a quien hace el mal.
21 Pondrá de nuevo risas en tu boca,
    y gritos de alegría en tus labios.
22 Tus enemigos se cubrirán de vergüenza,
    y desaparecerán las moradas de los malvados».

Tercer discurso de Job

Job entonces replicó:

«Aunque sé muy bien que esto es cierto,
    ¿cómo puede un mortal justificarse ante Dios?
Si uno quisiera disputar con él,
    de mil cosas no podría responderle una sola.
Profunda es su sabiduría, vasto su poder.
    ¿Quién puede desafiarlo y salir bien librado?
Él mueve montañas sin que estas lo sepan,
    y en su enojo las trastorna.
Él remueve los cimientos de la tierra
    y hace que se estremezcan sus columnas.
Reprende al sol, y su brillo se apaga;
    eclipsa la luz de las estrellas.
Él se basta para extender los cielos;
    somete a su dominio las olas del mar.
Él creó la Osa y el Orión,
    las Pléyades y las constelaciones del sur.
10 Él realiza maravillas insondables,
    portentos que no pueden contarse.
11 Si pasara junto a mí, no podría verlo;
    si se alejara, no alcanzaría a percibirlo.
12 Si de algo se adueñara, ¿quién lo haría desistir?
    ¿Quién puede cuestionar sus actos?
13 Dios no depone el enojo;
    aun Rahab y sus secuaces se postran a sus pies.

14 »¿Cómo entonces podré yo responderle?
    ¿Dónde hallar palabras para contradecirle?
15 Aunque yo fuera inocente, no puedo defenderme;
    de mi juez solo puedo pedir misericordia.
16 Y, aunque lo llamara y me respondiera,
    no creo que me concediera audiencia.
17 Me despedazaría con una tormenta,
    y por la menor cosa multiplicaría mis heridas.
18 No me dejaría recobrar el aliento;
    más bien, me saturaría de amargura.
19 Si de fuerza se trata, ¡él es más poderoso!
    Si es cuestión de juicio, ¿quién lo[o] hará comparecer?
20 Aun siendo inocente, me condenará mi boca;
    aun siendo íntegro, resultaré culpable.

21 »Soy intachable, pero ya no me importa;
    tengo en poco mi propia vida.
22 Todo es lo mismo; por eso digo:
    “A buenos y a malos destruye por igual”.
23 Si alguna plaga acarrea la muerte repentina,
    él se burla de la angustia del inocente.
24 Si algún malvado se apodera de un terreno,
    él les tapa los ojos a los jueces.
    Si no lo hace él, ¿entonces quién?

25 »Transcurren mis días con más rapidez que un corredor;
    vuelan sin que hayan conocido la dicha.
26 Se deslizan como barcas de papiro,
    como veloces águilas al caer sobre su presa.
27 Si acaso digo: “Olvidaré mi queja,
    cambiaré de expresión, esbozaré una sonrisa”,
28 me queda el miedo de tanto sufrimiento,
    pues bien sé que no me consideras inocente.
29 Y, ya que me tienes por culpable,
    ¿para qué voy a luchar en vano?
30 Aunque me restriegue con jabón[p]
    y me limpie las manos con lejía,
31 tú me lanzarás al muladar,
    ¡y hasta mis ropas me aborrecerán!

32 »Dios no es hombre como yo,
    para que juntos comparezcamos ante un tribunal.
33 ¡No hay un juez aquí
    que decida el caso entre nosotros dos!
34 ¡No hay quien aleje de mí el báculo divino
    para que ya no me asuste su terror!
35 Quisiera hablar sin temor,
    pero no puedo hacerlo.

10 »¡Ya estoy harto de esta vida!
    Por eso doy rienda suelta a mi queja;
    desahogo la amargura de mi alma.
Le he dicho a Dios: No me condenes.
    Dime qué es lo que tienes contra mí.
¿Te parece bien el oprimirme
    y despreciar la obra de tus manos
mientras te muestras complaciente
    ante los planes del malvado?
¿Son tus ojos los de un simple mortal?
    ¿Ves las cosas como las vemos nosotros?
¿Son tus días como los nuestros,
    tus años como los de un mortal,
para que andes investigando mis faltas
    y averiguándolo todo acerca de mi pecado?
¡Tú bien sabes que no soy culpable
    y que de tus manos no tengo escapatoria!

»Tú me hiciste con tus propias manos;
    tú me diste forma.
¿Vas ahora a cambiar de parecer
    y a ponerle fin a mi vida?
Recuerda que tú me modelaste, como al barro;
    ¿vas ahora a devolverme al polvo?
10 ¿No fuiste tú quien me derramó como leche,
    quien me hizo cuajar como queso?
11 Fuiste tú quien me vistió de carne y piel,
    quien me tejió con huesos y tendones.
12 Me diste vida, me favoreciste con tu amor,
    y tus cuidados me han infundido aliento.

13 »Pero una cosa mantuviste en secreto,
    y sé muy bien que la tuviste en mente:
14 Que, si yo peco, tú me vigilas
    y no pasas por alto mi pecado.
15 Si soy culpable, ¡ay de mí!
    Si soy inocente, no puedo dar la cara.
¡Lleno estoy de vergüenza,
    y consciente de mi aflicción!
16 Si me levanto, me acechas como un león
    y despliegas contra mí tu gran poder.
17 Contra mí presentas nuevos testigos,
    contra mí acrecientas tu enojo.
    ¡Una tras otra, tus tropas me atacan!

18 »¿Por qué me hiciste salir del vientre?
    ¡Quisiera haber muerto, sin que nadie me viera!
19 ¡Preferiría no haber existido,
    y haber pasado del vientre a la tumba!
20 ¿Acaso mis contados días no llegan ya a su fin?
    ¡Déjame disfrutar de un momento de alegría
21 antes de mi partida sin regreso
    a la tierra de la penumbra y de las sombras,
22 al país de la más profunda de las noches,
    al país de las sombras y del caos,
    donde aun la luz se asemeja a las tinieblas!»

Primer discurso de Zofar

11 A esto respondió Zofar de Namat:

«¿Quedará sin respuesta toda esta perorata?
    ¿Resultará inocente este hablador?
¿Toda esa palabrería nos dejará callados?
    ¿Te burlarás sin que nadie te reprenda?
Tú afirmas: “Mi postura es la correcta;
    soy puro a los ojos de Dios”.
¡Cómo me gustaría que Dios interviniera
    y abriera sus labios contra ti
para mostrarte los secretos de la sabiduría,
    pues esta es muy compleja![q]
Sabrías entonces que buena parte de tu pecado
    Dios no lo ha tomado en cuenta.

»¿Puedes adentrarte en los misterios de Dios
    o alcanzar la perfección[r] del Todopoderoso?
Son más altos que los cielos;
    ¿qué puedes hacer?
Son más profundos que el sepulcro;
    ¿qué puedes saber?
Son más extensos que toda la tierra;
    ¡son más anchos que todo el mar!

10 »Si viene y te pone en un calabozo,
    y luego te pide cuentas,
    ¿quién lo hará desistir?
11 Bien conoce Dios a la gente sin escrúpulos;
    cuando percibe el mal, no lo pasa por alto.

Footnotes

  1. 1:5 maldecido. Lit. bendecido; este eufemismo se usa también en 1:11; 2:5,9.
  2. 1:6 ángeles. Lit. hijos de Dios.
  3. 1:18 celebrando un banquete. Lit. comiendo y bebiendo vino.
  4. 1:21 he de partir. Alt. he de volver allí.
  5. 1:22 ni le echó la culpa a Dios. Lit. ni dio oración a Dios; véase nota en 1:5.
  6. 2:1 ángeles. Lit. hijos de Dios.
  7. 5:1 dioses. Lit. santos.
  8. 5:3 fue maldecida. Lit. yo maldije.
  9. 6:6 la clara de huevo. Alt. el suero del queso, o el jugo de malva.
  10. 6:14 el amigo … lealtad (lectura probable); para el desahuciado hay lealtad de su amigo (TM).
  11. 6:26 sin ver que provienen. Lit. y al viento las palabras.
  12. 7:20 ¿Acaso te soy una carga? (LXX, mss. hebreos y una tradición rabínica); Me he vuelto una carga para mí mismo (TM).
  13. 8:6 saldrá en tu defensa. Alt. velará por ti.
  14. 8:14 débiles. Palabra de difícil traducción.
  15. 9:19 lo (LXX); me (TM).
  16. 9:30 jabón. Alt. nieve.
  17. 11:6 esta es muy compleja. Frase de difícil traducción.
  18. 11:7 alcanzar la perfección. Alt. llegar hasta los límites.